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La revista CAPEA (boletín del Club de Ajedrez Postal Español y Alemán) ha alcanzado su vigésimo segundo año con la publicación de los números 73-74 (septiembre - diciembre 2006) en un solo y magnífico tomo. La calidad de los artículos donde encontramos, por ejemplo, trabajos de Adolivio Capece, Govert Westerveld, el Dr. Helmut Pfleger, Ricardo Lamarca, José Antonio Garzón, etc., es fruto, primordialmente, de la labor personal de un solo hombre: José María Gutiérrez Dopino. Su amabilidad, voluntad, tesón y amor al ajedrez es encomiable. Estas cualidades se acrecientan con el paso de los años.
A continuación ofrecemos a los lectores de ChessBase un artículo del historiador español José A. Garzón fruto de complejas y serias pesquisas sobre un jugador español del siglo XIX del que teníamos escasas noticias. Garzón plantea, salvando las distancias, que se trataba de un Morphy o un Charousek español. El artículo, como de paso, es también un recorrido por todas las revistas técnicas españoles del siglo XIX, lo que realza su interés".
Cuando la hegemonía española tanto en el campo competitivo, como en el de la producción bibliográfica, decae en las postrimerías del siglo XVI, en manos de la escuela italiana, se inicia un ominoso periodo para el ajedrez español que se prolonga hasta mediados del siglo XIX. Respecto a la bibliografía, un punto de inflexión viene marcado por el libro del literato Gerónimo Borao, publicado en Zaragoza en 1858: El Ajedrez. Tratado de sus principios fundamentales. Con relación al cultivo del juego práctico, el estudio de la partida y del problema, el nuevo renacimiento del ajedrez español viene jalonado por la formación de los primeros Círculos en Madrid y Barcelona y la aparición de las primeras publicaciones periódicas.
Como he señalado en otra parte, si ya le resultó difícil estudiar este periodo a un autor como Pablo Morán, que arranca su importante obra sobre los Campeones de España en el siglo XX, con el primer Campeonato de España (celebrado en Madrid en 1902) con motivo de la coronación de Alfonso XII y que erigió a Manuel Golmayo en campeón nacional, la situación en nuestros días, en pleno siglo XXI, es proclive al olvido, el reino donde mejor se instala la injusticia.
Una vez más, estas líneas combaten el olvido. Nuestra propuesta pretende rescatar a una de las personalidades más brillantes, decisivas, pero menos conocidas del siglo XIX. Evocamos la figura de Valdespino. En casi todos sus libros D. José Paluzíe, cuya labor es hoy, más que nunca, impagable, ha glosado unas líneas en torno al malogrado jugador de Zamora. Apuntes que nos son ahora de gran utilidad. No conformándonos solo con ellos, a lo largo de los años hemos realizado nuestra propia investigación focalizada en dos frentes: indagar en las revistas y publicaciones de la época para intentar hallar alguna partida de Valdespino, lo que nos daría una visión más certera de su verdadera fuerza, y, paralelamente, intentar exhumar datos de la propia biografía del genial ajedrecista zamorano.
Pero se hace necesario, en aras de aprehender la personalidad de nuestro ajedrecista, realizar un esbozo que se nutre de las notas que nos legó Paluzíe [1], que incluye el testimonio directo de uno de los rivales de Valdespino, Vicente Martínez de Carvajal:
“Celestino Alonso Rodríguez Valdespino nació en Benavente, provincia de Zamora, y fue funcionario del ministerio de Hacienda hasta el año 1867, en que estableció en Madrid un taller de litografía. Desde muy niño en Benavente ganaba a todos en el juego de damas, y a los 20 años era ya un consumado jugador de ajedrez, damas y demás juegos basados en el cálculo, sobresaliendo siempre en el primero de los citados. Según nos comunicó Carvajal, Valdespino era un verdadero genio ajedrecista, tanto, que de haber vivido en Alemania, en Inglaterra o en otra nación de ambiente más propicio que el nuestro al ajedrez, hubiera rivalizado con los más insignes maestros del siglo XIX”.
Tal era la fuerza de Valdespino que en cierta ocasión que Morphy se hallaba en París (entiendo que en su segunda época parisina) sus amigos y admiradores intentaron concertar un match con el genial americano. La mala salud de Valdespino, que le acompañó en su corta vida, impidió el fantástico encuentro. Podemos considerar que junto a Valdespino los tres grandes jugadores españoles de la segunda mitad del siglo XIX fueron: Celso Golmayo (1829-1898), Vicente Martínez de Carvajal (1840-1915) y, por último, el malogrado José María Baquero (1861-1895), que venció a Carvajal en Barcelona en un match en 1891 (+9, -5, =0), con motivo de la visita que el almeriense realizó a la ciudad, en la que venció a todos con la excepción de Baquero. De todos ellos, al igual que de Tolosa y Carreras, Paluzíe, Escuté, Carbó, H. Soler, Bosch de la Trinxería y muchos otros, se conservan partidas. Pero no nos consta que haya llegado hasta nosotros ninguna partida del insigne leonés.
El propio Paluzíe comenta que Valdespino sostuvo varios encuentros con Golmayo, en Madrid, “con éxito lisonjero, menos en los últimos tiempos de su vida, cuando su salud estaba del todo quebrantada por la enfermedad crónica que le amargó la existencia, y le ocasionó la muerte en dicha capital”. Este testimonio es muy importante pues conocemos la valía de Golmayo acreditada en el Torneo Internacional de París de 1867, y en los duelos, al trasladarse a Cuba con su amigo Carvajal, con los grandes maestros Mackenzie y Blackburne.
La valiosa foto corresponde a la lucha entre Steinitz y Chigorin por el cetro mundial, librada en la Habana en 1889. Junto a ellos, sentados, poniendo de manifiesto su prestigio en Cuba, vemos a Carvajal (junto a Chigorin) y Golmayo (en el centro). Ambos dejaron un profundo vacío en el ajedrez español, quizás paliado por el florecimiento del ajedrez en Cuba, cuyo feliz corolario fue la luminosa figura de Capablanca. Es una estampa romántica, íntima, de otros tiempos, que indudablemente ya no volverán.
Hemos estudiado, a lo largo de los años, las incipientes revistas españolas de la época, número tras número, con la esperanza de que algunos de estos encuentros, Valdespino-Golmayo, quedara inmortalizado.
La primera revista española vio la luz en Barcelona en marzo de 1862 [2], pero apenas ofrece noticias de Madrid, salvo la referencia a la constitución del Círculo, y un proyecto de match con el de Barcelona, a cinco partidas, que tuvo que interrumpirse. Como en la siguientes publicaciones, algo propio de la época, se prioriza la rama hermana de la partida, el problema. [3]
Tampoco hemos encontrado información relevante en la eximia revista Ruy López (1896-1899) [4] (1896-1899), a la que nos hemos referido en muchos de nuestros trabajos, ni en su coetánea madrileña: Revista Internacional de Ajedrez [5] , dirigida por el fuerte ajedrecista Manuel Márquez Sterling.
Antes [6] que estas se publica, también en Barcelona, otra notable revista: Teoría y Práctica del Ajedrez, dirigida por el gran problemista y jugador, natural de Tarragona, Juan Carbó y Batlle, en un período interesantísimo para nosotros, pues coincide con la actividad competitiva de Valdespino. Aunque no aparece la fecha pensamos que en el número de octubre de 1867, se publica, al fin, una noticia de nuestro interés. Tras el regreso de Golmayo del Torneo de París se anuncia su duelo con Valdespino, y la revista asume el compromiso de publicar las partidas. Más adelante se indica que el mismísimo Morphy, de paso por España, de regreso a su patria, va a permanecer unos días en Madrid, coincidiendo con el match donde se dilucida la supremacía española. Por desgracia la publicación da, casi inmediatamente, un giro copernicano, en su propuesta de contenidos, y se consagra, hasta su fin, al estudio de la teoría de aperturas, malográndose las promesas anunciadas.
Problema de Gabriel Domínguez (Publicado en El Ajedrez, agosto de 1862) Mate en 7. Condiciones: hay que dar el mate con el peón g y las piezas negras están atreguadas. Gabriel Domínguez, el patriarca del círculo de Madrid, fue un notable jugador, fino finalista, y eximio problemista. Amigo de Valdespino era uno de los pocos jugadores, según hemos podido constatar, que podía medirse, algunas veces sosteniendo la partida, con Valdespino.
El problema que presentamos (ver diagrama) por su espíritu y condiciones enraíza con los juegos de partido del ajedrez de la dama[7].
Tras este recorrido por las primeras revistas españolas poca esperanza [8] queda de que haya sobrevivido alguna partida de Valdespino. Sin embargo, para concluir, reservamos al lector dos interesantes noticias sobre el gran jugador zamorano. En el libro de Juan Capó [9], La Apertura Española o Ruy López, Barcelona, 1899, se publica un interesante bosquejo [10] sobre el ajedrez en España. La noticia es importante por venir de una fuente tan rigurosa como Capó y provenir de testigos presenciales. Por su importancia, la reproducimos íntegramente:
“Nos cuentan testigos oculares, que por los años de 1860 a 1870, existía en Madrid numerosa tertulia ajedrecística, que se reunía en el Café del Siglo, y de la cual formaba parte, entre otros, D. Gabriel Domínguez (falleció en Madrid, en 1891) llamado el papaito, por ser el decano de la reunión, el cual hacía frente, a veces con éxito, al famoso maestro Valdespino. Fue este un jugador muy notable, de quien fueron discípulos aventajados los Sres. Golmayo y Martínez de Carvajal. Valiente en la concepción, de procedimientos brillantes, no había en la corte quien le resistiera. Andando el tiempo creciéronse los discípulos, y D. Celso Golmayo, abogado, natural de Logroño, disputó la supremacía a su maestro en diferentes ocasiones, teniendo algunos duelos formales, que según nos dicen, fueron ganados todos por Valdespino, a excepción del último, durante el cual, minada ya la existencia del maestro, por cruel enfermedad pulmonar, falta ya su inteligencia de la clara luz que siempre había conservado, acabó por perder el duelo y a los pocos días la vida”
Confirmada, por tanto, la superioridad de Valdespino, con toda seguridad en el período 1855-1874, aumenta nuestra morriña por conocer su verdadero juego, cuya brillantez todos resaltaron. ¿Se trataba, en cierto modo, de un Morphy o un Charousek español? Nosotros pensamos que, al menos en esencia, sí. En el ajedrez, como en la vida, la presencia y la esencia, el poder ser y el ser, no siempre van de la mano, pero para nosotros eso no menoscaba la grandeza de seres como Valdespino.
La otra gran noticia, verdadera novedad en el tema y hasta hoy inédita, se la debo a mi amigo, paisano de Valdespino, Juan Antonio Ardila Bohórquez, espíritu afín, conspicuo investigador y erudito en todo lo concerniente al ajedrez, su libros y su Historia. Recurrí a Juan Antonio, hace unos años, en aras de poder contar con sus pesquisas en el entorno familiar de Valdespino, habida cuenta que su condición de niño prodigio, ya apuntada, podría haberse reflejado en publicaciones locales. En la primavera de 2002, Ardila me informa de un importante hallazgo: la partida bautismal de nuestro ajedrecista. La información que sigue, vital para este artículo, ha sido extraída de su atenta carta [11]
En la parroquia de Santa María la Mayor de Benavente se conserva la inscripción bautismal de Valdespino, con fecha 9 de abril de 1828. Su padre es Miguel Alonso, y como acertadamente señala Ardila, se corrige de esta forma la literatura especializada donde a veces se abrevia Alonso, pensando que es un segundo nombre. Es su primer apellido. Pero aún mayor es la sorpresa con el segundo. A su madre se le menciona en el referido documento como María Valdespino (en la primera cita con la grafía Baldespino), y al padre de ella (abuelo de Celestino) como Santiago Rodríguez Valdespino. Luego, en puridad, nuestro ajedrecista se llamaba Celestino Alonso Rodríguez. Estoy de acuerdo con Ardila al considerar que probablemente la familia de la madre había adoptado, por ser más identificativo en la sociedad de Benavente de principios del XIX, su segundo apellido, que inmortalizaría su hijo. Otras dos consideraciones que vienen en la carta de Ardila merecen consignarse: la familia paterna debía pertenecer a la clase alta, pues en el documento se señala la condición de licenciado del padre. En el mismo acto del bautismo a Celestino también se le confirma y se le dan los santos óleos (extremaunción), algo que se hacía con los niños que nacían muy enfermos, y quizá sea el presagio de la mala salud que siempre acompaño al genio de Benavente, que murió joven, a los 47 años de edad.
Confiamos haber rescatado, para los inquietos aficionados, la figura de un gran ajedrecista (albergando aún la ilusión de tener mejores noticias con el tiempo) al que mucho debe el renacer del ajedrez español en la segunda mitad del siglo XIX.
José A. Garzón
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[1] PALUZÍE Y LUCENA, José. Primer libro del ajedrecista. Barcelona, 1917. Esta obra tuvo numerosas ediciones. (Volver)
[2] El Ajedrez .Colección de trabajos Teórico-Prácticos relativos a este noble juego. Estaba dirigida por Hilarión Soler y Eusebio Ríu. Fue una revista mensual que tuvo continuidad hasta febrero de 1863; tras un lapso de un año vio la luz el último número (13), en mayo de 1864. Existe cierta confusión con las fechas pues en alguna ocasión se ha indicado como fecha de nacimiento 1865, error motivado porque debió imprimirse, con esa fecha, un tomo con todos los números publicados. (Volver)
[3] Ello complica nuestra búsqueda. Es elocuente lo que al respecto comenta Paluzíe (Op.cit): “En el período de apogeo del ajedrez madrileño, no quedó en olvido el arte del problema. En la columna de la revista “El Museo Universal” desde 1865 a 1869 aparecieron problemas con regularidad; pero no se insertó ninguna partida. Es realmente singular el retraimiento de aquellos jugadores en dar al público sus obras (...) al revés de lo que hacían los problemistas”. (Volver)
[4] Publicada en Barcelona y dirigida por Juan Capó, fue la primera que tuvo continuidad y una calidad jamás igualada, en mi opinión, en España. Su extraordinaria redacción, con personalidades como Brunet y Bellet, Paluzíe, Tolosa y Carrerras, entre otros, reflejaba en irrepetibles colaboraciones el ambiente culto que reinaba, en el anochecer del siglo XIX, en Barcelona. (Volver)
[5] Se publicó desde diciembre de 1895 a mayo de 1896. En este último año se encuadernó en un solo tomo. (Volver)
[6] Su existencia se circunscribe al período septiembre de 1867 ha mayo de 1868, con nueve números publicados.(Volver)
[7] Cf. GARZÓN, José Antonio. El regreso de Francesch Vicent. La Historia del nacimiento y la expansión del ajedrez moderno, Valencia, 2005. Edición bilingüe, español e inglés; pp. 80-83 (ed. española) y pp. 78-81 (ed. inglesa). El problema de Domínguez trata el mismo tema presentado en el partido 65 del ms. italiano 955 de la Biblioteca Nacional de Francia (uno de sus poseedores fue Giulio Cesare Polerio). Remito a las precisiones que allí realizo respecto a la paternidad del problema, que también aparece en la obra de Gianutio (1597). En nuestro trabajo citado, la obra de nuestra vida, publicamos otro problema de Domínguez (pág. 76 –ed. española-; pág. 74 –ed. inglesa), juego conocido como “el crucificado”. Lo evocamos al referirnos a una composición que, como hipótesis, atribuimos a Paolo Boi. (Volver)
[8] Convendría realizar una revisión de la revista francesa La Stratégie, pues insertaba, en aquellos años, muchas noticias vinculadas al ajedrez español. (Volver)
[9] Agradezco que me haya facilitado esta referencia a mi caro amigo el erudito Josep Alió, cuya cuidada y bien nutrida biblioteca de ajedrez, en Tarragona, alberga la rara (hoy) obra de Capó, que recordemos era el promotor y director de la revista Ruy López. (Volver)
[10] Abarca las páginas 136 a 151.Son interesantes asimismo los apuntes históricos que realiza José Sanz en su libro: Campeonatos de España de ajedrez 1944-1945, Madrid, 1945, pp.1-9. Sanz habla de la fama que tenía Valdespino en Madrid de “campeón invencible”, y sitúa, aun con dudas en las fechas, su cetro nacional oficioso en los años 1850-1865. En el contexto de nuestras diligencias su hegemonía habría que extenderla al menos hasta un año anterior de su muerte, acaecida en 1875, pues Golmayo solo pudo vencerle en el último match. (Volver)
[11] De fecha 6 de mayo de 2002. Juan Antonio Ardila tuvo la gentileza de realizarnos una precisa trascripción del texto de la partida bautismal. (Volver)