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Entre las noticias peores de este año para mi, estuvo la muerte de Bobby Fischer. Al decirle eso a un amigo, me respondió: “¿No estás sacando las cosas de quicio? Era un loco de atar antisemita que alababa a los nazis. La muerte es demasiado buena para él”. Realmente se había convertido en todo eso, pero nada de ello describe al hombre que conocí.
Sobrellevar la genialidad, la riqueza, la fama internacional y una infancia lejos de ser normal puede ser demasiado vertiginoso para que alguien lo soporte. Para él resultó ser fatal. Aún estoy triste por su fallecimiento. En nuestros tres encuentros en mi programa de madrugada, me quedé prendado de él.
En su elegía en el New York Times Cavett escribe: "Hasta la llegada de Bobby Fischer, mi impresión del joven genio del ajedrez no era halagadora. Me imaginaba a un joven bicho raro e impopular, con el horizonte limitado, retraído, bajo, con pelo desordenado, acné descuidado, gruesas gafas y con la camisa saliendo del pantalón en la espalda. Y quizá también, tal y como el gran V. Nabokov escribió al describir a unos asexuados prodigios del piano, con problemas de visión, obscuros defectos físicos y un trasero vagamente deformado de eunuco.
Llevar a Fischer a mi programa la primera vez, antes del gran encuentro, se consideró un gran logro en aquel momento. Si alguien del público compartía mi imagen de la pinta que probablemente podía tener un genio del ajedrez, la entrada de Bobby la desmintió. Allí no estaba ningún hombrecillo nabokoviano. Allí apareció, algo desconcertado, un muchacho alto y bien parecido con hombros de jugador de fútbol americano, vestido impecablemente con un traje, de porte un poco torpe e inseguros sobre como enfrentarse a la falta de familiaridad con el estudio, los focos, el maquillaje, la banda de música, los apretones de manos y la ovación atronadora, todo al mismo tiempo. Hubiera querido evitar el cliché de 'larguirucho,' pero Bobby lo era. El daba una especie de bandazos en la silla".
Cavett: "Y allí estaban aquellos ojos. Las cámaras no logran capturar el efecto que tienen sus ojos cuando te mira. Quizá con un aire de manipulador, pero vulnerable. Y solo un ligerísimo rasgo de una especie de amenaza teatral, esa misma que tanto desconcertaba a sus oponentes. Cuando miré al público, claramente pude ver algunas mujeres mirándole como en trance, como si estuviesen dispuestas de entregarle sus corazones (y quizá más) al exitoso maestro del ajedrez".
El presentador del programa, Richard Cavett, nació en 1936 y es famoso por su estilo conversador y su profundo tratamiento de los temas. Al igual que el otro gran entrevistador norteamericano Johnny Carson, Cavett apareció en la televisión nacional de Estados Unidos durante cinco décadas consecutivas, desde los años 1960 hasta el 2000. Rene Chun, que está escribiendo un libro sobre Fischer, escribió a Cavett: "Me asombró del calor que [esta entrevista] transmite al espectador. Ambos parecíais pasarlo estupendamente. Se nota que Fischer está cómodo contigo".
Merece la pena leer el excelente artículo de Dick Cavett y ver el vídeo de Fischer en el programa en 1971. Está disponible sin necesidad de suscripción en el enlace del New York Times que se ofrece más abajo.
Traducción: Nadja Woisin
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