¡A la cárcel con el ajedrez!

por ChessBase
29/09/2008 – El señor Rafael Fernández, famoso por un día y recluso de la prisión de Badajoz para más señas, declara ante varios medios de comunicación que él ocupa su tiempo "libre” en la cárcel leyendo, estudiando en la universidad a distancia (UNED) y jugando al ajedrez. Afirma también que este juego le ha enseñado muchas cosas y que está seguro de que varias de ellas le servirán una vez que haya salido. Imparte una sorprendente y espontánea lección de estrategia ajedrecística aplicada y traza un paralelismo impecable entre el ajedrez y la vida: "Ambos se parecen mucho", afirma, "Tanto en lo uno como en lo otro, los grandes errores se pagan muy caros". Reportaje de Juan Antonio Montero...

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¡A la cárcel con el ajedrez!

Por Juan Antonio Montero

Rafael habla para la televisión, la radio y el periódico, sin ocultar su nombre y relatando su historial sin tapujos. Es uno de los veinte participantes en la exhibición de simultáneas que el Maestro Internacional extremeño Manuel Pérez Candelario ofreció en el centro penitenciario de Badajoz el pasado 19 de septiembre. En este centro, algún funcionario ejemplar se empeñó hace tiempo en realizar algo relacionado con el ajedrez...


Rafael Fernández

El testigo lo recogió y lo amplió el actual equipo Campeón de España y de Europa, el Linex-Magic Extremadura, que ya posee experiencia en desarrollar proyectos sociales innovadores, y hoy en día director de prisión, club de ajedrez, funcionarios y algunos patrocinadores, trabajamos al unísono para poder conseguir la suficiente financiación y realizar allí un gran proyecto de pensamiento estratégico y de educación en valores para el cambio personal basado en el ajedrez. Su título: “Jugando corto, soñando largo… y llegando”.

Esta exhibición puede ser uno de los prolegómenos de esta experiencia. Es la primera vez que Pérez Candelario “entra en la cárcel”. Está ilusionado con el proyecto y también con realizar las simultáneas; sin embargo, tiene dudas: no sabe si debe comportarse de un modo especial, si aquello va a ser distinto a lo que ha hecho hasta ahora… Cuando sale de allí, tras sobrepasar las pesadas y lentas rejas y los numerosos controles, el joven Maestro extremeño no puede dejar de manifestar su asombro por lo que ha visto. Se le ve tan feliz y satisfecho que repite una y otra vez a los que le acompañamos que tenemos que volver, y pronto. Para nuestra tranquilidad, no añade el “como sea” a esta última frase.


Manuel Perez Candelario en la exhibición simultánea

Lo que Pérez Candelario ha visto en los reclusos es un respeto enorme por este juego y por el ajedrecista que es capaz de enfrentarse a veinte jugadores a la vez; un nivel medio de juego muy aceptable; unas cabezas bastante bien amuebladas en muchos casos y una cortesía impecable –en el tema de educación y urbanidad, y para tenerlo claro, como en muchos centros de Secundaria de España, pero al revés-.

Es un comportamiento muy similar al que ya pude observar hace quince años mientras realizaba prácticas criminológicas en otro centro penitenciario. No todo es idílico en la cárcel, por supuesto, ni tampoco hay que idealizar la figura del penado; pero los reclusos suelen mostrar respeto ante las personas que realizan un buen trabajo y que además lo ponen a disposición de ellos. Tampoco me pareció que hubiera cambiado demasiado la procedencia de los internos: siguen siendo personas pertenecientes a los estratos más desfavorecidos de la sociedad, además de un buen número de inmigrantes de muy variada procedencia. Quienes parece que continúan sin dejarse ver por estos lugares son representantes de los estratos sociales más poderosos: a esos, o sigue sin gustarles el ajedrez o siguen –antes como ahora- sin cometer delitos.

Todavía no han comenzado las simultáneas y un portugués de mirada despierta bromea con un lituano de espaldas colosales –que después se reveló como un muy buen ajedrecista-, y le comenta “por lo bajini” que si Pérez Candelario empieza capturándoles muchas piezas, habrá que avisarle un poco. Y mientras esto dice, traduce mímicamente el significado del “aviso”, entrechocando varias veces el puño contra la palma de la mano. Pérez Candelario, que ha oído este comentario, sonríe y se mueve entre los presos con desparpajo y naturalidad. Los organizadores, mientras, intentamos conectar un portátil al viejo proyector de la prisión –no parece que estén sobrados de medios-, y que se utiliza habitualmente para ver películas. Como no lo conseguimos, se hace venir primero a un “técnico” y después a otro –reclusos, por supuesto-, que hacen todo lo posible por solucionar el problema y que veamos la proyección que teníamos preparada: “El ajedrez: sus valores y su potencial estratégico para el cambio personal”.

Al final no puede ser, pero afortunadamente no todo se ha perdido: el interno Rafael ya ha repetido varias veces ante algunos de los medios de comunicación que se han trasladado hasta allí mucho de lo que precisamente nosotros veníamos a contar: “el ajedrez te enseña a tomar decisiones”… “te ayuda a ver mejor la realidad”… “te enseña a apreciar el valor de cada cosa”… vamos oyendo a ráfagas mientras intentamos componer el aparato, y te preguntas de dónde ha salido este hombre que es capaz de explicar tan bien y tan claramente algunas de las mejores virtudes que atesora este juego. Desde luego, mucho de lo que dice merece figurar en un buen libro de frases de ajedrez.

Empezaron las simultáneas y Pérez Candelario se siente a gusto. Apretones de manos al comenzar y suerte para todos. Concentración en las partidas, máxima atención, espíritu de lucha, silencio… Tanto silencio, que hasta el extremeño llega a decirles en un momento determinado que tampoco es necesario ese silencio tan sepulcral… a partir de ahí, algunos se intercambian ya más relajadamente comentarios sobre las partidas. Echamos de menos que otros internos pudieran estar presentes viendo el juego; sólo han podido estar los que participaban.

Los participantes van terminando poco a poco: sonríen al ganador, piden permiso para retirarse y reciben el obsequio de un bonito juego de láminas de Fernando Arrabal. Son unos preciosos dibujos que el genial dramaturgo y artista realizó para el Festival Ruy López celebrado en Mérida hace pocos meses, y que editó con cuidado esmero la Escuela de Arte de esta ciudad.

Director de la prisión, funcionarios, educadores, una criminóloga que ha acudido al evento… todos nos conjuramos para llevar a cabo el proyecto. Ya se impartieron clases de ajedrez en esta prisión no hace demasiado tiempo y otros buenos jugadores ofrecieron simultáneas… El buen trabajo que hicieron realmente se nota y está claro que ha dado sus frutos. Finalizaron las partidas y en un abrir y cerrar de ojos los reclusos retiran todas las mesas y sillas de la sala. Hay bromas con Pérez Candelario –“ya veremos la próxima vez”-, aunque ninguno se engaña y todos reconocen que hay una diferencia muy grande de nivel –ganó sin despeinarse y en el momento que ha querido-, comenta uno de ellos a la radio. Resulta curioso que ninguno pone excusas a la derrota: parece gente que asume muy bien la responsabilidad de sus propios actos.

Salimos de la cárcel muy contentos. Bromeamos diciendo que podemos volver por la tarde y echar allí unas partiditas… Pero son bromas respetuosas, tan respetuosas como el comportamiento que han tenido todos, funcionarios y presos, con nosotros. En Extremadura el ajedrez posee gran prestigio y mucha gente piensa que es más que un simple juego: están convencidos de que puede servir para cambiar, “aunque sea un poquito”, el modo de ver las cosas de las personas.

Intentaremos llevar eso a cabo en la prisión de Badajoz. Si no es posible, los que hemos participado en esta experiencia volveremos el año que viene, cuando se celebre la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de Instituciones Penitenciarias, y realizaremos de nuevo las simultáneas. Llevaremos nuestro portátil y un proyector por si acaso, y nos sentiremos muy contentos de no volver a ver a ninguno de los que esta vez han participado. Porque eso significará que ya han podido salir de allí.

Fotos: las imágenes se deben a la gentileza de los fotógrafos José Vicente Arnelas (las tres primeras) y de Santiago García Villegas

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