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Sábado, 30 de octubre de 2010
Por Björn Lengwenus
Para pagar tributo por la gran suerte de poder acudir a la final del Campeonato del Mundo de Fútbol, mi colega Sandra Domagalla y yo decidimos ir a Zambia después del mundial, para trabajar allí en un proyecto con niñas huérfanas. Una compañera nuestra nos había llamado la atención sobre ese proyecto porque ella había pasado allí las vacaciones de verano del año pasado para ayudar.
El valle del Zambeze durante la temporada seca
Zambia es uno de los países más pobres del mundo (en el Índice de Desarrollo Humano 2009, Zambia figura en el lugar 164 de 182). En el año 2003, el 64% de la población disponía de menos de un dólar al día.
El problema más grande del continente africano también llega
allí: el SIDA. El virus ha extinguido prácticamente a una generación entera, de manera que el pirámide demográfica cuenta con una gran cantidad de personas mayores y muchísimos niños y jóvenes. La generación de los padres ha sido minimizada de tal manera por el SIDA que
la esperanza de vida se ha reducido a 38,6 años, durante los últimos
tiempos. En 2006 en Zambia había unos 750.000 niños huérfanos por el SIDA. Para 2015 se estima que serán un millón,
es decir el 20% de los niños del país. La mayor parte de los niños
huérfanos no recibirán ningún tipo de formación escolar. El 6% vive en la calle. UNICEF habla
de hasta del 10%. Únicamente el 1% de los niños tienen plaza en
orfanatos.
Es decir, se necesita ayuda y por lo tanto nos acercamos a uno de los proyectos de niños huérfanos, en la ciudad de Limulunga, en el oeste de Zambia, a ocho horas en autobús desde la capital, Lusaka.
Se transita por una de las pocas carreteras asfaltadas, que discurre recta, atravesando el país durante horas y horas.
Nunca se viaja solo en Zambia
Durante el viaje por la zona de los pueblos de familias de Zambia, también se atraviesa la reserva natural más grande del país, el Parque Natural Kafue. Allí se puede contemplar, prácticamente desde el autobús de línea, toda la fauna y flora y los paisajes preciosos de África. Allí viven todos los animales que forman parte del grupo de los cinco grandes: elefantes, rinocerontes, leopardos, búfalos africanos y leones.
Este es el animal más peligroso de África
Y este es el segundo animal más peligroso de África: el cocodrilo
A parte de eso, Zambia es uno de los países más seguros del continente. Aunque quizá eso no sea válido para la calidad de las carreteras: se va de bache en bache y el viaje se hace muy largo.
La gasolinera entre Lusaka y Mongu
El lavadero de coches en Mongu
Una peluquería
Aquí se seca arroz
La farmacia
Pero con cada mirada innecesaria al reloj y con cada suspiro impaciente, uno se va dando cuenta de que realmente se ha llegado a África en estado puro y que la frase: "¡Los europeos han inventado los relojes y los africanos el tiempo!" da
en el clavo.
En Limulunga no solo hay 7500 habitantes, sino que también es zona residencial
durante la temporada de lluvias del rey (Litunga) de los Lotsi, que habitan en la parte occidental de
Zambia. El rey se suele instalar allí cuando hay riadas en el Zambeze, cuando ya no se puede estar en el
palacio de la temporada seca. Entonces en uno de los procedimientos más famosos de África, el
rey y su corte se desplazan a Limulunga.
La Avenida del Rey en Limulunga
Pero Limulunga también es la sede de un maravilloso proyecto de ayuda, como hay tantos en África, basados en una iniciativa particular.
El proyecto de huérfanas "Liyoyelo" ha sido fundado por el
maestro (de escuela) jubilado alemán Michael Scholz y su esposa Anni, que nació en Limulunga. El
orfanato actualmente alberga 14 niñas que han perdido a sus padres por el SIDA. El proyecto se lleva a cabo con ayuda de donaciones y gracias a la dedicación de las personas que participan en él. La página web del proyecto es:
www.limulunga.de
Las niñas huérfanas de Limulunga
Además de las niñas huérfanas, también viven dos señoras mayores que pasan el ocaso de su vida en Limulunga. El virus del SIDA (VIH) también las ha dejado huérfanas de familia, porque se ha llevado a sus hijos y nietos.
Una de las abuelas "huérfanas"
Las personas mayores sin familia son el segundo problema más grande del país: al perder casi una generación entera, muchas personas mayores se quedan sin la ayuda tradicional de sus familias y tiene problemas para seguir adelante a solas. Estas abuelas y abuelos "huérfanos" son un componente importante del concepto. Ya han sido tres generaciones de personas las que han pasado el ocaso de su vida en Liyoyelo.
En un momento dado nos encontramos en el medio de todo eso, entre niñas y abuelas huérfanas, en el recinto del proyecto, marcado con cercado de floema.
Los primeros momentos fueron un poco raros y nos sentíamos algo perdidos y tímidos, con los pies rascando el suelo arenoso. En nuestro equipaje llevábamos una fresadora (que había
ocasionado muchas discusiones con los agentes de aduana), muchos regalos para las niñas y, por supuesto, muchos juegos y también ideas para juegos y tableros de ajedrez.
Los primeros minutos de timidez pasaron muy rápidamente y a continuación comenzaron unos días muy
emocionantes y maravillosos en Limulunga.
Los niños en Limulunga
Nos habíamos propuesto organizar las tardes siempre con juegos. Por la mañana, las niñas solían ir al colegio de Limulunga, cuya construcción ha sido posible gracias a generosas donaciones y acciones de ayuda.
El timbre (casi) automático del colegio en Limulunga
Así es ir al colegio en Zambia. ¿Quizá una inspiración para la política escolar de Alemania? Siempre caben más niños en mi clase.
A los profesores de Alemania nos llama la atención con qué cantidad de niños, cómo se puede enseñar con apenas material y cuán grande puede ser la motivación de los alumnos y de los profesores.
¡Y a la vuelta del colegio, las niñas huérfanas podían jugar muchas horas!
El primer día solamente participaron las 14 niñas del proyecto y algunos pocos amigos suyos, pero se corrió la voz y cada día acudían más y más niñas y niños.
Este como mínimo aspira una carrera en el mundo de las estrellas del
espectáculo
Primero fueron 20, luego 40 y al final casi 100 los niños que participaron en el proyecto. Algunos tenían que recorrer unos 7 km andando para poder apuntarse a los juegos durante las cuatro horas de la tarde, hasta la puesta de sol.
Eso les gusta a los niños en todo el mundo: ¡JUGAR!
Nuestra carpa-paracaídas estaba en uso permanente. El material para hacer juegos malabares tenía una gran acogida y cuando empezamos a jugar
con la canción "Come on riding on my Pony…“ (Ven conmigo a
caballo...") ya no había quien los frenara.
¡Te tiramos todos para ARRRRIIIIIBAAAAAAAAAAA!
Se desarrolló una increíble dinámica que nos contagió a todos.
Y en el medio de todo: ¡ajedrez! Cuánto se habían reído de mi en Hamburgo cuando cargué el tablero de ajedrez en mi mochila, para llevarles el juego de los reyes a los niños africanos con mis pésimos conocimientos de inglés...
Mirad, éste de aquí es el rey
Y esta es la dama
Reyes y dama
Pero las niñas cogieron el gusanillo por el ajedrez desde el primer día. Aparte de los juegos con la carpa paracaídas, los salvajes juegos de acción y los tranquilos juegos en círculo, el ajedrez fue uno de los favoritos del proyecto. El tablero, en la mesa a la sombra, estaba casi todo el tiempo en uso. Los niños contemplaban las piezas, tocaban la superficie del tablero y jugarban al ajedrez. Aprendieron las reglas muy rápidamente y cada partida comenzabacon el obligatorio apretón de manos. Tampoco tardaron en hacerse visibles las reinas del ajedrez, que realmente mostraban mucha maña y ganaron muchas partidas.
La primera partida
El tercer día de nuestra estancia, una de las niñas se acercó con ojos tristes, observándonos desde lejos durante una hora mientras jugábamos a las canicas. Cuando le pregunté qué le pasaba solo pudo susurrar una palabra. Casi no se atrevía a decirla, por si su deseo resultase ser demasiado exigente. Pero su deseo parecía ser muy grande porque se apresuró a decir: ¡Chess! (¡Ajedrez!) Se me había olvidado sacar el tablero con las piezas de mi bolso.
Jugábamos y nos reíamos y mientras tanto se había enterado todo el pueblo de que dos personas blancas de Alemania estaban de visita en el proyecto Liyoyelo y no solo aumentaba la cifra de niños que querían jugar con nosotros. También cada vez acudían más adultos. De esta manera, el último día se convirtió en una gran fiesta de despedida. Tambores, cantos y hasta un bailarín de Mkishi se apuntaron a la fiesta de despedida. Así terminó también ese día zambiano de manera alegre y con una magnífica puesta de sol sobre el valle del Zambeze.
La fiesta de despedida
Al día siguiente volvimos a subirnos al autobús para viajar hasta la lejana Lusaka durante 8 horas.
Naturalmente la fresadora y todos los regalos se quedaron allí en Limulunga, al igual que todos los juegos. Al hacer la maleta, también dejé allí todas mis camisetas, mis jerséis y, por supuesto, los tableros de ajedrez. En fin, todo lo que podía dejar allí. En cambio volví con el corazón lleno de recuerdos alegres y conmovedores. Este país y su gente me han tocado el alma. Ya era un hombre feliz antes de viajar hasta allí, hasta el extremo occidental de Zambia, a esa pequeña ciudad, con esta gente maravillosa. De vuelta en casa, muchos de los problemas cotidianos se convirtieron en algo minúsculo y de poca importancia o hasta ridículos.
Mi gran deseo por conocer más partes del mundo y a sus gentes tendrá que esperar hasta el verano que viene, cuando me tomaré un año sabático para hacer un viaje por el mundo.
Desde luego después de estas bonitas impresiones ya tengo claro dónde comenzará ese viaje: ¡en Zambia!
Traducción: Nadja Wittmann, ChessBase