Para ganar, primero debes aprender
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La portada del libro "Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas" de Leontxo García
Los niños ajedrecistas desarrollan más la inteligencia y obtienen mejores resultados académicos, sobre todo en matemáticas y comprensión lectora. La práctica frecuente del ajedrez retrasa el envejecimiento cerebral, y podría retrasar o prevenir el Alzheimer. Las mujeres juegan, en general, peor que los hombres, y nadie sabe por qué. Los mejores informáticos necesitaron 50 años para lograr que una máquina jugase al nivel del campeón del mundo; sin embargo, aún estamos lejos de que una computadora juegue perfectamente (como ocurre en las damas, el backgammon y otros muchos) porque el número de partidas distintas que pueden darse es superior al de átomos en el universo conocido. ¿Cómo piensan los ajedrecistas? ¿Qué partes del cerebro utilizan más que otras personas? El récord del mundo de partidas simultáneas a ciegas (memorizando la situación de las piezas en cada tablero durante más de 24 horas) está en 52, lo que roza lo sobrehumano. ¿Qué clase de dopaje aumenta el rendimiento de un ajedrecista?
Nunca se habían explicado todos esos asuntos apasionantes en un libro. En Ajedrez y Ciencia, pasiones mezcladas, Leontxo García vuelca su profundo conocimiento de las relaciones del ajedrez con la ciencia, acumulado durante 40 años; de ellos, diez como jugador y treinta como periodista y conferenciante.
Leontxo García Olasagasti (Irún, Guipúzcoa, 12 de febrero de 1956) es un conferenciante, presentador,comentarista y periodista español especializado en ajedrez. Leontxo García llegó al ajedrez relativamente tarde: aprendió a jugar en el colegio, cuando tenía 13 años, pero no fue hasta los diecisiete que comenzó a jugar en serio.
En 1975, con 19 años de edad, se convirtió en campeón absoluto de Guipúzcoa y seis años más tarde, en 1981, consiguió el título de Maestro FIDE. Más tarde logró dos normas de Maestro Internacional y todo apuntaba en que se consagraría a jugar ajedrez cuando recibió la propuesta, en 1983, del diario Deia de ser enviado especial en los duelos Kaspárov-Korchnói y Smyslov-Ribli (Londres). Fue entonces cuando descubrió que su vocación por el periodismo era aún más fuerte que la de jugador y poco después dejó de participar en competiciones de ajedrez.