Una aventura de ajedrez en Riga

¿Cómo que dos zapatos?

La última ronda del Campeonato de Noruega había terminado y nos esperaban unas vacaciones, ¡unas vacaciones sin ajedrez! Cuando estábamos saliendo de la sala de juego, nos encontramos con el múltiple campeón noruego, y nos dijo que sería bueno para mi hija Anna jugar en el RTU Open de Riga. Participaría junto con sus alumnos del instituto de deportes de elite.

Estaba un poco escéptico y me daba cierta pereza, porque eso significaría, que entonces gran parte de las vacaciones sin ajedrez y puramente de descanso y tiempo libre, se reduciría considerablemente. Además mis anteriores viajes a Riga siempre habían terminado con una generosa "donación de puntos Elo" a los jóvenes jugadores de Europa oriental. Pero cuando el rey llama...

El viaje de Fredrikstad al aeropuerto fue agradablemente solitario. Como inmigrantes alemanes a Noruega viviendo en el país nórdico desde hace bastante tiempo ya, sabemos que en los viajes en el transporte público es recomendable evitar las conversaciones con los demás viajeros. El conductor del autobús parecía estar de la misma opinión, pues, para no correr riesgos de este tipo, ni siquiera abandonó la autopista para ver si alguien se quería subir en las paradas en el camino con lo cual llegamos al aeropuerto casi viajando solos en el autobús y llegamos un cuarto de hora antes de lo previsto. 

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El vuelo estaba lleno y chocamos con Simen Adgestein y su cuadrilla. Llegados al aeropuerto de nuestro destino, salieron corriendo de la sala de llegada del aeropuerto y ocuparon los taxis que estaban esperando enfrente del edificio para aún poder participar en el torneo de ajedrez relámpago. Estas prisas les costaron varios cientos de puntos Elo, tal y como se mostró más tarde. 

Nosotros desaceleramos el paso y nos subimos al autobús número 22 tranquilamente, que nos lllevó del aeropuerto hasta la parada de Daugavgrivas. Desde allí caminamos hasta el Hotel Islande, que se encuentra justo al lado de la universidad. En Riga se pueden comprar billetes para el transporte público en los quioscos Narvesen, pero no en todos, como aprendimos en el aeropuerto. Cuando preguntamos por los billetes, la vendedora murmuró algo, señaló hacia arriba, cruzó los brazos sobre el pecho, miró a un lado y no se le pudo convencer de que siguiera en contacto. Aun así, encontramos algún otro quiosco que sí vendía billetes, y encima con bastante rapidez.

Tras asistir a un concierto de órgano en la iglesia de San Juan, considerada la más antigua de Riga, buscamos un restaurante para comer. No fue fácil encontrar restaurantes o sitios con comida en el casco viejo de Riga un sábado por la noche, ya que los restaurantes estaban abarrotados. Finalmente encontramos un restaurante italiano sorprendentemente vacío en una calle lateral. Nos atendieron con mucha cortesía y el camarero cerró la puerta sin dejar que los posibles clientes le impidieran leer el periódico.

Al día siguiente se jugó un torneo de ajedrez rápido, que fue ganado por Baadur Jobava por delante de Alexei Shirov. Los mejores noruegos ocuparon los puestos sexto a noveno. Para mí, en este caso, la pérdida de puntos Elo fue sorprendentemente moderada. Después del torneo, muchos grandes maestros actuales y futuros se reunieron para cenar en la azotea del Hotel Islande. Durante la larga espera, el aire estaba lleno de sacrificios de caballos y otras combinaciones.

El torneo principal, el abierto, no comenzaría hasta el lunes por la tarde, así que tenäiamos tiempo para visitar el Mercado Central de Riga, reconstruido en la década de 1920 a partir de partes de hangares de dirigibles. Lamentablemente, estos hangares estaban cerrados aquel lunes en concreto. Pero al menos los puestos alrededor de los pasillos estaban abiertos, así que buscábamos un par de zapatos para Anna y, por desgracia, no sabíamos que yo podría necesitar zapatos nuevos también, sólo unas horas más tarde. De hecho, encontramos lo que buscábamos. Al preguntar por el segundo zapato, despertamos claramente el disgusto de una señora bastante voluminosa. Había mucho que leer en sus ojos mientras nos miraba: "Ventas tan temprano, no puede ser un buen día", o: "¿Para qué necesitan los zapatos?". Ella por su parte podía leer en nuestros ojos la contra-pregunta: "¿Encontrará el otro zapato?". Pues, sí. Lo encontró. Desapareció de la puerta y se afanó en el otro metro cuadrado de la cabina. Lo encontró, pagamos y volvió a sentarse en su taburete, no del todo insatisfecha.

Las inscripciones sólo eran posibles a partir de las 14:00 horas, así que salí del hotel a las 14:00 horas para recorrer a pie los 500 metros que me separaban del lugar de juego. Me había dado cuenta de que estaba lloviendo, pero confié en mi chaqueta y zapatos impermeables. Justo cuando estaba a mitad de camino, más o menos a la altura de la piscina, me empapé por completo. La chaqueta mantenía secos algunos puntos aquí y allá, mientras que las membranas impermeables únicamente impedían que el agua entrado podría volver a salir de los zapatos y no al revés. Ya no merecía la pena evitar los charcos ya que el agua cubría toda la calle y ya tenía varios centímetros de profundidad en me alrededor. 

Al comenzar la primera ronda, el tiempo ya había mejorando, y pude cambiarme de calzado (a las sandalias) para tomar aseinto en el primer tablero, en el escenario. Me emparejaron contra Simen Agdestein, pero antes tuve que pasar por la ceremonia del primer movimiento simbólico. El rector de la universidad realizó el movimiento e2-e4 como saque de honor, por mi. 

Simen Agdestein | Foto: Holger Blauhut

Tras la ronda, muchos de los ajedrecistas intentaron comer algo en el hotel. El restaurante de la azotea se había trasladado a la 9ª planta debido a la tormenta y estaba abarrotado. Finalmente estábamos sentados en la misma mesa que el futuro gran maestro de 15 años, Aksel Bu Kvaløy y su padre, y también estaba con nosotros el gran maestro alemán Leon Mons. Desde el punto de vista lingüístico, me quedé "lost in translation" con mi propia confusión de los idiomas alemán-noruego-inglés, y creo que lo que decía apenas se podía entender. 

El miércoles libre por la mañana hubo una pequeña recepción para los ajedrecistas noruegos en la Embajada de Noruega. Mi acento me delató como alemán al apenas haber pronunciado dos o tres palabras. Anna y yo nos acercamos al parque Vermane y nos sentamos al lado de Misha Tal (su monumento).

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La sala de juego | Foto: Holger Blauhut

El viernes me enfrenté en una partida con Bodhana Sivanandan, de 8 años, que necesitaba un asiento elevador para la silla para poder mover las piezas, pero por muy pequeño que es todavía, ya es un gran ajedrecista. Consiguió 2065 puntos en el torneo. Mi juego, que fue mi mejor actuación en el torneo, también contribuyó a su TPR. No debería haberme rendido cuando tenía una posición ganadora...

Para Anna, el torneo se desvaneció poco a poco en la última ronda. Se enfrentaba a una señora mayor que ella, que dejó de jugar unas cuantas jugadas antes de que Anna le diera jaque y mate. Le quedaban 60 minutos en el reloj cuando empezó a mirar al vacío. Una hora más tarde, anotó el resultado y abandonó la sala de juego.

Quedó campeón del torneo RTU Open el MI noruego Elham Amar, una estudiante de la escuela noruega de deportes de competición. Con 7½ puntos en 9 partidas y un rendimiento de 2676, el joven de 18 años logró su segunda norma de GM.

Clasificación final del Abierto A

Hasta 201 jugadores

Traducción al español: Nadja Wittmann (ChessBase)

Enlaces

• Sitio web oficial