Cerca del corazón

por ChessBase
06/05/2006 – Mucho se podría decir de los cementerios y sus diferentes concepciones en las distintas culturas. En cualquier caso siempre nos han servido para acercarnos y recordar el pasado. El nuestro y el de las personas que, aun sin ser familiares o amigos, han significado algo en nuestras vidas: escritores, músicos, poetas, filósofos, pintores... y (¿por qué no?) también ajedrecistas. Hace unos días hablábamos de la tumba de Alekhine en París. Hoy les ofrecemos las emocionadas palabras de Frank Mayer ante los restos de Lasker. Y, aún tratándose de dos compatriotas, que cómodamente se expresarían en alemán, cortésmente han tenido la deferencia de hacerlo en castellano  en una epístola entrañable...

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Encuentro "post mortem" con Emanuel Lasker (1868 – 1941)

Visita al Cementerio Beth Olom (Queens, Nueva York)


Nueva York, 4 de mayo 2006


Herr Dr. Lasker:
 
Buenos días. Fue tan difícil  y laborioso encontrarle a usted como entender su genial ajedrez. La verdad, el Cementerio Central, donde descansa, tiene unas dimensiones tan enormes que, en cierto modo, es como una pequeña ciudad.



No hace falta, que me conteste, pero me permito presentarle unas reflexiones que hice durante el largo viaje que me trajo hasta su tumba.

(Cuando visito la tumba de mi madre en Alemania, suelo hablarla  abiertamente,  procurando que nadie me escuche. Lo hago aquí también, en compañía de mi mujer y “asistenta” en asuntos del ajedrez)



Ahora me encuentro delante su lápida y no me  explico porqué no figuran las  fechas de su nacimiento y muerte. Quizás su querida familia omitió estos datos para que siempre estuviera  presente entre nosotros, sin ningún límite de fechas.

No alcanzo a comprender el significado de los signos en hebreo existentes en su lápida, por encima de su nombre. Deben estar por alguna razón. ¡Lo averiguaré!

Ya sabe, por mi nombre y apellido, que soy un compatriota suyo.



A pesar de ser un modesto jugador y entender poco de  ajedrez, siempre me han fascinado sus partidas y algunas veces he llegado a comprenderlas.

Por cierto, su amigo Raúl Capablanca, fallecido en marzo de 1942, hablaba continuamente de usted y su arte con gran respeto y, cuando pronunciaba su nombre, solía decir: “EL GRAN LASKER”

 
Capablanca – Lasker, Moscú 1925
 
Más tarde reproduciré su primera partida del Campeonato Mundial celebrado en 1907 contra Frank Marshall, con unas muy comprensibles explicaciones de Capablanca, retransmitidas a través de una emisora norteamericana durante unas lecciones de ajedrez.


Marshall - Lasker 1907 (Haga clic sobre el tablero para reproducir la partida)
 
Menos mal que ya en los últimos años de su vida abandonó el hábito de fumar, pues personalmente no podría soportar el humo de sus cigarros, con el que solía “nublar” a sus contrincantes.
En este instante  me imagino su pícara  sonrisa, al  haber desvelado yo este pequeño secreto tan suyo.

Seguramente no me creerá, si le comento que:

  • cuando nos dejó el 11 de enero 1941, el entonces vigente campeón del   mundo, Alexander Alhekine, al enterarse de la triste noticia, lanzó una tela negra sobre su tablero de ajedrez de viaje, con el cual estaba  repasando casualmente una partida jugada con uested, en la que se salvó “in extremis”  mediante unas tablas lisonjeras.
     
  • sus increíbles 27 años de reinado como Campeón del Mundo, no han sido superados hasta hoy.
     
  • esta permanencia en el trono durante un periodo tan dilatado de tiempo es más que suficiente para garantizarle  un lugar privilegiado en la historia de ajedrez.
     
  • su estilo no fue entendido por sus contemporáneos;  los perjuicios y los juicios equivocados todavía  persisten.
     
  • hoy en día argumentan que, si hubiera nacido unos cien años más tarde, con la base de los conocimientos actuales, eclipsaría a los mejores jugadores del mundo.

Me imagino que usted está sonriendo nuevamente.  Ahora su acreditada modestia le obligaría a no comentar nada.

Me gustaría de contarle tantas cosas, pero es probable que usted se cansara de mi. No obstante,  me atrevo a solicitarle, que me permita jugar una partida de ajedrez en la Otra Vida, cuando nos encontraremos allá. Bueno, estoy plenamente convencido de que, si accede, no tendré la más mínima probabilidad de éxito. No importa: ¡será un alto honor para este entusiasmado aficionado!

Presiento nuevamente su silencio y agradecido lo interpreto como señal de conformidad.
 
¡Adiós, Herr Dr. Emanuel Lasker! ¡Hasta la vista!


 
Su fiel admirador,

Frank Mayer
 
P.D. Un lugar como éste no me deja insensible y lo abandono con los ojos empañados por las lágrimas.
 
 

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