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“Desgraciadamente, el mundo del ajedrez no enfoca este asunto adecuadamente. Cuando sostengo que el futuro depende del éxito del ajedrez educativo, la mayor resistencia viene de ajedrecistas, por extraño que pueda resultar. Muchos de ellos son puristas, concentrados sólo en algunos aspectos del ajedrez como actividad de competición. Y no comprenden que nuestro principal capital es los que podemos aportar a la educación de los niños, que es mucho”. Cuando Weeramantry dice eso transmite una gran convicción, basada en 40 años de experiencia y numerosos premios, y algunas gotas de frustración.
Pero tiene motivos para el optimismo porque sus métodos educativos, desarrollados a través de la National Scholastic Chess Foundation (NSCF), de la que es fundador y director ejecutivo), se aplican en horario lectivo en colegios de Nueva York, Florida y California, “con un alto grado de satisfacción de alumnos, padres y educadores”. Entre esos centros destaca uno de gran prestigio en Manhattan, el Speyer Legacy School, donde el ajedrez se imparte como materia curricular a los niños desde los dos a los ocho años. Weeramantry vuela con frecuencia a los otros dos estados, pero ahora está formando un equipo para delegar trabajo y concentrarse en la dirección. “Los responsables de esos colegios no están interesados en producir grandes maestros. Pero si les convences de que el ajedrez puede ayudarles a producir grandes científicos, te abren las puertas. Ahora bien, el ajedrez que se debe enseñar desde ese enfoque no es la Defensa Siciliana, sino las aplicaciones del ajedrez, por ejemplo, a las matemáticas”.
Sunil Weeramantry, el padrastro de Nakamura (Foto: Sophie Triay)
Su biografía es una mezcla de culturas, que sin duda afina su visión de la vida, del ajedrez y del tipo de consejos que ha dado a su hijastro desde niño. En 1962, a los 11 años, emigró de Sri Lanka a Ginebra (Suiza), donde sus padres llegaron a prohibirle el ajedrez porque temían que le desconcentrase de sus estudios. Pero logró volver al tablero, se convirtió en un jugador fuerte, como demuestra su impresionante partida con el GM Hecht en 1970, y siguió jugando desde año hasta 1973 en Southampton (Inglaterra), donde cursó Derecho, antes de emigrar a EEUU. Hasta ahora ha rechazado la nacionalidad estadounidense porque anhelaba jugar una Olimpiada con Sri Lanka pero, por diversas razones, eso no fue posible, y pronto cambiará de pasaporte.
Entre las mayores satisfacciones de su vida está comprobar que sus alumnos transfieren a la vida normal los valores que les inculca el ajedrez. “Por desgracia, el sistema estadounidense de enseñanza tiende a ser muy cuadriculado, en detrimento de la creatividad. Cuando enseño a los niños la diferencia entre el valor teórico y dinámico de una pieza lo entienden enseguida, y eso les permite comprender también que 3+3 no siempre son 6”. Weeramantry también es contrario a los métodos que dan prioridad a la repetición innecesaria de muchos ejercicios: “Es mucho más creativo mostrar una posición y preguntar por el valor individual y colectivo de todas las piezas, porque ello conlleva la conexión entre los dos hemisferios cerebrales”.
Ve con claridad que hay otros campos de aplicación del ajedrez poco explorados. Por ejemplo, en la toma de decisiones: “Los ajedrecistas están acostumbrados a pensar mucho más allá de lo convencional, fuera de los terrenos lógicos y de la zona de confort. Por eso hay cazadores de talentos de empresas importantes que a veces se fijan en grandes maestros. Y por eso el ajedrez funciona tan bien con los niños superdotados, porque los incita a cuestionar su propio pensamiento, en un reto infinito”.
También se ha guiado por esos criterios a la hora de aconsejar a Nakamura: “Un momento muy importante en la carrera de Hikaru ocurrió cuando jugó el abierto de Linares, a los 13 o 14 años. Viajó acompañado del GM Mark Paragua, con quien tuvo que enfrentarse a mitad de torneo. Paragua le ofreció tablas, Hikaru las rechazó y luego perdió; pero al día siguiente jugó muy bien, y ganó. Ese día comprendí que Hikaru tenía resiliencia [capacidad para adaptarse a situaciones adversas], una virtud fundamental para el ajedrez de alta competición, y por tanto accedí a que fuera un jugador profesional”.
Unos años después, Nakamura se convirtió en el mejor jugador del mundo de partidas a un minuto por Internet. ¿Fue eso perjudicial para su rendimiento en el ajedrez clásico? Weeramantry voltea la pregunta: “El problema es que si le impido jugar a un minuto él hubiera dejado el ajedrez. A veces olvidamos que las personas, sobre todo si son muy jóvenes, necesitan divertirse”. Esto le recuerda lo ocurrido con un gran maestro, cuyo nombre prefiere no citar, a quien contrató como entrenador de Hikaru, pero la relación apenas duró tres sesiones: “Los deberes que le mandó incluían estudiar 100 partidas de Morphy, otras 100 de Steinitz y no jugar rápidas en Internet”.
Es bien sabido que la contratación de Gari Kaspárov como entrenador de Nakamura también duró muy poco: “Nunca he tenido duda alguna sobre la sabiduría, la profesionalidad y la capacidad de trabajo de Gari. Pero había incompatibilidad de caracteres y de enfoques. A él le costaba mucho entender que Hikaru debe jugar con su propio estilo, no con el de Kaspárov”.
A sólo un mes del Torneo de Candidatos de Moscú, Nakamura ha jugado en Gibraltar sin utilizar el arsenal de aperturas que ha preparado para esa cita crucial. Pero Weeramantry apunta hacia otros secretos, además de las aperturas: “Hikaru lleva meses aplicando un sistema de entrenamiento que no puedo desvelar, diseñado expresamente para alcanzar el máximo rendimiento en el Candidatos. Además, su relación estable con su novia, la italiana María de Rosa, le ha dado un gran equilibrio emocional. Yo lo veo mejor que nunca”.