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Jueves, 243 de noviembre de 2011
Por Ing. Mauricio Durán Toro
(Foto:
wikipedia)
“El Ajedrez, camino de silencio... El silencio, camino de Iluminación.”
Cuando nos acercamos por primera vez al ajedrez, y estamos destinados por la providencia a establecer con él una relación perenne, sentimos que algo nos cautiva. Como la mayoría nos iniciamos en el arte de los escaques a edades en las que apenas habíamos dejado de lado la mamila, quizás esa pasión inicial esté relacionada con los imaginarios fantásticos de la infancia, poblada de laberintos y castillos, de dragones y caballeros, de brujas y princesas, universo que bien se recrea en las piezas y tablero de nuestro “reino ajedrez”.
Pero los años pasan “de prisa como el viento” y aunque vayamos dejando de lado nuestro Camelot infantil (¿aunque nunca del todo verdad?), seguimos apasionados por nuestro ejército de trebejos, encontrando en el camino razones más adustas para su práctica. Entonces ¿Qué es para ti hoy el ajedrez?.
Si eres en esencia un ser competitivo dirás que para ti el ajedrez es un Deporte. Si tu naturaleza es más pacifista, disfrutas menos de aplastar un oponente, que con el delicioso sabor estético dejado por una partida preciosamente jugada, o con el estudio de brillantes combinaciones, con seguridad responderás que para ti el Ajedrez es un Arte. Y si lo que arroba tu alma es la lógica matemática, intrínseca en los certeros movimientos del juego, expresarás que el Ajedrez es sin duda alguna, una Ciencia. Pero es probable que en tu admiración estén involucradas todas estas dimensiones a la vez, un poco más de esta u otro poco más de aquella, o también que, como a mi, pesadas estas tres dimensiones del juego sientas que el ajedrez para ti, evidencia un mayor significado.
Que más allá del deporte, del arte, de la ciencia, la necesidad imperiosa de estar frente al tablero, de manipular concienzudamente unas piezas, palpitando ante posiciones matemáticamente abigarradas, deba ser explicada por un sentido más trascendente, más profundo, más universal. Entonces, ¿Qué es para mi hoy el Ajedrez?... Sospechando una respuesta, agazapada en la inmensidad de los sesenta y cuatro escaques, solo hubo en mi conciencia un silencio, prolongado por mucho, mucho tiempo.
Una fresca mañana que navegaba sin derrotero por ineluctables mares literarios, un susurro proveniente de las entrañas de un maravilloso libro iluminó mi entendimiento: “...El juego oriental ha traspasado lo que significa juego y prueba de fuerza, y se ha convertido en un modo de arte. Hay cierto misterio y nobleza orientales en él... El camino de los trescientos sesenta y uno con el cual los chinos han abarcado los principios de la naturaleza y el universo y de la vida humana, y que para ellos designa la diversión de los inmortales, un juego de amplios poderes espirituales...” (Capítulo 28, El Maestro de Go, Yasunari Kawabata). Un juego de amplios poderes espirituales, un juego de amplios poderes espirituales, un juego de ampl... Esa idea aún resuena en mi memoria.
Contextualicemos un poco: Kawabata fue un escritor japonés, galardonado con el Nobel de literatura en 1968, y El Maestro de Go una de sus grandes obras. El Go es un juego originario de China, pero elevado a la categoría de arte en el Japón, se juega sobre un tablero de 19 x 19 líneas (361 intersecciones), entre dos jugadores que se alternan para colocar sobre las intersecciones piedras negras o blancas con el objetivo de conquistar la mayor parte del territorio. Está estrechamente emparentado con el ajedrez dado su carácter de juego de mesa entre dos personas, y por estar basado únicamente en la estrategia, no en el azar.
Sentí en aquel instante revelador, que algo que sospechaba pero no atinaba a expresar con acierto, cobraba por fin la forma de una idea poderosa y certera: Toda la fascinación estética por el conjunto de trebejos, toda la satisfacción intelectual de una partida jugada con filigrana, la amistad cultivada alrededor de un desafío incruento, entretejen en el individuo una realización, que trasciende, y se eleva a un nivel espiritual.
Esta nueva revelación me llevo a ir descubriendo poco a poco, como a Kawabata con el Go, numerosas relaciones existentes entre el Ajedrez y diversas manifestaciones espirituales de oriente. Por ejemplo, la actitud meditabunda ante un tablero, se asemeja al ejercicio contemplativo de mandalas por parte de un monje, hinduista o budista. El dual colorido de los escaques constituye un parangón del yin y el yang, y su cantidad, sesenta y cuatro, coincide con el número de hexagramas que conforman el libro de los cambios, el I Ching, cuyo origen se remonta a tiempos legendarios. Esto ha conducido a la opinión de algunos eruditos, sobre el origen chino del Ajedrez, o al menos sobre una importante influencia de su cultura, entre ellos, el GM Liu Wenche autor del interesante libro “La Escuela China del Ajedrez”.
Por todo lo anterior, me dediqué un tiempo a estudiar las escuelas orientales de pensamiento, el taoísmo, el yoga, el budismo, principalmente su escuela japonesa: El Zen, con el propósito de encontrar en ellas, claves que me permitieran progresar en mi maestría ajedrecística. De varios hallazgos entre los que destaco la lectura, estudio y meditación del libro “El Arte De La Guerra” del maestro Tsun Tzu (al cual dedicaré un posterior artículo), el que quizá mayor importancia ha cobrado en mi concepción y práctica del Ajedrez ha sido el valor concedido al Silencio como medio para encontrar la Iluminación. Un silencio que no consiste necesariamente en la ausencia de ruidos o sonidos del ambiente (condición generalmente difícil de lograr), sino, una disposición interior de limpieza de ideas, de pensamientos cotidianos, preconcebidos, lo cual, no se logra mediante una lucha contra estos, es más bien, un “dejar pasar” hasta lograr el vacío.
Esta condición mental, y espiritual, permitirá la llegada de ideas nuevas, y contundentes, como lo experimentó Sidarta debajo del árbol bodhi. Aplicando esto al aspecto deportivo del Ajedrez, cuando me enfrento a momentos decisivos e intrincados de una partida, suelo invertir el tiempo de mi oponente en cerrar los ojos, aplicar técnicas de respiración para lograr la relajación y el vaciado de mi mente, imaginándome sentado en postura de meditación ante un paisaje abierto y pleno de armonía. Una vez abres los ojos después de este proceso, con seguridad vendrán a tu mente, de golpe, ideas eficaces sobre la posición, que antes no lograbas ver por efecto de aquellos 'ruidos' mentales que surgen del agotamiento físico y la saturación de ideas. Pero tan importante como lo anterior, ha sido asumir la practica del Ajedrez como un espacio diario para la meditación, que aporta a la construcción de paz interior y armonía general en mi vida, es el Chess Zen.
Acerca del autorMauricio Durán Toro, Ingeniero Mecánico de la Universidad Nacional de Colombia, realizó estudios de MBA con la Universidad Politécnica de Madrid, actualmente cursa su Maestría en Informática. Fue Secretario de Obras Públicas del Departamento de Guainía, socio fundador y gerente de la Firma de Ingeniería CONSTRUING. Actualmente se desempeña como profesor de Física, Matemáticas y Tecnología de la Secretaría de Educación de Bogotá. En el campo del ajedrez desarrolló un método para emplearlo como herramienta pedagógica de valores humanos, el cual, ha sido utilizado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en programas de educación para menores infractores. Fue gestor y corrector técnico del libro "Ajedrez para Dummies" en español. www.ajedrezmax.com |