Khalifman: la escuela de ajedrez de San Petersburgo (II)

por ChessBase
19/07/2007 – En esta segunda entrega de la extensa entrevista que Khalifman concedió a Chesspro.ru, el campeón del mundo del año 1999, nos habla de la escuela que ha creado en San Petersburgo, su ciudad natal, del modelo de aprendizaje que ha implementado en ella y de las dificultades de todo tipo que debe superar para mantener su autonomía docente y económica. También nos comenta los libros que le ayudaron a comprender el ajedrez y sus dificultades para competir en el extranjero en los tiempos del poder soviético. Segunda entrega de la mega-entrevista...

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Alexander Khalifman (II): La escuela de ajedrez de San Petersburgo: pasado, presente y futuro

por Andréi Paneaij (Chesspro.ru) Traducción de Manuel de los Reyes García Markina

¿Cuándo nació tu escuela?

En 1998, un año antes de Las Vegas. Incluso escribí un artículo para la revista “64". Se llamaba algo así como “El diario del director de la escuela” o “Las vacaciones del director de la escuela”. En ese año empecé a ocuparme de ella y prácticamente durante seis meses no toqué una pieza de ajedrez. Posiblemente esta fue una de las claves de mi éxito en el campeonato del mundo, porque de veras extrañaba el ajedrez y se me despertó el apetito por jugar. La forma física todavía era buena, 33 años, sea lo que sea; ¡una edad maravillosa!

¿Cómo era la estructura de la escuela?

Hacía mucho que tenía deseos de realizar semejante proyecto, que en cierta medida respondía a la pregunta “eterna”: ¿puede o no el ajedrez alimentarse a sí mismo o requiere de apoyo estatal, como en tiempos soviéticos? Intenté hacer, que la escuela fuera una iniciativa autosuficiente. Y lo logré. Para algunas actividades logramos atraer patrocinadores privados, pero jamás recibimos un solo kopek de presupuesto estatal y ni siquiera lo pedimos. Este es un dato importante, porque hay quienes dicen, que en otros lados enseñan gratuitamente, pero que nosotros cobramos. Sin embargo olvidan que hay escuelas que reciben financiación estatal por parte de los comités de educación y pueden permitirse dar clases gratis.

Pero si reciben dinero del presupuesto público, significa que lo reciben de los bolsillos de todos los sujetos fiscales, o sea, del suyo y del mío. Resulta que todos los padres de familia pagan por los niños que aprenden a jugar al ajedrez. A mí me pareció más lógico que por estos niños paguen únicamente sus padres. Con este principio se orientó nuestro trabajo. Claro que usamos la imagen del campeón del mundo, pero siempre intentamos atraer a los entrenadores más preparados, a los mejor calificados. San Petersburgo es uno de los más grandes centros ajedrecísticos de Rusia. Los cuadros no se agotan, en la “nueva” generación, aquellos que ahora rondan los 30 años, hay también bastantes especialistas con clase y estoy contento de que la tradición continúe. Tampoco olvidemos Internet. Ahora es algo de lo más común, pero entonces era prácticamente imposible dar clases por Internet.


Khalifman en la rueda de prensa del duelo "Hombres vs. Máquinas" en Bilbao 2005

¿La escuela es ahora por Internet?

Tenemos dos líneas de trabajo: únicamente Internet y clases presenciales, con niños de “Piter” (San Petersburgo ) y con aquellos alumnos que comenzaron por Internet, pero que después de todo llegaron a “Piter” a estudiar. ¡El contacto personal es irremplazable! Logramos cubrir todos los continentes.

¿Se parece tu escuela a otras anteriores análogas, como las de Botvínnik, Smyslov, Panchenko y otras?

No. Al principio pensaba hacer algo similar, pero hubiera sido un error fundamental. Claro que no está nada mal realizar sesiones centralizadas, pero económicamente es desventajoso. El cliente paga y, consecuentemente, tiene el derecho a exigir. La gente después de todo planea su tiempo y está dispuesta a estudiar solamente cuando le conviene. Y juntar un grupo lo suficientemente grande para un mismo periodo, incluso con descuentos, ¡es im-po-si-ble!

Por eso en nuestra escuela todo se fundamenta en clases particulares o a grupos pequeños. La gente nos avisa cuándo puede venir y este es el criterio principal alrededor del cual lo estructuramos todo. Es un éxito si logramos atraer a alguien de manera paralela. Por ejemplo, un alumno sólo puede acudir del 15 al 25 del mes y otro dice que este mes puede asistir diez días, sin importar demasiado qué fechas exactamente. Entonces le decimos: ¿Por qué no viene también del 15 al 25? En todo lo demás, como cualquier empresa comercial (aunque aquí no hay ningún comercio particular: la escuela se autofinancia), intentamos organizarnos a partir de los deseos y posibilidades de los clientes.

Hemos logrado ayudar a muchos. Por ejemplo, nos visitó una niña de Hong Kong, y durante una de las olimpiadas se me acercó un representante de su federación de ajedrez y me agradeció cálidamente el trabajo que hicimos con ella. Después de estudiar con nosotros durante un año y continuar luego por Internet, la niña dio un salto, aumentó 200 puntos de rating, logró una norma de gran maestro... Nos dio una gran satisfacción. De veras nos esforzamos por trabajar bien. Sería una lástima que la escuela no llegue a sus primeros diez años.

¿Han tenido oportunidad de ayudar a personas de otros países?

Trabajamos con todo aquel que se dirija a nosotros, no tenemos preferencia por países ni nada parecido. Incluso llegó un grupo de Estados Unidos... Otra cosa es que sea más factible que nos busque un alumno de Brasil que de Alemania, porque en Alemania hay bastantes entrenadores calificados.

¿Hacen algo de publicidad¿ ¿Promueven la escuela para que la conozca la mayor cantidad de gente posible?

¡Claro, cómo no! Pero subrayo una vez más: no quiero echarme encima un trabajo superior a mis fuerzas. La cantidad de nuestros maestros es, sea lo que sea, es limitada. No podemos plantearnos la posibilidad de que nuestros alumnos se cuenten por miles. De otra manera surgiría la cuestión: ¿qué hacer con ellos? No deseo bajar el nivel de calidad. Desde el principio la escuela se planeó para garantizar un servicio de calidad elevada.

¿Quién, concretamente, trabaja en la escuela? ¿Puedes decir algunos nombres?

Aquí hay un asunto... Aunque siempre he estado por la paz en todo el mundo, hace un tiempo las personas que trabajaban con nosotros comenzaron a caer en desgracia en la Federación de Ajedrez de San Petersburgo. Llegó a extremos cómicos: algunos de nuestros entrenadores, muy buenos especialistas, ¡daban sus clases de manera anónima, para que nadie en “Piter” supiera de su trabajo en la escuela! Una locura. Con la directiva actual de la Federación mi relaciones son exclusivamente de trabajo, pero ya quedé escaldado en el pasado.


Khalifman con Kasimzhanov y Ponomariov en Bilbao

Antes mencionaste que posiblemente la escuela no llegue a sus primeros diez años. ¿Por qué?

Por que incluso para dar clases por Internet la escuela necesita un local. Lo alquilábamos a la administración de la ciudad. El contrato de arrendamiento ha llegado a su fin. Nos dijeron que era imposible prolongarlo ¿Por qué? Pues porque sí.

¿Y si les alquilan otro establecimiento?

Eso es algo nada fácil por una cantidad razonable de dinero.

Pedir ayuda a la Federación, según entiendo, aligera las cosas.

La Federación tiene sus propios problemas... De nuevo: durante el primer año, cuando era simplemente la escuela de Khalifman, el nada desconocido caudillo y padre del ajedrez petersburgués en tiempos pasados, Boris Mefódievich Jropov no le prestaba la menor atención. Pero cuando se volvió la escuela del campeón mundial Khalifman, me dijo: "¡Sasha, como que todo lo haces mal! ¿Por qué estás alejado del ajedrez petersburgués, tú y tu escuela?" Yo le respondí: "¿Cómo que alejado? Pues si estoy aquí, ni que tuviera la escuela en Madagascar". "¡De cualquier manera haces mal!", me dijo. "Es necesario que la escuela entre a la Federación". O sea, yo me quedaría como mascarón de proa, y toda la política interna de la escuela, incluyendo la selección de cuadros, lo asumiría la Federación.

¡Pero si es tu empresa particular!

Pues y qué... en una palabra: es difícil encontrar aquí apoyo.

Y lo que más me duele es que he recibido propuestas, absolutamente concretas, desde otros países, para trasladar allá la escuela de Khalifman. Pero como que no va conmigo. Me gustaría que mi escuela funcionara en mi ciudad natal. Pero si me expulsan de la ciudad, posiblemente tenga que considerar tales propuestas.

¿Tendrías entonces que mudarte a otro estado?

¿Cuál sería el problema? No estamos hablando de residir allá permanentemente. Nada más habría que organizar las actividades, pero podría dirigir las clases desde “Piter”. Ya me las arreglaré, no sería la primera vez. Sobre todo porque en occidente eso se hace más adecuadamente.

¿A qué otra cosa te dedicas aparte de la escuela?

Escribo libros que, por cierto, reciben bastante buenas críticas. Y no de “los de siempre”, sino de gente de bastante buen nivel, que no me soltarían halagos gratuitamente. Por ejemplo, he escrito algunas reseñas para ChessPro. Podría probarme más en este género.

Puedo permitirme ocuparme de todo un poco. Gracias a la FIDE y a Las Vegas, la garra del hambre no me atenaza la garganta y por eso ocupo el tiempo con lo que me resulta interesante: escribo libros, me dedico a la escuela, de cuando en cuando juego torneos. En esto último ya no me resulta interesante romperme la cabeza contra un muro intentado superar a la juventud. El ajedrez ha cambiado, el futuro pertenece a la juventud. En algunas cosas soy hasta ahora más fuerte, pero hay toda una masa de componentes en los que me han superado y hay que tomar esto con calma. Me asombro un poco cuando veo cómo se quiebran la cabeza al respecto ajedrecistas de mi generación.

Por cierto, ¿qué libros de ajedrez, aparte del de Averbaj y Beilin, te han marcado? ¿Ejercieron influencia en tu estilo?

En lo que al estilo respecta, me es difícil responder, es una pregunta más bien personal. Pero en la comprensión del juego influyeron muchos libros notables. Tanto “Mi sistema” de Nimzovich, como “El torneo de candidatos Zurich 1953” de Bronstein, “Mis mejores partidas” de Alekhine y “Manual de ajedrez” de Lásker. Siempre ha habido bastantes buenos libros... Ahora también los hay, por cierto, sin embargo hay mucho más libros malos que antes.

¿No tuviste la tentación de ingresar en el mundo de los negocios con el honorario del campeonato de 1999?

No, eso no es para nada lo mío. Aunque recibí propuestas e incluso llegué a perder en eso alguna cantidad. Crecí, repito, en una muy buena familia de la inteliguentsia. En un medio en el que toda la gente se esforzaba por relacionarse bien los unos con los otros. Tal manera de ver la vida tiene una contrapartida: necesité cierto tiempo antes de comprender que no todos son así y que algunos intentan engañar y traicionar al prójimo por dinero. Y el mundo de los negocios, sobre todo en Rusia... es una ocupación difícil.

¿Cuándo vivían mejor los ajedrecistas: durante el poder soviético o ahora?

Antes que nada un ajedrecista es también un ser humano. En lo que toca al plano profesional... la falta de sopita de lentejas es, por supuesto, un punto en contra. La ausencia del telón de acero es una ventaja obvia. Al lobo lo alimentan las patas... Apareció la posibilidad de salir a jugar torneos. Perdí no sé cuántos años de mi vida porque no podía viajar a torneos, ni siquiera a algún infeliz torneo suizo para lograr la norma de gran maestro.

¿Eras de los que estaban vetados para salir al extranjero?

Primero era recluta de las tropas de servicio disponible. Luego, a mediados de los 80, no era necesario estar vetado para no salir. Puedes tener mil veces la aprobación para salir sin tener a dónde. Cuando en 1984 gané el Campeonato Juvenil de Europa en Holanda, lo que hice convincente y potentemente. Recibí inmediatamente muchas invitaciones a buenos torneos en el extranjero que daban normas de gran maestro. Pero en el Comité de Deportes me dijeron: “Sabe, estos torneos no entran en nuestros planes. Pero le aseguramos que lo tendremos en cuenta, ya se le dará la oportunidad...” ¡Puedo incluso nombrar a aquellos que fueron enviados a esos torneos en mi lugar! La gente del Comité de Deportes no desechaba invitaciones, simplemente respondían a los organizadores que el señor Khalifman estaba enfermo, o algo en este sentido, que parecía que iba, digamos, más allá de su voluntad. Pero en su lugar, les señalaban que podían mandarles a otro ajedrecista.

Semejantes cosas se hacían entonces. ¿Había tal vez que sobornar a alguien? No sé, incluso pensar semejantes cosas me repugna. Nunca pude encontrar un lenguaje común con el mundo de los funcionarios. Y tal vez ya nunca lo haga, considerando mi ya madura edad.

Continuará...

Enlaces:

Khalifman: el interior de una estrella del ajedrez (I)
 


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