Una historia de las trampas en el ajedrez (V y VI)

por ChessBase
05/02/2012 – La historia no sirve de nada si no reflexionamos sobre los hechos, los interpretamos y sacamos conclusiones. Y eso es precisamente lo que hace Frederic Friedel en las dos últimas partes de su trabajo, que hoy les ofrecemos traducidas al castellano. En la primera de ellas, trata de enfocar el problema de las tablas a la luz de lo visto hasta el momento. En la última se busca apuntar los pros y los contras de las posibles soluciones. Recordemos que el trabajo está escrito en 2001, pero once años después muchos aspectos siguen manteniendo vigencia. Colofón...

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Domingo, 5 de febrero de 2012

Las trampas en el ajedrez

Por Frederic Friedel

Este artículo apareció como una contribución al libro "Advances in Computer Games 9" (Avances en juegos de ordenador 9), editado por los profesores H. J. van den Herik (Universidad de Maastricht) y B. Monien (Universidad de Paderborn) Fue publicado por la Universidad de Maastricht en 2001. El artículo sobre las trampas fue escrito y enviado por el autor en 2000.

Resumen

En la actualidad, los ajedrecistas de todos los niveles pueden beneficiarse de la ayuda de ordenadores durante una partida. Es una evolución y un serio problema para el juego. Esta contribución enumera las formas principales de hacer trampa y aporta algunos casos prácticos. El más destacado (Allwermann en el abierto de Böblinger) se sitúa en un contexto histórico con la descripción de casos de trampas anteriores. Por último, el problema de las trampas se enfoca sobre el nivel de juego más alto. ¿Qué posibilidades hay y como podemos prevenir las tramas a esos niveles? Puesto que no hay una solución clara, el tema de las trampas sigue en la lista de tareas a abordar muy seriamente en el futuro próximo.

Una historia de las trampas en el ajedrez (I)

A penas pasan unos meses en los que no haya alguna información de gente que hace trampas en torneos internacionales de ajedrez. El problema se ha agudizado, pero no es nuevo. En 2001 Frederic Friedel contribuyó con un trabajo al respecto en el libro "Advances in Computer Chess 9". En él se rastrean las muchas formas de manipulaciones ilícitas en el ajedrez y, una década después, parece desconcertantemente de actualidad y puesto al día. Hemos preparado una traducción al castellano del artículo, que les ofreceremos en cinco entregas. Aquí tienen la primera...

Una historia de las trampas en el ajedrez (II)

Asesorar a los jugadores durante la partida es probablemente la forma más extendida de hacer trampas, que quizás rivaliza únicamente con el amaño y el dejarse perder las partidas. Aunque esta práctica comenzó mucho antes de la aparición de las máquinas que juegan al ajedrez, los ordenadores han añadido una nueva y dramática dimensión a este método de hacer trampas en el ajedrez. Apostamos a que nunca adivinaría quienes fueron los pioneros a la hora de hacer trampa con un ordenador. Lo tienen aquí en la segunda entrega...

Una historia de las trampas en el ajedrez (III)

En enero de 1999 el principal tema de conversación entre los jugadores de primera fila, como Kasparov, Anand y otros era sobre el misterioso ajedrecista aficionado alemán, con un Elo por debajo de 2000, que había ganado un fuerte abierto por delante de grandes maestros y maestros internacionales, con un ajedrez de ataque maravillosamente valiente, con un rendimiento de 2630. ¿Cómo lo había hecho? Resultó que fue con métodos poco convencionales, de acuerdo con lo descubierto por una posterior investigación. De esto trata lo que le relatamos en el tercer capítulo...

Una historia de las trampas en el ajedrez (IV)

Potencialmente, los ordenadores pueden jugar un papel decisivo el los niveles más altos del ajedrez. Así quedó patente durante el supertorneo de GMs en Las Palmas en 1997. En la ronda cuatro de ese torneo, Garry Kasparov jugó una partida de ataque muy hermosa contra el entonces número dos del mundo Vishy Anand. El autor nos comenta: "Yo estaba siguiendo las jugadas con Fritz en la sala de prensa, junto con algunos grandes maestros que estaban allí. Así fue la partida..." en el cuarto capítulo...

5. El problema

El hecho de que jugadores de ajedrez de todos los niveles puedan aprovecharse de la ayuda de ordenadores durante la partida es un nuevo desarrollo y un problema serio para el ajedrez. Irónicamente, la federación mundial de ajedrez FIDE ha escogido este momento para atacar otro asunto mucho menos crítico y quiere introducir controles antidopaje en el ajedrez. En el torneo de Linares en marzo de 2000, se preguntó a los jugadores de primera fila su opinión sobre la iniciativa de la FIDE. Vladimir Kramnik y Garry Kasparov dijeron ambos que era bastante tonto (Kasparov: “¿Qué es lo que van a comprobar? ¿Cafeína en la sangre?”) Kramnik fue especialmente directo: “En vez de un control antidopaje, que no tiene sentido en el ajedrez, deberían disponer de sistemas de seguridad como en los aeropuertos en todos los torneos principales, para asegurarse de que nadie recibe ayuda de ordenadores durante la partida. Ese es un peligro mucho mayor”.

La mayor parte de los grandes maestros de primera fila comprenden demasiado bien como pueden afectar los ordenadores al resultado de una partida. Al contrario que para un aficionado que juegue 600 puntos Elo por encima de su nivel, para quien el ordenadores debe dictarle prácticamente todas las jugadas de la partida, un fuerte gran maestro solo requiere ayuda ocasional para mejorar su rendimiento de manera considerable. Normalmente hay unas pocas posiciones críticas en las que un jugador debe decidir si puede funcionar un plan prometedor o si tiene alguna debilidad táctica. Solo se puede especular sobre cuantas ideas brillantes no se han ejecutado porque el jugador no fue capaz de comprobar todas las variantes en el tiempo disponible (o porque ningún humano es capaz de hacerlo en posiciones muy complejas).

Naturalmente la tentación de disponer de ayuda de ordenadores sería muy grande  en esas situaciones. El problema se ha agudizado por el hecho de que solo se necesita pasar muy poca información en muy pocas ocasiones. Si volvemos al ejemplo de Las Palmas citado, el asistente de Kasparov sabía lo que estaba analizando y en realidad descubrió la solución antes de que se realizase la jugada. Todo lo que Kasparov necesitaba era un bit de información: “Sí”. No necesitaba recibir el mensaje “20.g4! gana”, sino sencillamente “Hay una ganadora” o incluso, en este caso concreto, “¡La jugada que sabemos que estás analizando funciona!” Eso hubiera bastado para decidir la partida.

El problema es más importante cuanto más arriba en el escalafón Elo. No solo los jugadores necesitan progresivamente menos información, sino que también obtienen progresivamente más por hacer trampas con el ordenador. Mientras que en un abierto nacional grande como Böblingen los jugadores pueden ganar menos de mil dólares, la suma aumenta a decenas de miles en torneos de primera fila internacional o incluso hasta un millón de dólares en el caso de un mundial (la diferencia entre ganar y perder, sin contar los beneficios económicos derivados de la obtención del título)

Hasta ahora,  por lo que sé, las trampas con los ordenadores no se han intentado en los niveles más altos del ajedrez, pero todos los jugadores son conscientes de que puede haber intentos de hacerlas en el futuro. Debe advertirse que las trampas a los niveles más altos probablemente solo pueden ocurrir con la ayuda de ordenadores. Normalmente ningún humano es capaz de ayudar de modo fiable a un gran maestro de primer nivel que está inmerso en una partida y la comprende mejor que cualquier observador.

6. Sin una solución clara

Cuando el asunto Allwermann salió a la superficie, algunos otros jugadores destacados se volvieron hacia nosotros pidiendo consejo sobre como contrarrestar las trampas en el ajedrez. Se asumía que, puesto que ChessBase hace los programas que podrían eventualmente usarse para una ayuda clandestina con el ordenador, nosotros sabríamos como contrarrestar esos intentos. Desgraciadamente eso no es cierto: no tenemos experiencia especial en nuestra empresa en lo que se refiere a la inteligencia electrónico y a las técnicas de contrainteligencia.

En los meses que siguieron al torneo de Wijk aan Zee, sin embargo, fue capaz de recopilar gran cantidad de información sobre el tema. La fuente principal fue, por supuesto, Internet, donde hay profusión de sitios en los que se explica la tecnología necesaria con todo detalle (por no mencionar distribuidores que ofrecen la venta de todo tipo de dispositivos legales e ilegales). También debatí con Ken Thompson el tipo de información que es necesario pasar y como puede generarse de la mejor manera, con un ayudante que trabaje con un programa de ajedrez tácticamente rápido como Fritz. Por último, conseguí alguna información que no tiene precio de Mark Lefler, programador de ajedrez y empleado del gobierno de EE.UU. que es experto en la seguridad de las embajadas de EE.UU. en el extranjero. Además de describirme métodos electrónicos avanzados, Mark destapó una completamente nueva caja de Pandora al describirme todas las formas no electrónicas en las que puede pasarse información, especialmente las minúsculas cantidades necesarias para hacer trampa en ajedrez.

Eso nos lleva al problema general que tengo al escribir este artículo. Si ahora diese cuenta detallada de todos nuestros descubrimientos, sería algo muy parecido a escribir un manual de instrucciones generales sobre como hacer trampas en el ajedrez. Esa no es mi intención. Por otro lado, debe advertirse que una persona lega como yo puede convertirse en un relativo experto en el tema en breve tiempo. Asusta pensar a lo que podría llegar en el mismo tiempo un auténtico experto con intención de delinquir y un presupuesto sustancial.

En este artículo y en el momento en el que estamos, he decidido ser cauteloso con lo que digo y omitir muchos de los detalles que serían interesantes principalmente para aquellos realmente interesados en hacer trampas. Solo llamaré la atención en términos generales sobre algunos de los problemas con los que se encuentra el lado de la ecuación de la contrainteligencia. Estos son bastante sustanciales.

  1. Parecería una regla general que el coste de instalar un mecanismo electrónico es mucho más bajo que el del equipo e infraestructura necesario para detectarlo. La proporción parece ser de diez a uno. Se pueden hacer trampas en ajedrez con un presupuesto de unos 100$ y a un director de torneo le costaría sobre 1000$ evitar de manera fiable que se usase ese método para hacer trampas. Si el tramposo gasta 1000$ en equipo electrónico, entonces el otro lado debe invertir del orden de 10.000$ para to desbaratar el intento.
  2. Los detectores del estilo de los usados en los aeropuertos, como los previstos por Kramnik no pillarían algunos equipos electrónicos que pueden usarse para recibir información durante una partida de ajedrez. Actualmente hay dispositivos en el mercado que usan cantidades de metal muy pequeñas, diseñados para eludir los métodos normales de detección. Aparte de eso, hay formas en las que un jugador podría pasar por un detector de seguridad sin el receptor y obtenerlo posteriormente, durante la partida. Tendrían que ponerse en práctica todo un conjunto de medidas, algunas muy restrictivas, para evitar que eso sucediese.
  3. Los  receptores electrónicos podrían esconderse de forma inteligente en muchas partes distintas del cuerpo y para detectarlos habría que realizar cacheos inaceptablemente intrusivos. Recuerden que la señal no tiene que ser acústica o verbal: se pueden transmitir jugadas de ajedrez o respuestas breves si/no fácilmente por medio de un zumbido, un clic, una vibración o un pulso. Es muy difícil de detectar un receptor que puede ser más pequeño que alguno de los implantes dentales que lleve el usuario (o puede, incluso, formar parte de los mismos) Con toda seguridad, eso no puede lograrse con un detector de metales de aeropuerto.
  4. La detección de la señal es, de forma similar, una tarea desalentadora. Es importante recordar que en los altos niveles del ajedrez de los que estamos hablando estamos tratando con pequeñas ráfagas de información muy cortas que se producen en un periodo de siete horas. La transferencia puede tener lugar en una de las muchas frecuencias diferentes y la señal puede estar más o menos atenuada. Detectar el dispositivo receptor por sus emisiones electrónicas delatadoras es posible, pero extremadamente difícil, especialmente si el tramposo emplea un equipo de espionaje moderno que esté diseñado exactamente para evitar tal detección.
  5. Se ha sugerido que los duelos en el futuro tengan lugar en jaulas de Faraday, es decir, que el lugar de juego esté blindado a las señales de radio por medio de un entramado de cable conductor que cubra las paredes, el suelo y el techo. También esto presenta problemas. Podría ser factible situar a dos jugadores en una habitación blindada electrónicamente, ¿pero cómo hacer lo mismo en un torneo con muchos jugadores en diferentes tableros? Incluso en un encuentro entre dos jugadores, deberían llevarse a cabo preparativos especiales para los participantes que se levantasen de la mesa para buscar un refrigerio, para hacer ejercicio u otras necesidades humanas. Si un jugador puede salir cuando quiera de la zona blindada electrónicamente entonces no tiene sentido tomar medidas de seguridad sobre el primer lugar.


    Sin llegar a ser una jaula Faraday, en Bilbao se les ocurrió a la vez blindar y acercar a público y jugadores con una urna

  6. Otro aspecto desafortunado es que la información necesaria para hacer trampas en los altos niveles del ajedrez puede transmitirse de muchas formas no electrónicas [1]. Los métodos visuales ya son bastante bien conocidos y durante muchos años en los duelos por el campeonato mundial se han realizado preparativos para restringir el contacto visual entre los jugadores y sus asistentes. No obstante, es bastante fácil usar a una persona desconocida para transmitir las señales. Si los jugadores pueden ver a alguien del público, hay incontables métodos para que alguien les pase información decisiva para la partida. Si se hace de forma un poco sofisticada, basta un vistazo para leer el mensaje. De hecho, el jugador no tiene ni que mirar directamente al mensajero, de forma que la detección resulta incluso más difícil. La única forma fiable de evitar esto es asegurarse de que los jugadores no tengan ningún contacto visual o acústico con el público.
  7. Si se ponen en práctica contramedidas para evitar todo lo anterior, aún así no hay garantía absoluta de que el jugador no pueda recibir ayuda externa. El motivo simple es que pueden emplearse otros métodos, incluso más sutiles. No hay precedentes de su uso en ajedrez, así que no iniciaré aquí un debate sobre ellos.

La conclusión de nuestros estudios es que desde un punto de vista técnico es extremadamente difícil garantizar que no habrá trampas en el ajedrez mediante el uso clandestino de un ordenador en los momentos decisivos de la partida. Lo más cerca que se puede estar de la certeza absoluta sería mediante controles muy radicales: se tendrían que establecer rigurosos cacheos, aislar a los jugadores completamente del exterior durante las partidas e incluso mantener en secreto el lugar de juego hasta justo antes de que comience la partida. Posiblemente el método más efectivo sería retransmitir las jugadas de una partida solo cuando se haya terminado: si nadie fuera de la sala de juego tiene acceso a las jugadas mientras se realizan, se hace imposible recibir ayuda por alguno de los métodos debatidos anteriormente.


[1] Un ejemplo bien conocido es la queja de Victor Korchnoi durante el encuentro por el titulo mundial de 1978 en Baguio en relación con el yogur que se le llevaba a Karpov durante la partida. Korchnoi temía que pudiera haber mensajes codificados según el sabor del yogur que se servía (fresa para un ataque por el flanco de dama, melocotón para el flanco de rey). Es cierto que la simple colocación de refrigerios (yogur, agua mineral, una taza de café...) permite pasar una buena cantidad de información, codificada en el tipo de refrigerio elegido y en la forma de servirlo (por ejemplo, la posición de la cucharilla, dónde esté situado el vaso, etc.)

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