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El reto para las ajedrecistas mujeres va más allá del tablero. A menudo somos los sujetos de quejas sobre que la calidad de nuestro juego es baja, nuestras partidas están plagadas de errores y tenemos una pobre comprensión general del juego.
Tales pronunciamientos sobre y contra el “ajedrez de mujeres” [Nota del editor: normalmente el equivalente de la expresión inglesa "women's chess" en competiciones y campeonatos es "ajedrez femenino". Se ha optado por una traducción más literal aunque menos habitual, porque creo que expresa mejor el caracter peyorativo y discriminatorio que intenta poner de manifiesto la autora] se escuchan a menudo. En un artículo titulado “Girl Power in Chess” durante el torneo de elite de Baden Baden (Alemania), el pasado abril, Grigory Serper elogiaba a Hou Yifan, que lideraba el torneo en ese momento, y a [Judit] Polgar, la gran maestra de elite retirada. Entonces, en lo que considero un auténtico intento de elogio, añadió: “El progreso del ajedrez de las mujeres es sorprendente si se considera la calidad de la siguiente partida jugada en el campeonato mundial femenino hace menos de 80 años”. La continuación era una partida que hay que admitir que es vergonzosa en la que Annabelle Lougheed perdió contra Vera Menchik en 1939 en 14 jugadas tras terminar con torre de menos.
Reproducir la partida anterior fue un recordatorio de la famosa afirmación de Bobby Fischer de que podría ganar a cualquier mujer dándole un caballo de ventaja.
Cubriendo el mismo torneo y el encomiable rendimiento de Hou para The Guardian, Leonard Barden escribió que sus “resultados contra [Fabiano] Caruana y [Magnus] Carlsen eran un hito para el ajedrez de las mujeres”.
Ambos usos de la expresión “ajedrez de las mujeres” en dichos artículos eran favorables. Sin embargo, sugieren que el término se ha convertido en un concepto real. En realidad, la etiqueta propaga una subespecie del ajedrez que puede adscribirse solo a mujeres. El epíteto ha evolucionado para describir y por tanto validar un estado de la realidad alternativo en el que las mujeres practican un juego completamente distinto del ajedrez “normal”.
Por desgracia, la expresión “ajedrez de las mujeres” da pie a equivocaciones y es contraproducente con los esfuerzos para promover la participación real de las mujeres en el ajedrez.
Melekhina en el Campeonato del Mundo por Equipos 2015 en Chengdu (China) | Fotografía Yupeng Liu
“Ajedrez de mujeres” es el resultado de torneos y títulos exclusivamente para mujeres, que son criaturas artificiales del mundo del ajedrez. Igual que muchos epítetos acumulados con el uso desfasado y persistente, su significado no se entiende bien. Mientras que la “gimnasia de mujeres” o “el patinaje artístico de mujeres” tiene sentido porque (i) las competidoras están limitadas a competir contra otras mujeres, (ii) tienen unos escalafones de puntuación exclusiva contra otras mujeres y (iii) se puntúan en base a técnicas físicas completamente distintas que las empleadas para los hombres, en el ajedrez es distinto: las mujeres juegan con las mismas reglas que los hombres y con las mismas piezas y tableros.
¿Y qué tal si se describe el ajedrez en el contexto de la fuerza de los jugadores? Eso parece estar más en el ámbito del significado de “ajedrez de mujeres”. Tiene sentido disponer de un concepto de “ajedrez de gran maestro” o “ajedrez 2700” (para los jugadores de elite por encima de 2700), especialmente si se usa en comparación con el ajedrez de menor grado de fuerza o “ajedrez de principiantes”. En estos casos, el calificativo del ajedrez indica el tipo o calidad del ajedrez en relación con la fuerza de los jugadores.
Usar el calificativo “de mujeres” en el mismo sentido significaría que las mujeres poseen una cierta calidad de ajedrez que es exclusive de ellas, lo que significaría que las mujeres juegan al ajedrez de forma innata de forma distinta que los hombres. Sin embargo, las mujeres juegan con todos los estilos. Polgar está considerada como gran ajedrecista de ataque, hombre o mujer. Las tres últimas campeonas femeninas de EE.UU., Sabina Foisor (2017), Nazi Paikidze (2016) e Irina Krush (2015), son en principio ajedrecistas posicionales, en especial Paikidze. Hou tiene un planteamiento más universal.
Otro motivo por el que rutinariamente se piensa que las mujeres son ajedrecistas menos habilidosos es que hay muy pocas entre la elite mundial. Sin embargo, el porcentaje de grandes maestros que son mujeres (un poco más del 2 %) es en cierto modo comparable con el número de mujeres con puntuación Elo FIDE (menos del 10 %) Una teoría muy respetada es que si la tasa de participación de las mujeres aumentase, su representación entre los grandes maestros recuperaría terreno.
Más importante aún, los torneos solo de mujeres, incluso aquellos limitados para las jugadoras punteras, tienen un Elo medio significativamente inferior que el de los torneos de alto nivel en los que compiten hombres. Por ejemplo, el Elo medio del Campeonato de EE.UU. Femenino 2017 fue de aproximadamente 2295, comparado con los 2685 de la sección absoluta.
Las partidas de jugadores con un Elo de 2300 evidentemente son de calidad inferior a las que juegan quienes tienen un Elo de 2700. Describir las partidas entre jugadores de 2300 puntos Elo como “ajedrez de mujeres” conduce a equívoco y es injusto: juegan como 2300, no como mujeres. Si hubiera torneos en paralelo con hombres de puntuaciones comparables, sería natural esperar la misma calidad de juego en ambos torneos.
La comparación adecuada entre mujeres y hombres sería comparar el juego de maestros con el de grandes maestros, que sería un análisis neutro en cuanto a sexo. En vez de eso, se etiqueta a las mujeres con una expresión denigrante en función del número de mujeres participantes, que juegan con y contra un nivel de puntuación Elo inferior, en vez de comparar cualquier característica inherente a las mujeres.
Una valoración más precisa sobre si las mujeres tienen un estilo innato apropiado para la etiqueta “ajedrez de mujeres” requeriría un prolongado estudio comparando partidas entre hombres y mujeres de igual puntuación de fuerza. Lo más próximo a un experimento así fue el duelo Reyes contra Damas albergado por el Chess Club and Scholastic Center de San Luís en septiembre de 2011. Los organizadores seleccionador cuidadosamente ajedrecistas mujeres y hombres para cada equipo de 5 miembros que fueran lo más equiparables que fuese posible en cuanto a puntuación Elo; el promedio de ambos equipos era 2476. El duelo era una liga a dos vueltas de ajedrez rápido clásico y 960.
En las 10 rondas, las damas sumaron solo 18.5 puntos, mientras que los reyes totalizaron 31.5 puntos. Hasta ahora fue la primera y última de tales competiciones. Un dato (especialmente uno que omite las partidas lentas clásicas, que son la base para calcular las puntuaciones de fuerza en primer lugar) apenas basta para extraer conclusiones que se tengan en pie; se necesitaría una muestra significativa de estudios o competiciones. No obstante, ese formato tenía la idea correcta de cómo medir con más precisión el rendimiento de mujeres contra hombres en ajedrez.
(De izquierda a derecha) Reyes: Nakamura, Stopa, Arnold, Finegold, Cao; Damas: Krush, Kosteniuk, Lahno, Fierro, Zatonskih | Fotografía: SaintLouisChessClub.org
El tema siempre estará cargado, como todos los debates en relación con los avances de las mujeres. Para poder tener conversaciones productivas es mejor usar un lenguaje que no surja de ni propague errores de concepto (que haya algo llamado “ajedrez de mujeres”) La etiqueta se ha asentado en la jerga ajedrecística, pero su uso es un flaco servicio a la meritocracia inherente al ajedrez que todos los jugadores aprecian. No hay una burbuja separada, cerrada de “ajedrez de mujeres” distinta del ajedrez “normal”. El ajedrez es el ajedrez.
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