
La asociación simbólica, cultural y semántica del ajedrez y la política es incuestionable. En el lenguaje parlamentario –por extensión, en el periodístico– se recurre a la expresión «poner en jaque» cuando un político aprieta o acorrala a su adversario. Y si éste se hace fuerte y responde decimos que «se enroca», pues está dispuesto a defenderse, a presentar batalla. De igual modo, tanto en el coso gubernativo como en el tablero de blancas y negras se deben tomar decisiones, y no solo a corto, también a medio y largo plazo. El estadista y el gran maestro persiguen lo mismo: resolver problemas. La metáfora de la política como una gran partida de ajedrez cobra sentido alegórico si revisamos el devenir del noble juego a lo largo de los siglos. El ajedrez ha estado (y está) presente en numerosos momentos de la historia universal, casi siempre como elemento accidental, otras como fuente de inspiración y, en ocasiones, como factor decisivo de la atmósfera intelectual de una época, del llamado espíritu del tiempo.
Para leer el artículo completo por Manuel Azuaga, en el Diario Sur...
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