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En este décimosexto número de nuestra revista, que editamos conjuntamente con la Fundación Jóvenes y Deporte, podemos dar la GRAN NOTICIA de la recientísima aprobación por el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior, de la FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE ASOCIACIONES DE AJEDREZ SOCIAL Y TERAPÉUTICO (FEAAST). Este acontecimiento será el núcleo del próximo número.
Pero presentamos ya éste. Como es habitual, repasamos en primer lugar los Congresos de interés. En páginas interiores encontrarán información promocional sobre el IV Congreso de Pedagogía y Aplicaciones Sociales del Ajedrez que se celebrará del 6 al 8 de mayo en el Campus GSD de Buitrago de Lozoya. Un congreso excelente, como todos los que ha llevado a cabo esta magnífica institución.
La portada y entrevista están reservadas para el sobradamente conocido experto en Ajedrez Escolar Joaquín Fernández Amigo. El valor de la entrevista a Fernández Amigo radica en conocer sus opiniones sobre múltiples aspectos del ajedrez y de la educación.
María Rodrigo Yanguas es psicóloga especializada en psicología clínica, maestra FIDE y entrenadora superior de la FEDA. Utiliza todo este bagaje para escribir un nuevo artículo sobre el funcionamiento del cerebro, esta vez con respecto a la Inteligencia Emocional.
Juan Francisco Calero, que formó parte de las primeras promociones de los cursos de ajedrez terapéutico del Club Magic, fue contratado por el club extremeño para trabajar en estos campos y nos relata su quehacer diario. Artículo imprescindible. Relacionado con el artículo anterior, Ángel Chumo Yáñez, jugador, monitor y escritor en ciernes, nos brinda una recreación inventada y muy imaginativa (pero no por ello menos verídica), de lo que pueden ser las clases con mayores desde un punto de vista intergeneracional.
Juan Antonio Montero, director de la revista, nos habla del Tablero tecnológico de suelo bautizado como Tablemind, que fue presentado en febrero en Alicante. Ajedrez infantil, nuevas tecnologías, neurociencias son algunos de los ingredientes de este novedoso producto.
Os dejamos ya con el enlace a la revista:
La revista para descargar en formato PDF
SIENTO, LUEGO EXISTO (La Inteligencia Emocional en ajedrez)
Una emoción es lo que estás sintiendo cuando lees estas 12 palabras. Deténte, escúchate…vuelve a releerlo, “Una emoción es lo que estás sintiendo cuando lees estas 12 palabras”, ¡Otra vez lo has sentido! Y ahora otra vez, y otra, y otra… ¡Es asombroso! ¿No? Respira, tranquilo, vuelve a respirar.
Venga, ¡otro intento!, ahora vamos a imaginar otra situación, por ejemplo, en un torneo de ajedrez. Una emoción es lo que sientes cuando ves a tu rival de lejos, lo que sientes cuando coges el bolígrafo para apuntar su nombre, el tuyo, cuando decides mover tu primer peón, tu caballo, tu alfil, capturar una pieza, perder una torre, el jaque mate, firmar…
En nuestro día a día vivimos rodeados de emociones, positivas, neutras o negativas, pero emociones. La ira, el amor, el miedo, la felicidad, el disgusto, la sorpresa…Muchos seres humanos no son conscientes de ellas, otros quizá sí, pero no saben reconocerlas, ponerle nombre a lo que sienten…Y es que el predominio de la mente racional ha aplastado a la mente emocional, o es que, por ejemplo, alguien se ha acercado a un jugador y antes de interesarse por el resultado le ha preguntado, ¿Cómo te has sentido?... Si jugamos al ajedrez como un hobby… ¿No debería predominar el sentimiento de pasarlo bien antes que el resultado? ¿No deberíamos empezar a tomar consciencia y entender que no sólo somos “máquinas de pensar”, qué dentro de nosotros hay un misterioso mundo que podemos empezar a comprender?
En los años 60, dos psicólogos, John D. Mayer y Peter Salovey, acuñaron el término de INTELIGENCIA EMOCIONAL. Pero no fue hasta la publicación en 1995 del célebre libro “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman, cuando empezó a popularizarse este término.
“El coeficiente intelectual (CI) contribuye con apenas un 20% de nuestro éxito en la vida; el 80% restante es el resultado de la inteligencia emocional”. Daniel Goleman
Hagamos en un primer momento un breve recorrido a nivel neurológico para comprender cómo ha ido evolucionando nuestro cerebro:
La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, que se encarga de las funciones vitales básicas, el sueño, la respiración…
De este cerebro primitivo emergió el “cerebro emocional”, la amígdala y la formación hipocampal. La desconexión de la amígdala con el resto de nuestro cerebro provoca una “ceguera afectiva”, es decir, una ineptitud para comprender el significado emocional de lo que nos ocurre. La formación hipocampal es la encargada de registrar y dar sentido a nuestra historia, es decir, es nuestra “memoria de contexto”.
Posteriormente, surgió el neocortex, formado por el lóbulo prefrontal y frontal. Es el encargado de controlar las emociones y las funciones cognitivas: la memorización, concentración, resolución de problemas, autorreflexión…La vía que conecta la amígdala con el neocortex es fundamental para poder pensar eficazmente, tomar decisiones emocionales, etc. Por ejemplo, la impulsividad con la que a veces jugamos una partida de ajedrez está relacionada con un déficit en esta vía.
Por lo que el “cerebro emocional” existió antes que el “cerebro racional”. El primero es el que nos permitía en la pre-historia huir/enfrentarnos cuando veíamos un depredador…entonces ¿Por qué durante siglos se ha obviado este cerebro?, ¿por qué nos empeñamos en olvidar que tenemos sentimientos, afectos, emociones…?
Daniel Goleman, en su definición sobre inteligencia emocional diferenció cinco competencias principales:
Por supuesto que no todas las personas tienen el mismo grado de pericia en cada uno de estos dominios. El cerebro humano tiene la virtud de ser extremadamente plástico y se halla sometido a un continuo proceso de aprendizaje y modificación.
La buena noticia es que todas estas habilidades, que son un conglomerado de aprendizajes, reacciones, hábitos…se pueden aprender, reeducar y mejorar con el esfuerzo adecuado, de esto trata la inteligencia emocional.
Artículo por María Rodrigo Yanguas