Ajedrez y estrés

por ChessBase
12/01/2005 – ¿Puede la práctica del ajedrez producir un intenso estrés? El jugador debe permanecer sentado en silencio durante horas, realizar sus movimientos sobre el tablero cada cierto tiempo y llevar la anotación de los mismos en su planilla de juego lo cual en apariencia no se le exige físicamente un esfuerzo mayor. De hecho, entre otras recomendaciones que se le ofrecen a los aquejados de estrés, casi siempre se encuentra la de desarrollar actividades recreativas que contribuyan a que la persona se distraiga y se disipe, pudiendo ser el ajedrez una de ellas. Sin embargo, durante una partida la mente del ajedrecísta vive un mar de actividad incesante, en el que las vivencias emocionales juegan su propio rol al lado de las más cognitivas, lo que se traduce en el incremento de la activación fisiológica que, a diferencia de lo que ocurre en los deportes de contacto directo y de movimientos amplios, no encuentra una vía de escape física. El psicólogo peruano Percy Guzmán Grados nos revela sus reflexiones sobre el ajedrez y el estrés desde el punto de vista psicológico en su interesante artículo (en español).

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Ajedrez y estrés 

Por Lic. Percy Guzmán Grados

I. ¿Puede la práctica del ajedrez producir estrés?

Cuando pensamos en el ajedrez como un juego difícilmente nos hacemos a la idea de que pudiera estar relacionado con el temido estrés. Normalmente, la imagen que tenemos de los ajedrecistas está referida a la de personas intelectuales, calmadas y ponderadas, capaces de estar analizando en silencio durante largo rato una determinada posición en el tablero y la continuación más conveniente. De alguna manera, el saber que es una actividad que utiliza como instrumento básico el juicio lógico, la memoria, el cálculo y el raciocinio constante, hacen que el gran público también asuma que los ajedrecistas están libres de arranques emocionales y son casi inmunes a las angustias y sobrecargas de tensión emotiva que cualquiera pudiera padecer. De hecho, entre otras recomendaciones que se le ofrecen a los aquejados de estrés, casi siempre se encuentra la de desarrollar actividades recreativas que contribuyan a que la persona se distraiga y se disipe, pudiendo ser el ajedrez una de ellas. Es decir, se usa el ajedrez como una actividad lúdica que contribuye al equilibrio y relax de quien lo practica.

Sin embargo, el panorama cambia por completo cuando pasamos a considerar al que llamaremos ajedrecista de competencia; es decir, a la persona que participa en torneos oficiales y desarrolla una actividad más o menos constante en dicho ámbito. Esto comprende desde los fuertes aficionados hasta los maestros en el rubro (nacionales e internacionales) a quienes, en algunos casos, puede considerarse profesionales en el área.

Para este grupo de personas, el ajedrez está lejos de ser un pasatiempo inofensivo. Podrían darse muchos ejemplos y relatar anécdotas de lo más variadas para ilustrar esta última afirmación; pero quedémonos con un hecho internacional ocurrido hace unas pocas semanas: se había organizado con mucha anticipación y cuidado la realización de la final del Campeonato Nacional de Rusia del año 2004, asegurándose, entre otras participaciones notables como la de Garry Kasparov y Anatoly Karpov, la de Vladimir Kramnik quien venía de defender exitosamente, en un match de final dramático con el húngaro Peter Leko, el título de Campeón Mundial –extra oficial- que ostenta desde el año 2,000 cuando derrotó a Kasparov. Sin embargo, faltando apenas una semana para el inicio de la citada final del Campeonato Nacional Ruso, trascendió que Kramnik se había excusado de participar por presentar una dolencia médica cuyo diagnóstico no se mencionaba. Posteriormente se pudo confirmar que el certificado médico presentado, otorgado por un hospital de París, precisaba que “el match frente a Leko le había producido un estrés tan intenso que participar en otro torneo antes de un descanso de al menos dos meses, podía colocar en serio riesgo su salud”. Algo más de tres semanas separaban ambos eventos; inclusive, los organizadores rusos habían postergado generosamente el inicio de su campeonato para asegurar la participación de Kramnik.

Aquí, un observador que desconoce los entretelones del mundo del ajedrez podría preguntarse incrédulo: ¿Puede la práctica de un juego tan tranquilo como el ajedrez poner en riesgo la salud de una persona?, ¿No son suficientes más de tres semanas para recuperarse de haber participado en un torneo de ajedrez, por importante que éste haya sido? Pues aunque a la mayoría de personas les cueste creerlo, las respuestas a estas interrogantes son un categórico Sí, a la primera, y No, a la segunda. Al menos en lo que se refiere a su práctica en los máximos niveles de exigencia, como se da entre los Grandes Maestros Internacionales que disputan la supremacía mundial. Los ex campeones mundiales de la era soviética Mijail Botvinnik y Boris Spassky coincidían en afirmar que un campeonato del mundo consumía tanta energía, que uno tardaba entre 6 meses y un año para poder recuperarse plenamente (Bach, 2004; Karpov, 2004). Y en menor medida, guardando las distancias del caso, desgastes semejantes son los que pueden experimentar todos lo ajedrecistas que toman en serio su participación en torneos. ¿Cómo es esto posible?  

II. El ajedrecista de competencia

Como decíamos líneas arriba, los ajedrecistas están lejos de considerar al ajedrez como un simple juego; tiene por supuesto un carácter lúdico, pero éste es para ellos inseparable de sus dimensiones como ciencia, deporte y arte. La magia del ajedrez para sus practicantes, reside justamente en esta armoniosa confluencia de características únicas que conforman una cultura particular, como expresión elevada de la mente humana al mismo nivel que la mejor música o literatura. Pero no es el momento de abundar en este aspecto.

Desde el inicio de los estudios sobre el estrés (Selye, 1956) mucho se ha progresado en nuestra comprensión del mismo. Históricamente hemos pasado de un énfasis en el estudio de las situaciones estresoras, a destacar la importancia vital que posee la evaluación que el sujeto hace de las mismas, tomando en cuenta la autopercepción de recursos disponibles, que son los factores decisivos para determinar el tipo de afrontamiento adoptado, que tenderá a ser característico de dicho individuo en particular; aunque podría variar dadas también ciertas condiciones específicas (Lazarus y Folkman, 1984). En ese sentido, qué situaciones despiertan una respuesta de estrés y qué características de afrontamiento se adoptarán es claramente un tema idiosincrásico. Habrá circunstancias que para ciertas personas en particular serán muy impactantes y demandantes, mientras que para otras apenas las conmoverán. Y viceversa. Volvamos a la pregunta inicial: ¿Puede la práctica del ajedrez producir un intenso estrés?

La respuesta es sin duda afirmativa, pero para comprenderla mejor es preciso repasar algunas de las características muy particulares que se dan en las competencias ajedrecísticas:

1. Las partidas de torneo tienen una duración incierta, pudiendo prolongarse hasta por 6 ó 7 horas. A cada jugador se le concede la mitad del tiempo total establecido del encuentro para completar todas sus jugadas, y es su responsabilidad administrarlo juiciosamente. Si sobrepasa el límite de tiempo concedido pierde el encuentro. Recientemente, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) ha tendido a favorecer que las partidas duren menos horas, pero en cualquier caso, el ajedrecista debe permanentemente estar pendiente del tiempo que le resta, y éste, por sí sólo, puede llegar a ser un factor muy importante de presión, particularmente cuando enfrenta una situación crítica durante el juego.

2. La misma naturaleza del ajedrez exige una concentración permanente y sostenida en todos los detalles y posibilidades de cada posición que se vaya sucediendo sobre el tablero. Y ésta cambia de jugada en jugada, abriendo siempre un abanico de alternativas que es preciso analizar con detenimiento. Podemos hacer el símil de una permanente situación problemática que exige ser resuelta, como ya hemos dicho, en un tiempo limitado. Sin duda, dicho nivel de concentración sostenida es muy superior al que exige la práctica exitosa en otros deportes.

3. Asimismo, la esencia del ajedrez implica un variable nivel de dudas e incertidumbre acerca de las ideas, planes y movimientos que el jugador va elaborando, a lo que hay que sumarle las permanentes amenazas (imaginarias o reales) del adversario y la dificultad de predecir el resultado del encuentro. De manera que el suspenso, la sucesión de momentos álgidos y de otros “muertos” acompañan siempre a los encuentros, particularmente cuando son prolongados; el flujo y el ritmo del juego pueden variar súbitamente, pasando de tener el ataque y la iniciativa a la defensa, y viceversa.

4. En ese sentido, a diferencia de lo que ocurre en los deportes más populares en los que a lo largo del juego uno va acumulando puntos que eventualmente deciden al ganador, en la partida de ajedrez no hay esa posibilidad. El resultado final (triunfo, derrota o empate) sólo se verifica en el último momento; obviamente, lo usual es que tenga conexión con el desarrollo de la partida desde la misma apertura, pero todos los méritos realizados y una posición avasalladoramente superior durante horas, pueden estropearse con un solo error grave en dos segundos. Esto lo saben bien los ajedrecistas, y forma parte de la dolorosa realidad que en más de una ocasión han tenido que enfrentar. El problema es que ésta es siempre una posibilidad latente en cada juego.

5.Igualmente, las consecuencias sociales y personales (más adelante volveremos sobre este punto) del resultado de la partida o del torneo, pueden estar ejerciendo una presión por su propia cuenta; en esa línea, también la presencia de espectadores (en ocasiones, de un determinado espectador) más o menos próximos a la mesa de juego, puede ser un importante factor adicional de estrés.

6. La gran mayoría de jugadores reportan haber experimentado durante un encuentro, aunque en un nivel variable, sentimientos de ansiedad, temor y cólera; también de hostilidad y agresividad hacia su oponente. Tampoco son raras las sensaciones de desamparo y de fatalidad irremediable, así como la pérdida –a veces súbita- de confianza en sí mismo y una creciente dificultad para atender y concentrarse.

7.Otra experiencia muy común es quedarse “conectado” con una partida -particularmente si el resultado no fue favorable- durante muchas horas (a veces días) después de su conclusión. Es como si la abrumadora concentración experimentada en el juego se prolongase indefinidamente más allá de la voluntad del jugador; y las posiciones, variantes, autoverbalizaciones (exclamaciones, recriminaciones, lamentos, comentarios, análisis y otros) se suceden en su mente casi sin interrupción, perturbando su descanso y adaptación cotidianas. Como si no pudiera pensar en otra cosa. Sin duda, las emociones experimentadas durante el encuentro son las responsables de esta fijación (salvando las distancias, podríamos decir que es un mini “estrés post traumático”); y mientras se mantenga, también seguirá sufriendo los efectos de la activación fisiológica correspondiente.

8.En las competencias ajedrecísticas el jugador debe permanecer sentado en silencio durante horas, realizar sus movimientos sobre el tablero cada cierto tiempo y llevar la anotación de los mismos en su planilla de juego. En apariencia no se le exige físicamente un esfuerzo mayor. Sin embargo, como ya hemos señalado, su mente vive un mar de actividad incesante, en el que las vivencias emocionales juegan su propio rol al lado de las más cognitivas, lo que se traduce en el incremento de la activación fisiológica que, a diferencia de lo que ocurre en los deportes de contacto directo y de movimientos amplios, no encuentra una vía de escape física. En cualquier competencia deportiva de alto nivel, es perfectamente esperable que los participantes experimenten inquietud y tensión emocional (“nervios”) antes o durante los primeros momentos de la misma. Una vez iniciado el juego, lo usual es que el despliegue físico la disipe o absorba al servir de vía de expresión. No ocurre así en el ajedrez, donde es probable que el jugador continúe acumulando una creciente tensión de naturaleza psicofisiológica durante horas.

9. En ocasiones, pueden aparecer no sólo dolores de cabeza y sensaciones de rigidez y tensión muscular en el tronco o en el cuello, sino también mareos y una sensación de desorientación o desfallecimiento.

10. Se ha comprobado que durante una partida de ajedrez los jugadores experimentan importantes cambios fisiológicos (Pfleger et al, 1980; Dubeck, 2001) que, como hemos indicado líneas arriba, están ligados a la activación emocional: aumentos del ritmo cardíaco, respiratorio y de la presión arterial (en niveles comparables a los que se alcanza cuando se realiza una actividad física moderada o exigente); incremento de la respuesta galvánica de la piel (sudoración) y de la tensión muscular; sequedad de la boca y aumento de la frecuencia de micción, entre otros. Estas modificaciones se mantienen en mayor o menor medida, como un telón de fondo, a lo largo de toda la partida y son particularmente notorios en los momentos críticos del juego –cuando se ha cometido un error o uno se encuentra asediado por las piezas enemigas, o si el tiempo apremia. Paradójicamente, también se incrementan cuando el adversario es el que ha cometido un error y se presenta una situación que puede ser decisivamente favorable para el jugador. Torneos o matches que se prolongan por semanas, pueden originar consecuencias físicas semejantes a las que se encuentran en situaciones de estrés prolongado, incluyendo el debilitamiento del sistema inmunológico que es una realidad acreditada por la ciencia en las últimas décadas (Bayés y Borrás, 1999). Kasparov, por ejemplo, ha declarado que personalmente ha experimentado fiebres, reacciones alérgicas e, inclusive, problemas dentales en dichas circunstancias (Kasparov, 1999). 

III. Mente, cuerpo y comportamiento de los ajedrecistas

Mucha gente piensa, probablemente con razón, que los ajedrecistas forman una comunidad aparte en relación con las personas comunes y corrientes. Después de revisar la enumeración somera de hechos y vivencias propias de esta disciplina, no pocos coincidirán en que en verdad hay que ser muy peculiar para estar dispuesto a pasarse varias horas seguidas en semejantes condiciones y en compañía de una persona con la que no cruzamos palabra y apenas sí la miramos. En ese sentido, también es cierto que sólo otro ajedrecista puede comprender cabalmente lo que experimenta su colega y la forma en que se comporta.

Históricamente hemos tenido figuras destacadas, campeones mundiales inclusive, que se han caracterizado por presentar rasgos muy peculiares de personalidad en el sentido desadaptativo. ¿Ha sido producto de la práctica ajedrecística y del estrés asociado con la misma? Es fácil que el espectador común y corriente tienda a contestar afirmativamente a esta pregunta, ya que después de todo, es un cliché muy extendido el relacionar la genialidad (en este caso ajedrecística) con la llamada “locura”. Pero lo más probable es que ésta sea una falsa impresión, producto de lo llamativos o dramáticos que suelen ser los recuentos acerca de los hechos y anécdotas de algún afamado campeón, sin tomar en consideración que es infinitamente superior la cantidad de maestros de primer nivel con una personalidad y estilo de vida de lo más agradable y positivo que es dable encontrar. No conocemos de ninguna evidencia disponible al presente que permita afirmar que existiría una mayor cantidad de trastornos mentales y del comportamiento entre los ajedrecistas comparados con la población general. En todo caso, si hubiera una diferencia, ésta muy probablemente se daría a favor de los ajedrecistas, si tomamos en cuenta la función protectora asociada a factores como nivel intelectual, educación, disciplina y autocontrol, por ejemplo.

Pero el tema que ahora nos ocupa es el del estrés, cómo lo enfrentan y qué consecuencias tendría en los ajedrecistas de competencia. Ya hemos mencionado los hechos fundamentales en relación con la activación psicofisiológica (semejante a la que se experimenta ante otros estímulos estresores) y las vivencias características durante una partida y a lo largo de un torneo. Para completar el panorama, habría que dedicar algunos párrafos a describir algunas de las conductas externas de los ajedrecistas en dichas circunstancias, que son un reflejo -muchas veces de lo más transparente- de la intensidad y del mayor o menor éxito en el control de su tensión emocional:

1. Hay jugadores que manejan su inquietud previa al inicio de una ronda de torneo llegando con mucha anticipación; una vez allí, algunos eligen sentarse en  silencio a esperar el inicio, mientras otros prefieren sosegarse caminando pausadamente o conversando con conocidos. 

Casi como un ritual y antes de su primera jugada, muchos jugadores reacomodan de una en una todos las piezas en sus posiciones de salida, sintiéndose muy incómodos si por alguna razón no llegan a hacerlo. 

Aunque parezca extraño, ciertos jugadores prefieren llegar a la hora exacta o pocos minutos después de iniciada la ronda, con la finalidad de pasar directamente a la acción.

2. En el transcurso de la partida también es notorio que algunos prefieren levantarse -cuando es el turno de jugar del rival- y dar una mirada o realizar un pequeño paseo por las mesas adyacentes. Otros, no se levantan de su sitio durante toda la sesión de juego, salvo que tengan que ir a los servicios higiénicos; los cuales, dicho sea de paso, tienden a ser más utilizados que en una reunión social común y corriente.

3. Delante del tablero, muchos jugadores ponderan su jugada con tranquilidad sin dar mayores muestras de inquietud; cuando se deciden por un movimiento, usualmente lo realizan con seguridad y aplomo, inclusive en situaciones críticas. Otros, sin embargo, manifiestan abiertamente la tensión emocional que están atravesando: mueven permanentemente las piernas, cambian constantemente de posición en el asiento, balancean el tronco, realizan movimientos estereotipados con las manos (a veces suspenden a medio camino y dejan en el aire unos  segundos interminables la mano con la que estaban por realizar una jugada), sacuden los brazos o la cabeza, aparecen muecas en su rostro, carraspean, y otras conductas semejantes. Inclusive, hay ajedrecistas que se caracterizan por presentar manifestaciones de sinusitis alérgica (!).

4. También es común observar que algunos jugadores adopten medidas de autocontrol particulares, como por ejemplo, anotar en su planilla de juego el movimiento que han decidido realizar, antes de llevarlo a efecto, con la finalidad de analizarlo unos segundos (a veces minutos) adicionales.

5. En ocasiones, algunos jugadores se mostrarán muy sensibles a la presencia de cualquier tipo de ruido o distracciones, manifestando su disgusto con palabras, gestos y expresiones faciales; en otros casos, pueden ser víctimas de su exagerada transpiración, al punto de gotear desde su frente sobre la mesa o que sus manos humedezcan tanto la planilla de juego que no es posible escribir con facilidad sobre la misma (los previsores prefieren por eso un lápiz sobre un lapicero).

6. Avanzada la sesión de juego, ciertos ajedrecistas se levantan para disipar la tensión muscular acumulada, pero permanecen de pie exactamente delante del tablero; en ocasiones, en particular cuando el tiempo apremia y la situación es crítica, algunos jugadores prefieren realizar sus movimientos manteniéndose parados, ya que la inquietud los domina tanto que rechazan el asiento.

7. Durante la partida pueden surgir diversos incidentes que requieren la intervención del árbitro. La mayoría de los jugadores, aunque dejan entrever su inquietud al expresar su postura, se adaptan con relativa calma a las circunstancias y aceptan sin mayor aspaviento la determinación arbitral. Algunos, sin embargo, hablan atropelladamente, se levantan, gesticulan y expresan sus reclamos no siempre de la manera más deseable. Cuando no se les da la razón, y reanudada la partida, siguen expresando su disconformidad a través de gestos adustos e inquietud motora.

8. Hay jugadores que manejan muy mal el sufrir una derrota, particularmente cuando están convencidos que ha sido inmerecida y producto de un error de último momento o de la intervención “injusta” del árbitro. Así, se ha visto reacciones que varían desde el marcharse apuradamente profiriendo agravios, tropezándose con objetos o la gente y dando portazos; hasta otras de un mutismo cerrado y un abatimiento físico muy acentuado, casi paralizante. Recuerdo el caso de un jugador que en una ocasión, cuando la derrota era inminente, sencillamente se levantó, salió de la sala de juego sin decir nada a nadie y no volvió más.

9. En ocasiones, aunque esto ha sido más común en partidas informales, los contrincantes han pasado de la contienda simbólica a una muy real confrontación física, sea que ésta se quede en conato o devenga en algunos destrozos y con contusos de por medio. El factor desencadenante suele ser un reclamo acerca del cumplimiento de las reglas o una acusación directa de trampa que rápidamente sube de tono.

IV ¿Qué mueve a un ajedrecista?

Tomando en cuenta todo lo mencionado hasta el momento, tal vez resulte apropiado preguntarse ¿Qué lleva a los ajedrecistas a mantener su afición a pesar de todos los posibles inconvenientes y riesgos?, ¿Por qué someterse voluntariamente a experimentar el estrés que hemos descrito?

Estas preguntas no tienen una respuesta sencilla. Muchos afirmarán que lo disfrutan sobremanera al considerarlo un estímulo y un desafío intelectual. Otros pondrán en un primer plano sus aspectos lúdicos y de entretenimiento; o sus características estéticas y creativas; o su condición de ciencia y cultura, madre de un cuerpo de conocimientos casi inagotables y de actitudes ante la vida con alcances filosóficos.

La dimensión deportiva también es frecuentemente mencionada para explicar su práctica. Pero en su consideración, es usual que se pase por alto una característica muy particular sobre la que pocas veces se habla: el ajedrez es una competencia de tipo intelectual en la que generalmente hay un elevado compromiso de la imagen y de la valía personal (Ego involvement).

El prestigio que rodea a la inteligencia y a las habilidades cognitivas en occidente, en especial en los tiempos modernos, guarda una estrecha relación con este punto. El ajedrez emplea la lógica, el raciocinio y el análisis científico, que son los rasgos más distintivos de nuestra especie. Desde hace muchos años la Psicología ha destacado que todos los seres humanos necesitamos sentirnos importantes ante nosotros mismos, buscamos desarrollar y fortalecer nuestro sí-mismo (self), nos acercamos a la gente, circunstancias y actividades que contribuyen a este objetivo y nos apartamos de los que no lo hacen (Rogers, 1951, 1961). La autoestima como concepto ha llegado a ser muy popular en las últimas décadas, inclusive para los no especialistas. Pues bien, parece que para los ajedrecistas de competencia su imagen personal y su autoestima están muy relacionadas con la práctica de su deporte favorito.

Kevin Spraggett, quien no sólo tiene el título de Gran Maestro Internacional, sino que también es psicólogo de profesión lo explica de la siguiente manera:

“Les gusta pensar que son buenos en eso (competentes)

“Les ofrece una plataforma para comparar sus habilidades con las de otros

“Tienen un completo control sobre su desempeño (es decir, cuando triunfan pueden tomar todo el crédito)” (Spraggett, 2000).

Ahora bien, el que destaquemos el tema del compromiso o involucramiento personal, no significa que las otras motivaciones, que también hemos mencionado para la práctica ajedrecística, no jueguen un rol importante. Es dable encontrar todo tipo de matices; y así, tendremos jugadores que se toman las cosas muy deportivamente sin mayor sufrimiento ante un contraste, y otros para los que el triunfo los exalta hasta las nubes y una derrota les arranca un pedazo del alma. Algunos centran su objetivo en mejorar su propio desempeño, sin necesidad de estarse comparando permanentemente con los demás; buscan ser mejores ajedrecistas pero no se obsesionan con la competencia.

Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que mientras mayor sea el nivel de compromiso personal en el sentido mencionado, mayor será el nivel de estrés que se experimentará en los torneos. La sensibilidad estará incrementada en todo lo que tenga que ver con el juego, que pasa a convertirse en su fortaleza y, paradójicamente, en su debilidad ya que parte de su valía individual queda expuesta en cada encuentro. En razón de ello, en circunstancias extremas de derrotas continuas, lo más probable es que un ajedrecista de competencia se retire para proteger su sí-mismo (Yo).

V. Afrontamiento del estrés ajedrecístico

El estrés forma parte indesligable de la vida de todos y no es una característica exclusiva de los tiempos modernos como muchos creen. Siempre ha existido, tanto en los aspectos fisiológicos como psicológicos y sociales. Nuestra capacidad de enfrentarlo y manejarlo nos lleva al concepto de afrontamiento, y en relación con el tema que nos ocupa también puede ser subdividido en dos vertientes (Lazarus y Folkman, 1984):

1. Afrontamiento centrado en el problema, cuando se trata de resolver o aminorar la influencia de la situación creadora del estrés. Lleva implícita una evaluación de las demandas, de los recursos disponibles y de las medidas a emplear.

2. Afrontamiento centrado en la emoción, cuando buscamos disminuir las consecuencias emocionales percibidas que las circunstancias estresoras han disparado y continúan alimentando.

Conviene aclarar que no toda situación demandante que enfrente una persona puede ser considerada como estresora. Sólo será tal si origina un esfuerzo de adaptación, pero no se considerará de esa naturaleza si la maneja de forma casi automática o rutinaria.

Volviendo a nuestro tema, consideramos que los ajedrecistas afrontan el estrés en su práctica deportiva de una manera mixta, tienen necesariamente que lidiar con la situación problema y es muy recomendable que aminoren sus emociones y la activación fisiológica aparejada. Cuando se habla de tolerancia al estrés, usualmente se está aludiendo a la capacidad de afrontamiento del involucrado; mientras ésta sea satisfactoria, no habrá un deterioro en su nivel de juego. En realidad, muchos consideran que un cierto nivel de estrés contribuye a desarrollar un óptimo nivel de rendimiento, ya que obliga a utilizar los máximos recursos disponibles que, de otro modo, no aparecerían.

¿Cuál es el límite de tolerancia? Evidentemente éste varía de un jugador a otro. Algunos se vuelven vulnerables cuando el juego se prolonga por muchas horas; otros son extremadamente frágiles en los apuros de tiempo; hay quienes asimilan muy mal las complejidades tácticas o las largas maniobras posicionales; algunos no llevan bien el sentirse asediados y tener que asumir una prolongada defensa. Y podríamos seguir mencionando más ejemplos de las situaciones en las que uno de los contrincantes “se quiebra” y da lugar al error decisivo. Primero ocurre la fractura y derrota mental, luego viene la derrota sobre el tablero. De ahí que los jugadores experimentados busquen deliberadamente encaminar la partida hacia el tipo de juego en el que es más probable que aparezcan las limitaciones de afrontamiento de su rival, donde saben que son más vulnerables; y más bien eviten las situaciones en las que su propio afrontamiento queda en entredicho.

A estas alturas de nuestra revisión del tema, es fácil comprender que los grandes jugadores y campeones, además de poseer un enorme talento natural que ha sido alimentado por la práctica y el estudio, también detentan un elevado y versátil nivel de afrontamiento del estrés. Este llega a ser un requisito adicional para la maestría. De otra manera, difícilmente hubieran llegado a ocupar una posición tan destacada en un medio en el que, como hemos visto, hay que lidiar con un intenso estrés físico y psicológico.

¿Es dable mejorar la capacidad de afrontamiento? Comprendiéndolo en un sentido amplio, el afrontamiento para el jugador de competencia también abarca el mejorar sus habilidades ajedrecísticas; mientras mejor pueda jugar, también de mejor manera enfrentará la situación problema. Pero, aceptando que este aspecto forma parte usual de las actividades de preparación y entrenamiento de prácticamente todos los jugadores, hay otro tipo de medidas que, en lo físico y en lo psicológico, también pueden ser útiles:

1. Preparación física. Fueron los ajedrecistas soviéticos los primeros en tomarse muy en serio el gozar de un adecuado acondicionamiento físico como un requisito adicional para rendir en forma óptima en el plano ajedrecístico. El cuerpo debe estar preparado para tolerar los rigores de las largas jornadas de juego, pues ya hemos visto cómo el ajedrez de competencia representa físicamente mucho más que estar sentado delante de una mesa. Es conocido que muchos maestros (Kasparov entre ellos) practican como una norma de vida deportes como natación, tenis o atletismo; inclusive disciplinas como karate o judo no son extrañas en el medio (Lobos, 2001).

Mantener una adecuada alimentación y un sano ritmo de vida que incluya suficientes horas de descanso es también muy recomendable.

2. Actividades durante la sesión de juego. Ya hemos mencionado en párrafos previos algunas de las conductas que pueden contribuir a disipar la tensión, como pararse y hacer ligeros movimientos de soltura muscular o recorrer brevemente la sala de juego. Otras conductas rutinarias observadas están referidas a beber agua, mascar chicle (fumar ha quedado descartado), consumir café, chocolates, caramelos, galletas y otros productos semejantes.

Aunque un buen número de ajedrecistas prefieren abstenerse de ingerir alimentos (inclusive ligeros) privilegiando las bebidas, ciertamente es un tema personal y de autoconocimiento el elegir alguna de éstas u otras conductas comparables para incrementar la resistencia y el manejo del estrés. El consumo de alcohol para “aliviar los nervios” entre las rondas, siempre termina siendo perjudicial.

3. Preparación Psicológica. No es extraño encontrar testimonios de destacados ajedrecistas que señalan que la práctica de disciplinas como el yoga y la meditación han contribuido a su equilibrio personal y rendimiento deportivo. En esa línea, el conocimiento y empleo de técnicas de relajación muscular progresiva también puede brindar una importante cuota para el objetivo trazado, particularmente cuando reciben el aporte de autoinstrucciones verbales, elaboradas por el propio ajedrecista y destinadas a ser empleadas en las etapas previa, de contacto inicial, en el transcurso y al finalizar la situación estresora (McKay et al, 1981). Igualmente, el empleo de la técnica clásica de desensibilización sistemática para la superación de temores (Rimm y Masters, 1974) y otras de imaginería positiva también pueden ser muy favorables.

4. Visión filosófica del ajedrez, del deporte y de la existencia. Con este rubro queremos destacar el carácter decisivo que este aspecto tiene para nuestro tema, y lo conveniente que resulta considerarlo con calma y desarrollar, en lo posible, una actitud razonada sobre el ajedrez, las competencias ajedrecísticas y el lugar que les corresponde en la propia vida:

¿Disfruto del ajedrez sólo en la medida en que me depara triunfos?, ¿Necesito demostrar que soy mejor que los demás para sentirme bien?, ¿Busco mi superación o me obsesiona compararme con mis colegas?, ¿Puedo disfrutar del ajedrez y de su práctica como una actividad valiosa y placentera por sí misma?, ¿En qué medida acepto los ideales deportivos de participación, respeto y reconocimiento al rival?, ¿Qué lugar ocupa la competencia y el ajedrez en mi vida?, ¿Qué importancia ocupa en relación con mi familia... trabajo... estudios... amistades...?, ¿Cuáles son los hechos y las personas trascendentes de mi vida?, ¿Qué deseo alcanzar para mi futuro?, ¿Qué necesito para disfrutar la vida?, ¿Qué sentido le doy a mi existencia cada día?

Responder a éstas y a otras preguntas semejantes puede contribuir mucho a que paulatinamente estemos mejor ubicados en relación con el mundo que nos rodea. Que cada pieza caiga en el lugar que le corresponde. Este es siempre un telón de fondo permanente que, más allá de nuestra práctica ajedrecística, tamiza nuestras alegrías y miserias.

Algunos consideran que tener una pasión exclusiva y excluyente por el ajedrez es un requisito para descollar y llegar a los máximos niveles; otros pensamos que casi siempre es mejor llevar una vida más equilibrada en la que también haya espacio para otras actividades gratificantes, sea que tengan que ver con trabajo o estudios; aficiones menores varias, por ejemplo a la literatura, cine y otras artes o deportes; y vida familiar, social y espiritual, por supuesto.

Con seguridad, este último camino provee menos riesgos para la salud y mejores condiciones para el desarrollo personal. Y nuestro noble juego bien merece ese tipo de personas.

VI. Referencias Bibliográficas

1. Bach, A. (2004) www// Press Conference; ChessBase News; 16.11.04

2. Bayés, R. y Borrás, F. (1999) “Psiconeuroinmunología y salud”, en Simón, M. Manual de Psicología de la Salud Cap. II, Biblioteca Nueva, Madrid.

3. Dubeck, L. (2001), citado por Lobos (2001) www// Bench Press for Chess; Island Scene on line; Setember 26, 2001.

4. Karpov, A. (2004) www// Karpov Interview; ChessBase News; 17.11.04

5. Kasparov, G. (1999) www// Stanford Report on line; April 1999.

6. Lazarus, R. y Folkman, S. (1984) Stress, Appraisal and Coping Process, Mc Graw-Hill, New York

7. Lobos, I. (2001) www// Bench Press for Chess; Island Scene on line; Setember 26, 2001.

8. Mckay, Davis y Fanning (1981) Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés, Martínez Roca, Barcelona, 1985.

9. Pfleger H., Stocker, K., Pabst, H., Haralambie, G. (1980) www// Sports medical examination of top class chess players; MMW Munch Med Wochenschr. 1980 Jul 11; 122(28): 1041-44; National Library of Medicine.

10. Rimm, D. y Masters, J. (1974) Terapia de la Conducta, Trillas, México, 1984.

11. Rogers, C. (1951) Psicoterapia Centrada en el Cliente, Paidos, Buenos Aires, 1977.

12. Rogers, C. (1961) El proceso de convertirse en persona, Paidos, Buenos Aires, 1977.

13. Selye, H. (1956) The Stress of Life, McGraw-Hill , New York .

14. Spraggett, K. (2000) www// Why do you play competitive chess?  New Page.  

 

Percy Guzmán y su esposa Sonia con "Fischer", su perro.

Texto: Percy Guzmán Grados Lima, Diciembre del 2004

Fotos: Archivo ChessBase

Redacción: Nadja Woisin

 

 

 


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