Para ganar, primero debes aprender
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La Copa del Presidente 'Azerbaiyán vs Mundo FIDE' fue un torneo a ocho rondas, en la modalidad de ajedrez rápido que enfrenta a los mejores jugadores de la República de Azerbaiyán contra una selección de la FIDE formada por los mejores jugadores del resto del mundo. Este último equipo incluyó al actual Campeón del Mundo, Vishwanathan Anand y al ex campeón, Vladimir Kramnik.
Por Leontxo García
Durante sus seis años largos de tremendos duelos, Gari Kapárov y Anatoli Kárpov se odiaban tanto como se necesitaban para mantener la mayor rivalidad en la historia de todos los deportes. Llevarse bien con ambos a la vez, como yo intenté con bastante éxito y algunas broncas, era realmente difícil. Comprendo que quizá todo eso fuera inevitable, dada la antítesis total entre ambos en cuanto a estilo de juego, edad, adscripción política en la URSS, origen étnico, etcétera, sin olvidar las terribles presiones que sufrieron los dos. Pero lo bonito en el deporte es ver la buena relación que mantienen, por ejemplo, Rafa Nadal y Roger Federer, quienes jamás han dicho algo negativo del otro.
De todo eso me acordé cuando escuché a Anand el viernes en la sala de prensa de Bakú, tras la segunda jornada del duelo entre una selección mundial y la de Azerbaiyán. El campeón del mundo pudo haber atribuido sus resultados grises, y probablemente con razón, a la diferencia horaria entre Azerbaiyán y Chile, desde donde había volado para la Copa Presidente. Pero fue en otra loable dirección: “En general, mi juego aquí no está siendo impresionante. Pero el de Krámnik sí. Está fantástico, jugando muy bien, y sus tres victorias de hoy han contribuido decisivamente al colapso del equipo azerbaiyano”.
Krámnik, quien no estaba presente cuando el indio dijo eso, contestó así poco después: “Siempre he mantenido que la competencia profesional nunca debe ir más allá de lo puramente deportivo. Mantengo una buena relación con Anand, cuya victoria sobre mí en el Mundial de Bonn fue absolutamente merecida; él no tiene ninguna culpa de mis errores. Por otro lado, es un honor ser su compañero de equipo en esta Copa Presidente. Es un jugador fabuloso de partidas rápidas; su mera presencia ya da confianza a los demás miembros de la selección”.
Tras haber ganado el Campeonato del Mundo en tres formatos distintos, Anand se ha convertido en un campeón indiscutible, uno de los grandes de la larga historia del ajedrez, con independencia de lo que ocurra en abril frente a Véselin Topálov. Por cierto, según pude saber en Bakú, la FIDE busca posibles sedes en dos direcciones: A) Alguna ciudad rusa, que supongo no será la socorrida Elistá donde gobierna el presidente Iliumyínov, ni la chechena Grozny, que podría ser la sede a finales de año del último torneo del Gran Premio; B) Una mitad del duelo en India y otra en Bulgaria, lo que tendría la gran ventaja de dar otro empujón a la popularidad del ajedrez en un país de 1.100 millones de habitantes (sobre todo, si gana Anand) y el inconveniente del doble montaje técnico y la diferencia horaria. La imagen que Anand da del ajedrez también es buena; por ejemplo, fue invitado recientemente a la cumbre económica de Davos (Suiza), como expliqué en mi primera crónica desde Bakú. Aunque quizá debería prodigarse más como orador internacional, precisamente para mejorar la imagen del ajedrez. Por su lado, Krámnik anunció tras la derrota de Bonn que cambiaría su estilo de juego (lo que, debo suponer, le llevará a arriesgar y crear más) y ahora muestra hambre de torneos.
Todo ello es positivo, y es bueno que ambos se lleven bien, como quedó aún más claro durante la cena de clausura, en la que se sentaron juntos en compañía de sus esposas, con abundante charla amigable entre los cuatro. Por cierto, si el lector es invitado alguna vez a banquetes en las repúblicas exsoviéticas del Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán), prepárese para una dura prueba física y mental. Física, porque la cantidad de comida y bebida suele ser pantagruélica (incluso para un vasco de gran saque, como yo), y no es raro que esos ágapes duren más de cuatro o cinco horas. Y mental, porque es costumbre (especialmente en Georgia) que haya un brindis cada pocos minutos. Ojo, cuando digo brindis no me refiero a levantar la copa y ya está, sino a un pequeño discurso cada vez: empieza el anfitrión, y luego se va corriendo el turno, lo que te obliga a pensar todo el rato sobre lo que vas a decir la próxima vez que te toque hablar para no hacer el ridículo, sobre todo cuando los efectos del alcohol empiezan a ser evidentes. Durante los tres días de la Copa Presidente tuvimos tres banquetes; menos mal que no era una competición de dos semanas porque hubiéramos terminado todos en el hospital. ¡Y luego dicen de los vascos!
Entre brindis y discursos procuré auscultar otros asuntos de la actualidad. Por ejemplo, supe que hay un debate en el seno de la FIDE sobre el Gran Premio, que se creó a toda velocidad inmediatamente después del anuncio de que los mejores torneos del mundo se habían unido en el Grand Slam. Algunos directivos de la FIDE sostienen que lo que el sentido común indicaba entonces era que ese organismo llegase a un acuerdo con el Grand Slam para que éste formase parte del ciclo del Campeonato del Mundo; y que el sentido común sigue indicando eso tras los fracasos e incidentes ocasionados por la fragilidad del Gran Premio, cuyas sedes se han cancelado y sustituido varias veces. Pero los de la empresa Global Chess, muy conectada con la FIDE, quieren seguir adelante con una segunda edición del Gran Premio, a pesar de todo, en 2010 y 2011. Supongo que a ello se refería Iliumyínov cuando, tras uno de esos banquetes, se fue a un rincón con el presidente de la Federación de Ajedrez de Azerbaiyán, el importante banquero Elman Rutámov, y le dijo: “Hablemos del Gran Premio” (no pude escuchar más).
A propósito de Iliumyínov, el presidente de la FIDE y de Kalmukia (hace poco descubrí que la Real Academia de la Lengua desaconseja Kalmikia, y también acepta Calmuquia), se le notaba muy contento en Bakú. Sobre todo cuando le pregunté por una noticia muy interesante: durante un reciente debate en el Parlamento de Moscú, el ministro de Educación ruso, Andréi Fursenko, se mostró convencido de que los brillantes resultados de los niños de Kalmukia en matemáticas se deben a que el ajedrez es una asignatura obligatoria en esa república. El doble presidente me recordó que introducir el ajedrez como asignatura obligatoria en Kalmukia, fue el primer decreto que él firmó en 1991, nada más ser elegido. Y me aclaró que no existe ninguna posibilidad de trampa porque estamos hablando de unos exámenes que son iguales para todos los escolares de toda Rusia, cuyas preguntas se envían en sobres cerrados y lacrados, se realizan con observadores de Moscú y se corrigen en Moscú. “Ojalá esto sirva para que el ajedrez vuelva a introducirse masivamente en los colegios de toda Rusia”, concluyó.
Ojalá. Y, a juzgar por el buen rollo que vi el sábado desde muy cerca entre Iliumyínov y el ministro de Juventud y Deportes de Azerbaiyán, Iskénder Shekinsky, todo indica que este país seguirá apostando muy fuerte por su deporte nacional, el ajedrez. Además de la tradición y del dinero del petróleo, cuentan con una generación de oro, con tres jugadores entre los veinte jugadores del mundo. Y también van a meter el ajedrez masivamente en los colegios.
El chófer que me lleva al aeropuerto de Bakú en un coche oficial parece sentirse obligado a ir a toda velocidad, aunque tenemos tiempo de sobra. Se me ocurre un símil: ojalá que la FIDE, que cuenta con una potentísima infraestructura, extendida por 166 países, la ponga a trabajar a toda velocidad en pro del ajedrez, y no siga siendo (en general, con muy honrosas excepciones) un organismo más bien ineficaz con muchas gotas de corrupción.
Kirsan Ilyumzhinov con Elman Rustámov, el presidente de la Federación Azerbaiyana de Ajedrez
Azmaiparashvili (izda.) gastando bromas
Teimour Radjabov y Vladimir Kramnik
Kramnik en una entrevista con el periodista indio, Vijay Kumar
Ups... ¿El Paseo de los Linarejos en Linares? ¡No! ¡Es Bakú!
El Ministro de Juventud y Deportes, Iskénder Shekinski y detrás Kramnik con micrófono
Fotos y texto: Leontxo García
Enlaces:
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