O suminsión a las reglas en el ajedrez
Segunda parte
La expresión “Los peones son el alma del ajedrez” es un epojé, un intento de Francois-André Danican Philidor de apartar al juicio crítico de la realidad teórico-práctica. El afamado músico, creador de gloriosas óperas y otras obras musicales, gobernó en el ajedrez por más de 37 años, aplicando al ajedrez, más que técnicas propias del juego, una aplomada filosofía de su comportamiento y fe ciega en sus creencias.
Y es que todos los investigadores y preceptores del juego de los escaques, demuestran una determinada visión filosófica del juego, desde donde parten para esculpir sus ideas sobre normas, reglas y pautas a seguir para intentar jugar casi perfectamente una disciplina infra probabilística.
Es una cosa inmanente, no se puede huir de eso, diría Steinitz, el primer gran científista del ajedrez; querer explicar y comprender el ajedrez sin poseer una determinada posición filosófica no es atributo de los modestos jugadores. Steinitz replicaba: “Nada fuera de la razón científica es explicable en el ajedrez”.
Monumento en Praga (fotografía: Sociedad de Ajedrez de Praga)
Aunque arrancamos este conversatorio, haciendo distensiones entre dogmatismo y escepticismo, es seguro que tanto dogmatismo, como escepticismo buscan una verdad absoluta por la cual vivir y existir. Pero si el dogmatismo no se preocupa por explicar nada, dando por verdad todo lo que las reglas “suponen”, entonces el escepticismo duda, pero sin una duda metódica que pueda establecer directrices o caminos, más bien un método eficaz hacia su perfeccionamiento.
Ya en sus tiempos Immanuel Kant (1724-1804) estimó que el dogmatismo era algo propio de la razón innata del ser humano. Desde muy niños aprendemos y aceptamos hacer cosas de una manera espontánea y natural, sin dudar mucho, nos arriesgamos y confiamos en la realidad del mundo circundante. Sacar demasiado pronto la dama para dar “mate del pastor” al enemigo, es sin duda una especie de dogma.
A medida que la técnica sofisticada nos invade entonces comenzamos a dudar sobre la eficacia de estas técnicas primitivas. Pero o es tan culpable el que las enseña como adoctrinamiento básico, como aquel que loas acepta, lastimosamente la mayoría de instruidos en estas lides son niños sin casi personalidad y orientación propia. Se podría establecer acá entonces la lanuda discusión sobre a qué edad debe empezar a aprenderse el ajedrez.
Puesto que hoy en día aprender ajedrez incluye tener poca edad, se da poco margen al escepticismo y por ende a la duda en los noveles aprehensores, de suerte que las reglas impuestas pueden llegar a calar en el ser como un código ineludible y encarnado, poco apto para discusiones. Si algo han logrado los expositores de reglas conceptuales y científicas es que los niveles de escepticismo puedan sobre valorar el efecto intuitivo, llevando al ajedrez a comulgar con su carácter científico, proclive al debate analítico.
En ajedrez las invaluables proposiciones y aportes del dogma y del escepticismo podrían enriquecer aún más el establecimiento de reglas finitas e ineludibles. Uno en el oscuro y psicológico ámbito de la intuición ajedrecística y el otro en la capacitación volitiva del esfuerzo y trabajo del análisis exhaustivo. Lo importante en todo caso es que el dogma aprenda a confiar en la intuición como un campo del conocimiento experimental y el escepticismo acepte a la duda como metódica y crítica.
Las reglas de Steinitz
Luego de la desaparición voluntaria de Paul Morphy del escenario ajedrecístico, parecía que al ajedrez se le había cercenado una arteria vital de su ser, las transiciones históricas y modélicas del ajedrez sufrían un hole imperceptible pero importantísimo, quizá por lo breve de la estancia del genio de New Orleans. Este raudo y efímero jugador de talento incomparable, no dejo más que jugosas partidas demostrativas de su notable poder ajedrecístico, pero a través de ellas la notable inquietud del comienzo de una nueva era del ajedrez era incuestionable. Era el comienzo del ajedrez Moderno, el cual tuvo que abrir paso al cientifismo y casi oculto permanecería hasta la década de los 50 esperando establecer su legado. Wilhem Steinitz se interesó por este arte incuestionable esgrimido en las partidas de Morphy y pretendió darles explicación a través de un método científico:
- Un jugador que tenga ventaja "debe" atacar con la intención de ganar o de otra forma sería castigado, viéndose privado de su ventaja. El objetivo del ataque debe ser una debilidad en la posición enemiga.
- Las posiciones equilibradas con el mejor juego de cada una de las partes, deben llevar nuevamente a posiciones equilibradas.
- Aquel que está en desventaja debe estar dispuesto a defenderse, debe estar dispuesto a hacer una concesión. Pero su principal guía debe ser el principio de la economía. La firmeza de una posición está medida por su punto menos estable, intente obtener en cada punto el mismo grado de estabilidad
- El ajedrez se soporta sobre factores de posición, estos son:
- El desarrollo
- La seguridad de los reyes
- La colocación de las piezas
- La estructura de peones
- La apertura y cierre de filas, columnas y diagonales
- El control del centro del tablero
- El poder del material
- La fuerza de la pareja de alfiles en posiciones abiertas
- Falta o tenencia de armonía y coordinación en las posiciones
- Peones y casillas débiles
- Peones pasados peligrosos
- Si no se valora con exactitud una posición se harán malos planes
Es lamentable que Wilhem Steinitz no fundamentará estas reglas sobre la base de un ajedrez dinámico y cambiante, quizá por ello sus seguidores y futuros ajedrecistas no pudieron acoplar y coordinar estas reglas para el éxito continuo, resolviendo que los triunfos y derrotas en la partida solamente podían tener un denominador común en el error humano fortuito. El filósofo y matemático, mucho mejor Campeón Mundial Emmanuel Lasker propuso que el método era lo más importante. Aunque sus partidas gozaban de un atributo psicológico evidente, nunca abandono la pretensión que a través de la duda continua se ven los mejores horizontes dentro de la partida: “Si encuentras un buen movimiento, sigue buscando es posible que ecuestres uno mejor” se atrevió a señalar. Este quizá es un buen augurio para lo que Lasker podía aportar en función del juego estático y dinámico en el ajedrez.
Las reglas de Nimzovich
El primer libro que acoge como propósito diagramar, proponer y defender reglas específicas para jugar al ajedrez probablemente sea “Mi Sistema” (1925) de Aaron Nimzowitch. La labor de Nimzowitch, más que pretender enseñar nociones fundamentales sobre el ajedrez fue dejar constancia de su dogmatismo sobre cómo se debe jugar el ajedrez. Su libro bastante repleto de ideas necesito de un segundo tomo al cual se le dio por nombre “La Práctica de Mi Sistema”, el cual a través de ejercicios y ejemplos de la partida viva pretendía adecentar y comprobar toda la carga teórica de sus hipótesis personales expresados en “Mi Sistema”.
El libro puede denotarse como un “folklorismo” de Nimzowitch, donde se hace mención a multiplicidad de elementos conformantes de la partida de ajedrez, conceptos un tanto rebuscados como “El carácter inocuo del rodillo de peones” “Mi concepción original sobre el juego de posición” “El problema de la desclavada” y además un capítulo especial donde ataca “muy subliminalmente” a su eterna contraparte el Dr. Tarrasch. Pero bueno, los ajedrecistas hipermodernistas contemporáneos a él y los que vinieron después de él se preocuparon por asumir muchas de estas pautas y quizá mejorarlas con su práctica personal.
Aaron Nimzowitsch
De allí surgieron nombres como Alekhine, Reti, Spielmamn, Rubinstein, Tratakower, Kashdam, etc y quizá dieron origen a las inquietudes de José Raúl Capablanca en dejarnos sus básicas interpretaciones del ajedrez a través de “Nociones Fundamentales del Ajedrez” y “Artes y secretos del ajedrez”, enseñanzas básicas que posteriormente fueron acogidas y alimentadas por la escuela soviética.
Sería injusto tildar a Nimzowitch como dogmático, aunque él en realidad pretendía que todo el mundo lo fuera a través de sus reglas. Tuvo la suerte de no ser precisamente un académico y por ello al parecer poco fue asumida con seriedad su propuesta. Posteriormente, muchas de sus enseñanzas han servido de base dialéctica para reglas más precisas y menos complementadas.
Alexander Alekhine y también Mijaíl Botvinnik impartieron consejos a sus seguidores, pero ya en un ajedrez más elaborado y tendiente al deporte de alto rendimiento estas reglas poco sirven como método de preparación, del conocimiento y de la forma deportiva para el ajedrecista.
El joven Botvinnik
Mikhail Botvinnik en 1994
En los textos de ajedrez contemporáneos sobran las reglas para jugar al ajedrez, algunas defendiendo viejos conceptos ya expresados por Steinitz o por Ninzowitch, otras tatas rejuveneciéndolas y muy pocas son de inédita autoría. Si bien el problema entre el dogma y la duda no se ha superado el ajedrez sigue alimentándose de ellas y paulatinamente parece llegar a la némesis de su verdad teórica y práctica.
Los libros de Dvoretsky, Pandolfini, Agaard, Watson, Chandler, Beim, Hansen, Smirnov, Timman, Nunn, Karpov, Dorfman, De la Villa, Moskalenko, Alburt, Mednis entre otros, son colirio para los ojos de los ajedrecistas actuales, con un criterio propio y muy personalizado, estos autores han aportado más condimentos al caldero de la sopa en los últimos 30 años que lo que pudieron aportar al ajedrez en una historia vívida de más de 500 años otros cultores del juego, eso es inobjetable. El subjetivismo al parecer ha crecido, pero hay un amplio enriquecimiento del espectro teórico y práctico que conmueve a la filosofía dentro de la lucha ajedrecística y por ende la aparición de precoces grandes maestros.
Y ¿Qué tal la escuela soviética del ajedrez? Pues esta no ha muerto aún. Entre la marabunta de jugadores chinos, alemanes, indios, ingleses y hasta latinoamericanos, los Grandes maestros rusos y sus vecinos políticos siguen ganado torneos y aportando partidas gloriosas al edificio teórico del ajedrez.
Recientemente (hace unos 2 años) pude leer un trabajo que en forma de libro y CDs salió casi clandestinamente al mercado “Secretos del gran maestro de ajedrez” “Comprensión Posicional del gran maestro de ajedrez” y “El Plan de Juego” de Igor Smirnov, los citados tratados cerraron una brecha enorme en la concepción de las reglas para jugar ajedrez entre ese mundo oriental y el mundo occidental. Con ellos el joven gran maestro trataba de explicarnos porqué los grandes jugadores rusos fueron siempre mejores que los jugadores de otras latitudes.
Algo tan sencillo como 7 principios básicos y fundamentales.
- Principio de la actividad
- Principio del material
- Principio del Centro
- Principio del ataque
- Principio de la Máxima Actividad
- Principio de la restricción
- Principio de la Limitación.
“En la enseñanza y aprendizaje, la comprensión posicional del ajedrez lleva a la ajedrecista a tener la facultad de ganar sin tener que analizar muchas jugadas”, es la máxima de estos preceptos. Y porque no mencionar el trabajo de Víctor Moskalenko con sus 5 claves precisas para el nodo de la comprensión del ajedrez:
- Desarrollo
- Material
- Tiempo
- Colocación de peones y piezas
- Posición del Rey sobre el tablero
El triunfo del subjetivismo sobre la visión real del objeto sigue pronunciándose evidentemente. El ajedrez no es una mera visión de tablero y piezas, sin profundidad ontológica. Los conceptos e ideas cambian y se vuelven dinámicas en la mente y en las partidas del sujeto, de los grandes maestros actuales, ellas tienden a convertirse en reglas esenciales, utilizadas en función de las posiciones reinantes. La flexibilidad y coordinación de estas reglas puede ser dogmática o escéptica para el ajedrecista, pero el triunfo toca a la puerta de aquellos que saben interpretarlas y reducir a esquemas muy sencillos del pensamiento su “cogito ergo sum”.
Texto: José Gaunas
(Fotografías del archivo de ChessBase)