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Roberto Pagura: "sí, ajedrecista"
Aunque no los he podido contar, creo que es compartida por muchos la idea de que somos muy pocos y ello explica que el ajedrez no sea un buen negocio para casi nadie, ni siquiera para los que han hecho de él su profesión. Claro que dentro de los nuestros existe también una apreciable variedad de tipos.
Están los G.M.I., los M.I., los M.N., los ídem del ajedrez postal y del sexo femenino, los jugadores de clubes, los infantiles, los sub de cada edad, las mujeres y los hombres de cuarta categoría, los de tercera, los de segunda y los de primera; los que no juegan en clubes sino con sus amigos y familiares, los que no juegan nunca pero siguen de cerca las partidas jugadas por otros. Están también los que enseñan ajedrez, los que dirigen clubes, asociaciones y revistas de ajedrez o escriben en ellas. Y hay felizmente otros que promocionan y difunden el ajedrez y lo respaldan económicamente o desde la acción de los gobiernos.
Pero dejemos aquí esta tediosa enumeración y vayamos al tema que enuncia el título de esta nota. Me refiero a los “N.A.”, de los cuales podemos decir que nos basta oír unas pocas palabras de cualquiera de ellos para darnos cuenta que no pertenece a nuestro numéricamente pequeño mundo del ajedrez. Quien diga “fichas” en lugar de piezas, llame “Reina” a la Dama o “partido” a una partida de ajedrez se delata inmediatamente como perteneciente al bando de los N.A. Y están los que, cuando les preguntamos si juegan ajedrez, responden “Sí, un poco pero… ¿cómo movía el caballo?”… revelando que no han pasado de la primera lección. Son comunes los motivos que invocan para explicar por qué no lo juegan: - me gusta el ajedrez, pero no tengo tiempo…, el mismo argumento que emplean para no asistir a las asambleas de su consorcio o de su club, aunque se pasen dos horas viendo un partido de fútbol o una novela por televisión… Como si una hora jugando al ajedrez fuera más larga que una hora ocupada en otra cosa. ¡Que lo digan los ajedrecistas más consumidores de reloj si el tiempo transcurre lento en el ajedrez!
¿Y cuál de los nuestros no se ha molestado al ver cómo se exhibe el ajedrez en el cine, sea por la esquina inferior derecha del tablero o por la forma en que presentan los finales de partida con los protagonistas jugando con la vista en otra parte o dando un súbito mate sólo posible con el pastor de los principiantes?.
Los N.A. no toman o capturan piezas, ellos “comen fichas” pensando quizá que en ajedrez quien come más gana el juego. ¿Y qué dicen del “jaque”? ¡Pues que si el Rey se descuida y no escapa a tiempo puede ser comido sin asco!... Los NA lógicamente piensan que el ajedrez es un juego para individuos con una gran paciencia, porque ¿cómo puede explicarse que dos personas pasen cuatro horas frente a frente sin intercambiar una sola palabra?.
Quizá sea el ajedrez muy poco atrayente para el hombre de estos días que busca la cosa fácil, cuanto más fácil más placentera. Es probable que por ello ya no se suspendan las partidas y hasta el ping-pong haya entrado en juego en los torneos magistrales. No obstante, nosotros seguimos pensando que los N.A. ¡no saben lo que se están perdiendo!
Por arquitecto Roberto Pagura
A Roberto Pagura -un arquitecto y fanático del ajedrez- le han encargado el diseño del museo del Club Argentino de Ajedrez, y debe realizar la presentación del proyecto. El elemento que se destaca es la mesa donde se jugó una de las grandes finales del mundo, justo en el año de su nacimiento (1927).