La aventura deportiva de Véselin Topálov parece una novela de Alejandro Dumas
2005. Potrero de los Funes, un lugar hermoso, como pintado al óleo, en la provincia argentina de San Luis. Durante meses, más de 350 obreros construyeron de la nada 'La Caja de los Trebejos', una sala de juego espectacular, con 860 butacas y tres niveles de altura, de cuyo techo colgaba un enorme videomarcador de cuatro caras. Debajo de las pantallas electrónicas se sentaron los ocho mejores ajedrecistas del momento.
En juego, el título de campeón del mundo. Faltaron a la cita Gari Kaspárov, recién retirado, y el ruso Vladímir Krámnik, que rechazó la invitación. Los participantes compitieron todos contra todos, a doble vuelta.
El 13 de octubre despuntó en Potrero de los Funes como un haz de luz en el horizonte, entre las verdes colinas. La expectación era máxima. Arrancaba la penúltima ronda y el búlgaro Véselin Topálov, conocido como D'Artagnan por su estilo audaz sobre el tablero, tenía al alcance la gloria, debía lograr medio punto contra el uzbeko Rústam Kasimdzhanov. Algunos cuentan que, por encima de las cabezas de ambos contendientes, se oyó cómo las espadas rozaban con violencia el brocal de sus vainas.
Para leer el artículo completo de Manuel Azuaga en Diario Sur...