ChessBase 17 - Mega package - Edition 2024
It is the program of choice for anyone who loves the game and wants to know more about it. Start your personal success story with ChessBase and enjoy the game even more.
Por muy extraño que pueda parecer a los no muy versados en este asunto, las palabras dogma, dogmático y dogmatismo, no corresponden precisamente al acervo o nomenclatura religiosa, sino que poseen una deontología filosófica, y su terminología en este caso dentro de la filosofía y de las ciencias formales e informales adquiere un matiz relativamente importante para lo que llamamos razón crítica.
El ajedrez como ciencia y sus más preclaros cultores han tratado de explicar o contestar a la gran pregunta sobre si ¿existen reglas ó existen las reglas del ajedrez? Y esto se torna mucho más importante cuando estudiamos la etimología de la palabra dogma, a la cual se le consideraba en sus principios como oposición a un discurso u opinión, pero fundamentado esto en principios básicos; esta puja trajo como consecuencia que al correr de los tiempos su ascensión se refiriera a un adoctrinamiento, especialmente en el orden religioso anclada al mar del conocimiento a través de la “poderosa razón” de la fé.
Pero en el ajedrez parece hay que tener algo más que pura fé para ganar una partida, contrariamente a los románticos algo más allá del simple crativismo o imaginación de los grandes maestros. W. Steinitz fue el primero en darse cuenta de esto, y comenzó a estudiar el ajedrez por el orden científico del método, mucho después que jugadores como Philidor o el propio Morphy hubieran abierto la boca para tratar de explicar que carrizo era lo que hacían sobre un tablero para derrotar a quienes quisieran.
Pero el propio Steinitz no hizo más que enredarse entre sus propias conjeturas y casi nada pudo dejar en claro, aunque haya establecido unos preceptos o principios muy básicos para jugar al ajedrez, que precisamente no fueron muy aceptadas como reglas inequívocas por los siguientes investigadores.
Steinitz
Si se pudiera relacionar, homologar o establecer símiles entre dogma y concepto dentro del ajedrez, encontraríamos cosas interesantes en el accionar de aquellos jugadores que dejan a la idea y al concepto, por no decir a la intuición valores de mayor importancia que las que podría otorgarles el quejumbroso cálculo concreto de variantes, estos valores son 3:
El primero de estos valores nos habla sobre el accionar basados más que nada en el conocimiento vulgar de las cosas. Lo que viene de dentro es lo importante, más que el reconocimiento de los factores circundantes del problema o de los factores externos. El segundo es la fe ciega en un principio básico y fundamental del juego, en cualquiera de sus etapas o como modelo de la técnica ajedrecística. El tercer valor nos dice que, propiedades como el análisis exhaustivo de las posiciones o el cálculo concreto de variantes no son necesarias cuando se cuenta con lo incondicional, con la mera sumisión a las reglas o a la autoridad del edificio teórico del ajedrez, el cual para estos momentos cuenta con más de 600 años de soporte gnoseológico, bibliográfico, en monografías, en preceptos en clásicos etc., auspiciado por la experiencia de millones y millones de partidas jugadas por neófitos y expertos.
Pero tal y como lo asegura Víctor Moskalenko y sobre lo cual no podemos establecer objeción alguna, es probable que en el ajedrez no haya nacido nadie que pueda establecer o haya establecido reglas precisas, inviolables y discutibles para jugar perfectamente al ajedrez.
Las discusiones entre Jacob Aagaard y John Watson sobre la inviolabilidad de las reglas en el ajedrez queda estéril cuando, precisamente, aceptamos que no pueden haber o no se han encontrado las reglas finitas para jugar al ajedrez. Otros tantos opinan que si existieran reglas precisas para jugar al ajedrez ya este hubiera desaparecido de la faz de la tierra, ya que nadie podría perder y por lo menos todas las partidas tendrían que finalizar en tablas.
Jacob Aagaard (foto: John Saunders)
John Watson
Aunque de esto no compartamos ni un pizco, es probable que el perfeccionamiento ajedrecístico no sea más que una rueda sin fin, donde la evolución de la técnica sea casi infinita, y donde valores más profundos que la mera táctica o la mera estrategia del juego dan a corregir y auto determinar. Es de hacer notar que Dvoretsky, en los años 90 nos habló en su libro Entrenamiento de Élite (1), que había encontrado en un antiguo libro de Znosko-Borovsky, unos principios básicos que cabían muy bien en partidas jugadas recientemente y porque no en cualquier partida por analizar.
La posición del diagrama precedente nos puede dar una idea de como funciona esto del dogma y del escepticismo o de la actuación de ciertas reglas del juego en diversas posiciones. Las blancas acaban de jugar 14.e5… a lo que las negras contestaron 14…Tb8?! (Lo correcto era 14…Cd5!?) Lo cual trajo al tablero una decisión llena de lecciones al planear las negras que después de 15.Ag5! Ab7 16.Axb7 (Acá se impone 16.Cxe6! fxe6 17.Dxd8 Tfd8 18.Axe7 con ventaja blanca) Txb7 17.Cc6 (también es posible 17.Dg4) saldrían del atajaperros con 17…Dxd1 18.Cxe7+ Txe7 19.Tad1 Ta7 (si 19…Tb7 Ad8 con ventaja) sin contar que después de 20.Ae3 el dominio posicional de las blancas es notorio por el pleno control de la columna d. Pero veamos atrás en el momento de 17.Cc6
Si las negras concentraran su atención en la inaudita 17…Cc6!? Luego de 18.Axd8 Txd8 se habrían dado cuenta tanto negras y blancas que las cosas se pondrán color de hormiga y que el bando claro no hubiera podido evolucionar dinámicamente para explotar la diferencia de material. Invitamos a los lectores a calcular variantes sin ánimo de aplicar el escepticismo del caso a la posición resultante y buscar medios para las blancas de hacer valer su presunta ventaja. El dogma en este caso y la creencia en reglas ineludibles obliga a las negras a cambiar damas en d1 y no a entregarla en un sacrificio que parece “jalada de los pelos”, pero un jugador escéptico no muy creyente en las reglas quizá hubiera analizado y encontrado esa posibilidad.
Para los que no quieren pensar o razonar mucho y no les interesan los efectos filosóficos del ajedrez ni como ciencia, o como exposición de la teoría de los juegos, el mundo de las probabilidades matemáticas reviste la importancia de un guijarro en el camino. Poco puede importar cuando este es muy minúsculo y se nos atraviese en el derrotero, pero cuando este es un peñasco de dimensiones acuciantes allí si cobramos valor sobre su incidencia en el comportamiento del fenómeno de las posiciones a valorar y comprender.
Puedo ver una posición cualquiera sea interesante o no, fácil, mediana o compleja con mucho desdén hasta tanto no me toca dar un veredicto sobre la misma y para ello necesito crear o utilizar mecanismos dialécticos que me permitan valorar y comprender esa posición y dar una opinión concluyente y verídica. Pero hasta los jugadores más resaltantes se les achica el corazón cuando deben gastar neuronas en estos menesteres y más aun pensando que probablemente el 80% de los buenos jugadores no calculan concretamente ninguna posición y se dejan llevar por valores más abstractos como la intuición, la idea preconcebida o el principio y el concepto básico.
Garry Kasparov
Pero el escepticismo también existe en el ajedrez, y lleva en la mayoría de los casos a crear estados profundos y “enfermizos” en el análisis y en el trato del cálculo concreto. Gary Kasparov por ejemplo es un gran ejemplo de la enfermedad del análisis de posiciones a ultranza, aunque en algún momento de su carrera tuviera que apelar al cálculo general de las posiciones para mejorar o complementar su juego, sigue siendo una de las más profusas expresiones del poder analítico de un jugador de ajedrez en la historia del mismo.
Comparando a Mijaíl Tal con Kasparov ambos estarían ubicados en lados opuestos de la balanza. Kasparov sacrifica una pieza pues está seguro que su rival no podrá refutar el sacrificio, mientras, Tal sacrificaba una pieza pues esperaba que su rival no viera la refutación. Son 2 puntos contrariados del poder del cálculo y del poder de la decisión a la hora de jugar ajedrez.
Mihail Tal
Hoy en día no estoy muy seguro que incluso un jugador como Magnus Carlsen invierta mucho tiempo como escéptico y por el contrario prefiera comportarse como un dogmático del ajedrez.
El término medio, y es en el que se pueden fundamentar las auténticas normas o reglas para jugar perfectamente al ajedrez, es aquel donde las exigencias concretas de la posición no son productos causa y efectos del dogmatismo o del escepticismo, sino dependiente de los valores estáticos y dinámicos del juego.
Para ello habría que aceptar que aunque existieran principios, normas, conceptos, ideas fundamentales para resolver posiciones (y debe haberlas) estas actúan en el momento preciso, en el momento que deben actuar y son causa y efecto de las posiciones, no de lo que elucubran los practicantes del juego.
José Raúl Capablanca
Con razón el genial José Raúl Capablanca era un crítico severo del estudio de combinaciones en el entrenamiento ya que consideraba que estas agotaban y empobrecían la comprensión del ajedrez ya que obligaban al ajedrecista a ver cosas que no existían en las posiciones reales. Más enconadamente aconsejaba conocer posiciones o modelos típicos de posiciones, para ayudar a reconocer incluso en situaciones complejas el motivo y el tema para así valorar y encontrar la jugada precisa. Estas enseñanzas pueden ser el inicio hacia reglas del juego. No en balde Capablanca ha sido el ser humano ajedrecista que más tiempo permaneció sin perder una sola partida de ajedrez (¡casi 8 años!).
(Fotografías del archivo de ChessBase)