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Para ganar, primero debes aprender
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Al exiliado ruso Piotr Potemkine, ajedrecista asiduo al Café de la Régence de París, se le atribuye la frase 'Gens una sumus', que viene a traducirse como 'Somos una familia'. Este es el lema que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) tomó como propio desde su fundación en 1924, proyectando con ello la idea de que el juego de las sesenta y cuatro casillas es un deporte global, un lenguaje universal que actúa como puente de entendimiento entre las distintas culturas del mundo y que, de algún modo, también nos hermana.
Sin embargo, la reciente invasión sufrida por Ucrania por parte del ejército ruso ha fracturado el tablero de la concordia de la FIDE. La historia se remonta, al menos, a la primavera de 2014, momento en el que asistimos a la crisis de Crimea y a la llamada guerra del Donbás, claros antecedentes de la actual situación de conflicto armado.
Ya por entonces el presidente estadounidense Barack Obama declaró: «Nuestro enfoque no es ver esto como un tablero de ajedrez de la Guerra Fría, sino asegurarnos de que el pueblo de Ucrania pueda tomar decisiones por sí mismo sobre su futuro». El republicano Mike Rogers, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, organismo del que depende la CIA, fue un tanto menos ingenuo:
«Putin está jugando al ajedrez y nosotros a las canicas».
En efecto, Rogers tenía razón. La partida no había hecho más que comenzar. Y Putin jugaba con blancas.
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