El ajedrez es como la vida

por ChessBase
25/11/2009 – Juan Antonio Montero se ha convertido en uno de los grandes divulgadores del ajedrez en Extremadura. De nuevo nos ha sorprendido con una serie de colaboraciones en uno de los programas de mayor audiencia de Canal Extremadura Radio. Fiel a su estilo ecléctico y original, nos vuelve a sorprender con su fino humor hilando ajedrez y vida. Ahora toca verlo por escrito, es decir, oírlo leyendo. Os dejamos con las siguientes entregas del programa de la radio pública extremeña "El sol sale por el Oeste", que se engloban bajo el título "El ajedrez es como la vida". Coincidiendo con el Día Internacional contra la Violencia de Género hay una intervención que se titula...

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Las intervenciones por Juan Antonio Montero en el programa "El sol sale por el Oeste" bajo el título "El ajedrez es como la vida"

Coincidiendo con el Día Internacional contra la Violencia de Género:

El machísimo

Por Juan Antonio Montero


Juan Antonio Montero, Secretario General del Club Linex-Magic,
Campeón de España y Campeón de Europa. Psicólogo y articulista.

La figura de la dama o reina del ajedrez tiene una historia curiosa. Cuando nació este juego en la India hace quince siglos, no existía ninguna figura femenina. Al lado del rey se colocaba una pieza que era un caballero y que valía algo más que un peón.

Al invadir España los árabes, trajeron con ellos el ajedrez. Los cristianos adoptaron con pasión este juego, hombres y mujeres casi por igual. Una de estas mujeres que jugaban era la reina Isabel la Católica, una reina que no era una figura decorativa sino que ejercía tanto poder como su marido Fernando.

Durante su reinado, en algún lugar de España se inventó la figura de la reina o dama del ajedrez, y se eliminó aquel caballero que estaba junto al rey en el ajedrez primitivo. Esta dama, a la que se la dotó de gran fuerza y movilidad, imprimió nueva vitalidad al juego. Está muy claro que quienes inventaron esta pieza quisieron con ello rendir un homenaje a la reina Isabel, creando una dama ajedrecística a su imagen y que tenía casi tanto valor como el rey del tablero.

No es ésta una historia precisamente machista. Muchas otras mujeres, como Santa Teresa, también fueron aficionadas y nadie se planteó durante siglos que hubiera diferencias entre hombres y mujeres jugando al ajedrez. Hay un momento en que esto empieza a cambiar en Europa. Coincide con el romanticismo del siglo XIX, cuando la mujer empieza a ser considerada como un ser necesitado de protección y que vive para ser el objeto de amor del hombre.

Al amor romántico achacan algunos especialistas la violencia que sufren muchas mujeres. Mensajes envueltos en dulzura como “el amor lo puede todo”, “quien bien te quiere te hará llorar” o “no te dejaré jamás”, justifican en el fondo el sometimiento de la mujer al hombre. Volviendo al ajedrez, el colmo del machismo se dio por los años 20 del pasado siglo, cuando Vera Menchik, una gran jugadora siempre discriminada por sus colegas masculinos, tuvo que escuchar de un campeón el supuesto halago de que era la única mujer que jugaba como un hombre. Ella se lo tomó como otro chiste malo de los que estaba habituada a aguantar.

Un chiste bastante más bueno, que se burlaba un poco de esa fraseología romántica tan almibarada, apareció en el año 1941 en esa gran revista que fue La Codorniz. Dice así:

- Eulogio, ese amor nuestro que tenía que durar eternamente, ya no es como antes.
- ¿Qué ya no es como antes? ¿Cómo antes de qué?
- Como antes de llamarte Eulogio.


Hernando de Soto

Hay un extremeño muy conocido en Estados Unidos. Su nombre y su recuerdo se hallan en Florida, en Arkansas, en Tennessee o en Alabama. Si quieres, por ejemplo, cruzar el río Mississippi a la altura de la ciudad de Memphis para visitar Graceland, donde vivió y está enterrado Elvis Presley, tienes que pasar por un puente colosal llamado Hernando de Soto. Parques nacionales, grandes avenidas o sitios arqueológicos llevan también el nombre del extremeño.

Hernando de Soto fue un conquistador nacido en Barcarrota –aunque también se disputa su nacimiento Jerez de los Caballeros- en el siglo XV. Intervino en la conquista del Perú, y junto con Pizarro, capturó al último emperador inca, Atahualpa. A Hernando de Soto, también le gustaba mucho jugar al ajedrez.

Hubo muchos abusos en la conquista de América, pero no todo es una historia tan negra como a muchos les gusta decir. Hernando de Soto hizo amistad con Atahualpa después de su captura. Admiró del inca su inteligencia y su buen carácter. Una historia que se da por cierta cuenta que Atahualpa, mientras estaba confinado en su palacio, aprendió a jugar al ajedrez sin que nadie le enseñara y solamente mirando cómo lo hacía su amigo Hernando. Un día, y cuando el extremeño estaba jugando contra otro español y se disponía a realizar una jugada perdedora, el inca sorprendió a todos cuando exclamó “No capture con el caballo, capitán, ¡con el castillo, capture con el castillo!”. Todos se dieron cuenta de que esa jugada era mucho mejor.

Hernando de Soto hizo cuanto pudo para que no ejecutaran a Atahualpa, pero un consejo de españoles dictó su muerte. Se cuenta que un voto a favor de la ejecución provenía de alguien que había perdido al ajedrez contra el emperador, y que no llevó demasiado bien que un indígena le venciera. Siempre hubo malos perdedores.

Lo último que hizo Hernando en su vida fue adentrarse en Norteamérica. Allí atravesó pantanos, desiertos, selvas, y lo hizo casi siempre luchando contra las tribus indígenas. Pasó mil penalidades y murió allí. En Estados Unidos su huella no está marcada por la sangre sino por hazañas casi sobrehumanas.

Hoy en día este país está surcando por enormes carreteras y es mucho más fácil de cruzar. El extremeño nunca hubiera imaginado que cuatro siglos después, por ejemplo en 1950, podría haber atravesado Estados Unidos en coche, y menos todavía que podría hacerlo en un modelo De Soto, una marca de poderosos coches que hizo furor en ese país durante más de treinta años y que tomó su nombre de ese gran conquistador nacido en la pequeña localidad extremeña de Barcarrota.



Tengo que ir al servicio

Resulta algo embarazoso cuando estamos en una reunión, en el cine o en cualquier acto en el que tengamos que estar quietos un buen rato, y nos entran ganas de ir muchas veces al servicio. Hay que tener aplomo para llevar la cosa sin descomponerse demasiado: por ejemplo, sosteniendo sin pestañear la mirada de quien nos mira, o bien respondiendo al que se interesa por nuestro estado de salud con un sencillo y elegante: “No es nada, es solo un mal día”.

No un mal día, sino muchos malos días, tuvo el ajedrecista ruso Kramnik durante el duelo que mantuvo por el título mundial con el búlgaro Topalov hace solamente tres años. A Topalov no le sentó nada bien que Kramnik durante las partidas visitara con demasiada frecuencia el cuarto de baño privado del que disponía. No se explicaba por qué iba tantas veces y qué hacía tanto tiempo allí.

Kramnik se excusaba argumentando que andaba algo enfermo y que un cuarto de baño no da para hacer demasiadas cosas, que además suelen ser casi siempre las mismas. Pero Topalov y sus ayudantes no pensaban que todo fuera tan bonito, puesto que habían llegado a contar hasta 42 visitas al servicio durante una sola partida, y aunque Kramnik argumentara que no habían llegado ni a 25, ellos insistían en que seguían siendo demasiadas.

En realidad, no es que a Topalov y los suyos les importara ni mucho ni poco que Kramnik tuviera un mal día. Lo que de verdad les preocupaba era que al igual que esos estudiantes tramposos que llevan artilugios tecnológicos camuflados durante los exámenes, Kramnik ocultara en su retrete algún superprograma de ajedrez y se ayudara de él para ganarle.

Al final venció Kramnik y perdió Topalov. Cuando terminó el match miraron con lupa el retrete. Pocas veces un inodoro, una jabonera o un bidet se han inspeccionado tan a fondo, pero salvo unos cables algo sospechosos, no se encontró nada concluyente.

De toda esta historia seguramente Topalov extrajera una lección: Si alguien va un día doscientas veces al servicio, el día malo a lo mejor no lo tiene ese alguien, el día malo lo vas a tener tú.

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