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por Carlos A. Ilardo
El domingo 17 el Club Argentino cumplió 100 años desde su fundación, los festejos se extendieron hasta la noche del miércoles 20, en un local de tango en el barrio porteño de San Telmo. Este fue el paso a paso del homenaje.
El Club Argentino visto desde la calle
Hace casi un siglo, cuando Buenos Aires no era reina ni plata, tertulianos con apellidos de abolengo, aficionados acezantes por derribar enroques, capturar escurridizas damas y obedientes peones, se reunían los domingos, después de misa, en los salones de los cafés Tortoni, Katuranga, Lloveras, Los 24 billares, o en el almacén de ramos generales de Simón Oviedo, para descifrar celadas y secretos del milenario juego; acaso, ese entorno de silencios recóndito, responsable de fallidos cálculos sobre el tablero, alentó a esa cofradía en la búsqueda de un espacio recoleto. Así nació el Club Argentino, fundado el 17 de abril de 1905, en una sala de la calle Bartolomé Mitre 491.
Algunos años después, la primera mudanza trasladó las mesas y juegos hasta una nueva sede en Carlos Pellegrini 449; aquellos salones fueron testigos de una de las más atrayentes definiciones del reino de los trebejos, la final del mundial entre el cubano José Raúl Capablanca y el francés, de origen ruso, Alexander Alekhine, realizado en Buenos Aires, en 1927. Aún hoy, se conservan la mesa, las piezas, el reloj, las sillas y las planillas completadas de puño y letra por aquellos protagonistas.
La planilla
La mesa y las piezas
Capablanca y Alekine
En 1948, una ordenanza declaró de interés nacional la compra de una sede para el Club Argentino y mediante un crédito bancario con el aval del Senado Nacional, se adquirió la actual sede de la calle Paraguay, casi esquina Callo. Se avecinaban tiempos de bonanzas económicas y glorias deportivas en el país; el Club Argentino vivía su etapa de esplendor.
Los mejores jugadores del mundo, entre ellos 12 de los 17 campeones mundiales visitaron sus salas, disputaron matches, dictaron clases y entablaron amistades. En un rincón de la presidencia una pequeña plaqueta incrustrada en una mesa exhibe una leyenda: Match Robert Fischer v. Tigran Petrosian, Buenos Aires, 1971.
Aún hoy, los maestros europeos y americanos se sorprenden al descubrir los casi 1000 metros cuadros de la histórica sede y que sus puertas permanezcan abiertas de domingos a jueves, de 17 a 1 y viernes y sábados de 17 a 3.
"Esto es fantástico", repetía Bobby Fischer, a fines de los sesenta cada vez que llegaba al Club Argentino y encontraba a maestros o aficionados jugando partidas blitz. Hasta Garry Kasparov se sorprendió cuando una multitud desbordó la capacidad de ese edificio para inscribirse en el único torneo que el entonces N°1 del mundo, disputó y ganó en el país, en 1992. Kasparov permaneció oculto toda la noche en el despacho del presidente.
"El Argentino debe ser el único club del mundo en el que todos los días se juega un torneo; tres veces por semana se disputan certámenes con ritmo lento, y cuatro, con partidas rápidas", nos dice Jorge Güelman, el actual presidente de la entidad, elegido en 2000, y completa "En varias ciudades del mundo donde se practica ajedrez, sus gentes conocen parte de la historia de este club, que 12 de los 17 campeones mundiales visitaron estos salones, que fue la sede del match por el título mundial entre Capablanca y Alekhine, en 1927, y que aquí está la mesa de juego del partido entre Bobby Fischer y Tigran Petrosian, en 1971. Por ello, a veces, los turistas que recorren el club suelen dejar hasta propinas de hasta cien pesos, en gratitud por todo lo exhibido".
Este club, que en los últimos cuatro años modificó su aspecto lúgubre y resquebrajado por el de un edificio iluminado, aseado y coqueto cuenta con 450 socios, entre activos –que pagan una cuota mensual de 25 pesos–, cadetes e infantiles –$20– y vitalicios, quienes pueden disfrutar también de una asombrosa biblioteca con más de 5000 libros de consulta, de una sala (con cinco computadoras), un bar comedor y cuatro escuelas de enseñanza, con niveles de niño, adultos, avanzados y alto rendimiento.
Acaso como si se tratara de una partida histórica, un movimiento para la memoria, en el preciso instante de la unión del último segundo de la noche del sábado 16 y el comienzo del domingo 17, en el Club Argentino de Ajedrez comenzaron los festejos por el 100 ° aniversario de su fundación. En su sede de Paraguay 1858, el presidente de la entidad decana del ajedrez vernáculo, Jorge Guelman, y los integrantes de la comisión directiva matizaron la espera del brindis como debe ser: jugando un torneo con partidas blitz (con ritmo de cinco minutos), junto a los socios de la institución y algunos maestros.
El domingo, a las 16.30, fue el momento de la largada del certamen semilento, a 15 minutos por rival, con 4000 pesos en premios, que reunió a 245 jugadores, entre ellos 5 grandes maestros y 20 maestros internacionales; la figura del maestro Rubén Felgaer, el mejor ajedrecista argentino en el ranking internacional, tal vez fue la más sobresaliente de la tarde.
La convocatoria fue todo un record, la anterior vez que el club contó con tanto participantes fue en 1992, cuando Garry Kasparov participó de un torneo blitz, que se adjudicó compartiendo el primer puesto con el juvenil Hugo Spangenberg; en aquella ocasión 225 jugadores dieron el presente.
Esta vez, también la competencia fue dura y los maestros no consiguieron distanciarse a medida que avanzaba la prueba; finalmente, el juvenil maestro internacional Diego Flores, de 22 años y oriundo de la ciudad de Junín, con un fantástico score de 8,5 puntos en nueve ruedas fue el triunfador. El ganador fue escoltado por el maestro Ariel Sorín, con 8 y les siguieron Felgaer y Fabián Fiorito, con 7,5 y Jorge Gómez Baillo y Pablo Zarnicki, con 7.
El triunfador, el MI Diego Flores
Por último, el miércoles por la noche, en un salón de Tango “Taconeando”, en el barrio de San Telmo, tras una comida y un espectáculo de tango, llegó el fin de los agasajos del centenario.
El salón de Tango
Ajedrecistas hambrientes
Rubén Felgaer
Tango Argentino
Estas son algunas an écdotas que formaron y forman, aún, parte de la historia del ajedrez argentino guardadas en los salones de un club de la calle Paraguay... altura de los recuerdos.