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En Madrás (India), viernes, 15 de noviembre de 2013. 5ª partida.
Llevamos casi cinco horas de juego más bien soporífero cuando salgo de la sala de prensa a estirar un poco las piernas y me encuentro con Espen Agdestein, el representante de Magnus Carlsen, quien sale unos minutos después de la habitación donde trabaja la televisión noruega, cuyas emisiones en directo están haciendo furor en ese frío país. Le noto muy excitado, y no entiendo por qué. Le comento que esta partida es muy difícil de comprender y disfrutar por una gran mayoría de aficionados, porque requiere un alto nivel técnico. Me dice que está de acuerdo, y que muchos otros jugadores hubieran ofrecido tablas hace tiempo, pero que una de las grandes aportaciones de Magnus es su tendencia y capacidad para exprimir las pequeñas ventajas hasta la última gota. Cierto, le digo, y además esto es mil veces mejor que los empates sin lucha. Pero le sigo notando nervioso, y me sorprende.
Un minuto después, cuando vuelvo a la sala de prensa, lo entiendo todo. Mis colegas, adormilados un rato antes, ahora están encendidos, y mi amigo inhumano Houdini ve un punto entero de ventaja para Carlsen donde pocas jugadas antes sólo veía una décima. Anand ha errado, y Espen se olía algo porque sus compatriotas de la televisión ya habían detectado la equivocación.
Quienes nacimos mucho antes de que el mejor ajedrecista del mundo no fuera humano somos más objetivos al ver que el monstruo de silicio nos indica instantáneamente dónde se ha equivocado el campeón. Lo digo porque entre mis seguidores más jóvenes en las redes sociales veo afirmaciones muy tajantes sobre lo bien o mal que ha jugado Anand o cualquier otro gran maestro, como si conducir un final de torres tan enrevesado como el de hoy fuera coser y cantar. Aparte de que ese tipo de posiciones no son precisamente el punto fuerte de las computadoras -y, por tanto, los análisis que he enviado a El País a toda velocidad para que se publiquen en mi columna de mañana tienen un valor relativo-, ni Anand ni Carlsen han indicado en la rueda de prensa cuál era el punto crítico donde el campeón ha sembrado su primera derrota tras cinco horas y media de lucha durísima, por muy técnica y fea que fuera para el aficionado medio.
Y así se me ha ocurrido la idea de Carlsen como centauro del siglo XXI, mitad persona, mitad computadora. No sólo ha aportado un enfoque completamente novedoso de las aperturas -se sale lo antes posible de la teoría- sino que combina la profunda comprensión de los finales de Capablanca y Kárpov con la precisión maquinal de Houdini -o quizá tendría que decir de Stockfish, tras la magnífica partida entre ambos monstruos que publico hoy en mi columna de El País-, y adereza esa mezcla con abundantes chorros de tenacidad y resistencia física.
¿Se puede ganar a semejante espécimen en un duelo a doce partidas? Sí, lo que es poder, se puede, y además Anand es hoy uno de los poquísimos capacitados para hacerlo. Pero debe de sentirse muy frustrado después de lo que le ha pasado hoy. Me parece significativo subrayar que sus explicaciones de hoy en la sala de prensa han sonado muy extrañas, como las de un boxeador sonado que necesita una ducha fría antes de hablar con alguien. Porque el campeón ha dicho que su error decisivo ha sido 34 ...Td4, algo muy difícil de creer, con la máxima prudencia y todos mis respetos para el campeón del mundo. En primer lugar, porque esa jugada no parece nada sospechosa, y sobre todo porque en el final de torres hay posiciones mucho más críticas.
Es un día muy oportuno para recordar lo que Anand me contó en junio de 2012, pocos días después de ser campeón del mundo por quinta vez tras derrotar a Guélfand. Le pregunté cómo pasó la noche después de la séptima partida, que perdió. "Horrible, me quería morir, y era incapaz de conciliar el sueño". Pero en algún momento de esa noche su cabeza hizo clic y cambió a modo positivo: "Me dije que si no hacía algo grande al día siguiente quizá ya no podría hacerlo nunca, y que sin duda me quedaban fuerzas suficientes para hacerlo". Y lo hizo, ganó la octava partida, y después el duelo en el desempate rápido. Esta vez será más difícil todavía, porque Carlsen es más fuerte que Guélfand; de hecho, es un claro candidato a ser considerado como el más fuerte de la historia, aunque eso también es un reto gigantesco, porque Gari Kaspárov fue el número uno durante veinte años consecutivos.
En todo caso, Anand es un privilegiado. Pertenece a la casta de los brahmanes, que es la más alta del hinduismo y fue educado en un colegio masculino de élite que visité ayer, el Don Bosco. Aparte de las amplias instalaciones deportivas, me gustó la mezcla de religiones entre sus 3.300 alumnos actuales: 1.050 católicos, 405 de otras confesiones cristianas, 1.250 hindúes, 505 musulmanes, 8 de otras religiones y 81 "jains", que son una mezcla de hinduismo y budismo; sus practicantes, además de ser vegetarianos muy estrictos (¿lo seguirían siendo después de probar un excelente jamón de Jabugo?) hacen cosas rarísimas. El lunes voy a intentar hablar con quien fue el director del colegio en esa época, que está de viaje, a ver si me cuenta algo interesante de la infancia del Rápido de Madrás.
Después del colegio fui precisamente al club del entonces consulado soviético (hoy, "Centro Ruso de Cultura") donde el adolescente Anand desarrolló sus increíbles reflejos porque sólo había un reloj para que muchos jugasen partidas de cinco minutos, y le desesperaban las largas esperas cada vez que perdía una partida (quien ganaba seguía jugando). Ahora, bajo la dirección del Entrenador de la FIDE Ebenezer Joseph y la psicóloga Veena Easvaradoss, están haciendo un estudio muy interesante: comparan el cociente de inteligencia de los alumnos de ajedrez en dos años consecutivos, y las mejoras son sustanciales; como media, el 8%, pero en bastantes casos más del 20%.
Y lo mejor del día de descanso fue la visita, junto a mi colega alemán Stefan Löffler, a un "slum", algo parecido a un barrio de chabolas, paupérrimo (a quienes no hayan visto la película Slumdog Millionaire se la recomiendo efusivamente), donde están utilizando el ajedrez como terapia para niños muy marginados, con enormes problemas de todo tipo. Fueron las simultáneas más agradables que he dado en mi vida. Si pudiera, le mostraría a Anand la foto de las niñas que acompaña este reportaje. Seguro que eso le levantaría un poco el ánimo, porque en buena parte ocurre gracias a él.
Cuatro de las duras rivales de Leontxo en sus improvisadas simultáneas
Magnus Carlsen
Vishy Anand
Alimento para el coco
Los árbitros
La jefa de prensa de la FIDE, Anastasiya Karlovich trabajando
El público
Leontxo García emitirá sus resúmenes de la partida del día en directo, a partir de las 19:30 horas en la sala de retransmisiones de Playchess.com
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Leontxo emitirá sus programas en directo y procurará contestar también a las preguntas de los escuchantes. Cuando haya terminado la retransmisión, el programa se almacenará en el archivo de retransmisiones del servidor, para poder escucharlo también en diferido.
El duelo consistirá en 12 partidas como máximo y el ganador será aquel que primero logre 6,5 puntos o más. Si el ganador alcanzase la victoria en menos de 12 partidas, la ceremonia de clausura se celebraría al día siguiente de la última partida o dos días después.
07 noviembre 2013 – Inauguración |
19 noviembre 2013 – Partida 8 |
El sorteo de colores se realizará durante la ceremonia de inauguración. Los colores se invertirán tras la partida seis, es decir, el que jugó con blancas la partida uno, jugará con negras la siete. El control de tiempo será de 120 minutos para las primeras 40 jugadas, 60 minutos para las siguientes 20 jugadas y luego 15 minutos para finalizar la partida, con un incremento de 30 segundos por jugada, a partir de la 61.