El nombre Antonio Gude, es hecho probado publicación tras publicación, garantiza un autor preciso en la documentación, ameno en la narrativa, y siempre procedente tanto en las anécdotas y las citas como en la elección de partidas y posiciones.
Sólo un escritor que lleva décadas, por no decir toda una vida, dedicada a esta actividad de investigación y divulgación ajedrecística, podía afrontar esta exigente misión con visos de éxito. Un éxito que es para el lector, como van a tener oportunidad de comprobar ustedes, a la vez placentero e instructivo. No creo que se le puedan pedir más requisitos al arrojado autor que acomete la gigantesca —desaforada, que diría Don Quijote— empresa de cazar y domar para sus lectores la enorme y salvaje bestia, también bella, que es el siglo XX en ajedrez. Sin duda el más desbordantemente fértil de toda la historia. Como el mismo Gude nos reconoce: “Recopilar y sintetizar los hechos y eventos más importantes del ajedrez en el siglo pasado es tarea hercúlea que ha estado a punto de aplastarnos.”
El propósito del libro nos es desvelado en el prólogo:
El libro no es sólo un relato: es también un homenaje a los intérpretes y protagonistas de esos hechos, los jugadores de ajedrez, cuyos principales buscadores del oro ajedrecístico y magos del tablero arlequinado, han impreso en letra de fuego su huella en la historia del rey de los juegos, a lo largo y ancho del siglo veinte. No todos son héroes. Como en la vida, también hay jugadores de segunda fila y antihéroes, algunos de los cuales nos han dejado creaciones estelares y memorables. Así es el mundo y así es la naturaleza humana en su complejidad e interacción dialéctica.
Antonio Gude con su amigo, GM Bronstein
El libro no sólo comprende una galería de los acontecimientos más destacados y las figuras más relevantes, sino que Gude nos da un plus: la exquisita selección de 315 partidas que se trenzan con la apasionante antología de anécdotas vitales para retratar a los maestros y las vicisitudes sociopolíticas, explicándose y justificándose mutuamente.
Selección hecha con ese contrastado oficio de cazador de rara avis y concienzudo coleccionista con el que ya nos ha deleitado en numerosos libros anteriores: Las jugadas más espectaculares del ajedrez 1901-2018, Técnica de la combinación de mate, Dinamismo y cálculo, El rey de los gambitos, Escuela de táctica o los cuadernos de entrenamiento, entre otros.
Oficio que se suma al extenso conocimiento de la historia del ajedrez adquirido por experiencia directa con los protagonistas a través de una trayectoria profesional difícil de superar, como son la creación y dirección de la RIA (Revista internacional de ajedrez), dirección de Jaque, más de 180 traducciones del ruso, francés e inglés, conferencias sobre ajedrez y su relación con otros campos artísticos, constantes e intensas lecturas y un infatigable afán de investigación al que su curiosidad natural nunca le ha dado tregua.
Bronstein leyendo la revista internacional de ajedrez
El presente volumen, de 1900-1960, es la primera parte de una obra que en breve se completará con el segundo, de 1961-2000, año en que el último gran campeón de ese siglo perdió el título. Este recorrido extenso, experto y exquisito es una obra, por única, imprescindible en la biblioteca de todo ajedrecista. Y no sólo en el ámbito español, sino mundial. ¡Ojo a las prontas traducciones!
El libro se inicia con la necesaria transición entre el XIX y el XX, dando precisas pinceladas que completan el retrato de esos maestros que vivieron con un pie en cada centuria, como Lasker y Tarrasch, continuadores de los hallazgos de Steinitz, artífices principales de la teoría ajedrecística que imperará en todo el primer tercio del siglo y que llegará aún, con Capablanca, a ganar los torneos de Moscú y Nottingham de 1936. La otra gran rama, heredera del Romanticismo la representa Chigorin. El ruso se opondrá siempre a que la sistematización de los manuales deje de lado la inspiración y el talento individuales. Sentará las bases de la Escuela Rusa, que será la Soviética y dará la mayor concentración de talento de toda la historia, tanto de una rama (Botvinnik, Smyslov, Karpov) como de la otra (Bronstein, Tal, Spassky).
Asistimos en Nueva York 1924 a la puesta de largo de Réti y su Hipermodernismo, llamado Neorromanticismo por Alekhine, quien, estudiando a fondo estos nuevos conceptos y dotándolos de su genio combinativo, conquistaría el título mundial. Sí, los grandes torneos son visita obligada y disfrutada pues marcan la historia del tablero tanto como los encuentros por el título: Hastings, San Sebastián, San Petersburgo, Nueva York, Carlsbad, Bad Pistyan, Moscú Nottingham, Avro,… y más tarde las olimpiadas y los grandes encuentros unidos ya, sobre todo, a los torneos interzonales por el campeonato, esos que Botvinnik diseñó con toda la dureza del que sabía que nunca había de pasar por ellos.
Antonio Gude dando una conferencia
Veamos un ejemplo de esa armónica integración de los acontecimientos sociopolíticos y los ajedrecísticos:
A la derecha de Stalin se encontraba Nikolai Bujarin, brillante intelectual y economista, el promotor, como hemos dicho, de la construcción de “socialismo en un país”, mientras que a la izquierda, Trotsky, abogaba por una mayor democratización de los estamentos públicos y una internacionalización del socialismo. En el centro, bien asentado, estaba Stalin y, como es sabido, quien domina el centro del tablero domina la partida. Stalin no era un intelectual, pero además de astuto, era mucho más culto de lo que Bujarin y Trotsky pensaban, y su arrogante menosprecio les costaría muy caro a ambos. Por entonces, Ilyn-Genevsky y, sobre todo, Krylenko, maestro y abogado, que llegó a ser Fiscal General del Estado, habían convencido a los altos responsables políticos del gran valor social que el ajedrez podría tener en la nueva Unión Soviética. Entre los argumentos que esgrimían, ponían especial énfasis en las virtudes que el juego inculcaba, como la lógica, la imaginación, la precisión y la disciplina mental o arte de la planificación. Por último, pero no lo menos importante: el ajedrez era la oferta ideal para un empleo constructivo del ocio, era barato y contribuía a alejar a los ciudadanos del alcoholismo. (Pág. 142)
Entretenidas, enriquecedoras, precisas pinceladas, posibles sólo gracias a los vastos conocimientos literarios y del séptimo arte del autor. Introduciendo el primer match Alekhine-Bogoljubov, apunta sobre Remarque:
Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, en la que se narran las vivencias de un grupo de jóvenes soldados en el frente occidental. Está escrita en un tono profundamente humano y conmovedor. Fue considerada un alegato antibelicista y, desde luego, quemada por los nazis por opuesta a sus fines propagandísticos. Mientras la escribía, Remarque le pidió su opinión a su amigo y colega Billy Wilder (ambos eran redactores en una revista cultural), y éste le dijo que a quién le iba a interesar a esas alturas una novela sobre la guerra. Poco después de su publicación, se había vendido casi un millón de ejemplares y ese mismo año fue traducida a veintiséis idiomas. En 1930 Lewis Milestone la llevó al cine y la película ganó el Oscar de ese año. (pág. 195)
Tras mostrar el premio de belleza contra Rauzer en el Campeonato de la URSS del 33, nos apunta:
Botvinnik era un comunista declarado y admirador incondicional de Stalin, por quien incluso modificó su forma de comentar las partidas. Al principio, se inspiraba en el estilo elaborado y detallista de Tarrasch, pero, tras escuchar los discursos de Stalin y leer sus textos, llegó a la conclusión de que debía condensar sus comentarios, formulándolos con mayor concisión.
(pág. 218)
Por si alguien dudase de que Gude es el gran conocedor por excelencia del ajedrez soviético, le quedará patente:
Mijail Botvinnik, tal vez porque se sentía amenazado por los nuevos nombres del ajedrez soviético o tal vez porque quería reafirmar su liderazgo, promovió o fue el principal instigador de lo que dio en llamarse Campeonato Absoluto de la URSS. Le preocupaba, sobre todo, que surgiese una gran figura que pudiese poner en peligro su match con Alekhine, así que, en diciembre de 1940, escribió a Vladimir Snegiriov (un personaje que, tras la muerte de Krylenko, había asumido un papel clave en las instancias deportivas), diciéndole que “era irónico que el título nacional debiese decidirse entre Lilienthal y Bondarevsky”, un comentario sibilino que al parecer las autoridades interpretaron como él quería. Korchnoi declaró que lo que Botvinnik había escrito era que Lilienthal y Bondarevsky no deberían representar a la URSS. Muchos años después, su sobrino Igor confirmó que el tío Mijail escribía a las autoridades siempre que surgía algún tema que él juzgaba importante para el ajedrez soviético, y que solían escucharle. El tema de los contactos (los famosos sviazi) era capital en el mundo soviético. El solo hecho de conocer el número de teléfono de un personaje importante era un arma considerableble
Con la nota: En la película Quemado por el sol, de Nikita Mijalkov, el general caído en desgracia se jacta de que tiene el número de teléfono de Stalin. (Pág. 239)
Y Los acontecimientos del siglo entretejidos siempre con los del ajedrez, ese es el espíritu de la obra:
Junge nació en Concepción (Chile). Su padre, Otto, había sido campeón del país en 1922. Hacia 1930 los padres decidieron regresar a Alemania, considerando que allí sus hijos recibirían una mejor educación, instalándose en Hamburgo. Una decisión que resultaría nefasta para la familia. Klaus, con diecisiete años, empató en el primer puesto del Campeonato de Alemania, pero perdió el desempate con Paul Schmidt. Sus progresos fueron rápidos y sorprendentes y, tras una serie de excelentes actuaciones en torneos internacionales, como Dresde, Praga y Salzburgo (con sendas victorias sobre Alekhine y Bogoljubov), incluso compartió el triunfo con Alekhine en Praga, 1942 (+7 -1 =3). Oficial de la Wehrmacht, murió en acción de guerra, en Welle, el 17 de abril de 1945, apenas tres semanas antes de que finalizase la lucha en Europa. Sólo tenía 21 años. La partida siguiente probablemente fue la última que jugó. (pág. 247)
Conmovedor episodio que plasma toda una época en Europa, éste sobre Przepiórka:
En 1939 demostró su sentir patriótico al vender su casa para financiar el viaje del equipo de Polonia a la Olimpiada de Buenos Aires. Poco después, durante la invasión alemana, el inmueble familiar fue derruido. El 17 enero de 1940, una treintena de ajedrecistas reunidos en el apartamento de Franciszek Kwiecinski, en Varsovia, fueron detenidos. Algunos fueron liberados días después. Pero los de origen judío (entre los que se encontraban Przepiórka, Lowtzky, Frydman y algunos otros) fueron enviados a la prisión de Pawiak. Más tarde (se cree que en abril) fueron conducidos al bosque de Kampinos, cerca de Palmiry, y ejecutados por los nazis. (pág. 250)
Magnífica e impactante es la lista homenaje a los caídos y damnificados por la Segunda Guerra Mundial, la Generación Perdida que decía Bronstein:
Las historias humanas entroncan con la realidad tanto como los puros resultados técnicos. Al gran maestro Najdorf, por ejemplo, le gustaba vanagloriarse de su conocimiento de la naturaleza humana y de su astucia para explotarla. Najdorf debía enfrentarse, en la novena ronda, al maestro internacional sueco Gösta Stoltz, conocido por sus compatriotas como uno de los tres mosqueteros que tantos éxitos habían deparado a Suecia en las Olimpiadas de los años treinta (los otros dos eran Gideon Stahlberg y Erik Lundin). Stoltz era un virtuoso del juego táctico, con una importante producción de combinaciones memorables. Sus mejores tiempos ya quedaban atrás y las expectativas que había despertado no llegaron a cumplirse, debido, en gran parte, a su excesiva dependencia del alcohol. Hacia el mediodía, Najdorf encontró a Stoltz en la cafetería del hotel, solo y ensimismado. Don Miguel, que conocía su debilidad, le invitó a una copa. Y la copa acabó convirtiéndose en una secuencia táctica de abundantes copas. El gran maestro argentino se fue a comer y, al iniciarse la partida, daba por supuesto que su rival era víctima propiciatoria. Sin embargo, tras un juego muy reñido, Stoltz propuso tablas en la jugada 42, a las que Najdorf se aferró como a un clavo ardiendo. Al sellar el acuerdo con el protocolario apretón de manos, Stoltz puso un irónico y elegante broche a la situación: “Le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiera invitado, hoy no habría podido jugar.” (p. 298)
Así pues, concluyendo, editado por Solis y lanzado inicialmente en español y portugués —el autor manifiesta su satisfacción por la profesionalidad y cuidado que ha demostrado la editorial—, asistimos a una magna obra, plena del lado humano de los acontecimientos. Przepiórka vendiendo su casa de Varsovia para pagar el viaje al Torneo de las Naciones de Buenos Aires del equipo polaco. Y volviendo para morir a manos de los nazis. Capablanca aliviando a Flohr antes de la última ronda de Moscú 36 por que le impusieran dejarse ganar ante Botwinnik “No se preocupe, pienso ganar a Eliskases.” Botwinnik mandando indirectas a Bronstein ante el URSS-EEUU “Y que a nadie se le ocurra jugar el Gambito de Rey.” Ese mundo creado tras la Guerra donde el título Campeón de Occidente” se refería a “Campeón de América” y era disputado en realidad por dos polacos. También sonreímos cuando el pope pregunta a Tal por qué había sacrificado ese peón “Porque me estorbaba.” O cuando el hombre que, al ser rechazado para barítono principal del Bolshoi, se entregó al ajedrez y llegó a campeón. O nos compadecemos al ver al ajedrecista que diseñó un mortero ligero utilizado por el Ejército Rojo o a Postnikov, jefe de la Delegación Soviética prohibiendo a Bronstein ganar a Smyslov en Zurich con un “¿Acaso cree que estamos aquí para jugar al ajedrez?”
Detrás de los dioses que mueven las piezas, hombres en su siglo, los ajedrecistas del XX. Eso es este libro de Gude.
Imprescindible, como ya habrán apreciado, en la casa de todo aficionado.
Semblanza del autor
Sinopsis
Antonio Gude (Vigo, 1946) es escritor, periodista, director deportivo, entrenador, traductor y conferenciante, sin duda el más importante autor ajedrecístico en español de la historia y uno de los más relevantes de nuestro tiempo a nivel mundial. Fue Secretario General y Director Técnico de la Federación Española de Ajedrez (1989-1991).
En 1979 fundó en Vigo la revista El Ajedrez. Dirigió más tarde la revista Jaque. Finalmente fundó y dirigió la RIA (Revista Internacional de Ajedrez), una de las más importantes en español de todos los tiempos.
abandonó esta publicación para dirigir la Revista Internacional de Ajedrez, cuya última edición fue en 1995.
En 2012 dio conferencias en la Universidad Autónoma de México sobre 'Ajedrez en el mundo del cine'.
Es autor de 26 libros y18 cuadernos de entrenamiento, además de 180 traducciones del ruso, francés e inglés sobre tema ajedrecístico.
Actualmente Antonio Gude publica una columna de ajedrez en internet “El Cubo de Rubik”, en la que trata diversos temas relacionados con el mundo del tablero.