El poeta Eduardo Scala sobre Bobby Fischer

por ChessBase
15/05/2008 – En la poesía visual, la palabra entendida como imagen arrebata el protagonismo a la palabra valorada como sonido. La tipografía, el color y la distribución de espacios asaltan el papel y la mente, imponiéndose a la cadencia de las ondas del espectro audible. Eduardo Scala, genial representante de la poesía para mirar, ha elegido no obstante otra forma para glosar la figura mítica, ajedrarca y ajedrenoica del formal y también silencioso abstracto de las 64 casillas. Tenemos el gran placer de ofrecerles, por gentileza de la revista Jaque y del propio autor, el tributo de Eduardo Scala...

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Robert James Fischer (1943-2008)

Ocho por ocho

Por Eduardo Scala

Dieciocho de enero de dos mil ocho. Mediodía. Regreso en el Ave a Madrid. He vivido con los creadores y estudiantes unas jornadas organizadas por la Universidad de Córdoba en torno a Poesía e imagen. El ajedrez, ¿no es acaso imagen y poesía? Cabalmente, el poeta, músico y cantante árabe Ziryab (Iraq, 789 – Córdoba, 857) introdujo el ajedrez en Medina Azahara en el siglo IX, principal vía de penetración en Occidente.

Suena mi teléfono móvil. Jesús Boyero, amigo, editor de mi breviario La semilla de Sissa, de la monumental enciclopedia de Kasparov, Mis geniales predecesores, y columnista de Marca Ajedrez, me comunica la noticia: “Fischer ha muerto. No te asustes, Eduardo, ha sido del riñón” (días antes me había anunciado que la enfermedad ósea que me han diagnosticado, también la padecía Fischer).


Jesús Boyero


Bobby Fischer

Le comento la simbólica cifra, 64 años. Ni más ni menos. El ocho ha marcado la vida del mito del mate. Veamos. Empecemos por el final: ocho por ocho —cuadrado del ocho, símbolo de la idea de lo infinito— igual a sesenta y cuatro, tal la totalidad de las casas del tablero de ajedrez.

Observemos el ciclo vital de Fischer en torno a su ilimitado y fatídico ocho.

Historia de Cuatro Abandonos. 1951. Bobby, a los 8 años jugó y perdió en una sesión de simultáneas contra el MI Max Pavey. Rindió su rey en 15 movimientos y se puso a llorar de rabia. Abandona su primera partida con un maestro.

1959. Tiene 16 años. El adolescente prodigio, Campeón absoluto de los Estados Unidos desde 1958, es el gran maestro más joven de la historia. Decide dejar los estudios, que consideraba una pérdida de tiempo, para dedicarse al infinito estudio del ajedrez. Se encierra en sus libros y cuadernos, voluminosos archivos de análisis, enfrentándose a sí mismo en interminables partidas. Abandona la escuela.

1975. Fischer, con 32 años, se sublevó contra la reglamentación de la FIDE, por lo que fue desposeído del título de Campeón del Mundo. Bobby respondió a la FIDE con su legendario telegrama de 800 palabras (!!), reivindicando las normas instituidas por Steinitz, primer Campeón del Mundo. En ese momento publiqué un artículo en su defensa, “Fischer, más allá del ajedrez” y un collage: su fotografía sobre el cuadro de Paul Klee, Grand Echecs. Abandona el ajedrez competitivo.

2008. Exacto acto: muere a los 64 años. El día 17 de enero de 2008, jueves, día de Júpiter, planeta asimilado a la Justicia, regente de Piscis, signo astrológico de Fischer. Faltaban cincuenta y dos días para el nueve de marzo, fecha de su sexagésimo quinto cumpleaños, que le sacaba del múltiplo del ocho o tablero de ajedrez. Abandona la vida.

Adenda: en marzo de 2005, el penitente cumplió 62 años (6+2 = 8) en la prisión de Ushiku, Tokio, Japón, donde permaneció ocho meses, 8, recluido como inmigrante ilegal.

32 años de competición y 32 años de contemplación

Tras la oscura y magistral muerte de Fischer, cada día aparecen centenares de artículos hablando exclusivamente de conocidos apuntes biográficos y de su trayectoria competitiva (1943-1975). Para completar su figura, conviene considerar su vida contemplativa (1975-2008), más sutil, nada reseñada, tan esencial como la competitiva, que acredita su vida consagrada a la práctica y a la teoría, a la revolución-evolución del ajedrez.

Los 64 años de Fischer se bifurcan en dos épocas de 32 años. 1943-1975 y 1976-2008.

Primera época, 1943-1975

El gran maestro, con su máxima autoridad e implacables exigencias (excelente iluminación del tablero, absoluto silencio, desaparición de las cámaras fotográficas y de televisión en el transcurso de las partidas, honorarios elevados), profesionaliza el ajedrez de alta competición. Los grandes maestros dejan de ser los parias del deporte.

Bobby, el vencedor, el implacable, el impecable, es un dandi, con su colección de trajes, corbatas y zapatos. En Reikiavik y en el verano de 1972, el rey solitario, sin cohorte, salvó a Occidente derribando el telón de acero. Millones de personas que no sabían jugar al ajedrez lo adoptan como icono. Sol de medianoche. Guerra Fría. El duelo del siglo XX. Borís Spasski, que hasta entonces era el único maestro que le había vencido, representaba el último baluarte soviético para frenar la trayectoria del misil Fischer. Demolición de la maquinaria pesada por el hombre máquina. Bobby (Billy) el Niño, el héroe secreto de Vietnam, puso de moda el ajedrez en el mundo. Y Taimánov, Petrosián y Spasski fueron desterrados a una especie de Archipiélago Gulag.


Reijkiavik 1972

Fischer fue el Campeón del Mundo número 11, número que, tras la perfección del 10, simboliza la crisis, el exceso. Años más tarde viviríamos el terror en esta cifra: 11-S, 11-M, 11-J... Mas, una vez campeón del mundo, Fischer comenzó su nuevo proyecto: convertirse en campeón contra todo el mundo y todo lo del mundo: URSS, EE.UU., FIDE, Israel, riqueza y fama, y, años más tarde, se enfrentó al mismísimo ajedrez, interviniendo en el reloj reglamentario y sus tradicionales aperturas, sus amadas aperturas. Simultáneamente, como en otra sesión de partidas, se opuso a su madre, a sus mejores amigos y, siempre, a sí mismo en un movimiento pendular de construcción-destrucción sin fin. El mayor protagonista-agonista de la historia del ajedrez, no quiso saber nada de su corona, del aspirante al máximo título, Anatoli Kárpov, al que dejó plantado en Filipinas, regalándole el campeonato del mundo. Se ciscó en todo, haciéndose cisco.

Otro apunte: en 1967, Fischer se retiró del torneo Interzonal de Sousse, Túnez (semifinal del Campeonato del Mundo), siendo el máximo favorito al triunfo, por motivos religiosos. Bobby se negaba a jugar durante el sabbath, de viernes a sábado por la tarde. Nunca más se supo de su devoto fervor ni de sus visitas a alguna sinagoga, acaso de la misma forma se enfrentó al Dios de sus mayores. Wilhelm Steinitz (1836-1900), otro Campeón del Mundo y genio del ajedrez que, curiosamente, también murió a los 64 años, en los últimos meses de su vida aseguraba que jugaba con Dios, siempre con las piezas negras, dándole un peón de ventaja…

George Steiner, ajedrecista, excelentísimo testigo del histórico duelo, escribe en Campos de fuerza (Fischer y Spassky en Reykjavik, 1973): “Cuando uno respira y percibe la primera bocanada del olor a triunfo —un aura almizclada, fuerte, tenuemente metálica, totalmente indescriptible para quien no sea jugador—, se le tensa la piel en las sienes y le palpitan los dedos. Los poetas mienten al hablar del orgasmo. Es un asunto de poca monta, ocasional y pasajero, cuyas particularidades de inmediato se emborronan incluso en el más sonrosado de los recuerdos, por comparación con el crescendo de la victoria en el ajedrez, con la marea de luz y de liberación que corre desbocada en la mente y en el cuerpo hechos un nudo, en el instante en que el rey del adversario, inerte en medio de la telaraña fatal que uno ha tejido, cae sobre el tablero. Por supuesto que esto sucede más a menudo con el propio rey. Y una vez más resulta casi inútil buscar el modo de transmitir a quien no sea adicto cómo sienta la desolación de la derrota. Tal como no sucede ni puede suceder en ningún otro juego, en ninguna modalidad de combate, la derrota en el ajedrez persigue al ego hasta su más recóndita guarida. Por definición, la derrota sólo puede ser debida al propio error”.

El estilo de Fischer penetra el corazón de la posición, manifiesta la fiesta de la poderosa sencillez. Transparencia. Belleza de la Lógica. Profunda atención. Sumo sentido agónico. Bobby debía conquistar la victoria (“oír el crac del ego de su adversario“), aun teniendo el torneo ganado con varias rondas de antelación. Búsqueda incesante de la perfección, que existe (véanse sus partidas). Nunca aceptó las tablas de salón, pactadas. La palabra Paz no estaba en su arte de la guerra.

Fischer mantiene con Morphy (1837-1884), otro ajedrarca estadounidense, genial, una cierta simetría: ambos, en la cumbre, desaparecen de la competición.

Una gran ocasión perdida

Fischer venció en el torneo Interzonal de Palma de Mallorca en 1970. El gran maestro de Estados Unidos, Paul Benko, que había propinado una histórica bofetada al niño terrible del ajedrez en Curazao, le cedió, amablemente, su puesto. Bobby actúo de exterminador: 15 victorias, 7 tablas y 1 derrota.

Al hilo de este acontecimiento, en 1986 intenté que Fischer volviera al tablero. Me reuní con Joan Casals, promotor de ajedrez, uno de los organizadores del histórico Interzonal de Palma, quien me invitó a su casa de Cala Galdana (Menorca) para estudiar el proyecto. Inmediatamente me entrevisté con los consejeros de Cultura y de Turismo de las Islas Baleares, en la ciudad de Palma. Los políticos no movieron un dedo para que el proyecto se realizara. Esta intuición tuvo éxito seis años más tarde, en 1992, cuando el astuto empresario serbio Vasilievich, conociendo la simpatía de Fischer por la antigua Yugoslavia lo hizo reaparecer, creándole el mayor problema de su vida, convirtiéndolo en apátrida perpetuo a cambio de tres millones de dólares. Fischer, entre el ajedrez y su patria, eligió, como es natural, su patria, el ajedrez, escupiendo sobre los papeles del embargo a Serbia y la prohibición de la Casa Blanca. Y volvió a vencer a Spasski, El Bueno, veinte años más tarde, por 17.5 – 12.5. Tuve la ventura de vivir el histórico acontecimiento en Belgrado como enviado especial de El Europeo de las Cuatro Estaciones y grabar un documental: Metáfora, Fischer-Spassky 1972-1992.

Segunda época 1976-2008

Durante estos 32 años, Fischer vive de perdedor, marginado, con la guerrera de algodón azul, de poeta beat, uniforme (del levítico) Levi’s Strauss.

Escondido, como Dios, dicta el ajedrez del futuro: enmienda el reloj reglamentario de la partida y destruye la teoría de las aperturas con el invento de la nueva colocación aleatoria de las piezas en el inicio de la partida. Presenta Chessrandom. Fischer, como John Cage, en sus múltiples composiciones, introduce el elemento azar en el matemático ajedrez. En 1988 patentó el “reloj digital de ajedrez Fischer”, el cual suma dos minutos por movimiento. Fue presentado en el rematch Fischer - Spasski, Belgrado, 1992. En la actualidad, este reloj se utiliza en competiciones oficiales. En 1996 la Federación de Ajedrez de EE UU lo adoptó como norma.

Es decir, Fischer desde su cripta, concibió las leyes del ajedrez del futuro: reloj y colocación aleatoria de las piezas. Revolución en el espacio y tiempo. Como un nuevo Einstein, proyecta y patenta, desde la ausencia, las leyes del ajedrez del siglo XXI. Vuelta de tuerca. Nueva demolición: quinientos años por tierra. Fue en Valencia, con la transformación del movimiento de la Dama y los alfiles, poema Scachs d’Amor, siglo XV, donde se codificó la partida de ajedrez tal como la conocemos en la actualidad.

En 1994 Fischer idea el ajedrez aleatorio Fischerandom Chess, y dos años después, en Buenos Aires (ciudad que guarda culto al ajedrez y en la que Bobby, en 1972, pulverizó al pétreo Petrosián: 6.5 – 2.5), hizo el estreno mundial de su incendiario invento. La posición reglamentaria de las piezas se sortea antes de la partida. Tabla rasa. La secular e inmensa teoría de las aperturas queda aniquilada.

Fischer dijo (Tokio, Japón, agosto de 2004): “Ya no juego ajedrez, juego al Fischerandom Chess. El ajedrez clásico está agotado. El nuevo ajedrez aleatorio es un gran juego, y se convertirá en el ajedrez estándar”.

El armenio Levon Aronián, uno de los cinco magníficos del ajedrez mundial, reciente vencedor, junto al nuevo fenómeno, el noruego Magnus Carlsen, de Wijk aan Zee, Corus, 2008, torneo que junto al de Linares - Morelia representa el máximo nivel del ajedrez competitivo, comentó: “en el Fischerandom Chess hay posiciones nuevas, sorprendentes, no sobrecargadas de la teoría de las aperturas. Disfruto jugándolo”.

Del elegante vencedor —32 primeros años— al sublime perdedor —64 años—, Fischer hizo un círculo del cuadrado blanquinegro.

El Pescador-pescado

Mr. Fischer (Sr. Pescador, en español), nacido bajo el signo de los Peces o Piscis, asimilable a las profundas aguas neptunianas del subconsciente, símbolo de la Era Cristiana o la penitencia. Leamos su vida de peregrino Piscis, penitente: en 1981 fue arrestado en Pasadena (California) bajo la sospecha de robar un banco. Él, Fischer, el insobornable, que había vencido la tentación del dinero (a finales de los años setenta rechazó tres millones de dólares por jugar en Filipinas), esquivó las preguntas de la policía, fue golpeado y arrestado. En 1982 Fischer publicó “Yo fui torturado en la prisión de Pasadena”, firmado por un tal Robert James.

Años más tarde (julio de 2004), Bobby fue reducido en el aeropuerto de Tokio. El gobierno estadounidense pidió su extradición. Tras ocho meses retenido, el 21 de marzo de 2005, le concedió la ciudadanía el Parlamento de Islandia, adonde viajó desde Japón, evitando ser deportado a los Estados Unidos.

El Rey Pescador, de la leyenda artúrica, se relaciona con los apóstoles, pescadores del mar de Galilea. Fischer, Pescador-Rey, no sólo pescó hombres en los tableros, sino que lanzó el anzuelo a su propio mar, charco abisal, para alcanzar el grial del ajedrez.

En su tenaz soledad, escondido durante décadas, inventó un nuevo modelo de antiajedrez gobernado por el azar, con el fin de destruir la teoría de las aperturas, y un reloj-cangrejo, que retrocede para sumar tiempo a los agónicos ajedrecistas en zeitnot. Fischer, El Pescador-Piscis —dos peces: uno va; otro, viene—, el loco sagrado, el profeta del ajedrez.

Reikiavik, oro y ceniza

El ajedrez es una isla. Islandia concedió a Fischer el asilo político, el asilo de ancianos con derecho a pasear por el distrito 101 (otra vez resonando la simetría de los dos peces y el aciago 11) de Reikiavik, pero nunca a salir del país-isla, a volar a otra nación, como cualquier ciudadano islandés. “Los médicos no saben qué enfermedad tiene...”. El nuevo héroe islandés, Fischer, el solitario, ha muerto aislado, asilado, en Islandia. Coherencia. Herencia extrema. Predestinación. Nadie sabe de qué ha muerto el inmortal en la Cala de los Humos (Reikiavik, en islandés), la capital más septentrional del mundo. Su muerte, como su vida, es un transparente enigma. ¿Puede morir alguien súbitamente de una insuficiencia renal en uno de los países más adelantados en materia sanitaria del mundo…? Los riñones simbolizan la potencia genésica. El genio abandona, elegantemente, la incansable partida contra sí mismo, en su apartamento, con vistas al Océano Atlántico Norte.


Fischer recién llegado a Islandia con Saemi Palsson, amigo y ex guardaespaldas de Bobby

El prematuramente anciano Bobby, el niño, pasó su último tiempo en las librerías del centro de Reikiavik buscando su raro origen. Como un personaje de un cuadro de Marc Chagall, dulcemente dormitando sobre un libro abierto, abrazado a sí mismo, ebrio, con la libertad interior del soñador despierto que ha cumplido su sueño.


Bobby Fischer y Einar Einarsson

Fischer, ciertamente, sufría manía persecutoria: creía que tenía una orden de busca y captura de La Casa Blanca; que el FBI y la CIA de la Administración Bush (padre e hijo), lo perseguían... Bobby estaba completamente chiflado, era un ajedrenoico.

Esta inscripción podría leerse en su tumba del pequeño cementerio de la Iglesia de Laugardaela, próxima a Reikiavik: Robert James Fischer, Chicago, Illinois, EE.UU., 9 de marzo de 1943 - Reikiavik, Islandia, 17 de enero de 2008. Campeón del Mundo de Ajedrez, que es la Vida.


La última foto de Fischer, sacada por su amigo islandés Einar Einarsson

Eduardo Scala

Eduardo Scala es poeta y escritor de ajedrez. Autor de "Fischer, el genio" (Altalena, Madrid, 1982), mapa-tablero de 4096 escaques y 1344 piezas, que recoge 64 posiciones memorables de Bobby, muerto a los 64 años.

Nacido en Madrid, en 1945, su obra está ligada a la corriente de la poesía visual y de la tradición que vincula palabra y número, además de explorar las posibilidades de la disposición tipográfica y del valor plástico que adquiere la letra o grafema en el espacio blanco de la página.

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