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Has escrito muchos libros técnicos y también has hecho incursiones sobre el ajedrez en relación con la literatura y el arte. ¿Cuál es tu concepción personal del ajedrez?, ¿encuentras relación entre el ejercicio del ajedrez y la cultura, o lo entiendes como un deporte puro?
El ajedrez es, antes que nada, un arte milenario, cuyas características, tan pulidas por el esmeril del tiempo, lo han elevado a categoría de arte sublime y cuya manifestación más interesante es, para mí, la faceta competitiva, esa dura y refinada lucha entre dos inteligencias y dos voluntades. Esto nos remite al homo ludens, es decir al hombre que juega, y el juego, como nos enseña el historiador holandés Johan Huizinga, tiene en muchas culturas un carácter mágico o incluso sagrado.
Hay muchas otras formas del ajedrez que también me resultan interesantes, como el ajedrez de laboratorio (es decir, el estudio teórico de aperturas y modelos combinatorios) o los estudios que son, desde el punto de vista artístico, su manifestación más elevada. Me interesan menos los problemas de mate, porque las posiciones abigarradas de muchos de ellos no me parecen ajedrecísticas.
El ajedrez tiene, por supuesto, una intensa relación con la cultura. Borges decía que era uno de los medios de que disponemos para salvar la cultura, como las humanidades, el estudio de los clásicos o las leyes de la versificación. Pero dicho así parece que despide un tufo anacrónico. No es así: es un medio dinámico de relación con el mundo.
Queda todavía la cuestión del hermanamiento del ajedrez con otras artes: pintura, cine, literatura. Un tema que me interesa muchísimo y que he estudiado a lo largo de toda mi vida. En general, estas disciplinas han utilizado al ajedrez, lo han puesto a su servicio, no al revés. Pero esa interconexión ha sido un bien mutuo y quizá sea la literatura la que ha hecho peor utilización de las posibilidades creativas que le ofrecía el ajedrez. Esto daría, por sí solo, para una extensa entrevista.
Estudiaste filología francesa y literatura francesa moderna en La Sorbona, y posees un gran bagaje cultural, ¿por qué te decantas desde muy pronto en tu carrera profesional (escribiendo libros, artículos, traduciendo, dirigiendo revistas, con tareas federativas) por el ajedrez?, ¿qué te ha aportado?
Antonio Gude en el Campeonato de España Individual, en Torrevieja 1979 | Foto: cortesía de Antonio Gude via AST (Juan Antonio Montero)
En realidad, no fue tan pronto. Yo empecé a trabajar muy joven y, más o menos por entonces, me aficioné al ajedrez. Pero desde siempre, desde mis 17 o 18 años, soñaba con dirigir o editar una revista de ajedrez. Incluso publiqué una serie de artículos en los diarios locales Faro de Vigo y El Pueblo Gallego. Y para eso traté de informarme y de leer todo lo que caía en mis manos sobre el juego. Siempre tuve que simultanear mis estudios con el trabajo, lo que no siempre fue fácil de conciliar y está claro cuál de las dos cosas era prioritaria.
A mi regreso a España, y a raíz de una mala experiencia profesional, me vi en el paro voluntario y sin derecho a subsidio. De modo que decidí dar un paso adelante y editar mi propia revista con mis modestos recursos. Así nació El Ajedrez (1979-1981), de la que se publicaron quince números y tuvo cierto éxito entre los jugadores, pero fracasó comercialmente. En 1982 traduje mi primer libro de ajedrez para Aguilera (El ajedrez de torneo, de David Bronstein), pero sólo a partir de 1987 pude dedicarme de lleno al periodismo de ajedrez, cuando fui contratado para dirigir Revista Internacional de Ajedrez. El resto ya lo conocéis. Lo curioso es que mi papel en esos 95 números de RIA creo que es lo más valioso que he aportado al ajedrez y, sin embargo, se me conoce, sobre todo por mis libros, que sólo empecé a publicar en 1997.
Antonio Gude | Foto: cortesía de Antonio Gude via AST (Juan Antonio Montero)
Tus conocimientos sobre el ajedrez y los ajedrecistas son ingentes. ¿Crees que ha cambiado de alguna forma el ajedrecista de élite a través de distintas generaciones? ¿Hay diferencias entre los Geller, Spassky, Fischer, Larsen o Petrosian, con respecto a los Anand, Aronian, Kramnik, Nakamura o Carlsen?
Naturalmente que las hay y son sustanciales. De los citados en primer lugar, ninguno de ellos llegó a trabajar con ordenadores o programas de análisis, apenas creo que hayan vislumbrado las bases de datos. El estilo de aquellos grandes jugadores se forjó en su propia experiencia personal y en sus propios análisis o los de colegas en el material publicado en libros y revistas. En el 72 Fischer, por ejemplo, analizaba las partidas de Spassky en el famoso libro rojo de Wildhagen (400 partidas con un diagrama cada cinco jugadas).
En los noventa se produjo la verdadera irrupción masiva de la tecnología (bases de datos, programas de juego y, sobre todo, Internet, que permitía el acceso inmediato a numerosas partidas de la alta competición). Esto ha sido muy positivo, ¡casi de fábula para los jugadores! Poder descargar gratis un millar de partidas semanales y no digamos la retransmisión en directo de los grandes torneos… ¡un sueño! Todo eso tuvo y tiene como consecuencia que cualquier jugador (en especial los más jóvenes, con su gran capacidad de absorción) se habituó a asimilar (o, al menos, procesar) un enorme flujo de información.
Antonio Gude con tablero de ajedrez | Foto: cortesía de Antonio Gude via AST (Juan Antonio Montero)
La parte negativa del asunto es que se ha estandarizado mucho la forma de jugar, las aperturas, los planes de juego. Cierto que hay mucha creatividad en el tablero internacional, pero si referimos las partidas e ideas originales al total de las que hoy día se disputan, veremos que sobresale un bloque de juego bastante monolítico, que podría resumirse abusivamente diciendo que hoy todo el mundo juega igual o, digamos, de forma mimética. Hace unos años, Taimanov, por ejemplo, declaró que ya era incapaz de distinguir una partida de Lékó o Bacrot de las de los mejores jugadores rusos. Es cierto. Hay una forma de jugar común a todos: el pragmatismo se ha sublimado. Es muy difícil encontrar aquellas excepciones que caracterizaban al ajedrez de Bronstein, Geller, Spassky, Tal, Larsen o Stein. El ajedrez se ha vuelto mucho más sólido y, como decía, también más uniforme.
Tienes una relación privilegiada con el aficionado al ajedrez. Has escrito casi una veintena de libros y eres muy activo en las redes sociales. ¿Qué nos puedes decir del aficionado, en qué ha cambiado, si es que ha cambiado en algo, pongamos desde los tiempos de Spassky y Fischer hasta ahora?
Si hablamos de los tiempos de Spassky y Fischer, que son, digamos, los sesenta/setenta del siglo pasado, el ajedrez ha dado un vuelco enorme y, por consiguiente, también lo han dado los aficionados. Por entonces los aficionados leían algunos libros y los más activos (jugadores de club o participantes regulares en competiciones del tipo que fuera) estaban suscritos a alguna revista y seguían las columnas de prensa. Luego estaban sus propios cuadernos de notas y análisis personales. Sólo algunos se atrevían con el Informator, que empezó a publicase en 1967.
Eso no tiene nada que ver con lo que pasa hoy día. Para empezar, el mayor número de aficionados son hoy infantiles o juveniles. En los clubes y centros escolares no había monitores ni nada por el estilo. Hoy abundan, aunque es deseable que el número siga creciendo, si es posible en progresión geométrica. Las bases de datos, los programas de juego, los yearbooks de New in Chess, los tutoriales, las revistas virtuales, las descargas de partidas en páginas web han llevado el ajedrez y sus jugadores, aficionados o no, a otra dimensión muy diferente.
Antonio Gude con una colección de "Yearbook" de New in Chess | Foto: cortesía de Antonio Gude via AST (Juan Antonio Montero)
En definitiva, el aficionado de ajedrez está hoy muy informado, sobre todo en teoría de aperturas ¡y hay que ver cómo juegan Blitz los chavales! Me hace gracia también cómo imitan los gestos y posturas de los jugadores profesionales, pero eso es porque han podido ver vídeos y también observarlos en persona en abiertos o en simultáneas.
Las modernas tecnologías han entrado a saco en el ajedrez como en otros ámbitos de la vida. ¿Hay un antes y un después a partir de esta irrupción, o en realidad la evolución de este juego ha sido una evolución natural?
Sí, la irrupción de la tecnología ha sido increíble. Ya a fines de los setenta y los ochenta había micros dedicados (Novag, Mephisto, etc.) que jugaban francamente bien y comenzaban a aparecer programas de juego para PC que causaron furor, como el M-Chess de Marty Hirsch y, por supuesto, ChessBase y otras bases de datos. En los noventa explotó todo ya: se multiplicaron los productos tecnológicos y con su incorporación el ajedrez dio saltos de gigante en la captación de información. Son tres claves: 1) las bases de partidas; 2) los módulos de análisis o programas de juego, y 3) Internet. Recordemos que el ajedrez fue, desde siempre, la niña bonita o el conejillo de indias de los investigadores cibernéticos, porque aportaba un campo de investigación ideal dado que, por inmensas que sean sus posibilidades, es un campo finito, y eso llevó a las famosas confrontaciones que promovió IBM entre Deep Thought y, más tarde, Deep Blue, con Bronstein, Kasparov y otros.
Ahora un tema recurrente es el de las mujeres. Tú has tenido cargos de responsabilidad en la Federación Española de Ajedrez hace más de treinta años. ¿Cómo se trataba antes la cuestión de fomentar la participación de las mujeres en el ajedrez? ¿Se tenía en cuenta, no se tenía en cuenta, había discriminación, no la había?
Que yo sepa, no había entonces iniciativas concretas para promocionar el ajedrez femenino, ni creo que las haya ahora. Hay que comprender que la actuación de la FEDA se circunscribe, prácticamente, a administrar la subvención del Consejo Superior de Deportes, es decir, a aplicar con el mejor criterio posible unos recursos económicos muy limitados. Para que eso cambie tendrían que cambiar radicalmente las estructuras, de forma que el marketing y la captación de patrocinadores pase a primer plano, pero ¿cómo se logrará eso o quién le pondrá el cascabel al gato?
Ciñéndonos al ajedrez femenino, debo decir que lo considero fuera de lugar. En los deportes físicos, la separación e incluso categorización de géneros tiene su razón de ser. En el ajedrez, no. La situación actual es una concesión paternalista por parte de instituciones y organizadores de torneos, concesión nada lógica y, desde luego, nada feminista, porque confina a las mujeres en una subcategoría. Pero las principales interesadas en que ese estado de cosas se mantenga son ellas, porque en cualquier país las mejores están a 200 o 300 puntos Elo de distancia de los mejores, por lo que competir con los hombres las dejaría sin opción a premios. Creo que deberían mirarse en el espejo de Judit Polgár o Hou Yifan, pues nada les impide participar en competiciones masculinas, en lugar de encerrarse sumisamente en un coto secundario.
¿Qué opinas de la incursión de buen número de psicólogos y también de psiquiatras, por lo menos en España, en el juego del ajedrez para actuar con personas con necesidades especiales, con fines terapéuticos o de inclusión social?
Esa labor social y de apoyo a grupos sociales marginados me parece admirable, sobre todo cuando se lleva a cabo de forma organizada y por parte de un equipo de profesionales. En ese sentido, no puedo sino desear que otros grupos sigan vuestro ejemplo y que se amplíe la dimensión del proyecto. Otra opinión, distinta, tengo acerca del ajedrez educativo, no porque me parezca inapropiado en sí el concepto general de llevar el ajedrez a la escuela, e incluso lograr convertirlo en materia optativa, sino porque veo iniciativas muy dudosas, demasiada gente que se ha subido al carro de este seudo Eldorado, con sospechosa competencia en ajedrez. Soy de los que creen que para enseñar ajedrez (o matemáticas, o música, o literatura) hay que entender de aquello que se pretende enseñar. Enseñar el movimiento de las piezas no es enseñar ajedrez.
Recientemente has publicado un nuevo libro, “Eso no estaba en mi Libro de Historia del Ajedrez”, a mi parecer estupendo. ¿Tiene futuro todavía escribir un libro de ajedrez, a pesar de los miles de libros que se han escrito sobre este juego, y a pesar de la comunicación tecnológica?
No sé si escribir libros de ajedrez tiene futuro (ni siquiera creo que tenga presente), pero es lo que sé hacer, así que en mi caso me propongo seguir perpetrándolos, con temas susceptibles de interesar al probable público lector, pero que, sobre todo, deben interesarme a mí. Los temas existen e incluso diría que son inagotables. En mi caso, tengo viejos proyectos que tal vez algún día lleguen a plasmarse, pero me temo que son de difícil realización. Por ejemplo, una historia del Campeonato de la URSS. Por ejemplo, un diccionario biográfico de jugadores, pero ¿a qué editor (y, más concretamente, a qué editor español) podría interesarle embarcarse en una obra, forzosamente minoritaria, de cuatro o cinco volúmenes?
El libro de Antonio Gude
“A pesar de la comunicación tecnológica”. Creo que el libro, en general, sobrevivirá a la invasión de productos tecnológicos, como los DVD, tutoriales, e-books y demás. Cierto que estos nuevos productos se reproducen como hongos y son asequibles y funcionales para quien los produce, dado que no requieren gran inversión. Con todo, sigo teniendo fe en el libro en papel, en esa especial sensación de lectura que marca la relación entre libro y lector. Ese objeto que, página a página, va cautivándonos con su magia y sus revelaciones, y que sigue constituyendo nuestro principal alimento mental.
Por último, se aventuró más de una vez el fin del ajedrez por la facilidad para hacer tablas y por algunas otras razones. ¿Cómo ves su futuro?
Sí, lo dijeron incluso grandes jugadores, como Lasker y Capablanca, sobre la base de que el ajedrez había llegado a sus límites debido a los conocimientos técnicos de los maestros. El primer argumento contrario a esa tesis es que no todos podemos jugar como Capablanca, no todos podemos asimilar e interpretar debidamente la infinidad de variantes, conceptos y sutilezas que rigen el ajedrez. En segundo lugar, la praxis competitiva nos da la respuesta: se ha erradicado el exceso de tablas de salón y las partidas, en términos generales, son más combativas y creativas que nunca. En resumidas cuentas, creo que el ajedrez tiene un brillantísimo futuro, a juzgar por la popularidad y las pasiones que despierta entre los jugadores jóvenes, que hoy día son legión.
Gracias por concedernos esta entrevista y por tus maravillosas contribuciones a este juego.
Ha sido un placer.
Entrevista por Juan Antonio Montero
Estimados amigos,
tengo el placer de presentaros el número 27 de la revista que el Club Magic Extremadura edita junto a la Fundación Jóvenes y Deporte, “Ajedrez Social y Terapéutico”, la publicación que se ha consolidado ya como la gran referencia mundial de las modernas aplicaciones sociales y terapéuticas del ajedrez. Este número lo consideramos como un ejemplar excelente, por lo que tiene de muestra de experiencias magnífi cas que se están celebrando en España, Europa y Latinoamérica. Portada y entrevista de este número son para Antonio Gude, autor de innumerables libros de ajedrez de gran calidad, periodista, traductor… Una persona de gran prestigio, que no necesita presentación alguna para los buenos afi cionados al ajedrez. Gude demuestra que tiene una aguda visión del ajedrez del siglo XXI, y no elude pronunciarse sin tapujos sobre numerosos temas de la más rabiosa actualidad. Hajo Shoppen, desde Holanda, nos muestra una iniciativa que creemos extraordinaria, y es la combinación nada menos que de artes marciales y ajedrez. Una experiencia que solo puede llevar a cabo una persona experta en ambas materias, y que ya está en marcha. Excelente. Como tremendamente atractiva es la iniciativa de Jesús Osorio Carpeño desde Cantabria, con su empeño con llevar el ajedrez a la calle, visibilizarlo, con todo lo ello implica en cuanto a socializar este maravilloso juego. Beatriz González Meléndez, psicóloga, repite con otro gran artículo, donde nos habla de la metodología que imparte el Club Magic Extremadura con mayores y en comunidades terapéuticas: un artículo muy técnico y profesional. Y por último, el venezolano Juan Blanco, profesor en Educación Física y Doctor en Educación, nos muestra la que creo que es una experiencia maravilloso en Perú, adonde se ha trasladado, que lleva a cabo el también Doctor en Educación Alberto Collazos. Un trabajo digno de ser conocido a nivel mundial.
Ajedrez social y terapéutico Diciembre / MMXVIII / Número 27 Juan Antonio Montero