Boris Spassky en Sport-Express (segunda parte)
"Nunca había sido mi meta coronarme Campeón del Mundo"
Los honorarios por su duelo en Reikiavik fueron 93.000 dólares. Se lo gastó todo en tan solo cuatro años. ¿Qué compró?
En los años setenta eso era una auténtica fortuna. Pero siempre me he podido separar fácilmente del dinero. De las grandes compras únicamente se me ha quedado grabado el "Wolga" M-21, un tanque soviético muy fiable. Lo conduje durante cinco años.
Existen rumores de que le echaban rayos en la sala de juego de Reikiavik. ¿Usted cree que eso era verdad?
Esta versión de lo ocurrido solo surgió años más tarde. Recibí una carta de un ingeniero que había sido expuesto a radiación. Creo que en mi caso eran rayos X.
¿Qué es?
Son ondas ultra cortas. Tanto nuestro servicio secreto como el de los americanos estaban entusiasmados con eso. Lo vi alguna vez en una carrera de caballos en la televisión francesa. Un hombre sacó un chisme pequeño y lo apuntó hacia el caballo que iba primero. Ya no le obedecían las piernas.
¡Vaya tela!
Cuando jugaba con Korchnoi en Belgrado ya lo conocía todo el mundo. En la entrada realizaron controles de los bolsos. Si encontraban algo sospechoso, se lo quitaban a la persona en cuestión.
Sin duda Ud. recordará su estado físico en Reikiavik. ¿Notó alguna cosa rara?
Sí.
¿Se sentía cansado?
Me costaba concentrarme. Me había pasado por primera vez en Tiflis, cuando me enfrenté con Misha Tal. Había acudido Wolf Messing al duelo.
Suponemos que no se encargaba de atenderle a Ud., ¿verdad?
Atendió a Misha. Eran de Riga ambos. Messing apenas se interesaba por el ajedrez, tenía otras cosas. ¡Pero estaba ahí!
Wolf Messing
¿Se dio cuenta de que Messing estaba en la sala?
No. Mi entrenador, Bondarevski, era pupilo de Messing. Eran amigos. Se encargaba de él. No me comentó nada. Tras el duelo sí me dio una sopresa: "Estaba Messing, pero no te quise desestabilizar...". Hizo bien.
Spassky, Bondarevsky
¿Qué le pasaba?
Cometí un grave error. Normalmente los grandes maestros nos damos cuenta en seguida cuando hay gato encerrado. Me sentía como paralizado. Y eso durante varios minutos. Y eso es mucho tiempo en una partida de ajedrez, como un corto circuito. Solo te quedasa sin corriente durante la fracción de un segundo, pero te parece como si fuese una eternidad. Algo así también me pasó en el duelo contra Korchnoi. Resultó que había ubicado a seis personas en la primera fila para molestarme. Intentaban hipnotizarme: una herramienta visual para poner presión.
¿Cómo lo hicieron?
Solamente con la mirada. Me di cuenta de que no me podía concentrar.
¿Usted ha aplicado semejantes trucos?
Ni una sola vez.
Usted llamó a Rudolf Zagainov a su equipo, ¿no?
¡Vaya! ¡No! ¿Qué está pensando? Zagainov trabajaba para Korchnoi. Yo estaba en contra de Zagainov; no teníamos contacto alguno. ¡Son bobadas! ¡Eso no es ajedrez!
En el libro de Zagainov se puede leer que en Kiev en 1968, en su duelo contra Korchnoi hay una cita de Ud. diciendo: "Ya sabía desde el primer día que iba a ganar porque Korchnoi había acudido con su mujer. Yo sin embargo, me había traído a dos rubias. Tenía mucho lío y eso tenía efecto positivo sobre mí. Es imprescindible tener un impulso que venga desde fuera".
Lo de las rubias es verdad. Quizá incluso eran más que dos. Pero durante el duelo me fue imposible decidir cuál era la que más me gustaba para entusiasmarme tanto que luego gané la partida. No. La verdad es que en seguida sabía que iba a vencer a Korchnoi sin problema. ¿Sabe Ud. por qué?
No, ¿por qué?
Había juntado a un grupo de amigos. Nos subimos al coche y fuimos a Yeisk, al mar de Azov. Allí estudié las últimas partidas de Korchnoi. Todas habían sido muy largas y tenían muchos movimientos.
¿Entonces?
¿No lo comprende? En lugar de ganar una partida en 40 movimientos, ¡él necesitaba 140! Eso permite deducir que los movimientos eran de mala calidad. Cuando había descubierto eso, dejé de prepararme. Salí a pescar y volvimos. No fue difícil ganar aquel duelo. No hacían falta trucos. En Belgrado Korchnoi me acusó de haber trabajado con la hipnosis.
¿Y qué le dijo Ud.?
A partir de un momento dado ya no le aguantaba. Fue la primera vez que Korchnoi sufrió en su propio cuerpo lo que significa que el oponente te odie. Normalmente solía ser al revés.
¿Cómo llegó a tanto?
Es muy simple: Korchnoi comenzaba a molestarme al jugar. Siempre cuando el reloj corría para mi, él hacía muecas y resoplaba. Pero lo más asqueroso era que comenzaba a rasgar la mesa con las uñas. Hay personas que no pueden con este sonido. Si Korchnoi quería ofrecer las tablas llamaba al árbitro y le dejaba el recado, a pesar de que me tenía enfrente y me podría haber comentado directamente a mí lo que quería decirme.
Sus trucos también le daban mucho la lata a Tigran Petrosian. Dicen que Petrosian y él se daban patatadas por debajo de la mesa. Vasiukov también comentó que Korchnoi le había dado patadas. Tras el duelo le pregunté a Tigran qué le había pasado a Korchnoi. Me respondió: "¿Korchnoi? Se comporta como si estuviese en la guardería infantil. Karpov, en cambio es bueno". Entonces Anatoly aún no era campeón del mundo.
Botvinnik al principio no se dio cuenta del talento que tenía Karpov. ¿Cuándo se dio cuenta Ud. de lo grande que era su talento?
Era imposible pasar por alto su talento. ¡No se puede ni comparar con Korchnoi! Sobre todo existía una diferencia colosal en cuanto a sus conocimientos de ajedrez.
Korchnoi nunca llegó a ser campeón del mundo. ¿Con razón?
Con el 100 % de razón. No tiene nada en absoluto por lo que destacaría ajedrecísticamente.
En sus memorias Korchnoi escribió de Ud.: "Comenzamos el duelo como amigos y lo terminamos como enemigos".
Fue así en Belgrado. Desde entonces ya no estamos en contacto.
Usted lloró cuando Tal le venció en Riga. ¿Por qué le salieron las lágrimas cuando Ud. mismo venció a Petrosian en el duelo por el Campeonato del Mundo?
Era una tensión emocional demasiado grande. Lloraba en silencio por detrás de la pequeña cortina y volví - ¡y acabé con Petrosian! En Riga dejé vía libre a mis sentimientos cuando volví al hotel. Choqué con David Ginsburg, un periodista especializado en ajedrez. Había estado en el Gulag durante ocho años y era amigo de uno de mis entrenadores, Tolush. "No te lo tomes a pecho", me comentó David. "Sé lo que va a pasar. Para Tal habrá el Torneo Interzonal, el Torneo de Candidatos, vencerá a Botvinnik y perderá el duelo de revancha. ¡Pero tú aún vas a tener muchos éxitos!"
¿Así lo dijo?
Asímismo. Mi ascenso todavía acababa de comenzar. Aunque no soy maximalista. Nunca me he planteado coronarme campeón del mundo en algún momento. Salió todo automáticamente. Subí como la masa con levadura. Si ven fotos del año 1964 donde me impuse a Petrosian en el segundo intento en el mundial, verá una cara amargada.
¿Por qué?
Me había dado cuenta de que iba a comenzar una época difícil, con una gran responsibilidad y sin ayuda alguna ajena. Esos fueron mis años menos felices.
¿Sus años como Campeón del Mundo?
¡Sí! No se puede ni imaginar el alivio que sentí cuando Fischer se alzó con el título. En serio, aquel día no fue un día triste para mí. Todo lo contrario, pude quitarme de encima un gran peso y respirar hondo de nuevo.
Les ofreceremos la tercera parte en breve
Entrevista: Sport Express
Traducción: Nadja Wittmann (ChessBase)
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