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Juan Armando Röhl Montes, nació en Caracas el 28 de septiembre de 1973. Es Licenciado en Administración Comercial, graduado en la Universidad Central de Venezuela. Cursó una Maestría (MBA, Sports&Management) de la EAE Business School (España) en Gestión de instalaciones, entidades y eventos deportivos. Obtuvo un Master en Dirección de empresas de la Universitat Politècnica de Catalunya (Primer lugar de la promoción).
Maestro internacional, es uno de los ajedrecistas más destacados del país. Ha participado en numerosos torneos nacionales e internacionales, en los que ha obtenido diversos títulos. Así mismo, en su vida profesional ha ocupado importantes cargos relacionados con el deporte, en los que también ha brillado a través de su labor.
Actualmente se desempeña como entrenador de ajedrez de alto nivel y escribe una columna semanal, llamada Sembrar Ajedrez, en el Diario Líder en Deportes, en la que informa sobre el acontecer de este deporte a nivel nacional e internacional y ofrece técnicas y análisis del juego.
En esta entrevista, nos permitió explorar en profundidad sus diversas facetas profesionales y personales, nos comenta qué se requiere para ser un buen entrenador y cómo lidia con el ego.
¿A qué edad comenzó a practicar ajedrez?
Aprendí a mover las piezas en 1987, tenía trece o catorce años. Me hubiera gustado empezar un poco antes pero antes de jugar ajedrez, jugaba fútbol. Jugué en un equipo de fútbol menor llamado Marítimo, equipo que ganó muchos torneos en Venezuela. Jugué desde los siete hasta cerca de los doce años, ese equipo luego desapareció pero en el liceo también jugué.
En esa etapa conocí el ajedrez a través de un conocido llamado Fredy Niño, él jugaba, era muy aficionado y le pedí que me enseñara. Paralelo a eso, mi padre me había regalado una enciclopedia en la que había un artículo de ajedrez de unas treinta o cuarenta páginas y desde allí me enamoré del juego. Mi mamá me compró el primer libro y así empezó esa historia porque luego mi mamá me llevó a la academia Capablanca y después comencé a ir solo desde las Minas de Baruta, donde vivía.
¿Un recuerdo atesorado?
Uno solo es difícil. Mi matrimonio fue un momento importante en mi vida, mis hijos, cuando logré el título de maestro internacional, que Venezuela tenía dieciocho años sin título; ese fue un momento deportivamente importante para mí porque Venezuela no tenía un título desde el año 78 y en el año 95 yo logré el cuarto título de Maestro Internacional.
Por supuesto también el nacimiento de mi primer hijo. El difícil elegir un solo momento. Diría que esos son tres momentos muy importantes en mi vida.
Juan Röhl junto a su esposa, Vanessa Rodil
¿La relación con su padre?
A medida que maduramos vamos entendiendo más a los padres, valorándonos y queriéndolos más. Estuvo en los momentos más importantes de mi vida, cuando me gradué, cuando comencé a trabajar en el Ministerio del Deporte, mi matrimonio, que se lo debo a él porque me ayudó para poder organizarme. Lo recuerdo con mucho cariño, tengo muy bueno recuerdos de él. Me apoyó en el ajedrez en la medida en que lo entendía porque su apoyo no era tan presencial.
Era un tipo brillante, arquitecto paisajista, hablaba tres idiomas, un hombre muy inteligente pero el ajedrez no le llamaba la atención, no le gustó, hacía otras cosas. Cuando jugaba con el Scrabble me ganaba siempre (risas), era brillante.
Si tuviera la oportunidad de jugar con un jugador histórico ¿Cuál sería?
Fischer. Bobby Fischer y Capablanca.
¿Su jugador favorito?
Mis ídolos deportivos en la adolescencia eran Maradona y Bobby Fischer pero la verdad ahora valoro mucho a Garry Kasparov y a Pelé (risas).
¿Su apertura favorita?
Toda mi vida he jugado Peón Rey. Ahora estoy incluyendo otras aperturas, como la inglesa pero el Peón Rey es mi arma fundamental. Con negras, la siciliana, influenciado por Fischer.
¿Su Elo actual?
2403.
Es graduado en Administración Comercial. Sin embargo, su vida profesional ha estado ligada profundamente al deporte ¿Ha logrado el equilibrio entre el deporte y la Administración como profesión?
Hubo momentos de crisis en los que tuve que tomar decisiones y mi papá me ayudó. Cuando gané el título en el 95, le pedí un año a mi familia, fui a jugar a Cuba y logré el título de Maestro FIDE. En esa época era difícil lograr el Elo FIDE porque no todos los torneos eran reportados a la FIDE. Cada país mandaba al campeón de su país, hoy en día la FIDE ha abierto mucho la posibilidad de participar y lograr Elo FIDE. Han aplicado medidas que tienen su lado positivo y negativo.
En el año 96 jugué en España y me fue muy bien. Fui a jugar a Cuba en el año 97, en los torneos Capablanca y Guillermo García y tuve malos torneos que en esa época coincidieron con problemas sentimentales y la falta de apoyo y patrocinio. Bajó mucho mi Elo en esos dos torneos en Cuba y perdí un poco el ánimo.
Volví a la universidad en el año 99, fui presidente del centro de estudiantes de la Escuela de Administración y fue una buena experiencia mi incursión en la política. Ese año gané el Campeonato Nacional, estaba en el equipo Olímpico. Me gradué en el año 2002 en la Universidad Central y empecé a trabajar en el 2005 con el profesor Eduardo Álvarez en el Ministerio del Deporte.
Durante un tiempo estuvo distanciado de las competiciones ¿Por qué?
Por algunos desacuerdos con la Federación porque siempre he alzado la voz para mejorar el ajedrez nacional. Cuando un jugador tiene buenos resultados quiere mejoras. Yo quería mejorar el ajedrez, que hubiera profesionalismo, que a los Maestros nos respetaran y tomaran más en cuenta, que los torneos tuvieran buenos premios y esas cosas no se pudieron lograr.
En el 2005 me negué a jugar el Campeonato Nacional en malas condiciones. A partir de allí comencé una especie de disputa con la Federación de entonces. Fui a jugar en México ese año con el apoyo del Ministerio y me fue bien, estuve a medio punto de una norma de Gran Maestro.
Debido al trabajo, los problemas con la Federación, que en el 2006 me casé y por otras cosas que ocurrieron, me alejé un poco del mundo competitivo. Fueron unos ocho años en total, aunque no me retiré del todo porque jugué algunos torneos muy importantes en Venezuela y España, mientras hacía las Maestrías.
Juan Röhl en las Olimpiadas de Calvia 2004
¿Su experiencia como Coordinador del Proyecto Social del Deportivo Petare?
Mi vida profesional sufrió muchos cambios. Estuve como asesor de Eduardo Álvarez en el Ministerio del Deporte, luego estuve como planificador en el área de unidades de talento deportivo. Acá en Venezuela, esas unidades tenían la misión de detectar los mejores talentos en liceos escogidos y formarlos académica y deportivamente.
Luego me fui a hacer el Posgrado en España, donde me fue muy bien porque incluso fui el primer lugar de mi promoción pero cuando regreso habían cambiado en Ministro y yo era contratado pero siendo atleta de alto rendimiento, administrador, con un par de Maestrías cursadas en Barcelona, España; pensé que al regresar crecería desde el punto de vista profesional y no fue así.
Luego fui sub director de Deportes en la Universidad Central de Venezuela. Después tuve una corta experiencia en el área de servicios de vehículos, debido al tema económico porque un amigo me lo sugirió y era muy rentable. En esa época yo quería volver a jugar, era el año 2009, entonces Tony Carrasco, de Meridiano Televisión, me hizo una entrevista y le dije que competiría en noviembre pero días antes del torneo murió mi papá y mi vida cambió.
Después de mi experiencia en vehículos, llegué al Deportivo Petare como coordinador de ese proyecto social. La idea era desarrollar el fútbol en el Municipio Sucre y formar ligas deportivas, la construcción de canchas, entre otras cosas. Fueron seis meses muy buenos porque se lograron muchas cosas, trabajé organizando las ligas deportivas y los eventos en La Dolorita, también dotando de material deportivo a los equipos de bajos recursos.
Pude ir con los jugadores emblemáticos de los equipos a visitar escuelas populares. Fue un trabajo social muy bueno y que me permitió aplicar parte de los conocimientos que adquirí en España porque estuve en mercadeo, organización y muchas otras cosas, también con empresas privadas.
Me retiré porque buscaba un mayor crecimiento económico para mi familia y también quería volver a jugar ajedrez, dar clases, organizar eventos. Tuve la oportunidad de organizar dos importantes torneos. Un año vino Leinier Domínguez a dar una simultánea y el siguiente año vino Susan Polgar.
¿La experiencia como Vice presidente ejecutivo de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales? Un cargo no relacionado directamente con el deporte pero si con su carrera como administrador.
Cuando la Fundación La Salle estaba buscando vicepresidente ejecutivo en el año 2011, conozco a su actual presidente, Francer Goenaga, porque mis hijos estaban en una guardería a la que asistía también la hija de Goenaga.
Yo había enviado mi currículum a la Fundación, él lo había visto y relacionó mi apellido con el del compañero de su hija y un día llegando a la guardería, me comentó lo del currículum, luego comenzaron las entrevistas y empecé a trabajar con ellos.
Fue una experiencia extraordinaria desde el punto de vista gerencial porque es el cargo gerencialmente más alto y tenía a mi cargo todos los directores de las áreas. Aprendí muchas herramientas gerenciales. Lamentablemente, la Fundación atravesaba una crisis enorme que, con el apoyo de su presidente y las gestiones realizadas, logramos solventar, al obtener un crédito del Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, que resolvió los problemas salariales que tenía la Fundación.
Salí de la Fundación porque estaba en busca de mejoras económicas y llegó una propuesta del señor Harald Valentiner, empresario muy ligado al deporte, para fundar la Academia Nacional de Ajedrez.
¿Su experiencia como director Academia Nacional de Ajedrez?
El señor Valentiner y yo ya nos conocíamos, él me apoyó como patrocinante en mi primer viaje a Europa. Habíamos perdido el contacto por más de diez años y me contactó para proponerme ser el gerente general de la Academia, que en ese momento fue una propuesta muy importante desde el punto de vista económico. Luego hubo un cambio estructural y fui director.
Mi trabajo era fundamentalmente la imagen de la Academia y buscar patrocinio. Preparé un proyecto con el slogan “Sembrar el ajedrez en Venezuela”, que lo creé junto a mi esposa, parafraseando un poco a Arturo Uslar Pietri, también ha sido el tema de mi actual columna y es el lema de la Academia. Fueron dos años, desde el 2013 hasta mayo del 2015.
Juan Röhl junto al presidente de la Academia Nacional de Ajedrez, Harald Valentiner
Como profesional y como deportista, ha tenido la oportunidad de experimentar diversas facetas. Ha sido atleta, gerente, profesor, vicepresidente, entrenador, director, columnista, entre otras ¿Alguna favorita?
Estoy entrenando para jugar porque soy selección Olímpica pero no se ha podido por diversas razones. Actualmente como entrenador estoy aprendiendo mucho. Después de que salí de la Academia, decidí abordar el entrenamiento individual, entre los atletas con los que trabajo está Fabián Vivas, con el que tengo tiempo trabajando y es un orgullo porque es un muchacho muy trabajador, disciplinado y con mucho talento.
Abordé el tema del entrenamiento porque después de la experiencia en la Academia, quería seguir en el ajedrez pero al tener la responsabilidad económica de mi familia, debía procurar obtener ingresos. Así que actualmente entreno varios atletas en Venezuela en diversas instituciones y en el exterior, a través de internet. He tenido la oportunidad de hacer muchas cosas y cada una ha sido una experiencia pero lo que quiero es sembrar el ajedrez, ojalá pueda continuar en el mundo del ajedrez y aportar mi granito de arena, a través de la columna, como entrenador y como jugador porque he retomado el sueño de ser Gran Maestro.
¿Cuándo y por qué motivo decidió regresar a las competencias?
Mientras estaba en la Fundación La Salle, en el año 2012, competí en un gran torneo en San Cristóbal y me preparé bien, aunque no tuve mucho tiempo porque trabajaba y entrenaba a algunos atletas. Hice 7.5 de 10, fui el tercer mejor venezolano.
En el año 2013, mientras trabajaba en la Academia, preparé unos proyectos para el Fondo del Deporte. Teníamos algunos patrocinantes y sólo faltaba que el Ministerio nos aprobara los proyectos pero hubo un cambio de ministro y no se dio.
En el 2013 regreso a las competencias porque cambia la directiva de la Federación y el presidente de la Academia me insistió para que volviera a jugar. La Federación Venezolana de Ajedrez convocó a un chequeo en Barquisimeto en el que incluyeron a los mejores del país, activos e inactivos, entre ellos Sequera, Soto, entre otros. Yo tenía cerca de nueve años que no competía en un evento oficial de la Federación. Fui al chequeo, quedé de segundo y fue interesante porque la mayoría de los jugadores tenían entre dieciocho y veinticinco años.
Ese año eran los juegos Bolivarianos, así que la Federación asignó tres cupos directos y el torneo de Barquisimeto otorgaba un cupo pero el segundo lugar quedaba como suplente. Uno de los jugadores no pudo asistir y yo pude ir. Así volví al equipo nacional, competimos en los juegos Bolivarianos y nos fue bastante bien porque quedamos en segundo lugar como sub campeones, detrás de Perú que era un equipo muy difícil con tres Grandes Maestros.
En enero siguiente, se realiza el Campeonato Nacional en Puerto La Cruz. Me fue muy bien, ganando hasta la ronda número 7 y quedé en segundo lugar. Después de los chequeos posteriores, clasifiqué para ir a las Olimpiadas, donde me fue muy bien.
Ha participado en una sorprendente cantidad de torneos, más de cien ¿El más recordado?
Es difícil decir uno, te nombro tres. El primero el del año 91, mi primer torneo internacional en Mérida y quedé de segundo, mejor venezolano, le gané al Maestro Internacional Carlos Cuartas, de Colombia; le gané a José Sequera que era el campeón juvenil y le gané al Maestro Ladislao Tapaszto, quién tiene el récord de haber sido más veces campeón nacional, seis veces. Ese torneo me cambió la vida.
El segundo torneo fue el Campeonato Nacional sub 26, en Caracas, en el año 94. Fue importante porque en ese momento busqué la asesoría del psicólogo deportivo Ricardo López porque consideraba que siendo un gran deportista, me faltaba algo para impulsar más mi carrera como ajedrecista. Él me hizo un estudio y me dijo que yo administraba mal mi energía y luego de aplicar sus consejos en los torneos sub 26 y en el Campeonato Nacional de Mayores, que fueron seguidos, los dos torneos los gané invicto faltando una ronda.
El tercer torneo fue el del Salvador en el año 95, donde obtuve el título de Maestro Internacional. Fui invicto y jugué con Grandes Maestros. También me gustaría agregar las Olimpiadas 2014 porque estar a medio punto de una norma de Gran Maestro es algo que me marcó.
¿Su mejor desempeño en competición?
Las Olimpiadas 2014 y el Zonal del año 95.
Juan Röhl en las Olimpiadas Tromso 2014
¿Y el peor?
El Capablanca del año 97.
Aparte de ser un atleta destacado, ha recibido múltiples reconocimientos. Atleta del año en varias ocasiones, varios reconocimientos de Honor y Orden al Mérito, entre otros galardones ¿Cómo lidia con el ego?
Es terrible. El ego es difícil de manejar para un ajedrecista. No sólo el ajedrecista de alto nivel, sino entre aficionados y en cualquier persona.De seguro cometí errores en mi carrera por culpa del ego, sobre todo al principio, en un país donde no había tradición de ajedrez. Ahora lo veo de otra manera, cuando vemos casos de chicos tan jóvenes como Iturrizaga, hay que ser humilde. Al mismo tiempo, mi familia me ha ayudado, mi contacto con Dios, soy cristiano bautista, y ahora como entrenador también porque el entrenador quiere que los atletas brillen.
Kasparov dijo una vez que el ajedrez es un juego muy peligroso y violento porque ataca al ego de las personas y al sentirse desprotegidas, reaccionan de manera atípica. Una cosa es jugar bien ajedrez y otra cosa es la vida. Lo ideal es que los métodos y el pensamiento que te brinda el ajedrez, los puedas trasladar a la vida de la mejor manera pero a veces el ego se escapa en cualquier momento.
¿Siempre es maestro o a veces también es aprendiz?
Aprendiz. Ahora dando clases, estoy retomando todo. Dar clases a personas de todas las edades me ha obligado a ver el ajedrez de otra manera, a entender cómo piensan los aficionados, los niños. Me ha tocado hacer una introspección para poder enseñar lo más básico de la manera más didáctica y con pedagogía. Eso me ha llevado a investigar el ajedrez de otra manera y a ser aprendiz.
¿Se puede sembrar el ajedrez?
Si, seguro. Y se puede sembrar de muchas maneras.
¿Una partida se gana siendo metódico o corriendo riesgos?
De las dos formas.
¿El aporte más importante del ajedrez a su vida?
El ajedrez me ha permitido representar a Venezuela en el extranjero, me ha permitido viajar, me ha obligado a trabajar duro para obtener éxitos. Me ha dado muchas de las cosas importantes de mi vida.
¿Las cualidades de un buen entrenador?
Tiene que ser disciplinado, metódico, tiene que investigar mucho y saber condensar el trabajo, ser un motivador, generar confianza y hablar con la verdad. Hay que ser organizado, planificar metas, trabajar duro y certificarse.
¿La mayor enseñanza que le gustaría transmitir como entrenador?
Me gustaría que cada persona que llegue a mí sepa que, con trabajo, puede mejorar. Hay personas adultas que tienen veinte años jugando al mismo nivel y creen que no pueden mejorar pero lo que hay que cambiar es cómo piensan y corregir los errores que están cometiendo. Es difícil porque hay que cambiar paradigmas.
Sus hijos. Juan Alejandro de 8 años, Hannah Rafaella de 7 años y Ly Valentina de 5 años ¿Les gusta el ajedrez, lo practican?
Juan y Hannah están aprendiendo a mover las piezas pero todavía no han competido formalmente en un torneo. No los he forzado, cuando quieran, seré el primero en apoyarlos.
Hannah Rafaella
Juan Röhl junto a sus hijos
¿Algún pensamiento favorito?
“Lo esencial es invisible a los ojos”, de El Principito.
¿Un defecto?
Soy un poco terco.
¿Una alegría?
Mi esposa y mis hijos.
¿Un sueño por cumplir?
Ser gran maestro.
Entrevista: Venus Cañas
Fotos: cortesía de Juan Röhl