Master Class Vol.3: Alexander Alekhine
En esta entrega de la serie se analiza la obra de uno de los más grandes del ajedrez: Alexander Alekhine. Aunque se ha dicho mucho sobre él, sus partidas desprenden nuevos destellos a la luz de los conocimientos más actuales.
Nació el 31 de octubre de 1892, hijo de unos padres adinerados moscovitas. Su padre era el terrateniente Alexandr Alekhine y su madre Inés Projorova, hija de un poderoso industrial.
Alekhine fue un ajedrecista ruso, nacionalizado francés, campeón del mundo que murió el 24 de marzo 1946, en posesión del título. Alexander Alekhine es conocido por su estilo de juego agresivo y combativo entre los jugadores clásicos.
En 1903, con once años de edad, comenzó a jugar al ajedrez por correspondencia, porque los menores de edad no tenían acceso a los clubes de ajedrez de la época.
Alexander Alekhine estudió en la Escuela Imperial Superior de Leyes para Nobles y paralelamente siguió perfeccionando sus habilidades innatas, llegando a la categoría de maestro a los diecisiete (1909).
En 1914 se recibe de abogado y comienza a trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores, siendo merecedor ese mismo año del título de Gran Maestro, entregado por el Zar Nicolás II.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) encontró a Alexander Alekhine jugando un torneo en Mannheim (Alemania), donde fue hecho prisionero junto a varios compatriotas y sus días en el campo de Rastatt los aprovechó para jugar partidas a la ciega.
El joven Alexander Alekhine
En 1915 fue liberado y regresó a Rusia, donde se incorporó a la Cruz Roja. Tuvo que abandonar su puesto de trabajo tras ser herido gravemente en Galitzia (parte de Austria-Hungría, actual Polonia).
Por su comportamiento leal y valiente durante la guerra, Alexander Alekhine fue galardonado con la Cruz de San Estanislao, la Cruz de San Jorge y la medalla de la Cruz Roja.
Tras la Revolución Rusa (1917), le fueron confiscados todos sus bienes, arruinándolo económicamente y terminando con su corta carrera como investigador criminal en Moscú.
En 1920, Alekhine trabajó como intérprete en el Partido Comunista y fue nombrado Secretario del Departamento de Educación.
En 1925 se trasladó a Francia, donde se doctoró en la Facultad de Derecho de la Universidad de París y tiempo después se nacionalizó francés.
A comienzos de 1925, batió el record mundial de ajedrez a la ciega en 28 partidas simultáneas. Ganó 22, empató 3 y sufrió 3 derrotas.
En 1927 se coronó cuarto Campeón del Mundo de Ajedrez tras vencer a José Raúl Capablanca en Buenos Aires. Logró 6 victorias, 25 empates y sufrió 3 derrotas.
En 1929 y 1934 defendió el título ante Efim Bogolyubov, al que derrotó en las dos ocasiones, pero en 1935 no pudo retenerlo al perder con Max Euwe, recuperándolo frente al mismo rival en 1937, y conservando el título hasta su muerte en 1946.
Alekhine durante su primer Campeonato del Mundo contra Max Euwe
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Alexander Alekhine ingresó en el ejército francés como intérprete, pero fue detenido por los alemanes, quienes le ofrecen trato preferencial a cambio de que intervenga en torneos.
Terminada la guerra, se organizó el nuevo campeonato del mundo con 5 ajedrecistas pero no dejaron participar a Alekhine por su vinculación con los alemanes.
Se casó en 4 ocasiones, que se sepa. Un rasgo peculiar de Alekhine es que le gustaban las mujeres mayores que él. Su primer matrimonio fue con la baronesa rusa Sergewin. Este matrimonio no está suficientemente acreditado, según Aleksandr Kotov, aunque sí se sabe que tuvo una hija con ella. Ya en Moscú, trabajando para el Comintern, se casó con una periodista suiza de filiación comunista, Annaliese Rüegg (13 años mayor que él), con quien tuvo un hijo, Aleksandr.
Posteriormente, se casó en Francia con Nadezhda Fabritsky, viuda de un importante general ruso. Baste decir de este tercer matrimonio que Nadezhda tenía una hija solo dos años menor que Alekhine. Por último, se casó con otra viuda, la estadounidense Grace N. Wishaar, que a la postre fue la mujer de su vida. Era de origen judío británico, aficionada al ajedrez, heredera de una cuantiosa fortuna y dieciséis años mayor que Alekhine.
Pablo Morán, importante ajedrecista español que ha sido también biógrafo de Alekhine, afirma que su tercer matrimonio nunca se produjo, y que Alekhine convivió con Nadezhda Fabritsky pero nunca contrajo matrimonio con ella.
Es de destacar la afición y el cariño que Alekhine tenía por los gatos. Tuvo un gato siamés, al que llamó Chess, que se llevaba a las partidas contra Euwe, sabedor de que éste era alérgico a tales animales.
Alekhine con su gato siames
El gato en cuestión lo llevaba en su regazo, y en ocasiones el felino saltaba a la mesa y husmeaba el tablero y las piezas. Esta anécdota no deja de ser una demostración del mal carácter de Alekhine y de su comportamiento infantil en muchos casos, así como de la gran caballerosidad de Max Euwe, ajedrecista del que todos coinciden en señalar su firme respeto hacia sus rivales, como lo demostró al cumplir con la obligación pactada de jugar la revancha contra Alekhine. En recuerdo de esta afición, al pie de la tumba de Alekhine aparece también una pequeña escultura de un gato.
Dicen que Alexander Alekhine era un hombre iracundo, prepotente, soberbio. Se convirtió en alcohólico y finalmente falleció en la habitación de un hotel en Estoril (Portugal). Tras varias semanas sin que nadie reclamara su cuerpo, la Federación Portuguesa de Ajedrez se hizo cargo del funeral.
Con 49 torneos ganados, Alexander Alekhin quedó en la historia como uno de los mejores jugadores de ajedrez de todos los tiempos, peligroso atacante que combinaba fantasía, capacidad y preparación.
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"La apertura de la posición en el centro terminará siempre por favorecer al bando que tenga superioridad de espacio".
"No sé cómo podré ganarle 6 partidas a Capablanca, pero tampoco sé cómo podrá ganármelas él a mí".
"Alguna vez los hombres tuvieron que ser semidioses; si no, no habrían inventado el ajedrez".
"El método para ganar consiste en ir alternando el avance del peón pasado con amenazas contra el rey negro. Primero, las blancas deben dominar la importante diagonal a1-h8".
Nota: Análisis de la partida 29 por el título mundial contra Capablanca.
"Nunca antes hubo, ni volverá a existir, un genio igual".
Nota: Refiriéndose a Capablanca, con motivo de su muerte.
"Soy Alekhine, campeón mundial de ajedrez. Tengo un gato llamado 'Ajedrez'. No necesito pasaporte".
Nota: Al pedirle la documentación en la frontera polaca en uno de sus viajes.
"El ajedrez no es para mí un juego sino un arte. Sí, considero que es un arte y me hago cargo de todas las obligaciones que eso implica. Todo ajedrecista destacado y con talento no es que tenga el derecho sino que tiene la obligación de considerarse artista".
"El objetivo del juego no es la victoria , sino el arte".
"No juego al ajedrez, lucho en ajedrez. Por consiguiente, trato de combinar la táctica con la estrategia, lo fantástico con lo científico, lo combinativo con lo posicional, y trato de responder a las demandas de cada posición específica".
"Cuando juego al ajedrez, dentro de mí se libra una extraña batalla entre la fantasía por un lado y el razonamiento sensato por el otro. El exceso de imaginación o de pensamiento racional pueden ser igualmente peligrosos. Esas dos fuerzas tiran hacia lados opuestos y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía. Es lo que intento hacer cuando puedo. No obstante, en mi caso predomina la fantasía. Actúa dentro de mí con mayor intensidad. Tendré que domarla como sea".
"Durante toda mi vida, y especialmente después de ganar el título de campeón, decían que era enemigo de los soviéticos. Eso me dolía profundamente y me impedía el contacto con el país en el que había nacido y al que nunca he dejado de querer".
"El éxito que tuve en el duelo contra Capablanca se debe, ante todo, a mi superioridad psicológica. Capablanca jugaba confiando casi exclusivamente en su extraordinario talento intuitivo. En general, hay que conocer bien al adversario antes de empezar a jugar. Así, la partida se convierte en el medidor del individualismo y del amor propio, que juega un papel enorme en el resultado del juego".
"El pretexto de la falta de tiempo no es justificación. La incapacidad del maestro experimentado para atenerse al tiempo es un defecto como incurrir en un error".
"El rasgo que determina, junto con otros, la potencia ajedrecística, es la inquebrantable atención sobre lo que ocurre en el tablero".
"En los torneos importantes no hay que temer a la perdida de una partida, sino al decaimiento del ánimo que ello puede ocasionar".
"El ajedrecista debe ante todo, tener presente sus propias cualidades, tanto positivas como negativas".
"Estudio ajedrez ocho horas al día, por principio".
"El ajedrez te enseña ante todo a ser objetivo".
"Una idea desesperada en una situación desesperada".
"Desde niño sentí dentro de mí este talento y ya entonces sentí esta profunda y urgente pasión por el juego".
"Lo que me hizo convertirme en gran maestro fue, primero, la búsqueda de la verdad y segundo, la necesidad de luchar".
"Por medio del ajedrez desarrollé mi carácter... El ajedrez nos enseña, en primer lugar a ser objetivos... En ajedrez uno solo puede llegar a ser gran maestro si es capaz de reconocer sus errores. Es exactamente como en la vida".
"Una lucha llevada a cabo por ambos bandos, con grandes deseos de victoria, por lo que ofreció en su desarrollo grandes dificultades y no pocos errores. Esta fue la primera partida desde el año 1934 que conseguí ganar a Bogolyugov, conduciendo yo las negras".
"Habiendo emprendido desde hace ya varios meses una gira ajedrecística por América del Sur y habiendo encontrado en esta ocasión los mejores jugadores de casi todos los países en plena actividad, puedo afirmar que el ajedrez brasileño ocupa en ellos uno de los primeros puestos".
"La organización de este torneo (Buenos Aires 1939), único en cuanto a sus proporciones en la historia ajedrecística, demuestra también que el gran sentido cultural de nuestro juego, que asocia tan felizmente los elementos del deporte y de las artes, es en la hora actual reconocido sin discusión por el mundo entero".
"Aunque entonces tenía yo solamente 15 años y no podía juzgar mi verdadera fuerza, o, mejor decir, debilidad, me resultaba bien claro que no debía envanecerme demasiado por ese éxito, ya que mi adversario - un señor anciano y muy simpático - carecía de toda ambición de lucha y, lo que era peor, de verdadera clase de ajedrecista".
Nota de la redacción: esa no es una lista completa de citas, sino solamente una colección. Si ustedes conociesen más citas de Alekhine, por favor, no vacilen en agregarlas mediante el formulario de comentarios.
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