Ha fallecido Ernesto Sábato

por ChessBase
30/04/2011 – Hoy ha fallecido el escritor argentino Ernesto Sábato (foto: Wikipedia), a punto de cumplir 100 años. Había nacido un 24 de junio en Rojas (provincia de Buenos Aires) Son numerosas las referencias al ajedrez en su obra. En Sobre héroes y tumbas.El capítulo IV, Un Dios desconocido, presenta una impresionante trama, donde se mezclan los hechos políticos argentinos más importantes de la década de 1930 (caída del presidente Hipólito Yrigoyen, dictadura de José Félix Uriburu, fraude de Agustín P. Justo) con historias de anarquistas ajedrecistas. Juan Morgado nos ha enviado una nota en honor de Sábato...

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Sábado, 30 de abril de 2011

Ernesto Roque Sábato (24 de junio de 1907 – 30 de abril de 2011)

Un genio universal con notables vínculos con el ajedrez

Por Juan Morgado

Cronología breve

1911. Nace el 24 de junio en la localidad de Rojas, Provincia de Buenos Aires. Fue el décimo de once hijos varones.
1926: Comienza a vincularse con grupos comunistas y anarquistas. Sus compañeros comunistas trataban de convencerlo mostrando los errores del anarquismo, corriente con la  que Sábato simpatizaba en ese tiempo.
1927: Entabla amistad con el profesor de literatura de otra división, Ezequiel Martínez Estrada, con quien compartía su pasión por el ajedrez. Este año se jugó en nuestro país el campeonato mundial de ajedrez, y allí conoció a Alekhine y a Capablanca. Ernesto fue campeón de ajedrez del colegio secundario, y llegó a dejar sus estudios por su fanatismo por este juego. Leyó muchos libros especializados, reprodujo las partidas más célebres, hasta que cambió abruptamente y dijo que el ajedrez "era una enorme estupidez". Retomó los estudios y se recibió.
1929: Ingresa a la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de Universidad Nacional de La Plata, donde pasa a residir.
1930: Abandona el anarquismo, incorporándose a la Juventud comunista. A partir del golpe militar de Uriburu, Sábato vive en la clandestinidad.
1933: Es nombrado secretario de la Juventud Comunista de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Dando un curso de marxismo, conoce a Matilde Kusminsky Richter, que será su futura esposa y compañera de toda la vida. Abandona sus estudios, deja a la familia y se instala en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Es perseguido por la Sección Especial de la Policía, por su militancia comunista. Con nombres falsos va de pensión en pensión. Recorre los frigoríficos de Berisso y Avellaneda, reparte manifiestos, participa en la organización de huelgas, viaja al interior del país.
1934: comienzan sus dudas sobre el comunismo, en especial sobre Stalin. En el Partido Comunista se dan cuenta de esta desviación, y deciden enviarlo por dos años a las Escuelas Leninistas de Moscú. Según sus propias palabras, "allí  uno se curaba o terminaba en un gulag o en un hospital psiquiátrico"-. Antes de llegar Moscú, Ernesto tenía que asistir al Congreso contra el Fascismo y la guerra, en Bruselas. Allí supo de los "procesos" de Moscú, comprendió que si iba no volvería más y se escapó a París. Así se alejó del comunismo. Luego vuelve a la Argenitna.
1936: Se casa con Matilde por civil, con autorización de un juez de menores.
1937: Obtiene su doctorado en Ciencias Físico-matemáticas.
1938: Nace su primer hijo Jorge Federico. La Asociación Argentina para el progreso de las Ciencias, mediante intervención del Dr. Bernardo Houssay le otorga una beca para trabajar en el laboratorio Jolliot-Curie de Paris.
1940-1945: Rompe con la ciencia, para dedicarse por completo a la literatura. Conoce al escritor polaco Witold Gombrowicz, exiliado desde 1939 a causa de la II Guerra Mundial, y reconoce que su obra Ferdydurke –traducida del polaco al castellano por un grupo de argentinos ajedrecistas en el famoso Salón Rex, liderados por el cubano Virgilio Piñera–, rechazada en los ambientes intelectuales argentinos, es genial.
1947: Viaja a París, para trabajar en la UNESCO y a los dos meses renuncia. Estaba decidido a dedicarse sólo a escribir.
1948: Luego de haber peregrinado con los manuscritos de su novela por las editoriales de Buenos Aires y de ser rechazado por todas, su amigo Alfredo Juan J. Weiss le financia la edición de "El túnel" en la Editorial Sur.
1951: Emecé publica "Hombres y engranajes", y la segunda edición de El túnel, con una pintura de José Bonomi para ilustrar la tapa. Skoglunds Bokförlag, de Estocolmo, publica "Tunneln", versión sueca de "El túnel".
1956: Publica "El otro rostro del peronismo, carta abierta a Mario Amadeo", y ¨Carta abierta al General Aramburu¨, referida a torturas y libertad de prensa.
1961: Publica su segunda novela, "Sobre héroes y tumbas". Ernesto eligió para la portada una pintura de Luis Felipe Noé: "Viva la Santa Federación".
1964: Muere su madre. Recibe el Título ¨Chevallier des Artes et des Lettres¨. Sudamericana publica la 2ª edición castellana de "Ferdydurke", de Witold Gombrowicz, con prefacio suyo.
1965: Se edita el disco "Romance de la muerte de Juan Lavalle", con textos recitados de "Héroes y tumbas" y canciones con letra de Sábato y música de Eduardo Falú. El arreglo coral fue de Francisco J. Ocampo y la vidalita por Mercedes Sosa.
1967: Wiesbaden, Limes Verlag, publica "Über helden und Gräber", traducción alemana de "Héroes y tumbas" con prólogo de Witold Gombrowicz.
1972: Escribe la introducción de "Ivonne, princesa de Borgoña" de Witold Gombrowicz.
1974: Sudamericana publica su tercera novela, "Abaddón, el exterminador". Recibe el Gran Premio de la Sociedad Argentina de Escritores.
1977: "Abaddón el exterminador" gana el premio al mejor libro extranjero en Francia. Le otorgan el Premio Medici en Italia.
1983: El Presidente Raúl Alfonsín crea La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), con fin de esclarecer las graves violaciones a los derechos humanos producidas por el régimen militar instaurado en 1976, y la Comisión elige a Sábato como Presidente.
1986: Le confieren la Gran Cruz de Oficial de la República Federal de Alemania.
1990: En su casa de Santos Lugares, Ernesto y Matilde se casan por iglesia.
1994: Es nombrado Presidente Honorario de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA).
1998: Fallece su esposa Matilde.
1999: Prologa "Cartas a un amigo argentino", de Witold Gombrowicz, Emecé.
2000: Publica "La resistencia".

Autobiografía breve de Ernesto Sábato

Puede parecer un acto de horrible esnobismo que tres crisis fundamentales de mi vida se sucedieran en París, pero efectivamente así fue. La primera se produjo en el invierno de 1935, cuando yo era un muchacho de 24 años. Desee 1930 milité en la Juventud Comunista, cuando la dictadura del general Uriburu. Abandoné estudios, familia y mis comodidades burguesas. Viví con nombre supuesto en La Plata, en cuyos suburbios estaban los dos frigoríficos más grandes del país, donde se explotaba despiadadamente a toda clase de inmigrantes, que vivían amontonados en tugurios de zinc, rodeados de pantanos de aguas podridas. Repartíamos manifiestos, participábamos de la organización de huelgas. Hacia 1933 fue ya secretario de la Juventud Comunista, cuando habían empezado mis dudas sobre el stalinismo, y entonces resolvieron mandarme a las Escuelas Leninistas de Moscú, a purificarme. Si hubiese ido, no habría vuelto jamás vivo. Tenía que pasar previamente por Bruselas, por un congreso contra el fascismo y allí supe con horrendos detalles de los "procesos" de Moscú. Me escapé a París, viví un invierno muy duro en la piecita de un compañero disidente, mientras el partido me buscaba. Logré volver a la Plata, donde proseguí mi carrera en física-matemática. Cuando terminé mi dieron una bourse para trabajar en el laboratorio Curie, donde trabajé durante casi un año y, allí en París, asistí a la ruptura del átomo de uranio, que se disputaban tres laboratorios: ganó la "carrera" un alemán. Pensé que era el comienzo del Apocalipsis. Viví en una confusión horrible, mientras escribía mi primera novela y cometí la infamia de dejar que Matilde se volviera a la Argentina con nuestro primer hijo, de pocos meses, mientras yo tenía una amante rusa. La tercera crisis fue consecuencia de todo esto, y de mi vínculo con los surrealistas: Domínguez, Matta, Wifredo Lam y otros. En otro día de invierno fuimos con Domínguez, a la tarde, al Marché aux Puces y volvimos después en elMetro hasta Montparnasse, donde tenía su estudio Domínguez. En la calle, ya era de noche, en un especie de nevisca, Domínguez se detuvo y me dijo:"¿Qué te parece si esta noche nos suicidamos juntos?" No era una broma, era muy propenso, como lo probó años después. Yo me negué, aunque también me atraía el suicidio: me salvó mi instinto, y aquí estoy, junto a la Matilde de todos los tiempos, una de esas "mujeres fuertes de la Biblia", que está muriendo, en medio del dolor más profundo de mi vida, en el final de una existencia muy compleja. [Ernesto Sábato, 24 de enero de 1995]

Sábato y el Ajedrez

Son numerosas las referencias al ajedrez en la obra de Sábato. En Sobre héroes y tumbas. El capítulo IV, Un Dios desconocido, presenta una impresionante trama, donde se mezclan los hechos políticos argentinos más importantes de la década del 30 –caída del Presidente Hipólito Yrigoyen, dictadura de José Félix Uriburu, fraude de Agustín P. Justo– con historias de anarquistas ajedrecistas. Uno de ellos, Max, está precisamente inspirado en el astrónomo y fuerte jugador platense Miguel Itzigsohn (1). En una entrevista, refiriéndose a su amistad con él, Sábato dijo:

—¿Sabés lo que hicimos una vez con mi amigo Itzigsohn, en mis tiempos de estudiante? Una refutación de Marx con frases de Marx—
Hacia la mitad de la década del 30, Sábato e Itzigsohn formaron parte de un grupo de jóvenes idealistas, entre los que se encontraban Carlos y Saúl Bianchi, Néstor Jauregui, Félix Aguilar, José Katz y Emilio Azzarini. En ese entonces,  Sábato e Itzigsohn fueron compañeros de estudio en la Facultad de Ciencias Exactas.

El personaje central de Un Dios desconocido, Bruno, se refiere a los años 30, y a su relación con Max:

Pienso en aquel tiempo tan remoto y las palabras que acuden a mi mente son palabras como ajedrez, Capablanca y Alekhine, Al Jolson, Cantando bajo la lluvia, Sacco y Vanzetti, Sandino y Nicaragua. ¡Extraña y melancólica mezcla! Pero, ¿qué conjunto de palabras unidas al recuerdo de nuestra juventud no es extraña y melancólica? Todo lo que esas palabras pueden sugerir iba a culminar con aquel duro pero fascinante período en que la vida del país y nuestra propia existencia iban a sufrir un cambio radical. (...) Porque en aquel año 30 mi existencia entró en uno de sus momentos de crisis, es decir, de enjuiciamiento, y todo empezó a vacilar bajo mis pies: el sentido de mi vida, el sentido de mi país, y el sentido de la raza humana en general, ya que cuando empezamos a juzgar a la humanidad entera es porque en realidad estamos escrutando el fondo de nuestra propia conciencia. (Pág. 491)
……………………….
En los últimos días de enero de 1930, cuando, terminadas mis vacaciones en Capitán Olmos, yo volvía para inscribirme en aquella pensión de la calle Cangallo, casi en forma mecánica, por la fuerza de la costumbre, me dirigí al café La Academia. ¿A qué iba? A ver a Castellanos, a Alonso, a seguir las eternas partidas de ajedrez. A ver lo de siempre. Porque todavía no había llegado el momento de comprender que la costumbre es falaz y que nuestros pasos mecánicos no nos conducen siempre a la misma realidad; porque ignoraba, todavía, que la realidad es sorpresiva y, dada la naturaleza de los hombres, a la larga, trágica. Con Alonso jugaba un nuevo que se parecía a Emil Ludwig. Se llamaba Max Steinberg. (Pág. 494)
………………………………………….
Sigue relatando luego Bruno, describiendo la extraña amistad de otros dos personajes, Carlos y Max:

Vuelvo, pues, a Max. (...) Cuando conocí a su familia, comprobé que su padre era tan apacible pero tan insensato como él. Y tanto padre como hijo resultaban así devastadores ejemplos para los que tienen una imagen convencional del judío. Ambos estaban desprovistos de sentido práctico, eran alocados (suave, serenamente alocados), eran pacíficos y buenos amigos, contemplativos y perezosos, desinteresados y radicalmente ineptos para ganar dinero, líricos y absurdos. Después, cuando empecé a verlo en su pensión, pude verificar el desorden en que vivía: dormía a cualquier hora y comía cualquier cosa desde su misma cama, para lo cual guardaba enormes sandwiches de salame o queso en su mesita de luz. Allí también tenía un calentador y un mate, que, sin moverse de la cama, tomaba interminablemente, alternando con cigarrillos. En aquel camastro inmundo, a medio vestir, estudiaba y seguía con su ajedrez de bolsillo partidas célebres, consultando a cada instante con libros y revistas especializadas.

Por aquel muchacho conocí a Carlos (...) Lo encontré una noche en la pieza de Max. A mi llegada se callaron. Me lo presentó, pero sólo alcancé a distinguir su nombre. Creo que su apellido era italiano. Era un muchacho muy flaco, de ojos saltones. Había algo duro y áspero en su rostro y en sus manos, y me pareció violentamente contenido y reconcentrado. (...) No hablaba, y sus ojos ardían de pronto con el fuego de la indignación (...) En aquel tiempo me admiró la relación de Max con Carlos: como cortar un pan de manteca con un filoso cuchillo de acero. Todavía no había llegado la época en que uno sabe que nada de los seres humanos debe asombrarnos. Ahora comprendo que había en Max condiciones adecuadas para aquella amistad tan curiosa en apariencia: la gran bondad, que debía aplacar la tensión espiritual de Carlos como el agua la sed de un hombre que ha atravesado grandes desiertos; y su misma blandura, que le permitía juntar seres tan diferentes y duros como Carlos y Fernando sin que se produjeran golpes demasiado fuertes, como un amortiguador. Y por lo demás, ¿qué policía del mundo podía imaginar que alguien como Max mantuviese relaciones con anarquistas y pistoleros?    (Pág. 498/500).

La crueldad del tercer integrante de la organización, Fernando, es descripta con crudeza. Fernando es quien pinchaba los ojos de los gorriones que atrapaba, para verlos volar en una pieza y chocar contra las paredes. O quien conservaba en un altillo de su casa de la calle Río Cuarto a una lejana pariente, Escolástica, en ese entonces –1925– de 84 años, que conservaba en la habitación la cabeza de su padre, cortada por la mazorca en 1853. Desde ese entonces nunca más había salido de ese altillo. Más adelante, relata:

En lo que se refiere a Fernando se refería, sospeché primero, y luego comprobé, un motivo mucho más sórdido: la madre de Max –Nadia, hija de una judía rusa escapada del zarismo--. No sé si le he dicho que tenía una rara inclinación a dos tipos de mujeres: las muchachas muy jóvenes, y las mujeres maduras. Y como su capacidad de simulación era ilimitada, podía seducir por igual a una chiquilina que gusta caminar con las manos entrelazadas, que a una mujer con ese vasto y generalmente amargo conocimiento de los hombres que suelen tener. (...) Las maltrataba a todas, a veces en forma tan cruel como la de bostezar en algún momento culminante del acto sexual. (Pág. 501)

Max entró en relaciones con Fernando la noche de un sábado de 1928, en un Ateneo de Avellaneda llamado Amanecer, donde González Pacheco daba una conferencia sobre el tema ¨Anarquismo y violencia¨. Por aquel tiempo se debatía ásperamente el problema, sobre todo como consecuencia de los atentados y asaltos de Severino Di Giovanni. Aquellos debates eran peligrosísimos, pues una buena parte de los asistentes iban armados y porque el anarquismo estaba dividido en fracciones que se odiaban a muerte. (...) En aquellas circunstancias, me contó Max, encontró a Fernando. Le llamaron la atención su frase epigramática y su rostro. Salieron con él y con otro llamado Podestá, a quien después conocí. Así se dio el primer paso en la formación de la banda que seguramente quería organizar y encabezar ese Podestá, pero que inevitablemente encabezaría Fernando.  (Pág. 503, 506)

En qué medida y en qué forma un muchacho como Max podía participar de aquella organización, hasta hoy para mí es un insondable secreto. Yo creo probable que desempeñase un papel lateral o de contacto, porque ni por temperamento ni por sus ideas era adecuado para la acción, y mucho menos para una acción de semejante clase. Y aún hoy me pregunto por qué motivo Max estaba tan cerca de aquella banda. ¿Por curiosidad? ¿Por cierta herencia o por influencia, aunque fuera remota, de su historia familiar? Todavía a veces me sonrío a solas de aquella incongruente presencia de Max. Era tan contemporizador que habría encontrado razones hasta para ser amigo del propio Jefe de Policía de Buenos Aires, y sin duda alguna habría jugado con él una buena partida de ajedrez de habérsele ofrecido la ocasión. Y era tan desafinado encontrarlo entre aquella gente como si alguien, en medio de un terremoto, leyese plácidamente el diario en una poltrona. Entre asaltantes y terroristas que hablaban de falsificaciones, de gelinita y de túneles, Max me comentaba Le Roi David, que Honegger dirigía en esos momentos en el Colón, o de Tairoff, que estaba en el teatro Odeón, o analizaba largamente la mejor partida de Capablanca con Alekhine. O salía de pronto con sus rasgos de humor, que eran tan inadecuados para todo aquello como una copita de oporto en una reunión de feroces bebedores de gin.

A partir del 2 de setiembre los acontecimientos se precipitaron: manifestaciones de estudiantes, tiroteos, luego de muerte del estudiante Aguilar, huelgas y por fin la revolución del 6 y la caída del Presidente Yrigoyen. Y con aquella –ahora lo sabemos—el fin de toda una época en el país. )...) En medio de aquel caos, yo perdí de vista a Carlos, pero sospeché que debía andar en algo muy peligroso. Y cuando el 1º de diciembre leí en los diarios el asalto al pagador de Casa Braceras, en la calle Catamarca, instantáneamente recordé una larga y sospechosa recorrida que había hecho Carlos en mi compañía, con el pretexto de buscar un local para una imprenta clandestina. No tuve dudas de que aquel asalto había sido obra de la banda de Fernando, y más tarde lo comprobé. Fue precisamente aquel asalto el último en que Carlos participó, pues ya por entonces se convenció, finalmente, de que los objetivos que perseguía Fernando nada tenían en común con los suyos. (...) repentinamente complicado por los hechos policiales y por mi relación con Carlos, mi pensión allanada por la policía, hube de refugiarme en la pensión donde vivía Ortega, un estudiante de ingeniería que en aquel tiempo había estado tratando de llevarme al comunismo. (Pág. 509/11) (2)

La novela El Móvil

La trama de novela El Móvil se basa en un autor frustrado, Álvaro, que quiere sobresalir en la literatura. Así, decide escribir una novela, que debe ser impactante para hacerlo famoso: la novela de las novelas.  Se inspira en sus vecinos; un matrimonio de inmigrantes españoles que tiene algunos problemas económicos, y un vecino anciano, el Señor Montero, que vive solo en el último piso. Montero es una persona huraña, que participó en la Guerra Civil Española, y años atrás perdió a su esposa. Odia a los políticos, por haberle negado una pensión militar. Es un apasionado del ajedrez, y se considera un buen jugador excelente,  demostrándolo precisamente contra Álvaro.

Álvaro planea que suceda una secuencia de hechos que lleven al matrimonio a matar a su vecino para quedarse con su dinero. Seduce a la portera para sacarle información sobre el anciano. Así, averigua que éste tiene dinero en una caja fuerte de su departamento, ya que no desea llevar el dinero al Banco, y le informa al matrimonio.

La pareja decide cometer el crimen, pero lo hacen con el destornillador que le habían pedido prestado a Álvaro, y luego se lo devuelven. La policía descubre el destornillador y los borradores de la novela en la casa de Álvaro, y de ese modo Álvaro queda acusado del crimen.

1) ) Miguel Itzigsohn fue un astrónomo argentino. Descubrió 15 asteroides entre 1948 y 1954, y también estudió algunos cometas. Fue director de departamento en el Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de La Plata,  especializándose en astrometría y mecánica celeste, entre 1955 y 1972. Nació en Bélgica en 1908.  Alberto Maltz, cuya madre era prima de Miguel nos  cuenta: ¨Su madre, Paulina Weintraub  (le decían Pola, era hermana de mi abuela Sonia Weintraub)  era una prestigiosa médica de Concordia, que se había recibido en   Europa y revalidó su título aquí. Su padre Jorge (le decíamos Grischa) era Ingeniero. Fue ajedrecista en Concordia y era aficionado a la matemática,  especialmente al cálculo de probabilidades. Pola y  Grischa eran rusos.  Rossetto me comentó una vez que de los jugadores de La Plata que conoció en  la década del 50, los que le parecían más talentosos eran Rodolfo Romero (que  fue  tío de Raúl Ocampo) y Miguel Itzigsohn¨.

2) Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sábato, Seix Barral, 1998, Capítulo IV, Un Dios desconocido, subcap. III.

 


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