Jaques desde Bakú que no se oyen en Río

por José Antonio Garzón Roger
07/09/2016 – De nuevo los mejores ajedrecistas del mundo se reúnen para dirimir una singular competición por equipos nacionales. Son las olimpiadas de ajedrez. Acuden de todos los rincones del orbe: Gens Una Sumus, somos una familia, reza el lema de la FIDE, que en este acontecimiento tan multitudinario cobra pleno sentido. Una gran familia que habla un lenguaje común, codificado en España, en Valencia, a finales del siglo XV. Artículo exclusivo por José Antonio Garzón...

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Jaques desde Bakú que no se oyen en Río

El hecho de que este año 2016 sea olímpico, acaba de concluir la Olimpiada celebrada en Río de Janeiro, es un buen momento para la reflexión, en torno a la tantas veces postergada decisión de ver el ajedrez en unos juegos olímpicos.

Los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro (Foto: Lennart Ootes para ChessBase)

Es este un anhelo que han perseguido siempre las máximas autoridades del ajedrez. Una vez más, un punto de inflexión, como para tantas cosas, lo marcó el encuentro Fischer-Spassky, celebrado en Reikiavik en 1972. Esta contienda, o mejor aún, un solo jugador, Bobby Fischer, consiguió que el ajedrez dejará de ser, especialmente en su país,  un simple juego de mesa, relanzando su dimensión deportiva-competitiva y también artística.

Spassky, Fischer y el árbitro Lothar Schmid en Reikiaviki 1972

El impacto que tuvo este encuentro en Estados Unidos, Europa y prácticamente en todos los rincones del mundo, no encuentra parangón en la larga historia del ajedrez. Su poder dinamizador del propio ajedrez, plasmado en venta de tableros, proliferación de libros, y sobre todo, el surgimiento de "nuevos" ajedrecistas, que florecían por todas partes, es un caso único. No hay ninguna duda que el match se vivía como un auténtico encuentro deportivo en USA. Tal vez sea de las pocas cosas que se reflejan con cierta fidelidad en el film Pawn Sacrifice, una nueva oportunidad perdida para que el cine realice una honesta y rigurosa visita al reino del ajedrez. Y ya no se las que van.

Bobby Fischer, campeón del mundo 1972-1975

Los ecos de este encuentro prefiguraban el escenario ideal para que el ajedrez ingresara en los juegos olímpicos. En los programas de televisión podíamos ver juntos a Bobby Fischer y Mark Spitz. Las comparaciones entre Fischer y Muhammad Ali eran constantes.  El legado de Bobby Fischer permanecerá para siempre,  y su huella social y popular  persistía, nítidamente, dos décadas después. Las librerías generalistas se veían colmadas de anaqueles y anaqueles de libros de ajedrez.

Hoy apenas ocupan una minúscula sección de un estante misceláneo, mezclados sus títulos con libros de sudoku, póker, pasatiempos, etc. ¿A quién atribuimos ese legado actual? Me recuerda a esa ominosa época (finales del XVII y todo el XVIII) en la que apenas se publican libros de ajedrez en España, y las obras, del otrora arte, se clasifican junto a los libros de cocina, bajo el epígrafe: Libros de Artes Manuales y Juegos.

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Comento todo esto pues cuando se tuvo una muy buena interlocución con el COI, bajo la presidencia del español Juan Antonio Samaranch, esta época dorada del ajedrez comenzaba a declinar; en presente, constaba verlo. Tanto Florencio Campomanes como Kirsan Ilyumzhinov hablaron con el español en pos del ansiado sueño olímpico. Y aunque la FIDE ya fue acogida por el COI en el llamado "Movimiento Olímpico", a otros deportes con idéntica y coetánea demanda, como el rugby o el golf, los hemos visto ya en Rio. El sueño empieza a ser una pesadilla.

Florencio Campomanes en Dresde 2005

Samaranch, que tenía una alta consideración del ajedrez, comentaba que el debate sobre la aceptación como deporte del ajedrez devenía en una magnífica excusa para definir de una vez por todas lo que es deporte. Tal vez —añadimos nosotros— una vez logrado eso tendremos una inmejorable excusa para definir, caso que nos interese, qué es realmente el ajedrez.

La esencia del olimpismo

En mi opinión la grandeza de los Juegos Olímpicos, consiste en la capacidad que tienen, cada cuatro años, atletas y deportistas de las más variadas disciplinas, de emocionarnos con sus gestas, con su espíritu de sacrificio y compromiso. Ejemplifica la superación del ser humano en justa y pacífica contienda (se diría que estoy hablando de ajedrez).

Conviven, emocionalmente hablando, la admiración por lo propio y por lo ajeno. Esa es la verdadera esencia del olimpismo. Es maravilloso ver las proezas de nuestros deportistas, cualquiera que sea su disciplina, llámense Mireia Belmonte o Carolina Marín; pero igualmente se viven, con superlativa emoción, las de deportistas singulares, irrepetibles, como Usain Bolt, Michael Phelps, Katie Ledecky o Simone Biles. En las olimpiadas cohabitan, en hermosa armonía, la bandera propia y la gesta ajena.

Es innegable la vertiente competitiva y deportiva del ajedrez. Aunque de hecho, para mí, no sea la más sustantiva y ontológica. Si se quiere apostar por ese atributo, el eco del ajedrez en unos juegos olímpicos, acertando con el formato, y la oportuna divulgación televisiva —ningún deporte o aspirante a serlo tiene una historia tan fascinante, heroica, rica y tan nutrida de curiosidades como el ajedrez— representaría un salto cuantitativo enorme. El ajedrez, como ha pasado con otras disciplinas, traspasaría los límites, endogámicos, de su cultivo y práctica en soledad.

Insisto, todo esto en procura de resaltar la faceta competitiva del ajedrez, que ni siquiera es, pensamos, la más genuina o grandiosa.

Tokio 2020, otra posibilidad perdida

El año pasado el ajedrez integraba una lista de 26 disciplinas que presentaban su candidatura a integrar los deportes en liza en Tokio 2020. Ya fue excluido en una preselección de 8 candidaturas, y, por lo tanto, sin ninguna opción de haber sido uno de los 5 deportes nuevos que veremos en Tokio. Uno de ellos es el monopatín. Mejor no opinar.

Desconozco los puntos fuertes y el armazón esencial de la propuesta que la FIDE manda al COI. Me imagino que se incidirá en los millones de practicantes de todos los rincones del mundo y el número de federaciones adscritas a la FIDE. Pero intuyo carencias importantes en cuanto a Historia y secular práctica del ajedrez.

Pondremos un solo ejemplo, de un punto fuerte que solo atesora el ajedrez, y con el que ningún deporte puede ni siquiera soñar. El ajedrez posee registros fidedignos, "grabaciones" de sus proezas y marcas al menos desde el siglo IX de nuestra era. Hecho único y fascinante, y que convierte al ajedrez en una disciplina excepcional. Usted puede, por ejemplo, deleitarse con una creación o proeza de un maestro árabe, un aliyat, como al-Adli, sin menoscabo alguno de la belleza que cautivó a sus coetáneos. De la misma manera que uno puede visionar, ahora mismo, el mejor salto de Carl Lewis o Jonathan Edwards, o la carrera de 100 metros en la que Bolt realizó la marca de 9.58".

Sin embargo, el registro del logro ajedrecista con relación al deportivo en general, presenta dos matices importantes. Por un lado, la distancia en el tiempo, casi doce siglos, este hecho en sí mismo, es un argumento insuperable sobre la primacía deportiva del ajedrez sobre caso cualquier otra disciplina; de otro, la mayor dificultad que presenta el ajedrez para la delectación de su belleza y lances por parte del profano. Ahí hay otra loable tarea por hacer. Es ímproba.

Me gusta preguntar si hay algo más importante que atesorar o crear algo grandioso; la respuesta es afirmativa: saberlo divulgar, transmitir, adecuadamente. Por supuesto que no me refiero a esa tendencia tan extendida últimamente de presentar el ajedrez como si fuera la panacea contra todo, el elixir que todo lo cura. El ajedrez es tan grandioso, tan inimitable, que no necesita aderezo espurio alguno.

Recuerdo que cuando se celebró en Valencia la Copa del América un mensaje circulaba, sin contrastar, por los medios de comunicación: se trataba, decían, de la primera competición deportiva de la era moderna, pues databa su primera justa de 1851. Cualquier aficionado al ajedrez sabe que para entonces se han celebrado numerosas contiendas ajedrecísticas, empezando por el encuentro internacional que se organizó en España, en la corte de Felipe II, probablemente en 1574-1575, con un formato que recuerda al de la Copa Davis de tenis (los dos mejores jugadores españoles se enfrentaron a los italianos, e incluso pudo haber alguna partida en consulta, de "dobles").

Leonardo da Cutro e Ruy Lopez giocano a scacchi alla corte di Spagna (1883) (Imagen: wikipedia.it) Pintura de Luigi Mussini, c. 1883, gran entusiasta del ajedrez, recreando el enfrentamiento entre Leonardo "Il Puttino" contra Ruy López de Segura, en presencia de Felipe II. Aunque los tratadistas italianos posteriores reflejaron el triunfo del italiano, y así se plasma, injustamente, en todos los libros, la investigación llevada a cabo en NEBEA evidencia la manipulación del pasaje histórico, y el más que probable triunfo del sacerdote de Zafra.

¿Está toda esta veraz y maravillosa documentación presidiendo la propuesta que nuestros representantes mandan al COI? Lo dudo, al menos explicada en detalle, con referencias documentales incuestionables, pues el argumento sería demasiado contundente, suasorio.

La imposible definición del ajedrez

Hemos visto que en gran medida los problemas del ajedrez pasan por su consideración, o no, como deporte. En España, en el ámbito institucional el ajedrez está considerado un deporte y por tanto está zanjada la cuestión. Pero nosotros no podemos quedarnos ahí, tenemos que ahondar en nuestras consideraciones.

A finales del siglo XIX y principios del XX, los grandes didactas insistían que el ajedrez tenía dos ramas hermanas: la partida y el problema. Esta visión, que nunca deberíamos olvidar, nos acerca más al concepto de ajedrez como arte. Un concurso de composición de problemas, con la exigencia que se pide hoy en día al compositor, está mucho más cerca de un certamen musical o literario que de un deporte.

Otro aspecto remarcable del ajedrez es su rica, antiquísima, y variada bibliografía, algo que pudimos comprobar una y otra vez los autores de NEBEA en el trabajo de campo de la obra. Pocas disciplinas tienen la vasta producción que atesora el ajedrez, como puede verificarse en dos santuarios de la cultura ajedrecística como son la Biblioteca Pública de Cleveland y la Real de la Haya. En esta faceta el ajedrez reclama, refuerza, su sistematización científica.

La presentación de NEBEA en 2012 (artículo en nuestra web)

En el trabajo de campo realizado para la ejecución de NEBEA, proceso que parecía inacabable, nos encontramos con un desconocido folleto, publicado en Valencia en 1926, titulado "Definición del Ajedrez"; su autor,  José Bellver, tras repasar algunos intentos de definición del ajedrez procedentes de grandes tratadistas, así como de autores universales como Cervantes o Leibnitz, pasa a dar su propia definición.

NEBEA

Para nosotros, tal y como decimos en NEBEA, nadie ha sido capaz de definir el ajedrez  de una forma clara e inequívoca. Unos ponen el acento, precisamente, en su carácter científico; otros ponderan los aspectos lúdicos y competitivos; lo más exigentes recuperan la evocación antigua a su condición de Arte. La falta de una definición precisa que atrape por completo la esencia del ajedrez, lejos de preocuparnos, pone de manifiesto su grandiosidad, su inagotable misterio y su irresoluble paradoja: un diminuto mundo exterior que encierra, en su interior, un universo inabarcable de posibilidades creativas, donde es dable alcanzar la realización personal.

A lo largo de la Historia del Ajedrez Español, fue en los siglos XV y XVI donde España tuvo la hegemonía en el tablero (también ocurrió en el gran tablero mundial de la política, la cultura y el arte, coincidencia que no es, en absoluto, casual), y también el mayor afecto y reconocimiento al ajedrez.

De esa época es un importante y poco conocido tratado español, anónimo, de finales del siglo XVI, conservado en la Biblioteca Riccardiana de Florencia.  Ya en su incipit nos ofrece una visión insuperable de lo que es el ajedrez, con la que me quedo, y que debería luminar nuestros pasos todavía hoy:

"La Elegancia, Primor y Verdad, de la virtuossísima profesión del ajedrez".

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Periodista, autor e investigador en el campo de la historia del Ajedrez.

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