
Víktor tiene 10 años y duerme tumbado sobre dos sillas. Su abuela, Elena, lo hace en la única cama de la habitación. Y su padre, en el diván. A pesar de su corta edad, el pequeño ha devorado mucha literatura: Dickens, Cervantes, Mark Twain, Julio Verne&hellip.
El frío aprieta en Leningrado, una ciudad que está siendo estrangulada por las tropas nazis. El asedio provoca hambre, tanta que los gatos desaparecen. Una chica llamada Lena Mujida escribe en su diario: «Nunca pensé que la carne de gato sería tan sabrosa, tan tierna». El testimonio conmueve.
Víktor echa en falta al gato de su abuela, pero no es capaz de imaginar el drama. Víktor tiene 10 años y duerme tumbado sobre dos sillas. Su abuela, Elena, lo hace en la única cama de la habitación. Y su padre, en el diván. A pesar de su corta edad, el pequeño ha devorado mucha literatura:Dickens, Cervantes, Mark Twain, Julio Verne&hellip. El frío aprieta en Leningrado, una ciudad que está siendo estrangulada por las tropas nazis. El asedio provoca hambre, tanta que los gatos desaparecen. Una chica llamada Lena Mujida escribe en su diario: «Nunca pensé que la carne de gato sería tan sabrosa, tan tierna». El testimonio conmueve. Víktor echa en falta al gato de su abuela, pero no es capaz de imaginar el drama.
Para leer el artículo completo de Manuel Azuaga en el Diario Sur...
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