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Un rey se ha ido, tornando oscuras
las casillas del ancestral tablero.
Desde 1956 hasta 1966, tres momentos asociaron a Fischer con La Habana, sin embargo, lejos de lo que cabría esperar debido a su personalidad, el comportamiento suyo en la mayor Isla de las Antillas fue siempre el más correcto y normal.
Tal vez, un poco más alto que lo acostumbrado para un chico de 12 años, vestido con tejano y pulóver de fuerte colorido, arriba a La Habana el 24 de enero de 1956 acompañado por Forry Laucks – presidente del Log Cabin Chess Club de New Jersey – y un grupo de ajedrecistas norteños.
Al día siguiente, en el Club Capablanca, se escenificó un match amistoso donde los cubanos vencieron a sus rivales 5 x 2, pero Bobby en defensa del 2do tablero, logró una interesante victoria sobre José R. Florido.
El 26 de enero, en el mismo local, Fischer jugó una sesión de partidas simultáneas ante 12 adversarios, donde finalizó invicto y venció a 10 rivales. En esta demostración celebrada en la capital de todos los cubanos se pudo apreciar algunas de las características que lo acompañarían a lo largo de su avatar deportivo, a saber: firme intransigencia en pos de alcanzar el triunfo, la rapidez en sus movimientos y el escaso tiempo de reflexión a emplear.
Partida informal realizada por Fischer ante el Dr. José Gelabert bajo la atenta mirada del Árbitro Internacional Carlos A. Palacio. 25 de enero 1956
Luego de alcanzar la puntuación perfecta en el Campeonato de EE. UU 1963/4 y un performance rating (PR) de 3138 – récord aún vigente - Bobby desapareció de la escena trebejística mundial.
Varias ofertas de interés propusieron organizadores en distintos países, animados por el objetivo que Fischer desistiera de su “período de hibernación”, mas, un espeso silencio fue la única señal dada por el as norteño.
El tiempo prosiguió su desenfadada marcha y tras prolongados intercambios de mensajes y complicadas gestiones que concluyeron con el éxito esperado, se logró regresar a Fischer al mundo de los torneos.
Un cable de la AP con fecha 9 de agosto de 1965 dio cuenta la anuencia de Bobby para intervenir en el IV Capablanca in Memoriam, a celebrarse en La Habana, por teléfono – o teletipo -, una vez que el Departamento de Estado de su país rechazó la solicitud de autorización para su viaje. Una decisión bien controvertida, si tomamos en consideración que en 1964, el entonces sub-campeón de EE. UU, el GM Larry Evans, había recibido el permiso para viajar a Cuba e intervenir en el III Capablanca.
A las 3 p.m del 25 de agosto comenzó la edición de un torneo que haría historia en los anales del ajedrez moderno y que en su momento recibió la máxima atención y divulgación de la prensa internacional. El sorteo del evento le deparó a Fischer el #22, correspondiéndole jugar en la apertura con el MI Heinz Lehman de la entonces República Federal de Alemania. Las jugadas de Fischer sobre el tablero en La Habana fueron realizadas por José Raúl Capablanca hijo a lo largo de toda la justa.
Bobby Fischer durante la primera partida, desde el Marshall Chess Club en Nueva York
En la medida que avanzaba la justa, se podía percibir con mayor claridad cuán ardua resultaba la faena que enfrentaba Fischer, pese a sus 22 años y reconocida calidad. En primer lugar, las prolongadas sesiones de juego, sin contar las selladas, traducidas en muchas horas frente al tablero- cuando sus adversarios lo hacían una vez, él las hizo en las 21 partidas-, tuvo repercusiones nocivas, pues el agotamiento y cansancio se agigantaron paulatinamente. Era normal que cada una de sus partidas duraran, como mínimo, ocho horas, sin contar los selles. También es menester considerar que algunos de sus rivales estuvieron apremiados por el tiempo, sin embargo, Fischer no pudo aprovechar esa ventaja a su favor pues sus adversarios consumían un tiempo adicional, que no se les cargaba a sus relojes, mientras se transmitían y verificaban las jugadas enviadas y ello incidió negativamente en sus resultados, dejando escapar más de un valioso punto.
Al encontrarse a 1350 millas del Salón de Embajadores del Hotel Habana Libre, cuando efectuaba sus movimientos desde el Marshall Chess Club en New York, Fischer también experimentaba otro elemento que conspiraba contra su rendimiento, y era la imposibilidad de percibir el estado de ánimo y disposición psicológica de sus adversarios, aspectos estos de suma importancia en el ajedrez moderno.
Los resultados alcanzados por Bobby Fischer en este torneo fueron relevantes y su segundo lugar compartido con Ivkov y Geller se puede catalogar de impresionante.
El primer gran evento deportivo internacional celebrado en Cuba después de 1959 lo constituyó la realización de la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez, cuya sede fue el Hotel Habana Libre, enclavado en un céntrico lugar citadino.
Nunca antes país alguno había podido reunir la cifra de 52 naciones de todas las latitudes y longitudes del planeta en una cita de esta naturaleza.
Salvo contadas excepciones, las potencias del ajedrez mundial enviaron a sus principales representantes. Todos ansiaban demostrar lo mejor de sí en su intento de ascender lo más alto posible en el podio de los triunfadores.
Antes de comenzar la gran fiesta de los trebejos, todos los participantes de la Olimpiada fueron agasajados en el Palacio de la Revolución, produciéndose muchas anécdotas, pero, tal vez la de mayor trascendencia se recogió para la posteridad en la siguiente foto.
Testimonio gráfico sobre el intercambio de impresiones entre Fischer y Fidel Castro, donde se habló de su participación en el Capablanca de 1965 y el intercambio de cables, así como de la posibilidad de su match frente a Stein.
Una de las principales atracciones para los aficionados asistentes a este magno evento lo constituía ver “en vivo” al jugador “fantasma” que intervino por teletipo desde New York. Fischer no fue el trebejista que más partidas jugó, pero sí el que más triunfos obtuvo, sin embargo, en la puja por la medalla de oro al mejor primer tablero, tuvo que ceder ante el entonces campeón mundial Tigran Petrosian, que con 11,5 puntos de 13 posibles obtuvo una efectividad de 88,46%, mientras que Bobby con 15 puntos de 17 sólo alcanzó una eficiencia de 88,23%.
Fig.4 Prevista para el 5 de noviembre, esta partida jamás se efectuó en la Olimpíada de 1966
Aquí resulta de interés resaltar que el 43,47% de los puntos logrados por el equipo estadounidense fueron aportados por Fischer, mientras Petrosian aportaba tan solo 29,11% . Si a esto agregamos que Bobby enfrentó a los rivales más calificados –excepto a Larsen -, mientras que Tigran nada tuvo que ver con adversarios incómodos, por ejemplo, Gligoric, Olaffsson, Portisch, Fischer… Petrosian por una cuestión de honor, jugó y venció al danés Larsen, que lo había superado en dos ocasiones, tres meses atrás en el II Piatigorsky, efectuado en Santa Mónica EE.UU.
Por cierto, Fischer con su soberbia actuación en La Habana logró implantar una marca bien duradera en los anales olímpicos, al alcanzar un performance rating (PR) de 2822.
Fue un encuentro espectacular que concluyó en tablas. Es curioso recordar que cinco minutos antes de comenzar esta partida, la tablilla con el apellido de Petrosian fue sustituida por la de Spassky (foto de la entradilla)
A lo largo de todo este evento Bobby se mostró muy complaciente a la hora de conceder entrevistas y ellas tuvieron amplia repercusión en diferentes medios. Un compendio de ellas se resume a continuación: En esta Olimpíada hay que hablar de la gran calidad de las mesas de ajedrez, son de buen tamaño y con buenos tableros. Los tableros de ajedrez son magníficos. Cuando se tiene un tablero de mármol como esos, a base de mosaicos y se les pasa la mano se nota una gran suavidad. Otra cosa buena de estos tableros de mármol es que no dan reflejos molestos a la vista. Esto es muy importante para los jugadores… La iluminación es excelente. Todo ha estado muy bien organizado. Me llamó poderosamente la atención el tablero eléctrico que han colocado por fuera. Se ve que se ha trabajado intensamente. Es un magnífico evento. La innovación que representa el circuito cerrado de televisión es muy buena y creo que aquí se le está dando la importancia que merece como deporte internacional. Ha sido bien cubierto el evento por la prensa y la televisión en todo el país…”
Muchos de los integrantes de mi generación, que seguíamos ávidos las incidencias del orbe trebejístico por entonces y otros que se han sumado posteriormente, nos hemos percatado de la profunda admiración y respeto que sentimos por el Fischer ajedrecista y su vínculo con el ajedrez cubano. Las razones son fáciles de entender. En tres momentos diferentes Bobby tuvo acciones o declaraciones francamente favorables al ajedrez cubano, por ejemplo:
Aún recuerdo mi encuentro con el AI Carlos A. Palacios acompañado por Bobby Fischer, fue una tarde a inicios de noviembre al subir las escaleras para asistir al Salón de Embajadores. Luego de las presentaciones de rigor, establecimos una conversación tripartita sobre el mundo del ajedrez que aún recuerdo con emoción. Siempre me reprocharé, pese a tener un libro en mi mano, no haberle solicitado un autógrafo a Bobby, el cual hubiera podido mostrar hoy con sano orgullo a mis nietos.