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Por Manuel López Michelone
Bobby Ficher, además, logró algunos cambios fundamentales que los ajedrecistas le debemos. Por un lado, hizo que el ajedrez se profesionalizara y los grandes maestros de hoy le deben en alguna medida los premios que se dan ahora en los torneos actuales. Fischer fue quizás el primer ajedrecista verdaderamente profesional. Vivía para el ajedrez las 24 horas los 365 días del año. Jamás dejaba de estudiar y eso es claro al saber que a pesar de dejar la actividad ajedrecística cuando protestaba contra la organización de los torneos de la FIDE, o cuando la luz no era adecuada, o cuando simplemente no se daban las condiciones ideales como Bobby quería, a pesar de todo esto, él seguía estudiando diariamente. Se sabe, por ejemplo, que cuando estuvo en Taxco, México, el excampeón mundial se encerraba en sus habitaciones ya entrada la noche y salía de su cuarto hasta las 2 de la tarde del día siguiente. Cuando el dueño del hotel le preguntó si dormía bien, él le contestó que pasaba la noche completa estudiando ajedrez, y ya para ese entonces estaba retirado de la actividad ajedrecística.
Fischer vs. Tal en Leipzig 1960
Bobby Fischer, igualmente, fue el creador del reloj con incremento. Aún cuando no había la tecnología digital con la que hoy contamos, ya Fischer pensaba que el reloj con incremento de tiempo en cada jugada era necesario, pues eliminaría los desagradables apuros de tiempo que impiden –muchas veces– hacerse del triunfo.
Robert James Fischer
Fischer es ya una leyenda y nunca dejó de sorprendernos. Otra contribución es el ajedrez azaroso, Fischer Random 960, en el cual las piezas de la primera fila se cambian al azar para así evitar la preparación de aperturas. En este caso, pensaba Bobby, en una partida de Fischer Random el jugador más capaz debería ganar por su propio talento y medios y no porque estaba mejor preparado en casa.
A todo esto, ¿por qué se llama Fischer 960? El Maestro FIDE y excampeón nacional de México, el ingeniero Armando Acevedo nos explica:
De ahí el nombre Fischer Random 960
En el libro “Bobby Fischer, his approach to chess”, de Elie Agur (Ed. Cadogan, 1992), Kasparov escribió el prólogo. Dice el genio de Bakú: “Todavía recuerdo los días del campeonato mundial entre Spassky y Fischer en 1972. Yo era un niño de nueve años haciendo mis primeros pasos en la carrera ajedrecística, en la pacífica Bakú. Yo sabía, por supuesto, que Spassky, el campeón del mundo reinante era un muy fuerte jugador, pero yo tenía la idea de que Fischer, mi ídolo de ajedrez de ese entonces, era un jugador de otro calibre, alguien que estaba en otra clase, en su propia clase”. Y más adelante concluye: “Si uno puede juzgar la fuerza de los jugadores comparándolos con sus contemporáneos, pareciera que los logros de Fischer son imposibles de sobrepasar. El espacio entre él y sus más cercanos rivales fue el más amplio que ha habido entre el campeón del mundo y los jugadores de más alto rating en su tiempo. Él estaba unos 10 a 15 años por encima de su tiempo, en preparación y entendimiento. Esto puede atribuirse en parte a su dedicación al juego, que fue jamás igualada por otros jugadores antes o en el tiempo de Fischer”.
Garry Kasparov
Mi único reproche a Bobby es que nos dejó solamente un pequeño legado de su arte. Solamente tenemos un libro de él (Mis Sesenta Memorables Partidas), y menos de 1000 partidas jugadas en su fantástica carrera ajedrecística. Bobby no hizo algo en donde quizás Kasparov es inigualable: su inmenso trabajo por el ajedrez, que ha plasmado en muchos libros y en donde “Mis Grandes Predecesores”, resulta sin duda una labor extraordinaria y uno de los trabajos más elaborados sobre el ajedrez mundial.
Quizás nunca sea posible saber quién ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. Bobby Fischer en su momento fue el más grande. Karpov también lo fue después de Bobby. Ni hablar de Kasparov que dominó la escena ajedrecística por más de 25 años. Cada uno en su propio tiempo se convirtió en el más grande, pero es claro que Fischer es un parteaguas en el mundo del ajedrez y ahora, a más de un año de su desaparición, pienso, nos lamentamos que ya no esté entre nosotros.
La tumba de Fischer en el cementerio de Laugardalur, cerca de Selfoss, en Islandia. Foto: Euruchess