Se cuenta que Albert Einstein dijo en cierta ocasión: «El ajedrez es el juego más rápido del mundo, en cada segundo hay que organizar miles de pensamientos». Me temo que la cita queda bajo la sospecha de haber sido inventada pero encierra una hermosa verdad. No en vano, la ciencia estima que el cerebro de un gran maestro de ajedrez reconoce más de 100.000 patrones específicos, es decir, posiciones sobre el tablero. Esta capacidad de reconocimiento solo es posible si, más allá del talento, se practica con frecuencia. El gran maestro Jaime Santos lo llama «golpe de vista», una combinación letal de intuición y cálculo. Claro que el cerebro de Jaime está entrenado para ser altamente eficiente. Él es un genio. Así que la pregunta es: ¿Podría la práctica del ajedrez, a un nivel aficionado, ser una receta eficaz contra la demencia y el envejecimiento cerebral?
Jugar al ajedrez no nos asegura una longevidad a salvo de demencias, pero sí nos confiere un saludable gozo intelectual
Los hallazgos de un reciente estudio científico capitaneado por el doctor Cristóbal Blanco, en colaboración con el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC), HT Médica y otros investigadores, son muy esperanzadores. Durante tres años, gracias a distintas pruebas de imagen y escalas neuropsicológicas, se han recogido datos de los cerebros de 22 ajedrecistas y un número igual de sujetos no ajedrecistas. «Por cada individuo se midieron más de 200 variables», explica el doctor Blanco. Entre los ajedrecistas que participaron en estas mediciones encontramos nombres muy conocidos, como el de Paco Vallejo –número uno de España–, Alexei Shirov o la subcampeona de Europa (2016) Sabrina Vega.