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Por Carlos C. Ilardo
Najdorf dando simultáneas a ciegas en Rosario
Varsovia en ruinas
Najdorf en acción
Don Miguel Najdorf
El 25 de enero de 1947, en una sala de la Galería Prestes Maia, en pleno centro del corazón de San Pablo (Brasil), el maestro polaco, ya por entonces ciudadano argentino, Miguel Najdorf, de 36 años, desafió a 45 rivales en una exhibición simultánea a ciega. La jugada, un dibujo mítico en la mente del ajedrecista bisoño o aficionado, desafiaba con batir el record que ostentaba el belga George Koltanowsky que sin ayuda de la visión se había enfrentado a 34 adversarios en Irlanda, en 1937.
Preparado para la ocasión Najdorf, que ya había dado muestra de su virtuosa memoria en 1943, cuando en el Círculo de Obreros en Rosario se enfrentó con 40 rivales bajo esta modalidad pero la falta de un veedor oficial le quitó validez a la prueba, esperaba que la noticia le permitiera encontrar el destino de alguno de sus 300 familiares, entre ellos sus padres (Gdalik y Raisa), sus hermanos (Jozek, Salek y Merik), esposa (Genia) e hija (Lusha), que habían sido arrancados del gueto de Varsovia y trasladados al horror de Auschwitz. Soñaba con una señal de vida.
Najdorf y su esposa Genia en Varsovia
Los padres de Najdorf
Raisa y Gdalik
Najdorf durante la simultánea en Brasil
Los controles médicos permanentes
Esa tarde de lluvia en Brasil, "el viejo Najdorf", sentado sobre un mullido sillón de cuero y vestido de traje blanco, en la soledad de un cuarto desprovisto de tableros y piezas, solamente acompañado por los doctores, Luiz Tavares da Silva, Orpheu Gilberto d´Agostini y Sergio Blumer Bastos que lo asistieron con controles permanentes, llevó a cabo la exhibición que se extendió desde las 20 del 24 de enero hasta las 19:25 horas del día siguiente. Durante las 23 horas y 25 minutos de la prueba, en los que su presión varió de 13/8 con 70 pulsaciones a 12/8 con 80, su privilegiada mente memorizó la ubicación exacta de las 1440 piezas desparramadas entre las 2880 casillas de las 45 mesas y, ejecutó - mediante un micrófono y un parlante, con el que dictaba y recibía cada una de las jugadas o respuestas de cada rival - sin errores las 1166 jugadas necesarias hasta doblegar al último oponente.
Una charla con Najdorf
Una de sus típicas poses en plena partida
Un dato para la estadística: en razón de lo extenso de la sesión, varios jugadores fueron reemplazados por otros con mayor ímpetu, por lo que el total de participantes llegó a 83. Najdorf se impuso en 39 partidas, igualó 4 y perdió, sólo 2. Increíble, una hazaña casi inhumana.
Como una nueva muestra de asombro, veinticuatro horas después de la exhibición Najdorf sorprendió a propios y extraños cuando reprodujo sin trepidar cada una de las 45 partidas.
Sin perder su ironía y humor habitual el maestro, tras ser consultado por su capacidad mental, señaló: “Tengo una memoria privilegiada según para qué, si me prestan dinero trato de olvidarme en el acto.”
Algunas semanas después de la exhibición efectuó un análisis más profundo de su técnica. “Se trata de una facultad poco común, recuerdo los colores de las piezas y sus movimientos por cada una de las casillas. No retengo la posición de todo el tablero sino del lugar donde se define la partida; si necesito ubicar una pieza rebobino todas las jugadas. Hay una curiosidad, los aficionados tratan de marearme con jugadas poco comunes, pero me facilitan la retención es más difícil recordar 20 sillas del mismo color que 20 de colores diferentes”.
Con Mirta y Liliana, sus hijas
Parte del gueto en Varsovia
Aunque la proeza fue comentada en los principales diarios y radios de la época, el silencio cómplice del paso de los años le labró su rostro de impotencia y desesperación; Najdorf comprendió el desenlace de su familia y depositó su energía en el trabajo y el ajedrez. Cuando el corazón se hizo cicatriz construyó un nuevo hogar en la Argentina.
Catorce años después, en 1961, en San Francisco (EE.UU), George Koltanowsky, ahora como ciudadano norteamericano, volvió a dar batalla y marcó un nuevo record, aún vigente, a ciegas ante 56 jugadores. Esa vez Najdorf recogió el guante, casado y con dos hijas alimentó el romance familiar; subordinó la gloria deportiva.
Mala memoria
Najdorf en otra pose típica
Najdorf jugando con Ivkov
En los años setenta, el "viejo Najdorf" aún se jactaba de su condición de haber sido Campeón Mundial de Ajedrez a ciegas; de su prodigiosa memoria. Sin embargo, él que acostumbraba a jugar partidas ping pong, por dinero, en el Salón Capablanca, en Buenos Aires, tenía dificultades para vencer a un débil rival, el ex campeón metropolitano José María Carbone. Éste le ganaba casi sistemáticamente con la variante Ce2) de la defensa Indo-benoni. Su pasión lo obligó a concentrarse en cómo vencer a su adversario y por eso retornó a los estudios caseros junto a un libro del ruso Boleslavsky. En esas amarillentas páginas Najdorf descubrió que el autor daba como mejor réplica para refutar esa jugada una partida disputada por el mismo Najdorf ante el yugoslavo Ivkov en la olimpíada de Cuba, en 1962. Tamaña sorpresa sobrellevó Najdorf cuando tuvo que estudiarse a si mismo para vencer a un rival de menor categoría. Indudablemente, esa vez la memoria le había jugado una mala pasada.
Buena Memoria
Durante la Olimpíada en Buenos Aires, en 1939, una noche, en un "Night Club" de esta ciudad, Najdorf tuvo un encuentro con el Campeón Mundial Alexander Alekhine. Al acercarse a la mesa y tras el saludo, Alekhine lo invitó a sentarse y llamó al mozo y pidió dos botellas de whisky importado. De pronto surgió el diálogo.
- Perdón doctor, a mi me alcanza con un vasito.
- Si no lo toma usted, la termino yo solo.
Luego Najdorf haciendo gala de su memoria le manifestó:
- Con usted jugué tres veces y tengo un score favorable por 2 a 1.
Alekhine, mirando fijo la copa le respondió con firmeza.
- Usted miente jugamos dos veces y las dos fueron tablas.
- No doctor, replico Najdorf casi al borde de sonrojarse, En 1929 usted dio una simultáneas en Polonia, 30 partidas más dos a ciegas…, en una de esas estaba yo.
- Treinta partidas más dos a ciegas? Repitió con dudas Alekhine y enseguida agregó ¿usted fue el que sacrificó la torre en siete torre?.
Exacto, dijo "el viejo" con disimulada alegría:
- ¡es usted!, tiene razón, ¡Miguel Najdorf, el polaco!
Siempre pensativo frente al tablero
Más allá de las anécdotas y las historias, hoy vale el recuerdo. A sesenta años de la hazaña, la jugada de vida ejecutada con amor por Miguel Najdorf en Brasil aún despierta admiración, respeto y emoción. Se enaltece con el tiempo. Ciertamente.
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