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Semblanza del maestro al cumplirse el 21 de julio 2020, 67 años de su conquista del Mundial Juvenil de 1953. Este material está basado en los libros “Panno Magistral – Vida y Ajedrez de un Gran Maestro”, de Enrique Arguiñariz (Buenos Aires, 2009) y “La generación plateada (1950-1976)”, segundo volumen de la colección “Historia del Ajedrez Olímpico Argentino”, editado por el Senado de la Nación, de Sergio E. Negri y Enrique J. Arguiñariz, Buenos Aires, 2015.
Su acercamiento al ajedrez se inició a sus siete años, cuando Francisco Panno, su padre, le compró a él y a su hermano una serie de juegos de mesa para que no salgan tanto a jugar a la calle. Entre ellos, uno de ajedrez.
Este hecho, para muchos parecerá un milagro, pero no es para tanto.
A todos, alguna vez en nuestra infancia, nos han regalado algún juego de ajedrez, algún instrumento musical (real o de juguete), o alguna caja de témperas y pinceles. En el 99% de los casos el hecho no produce ninguna consecuencia, pero cuando estos regalos caen en manos de gente como Magnus Carlsen, Marta Argerich o Salvador Dalí, todo suele ser bien distinto.
Sí, en cambio, puede estar más cerca de considerarse un golpe de suerte que el niño Panno fuese a recalar en un medio muy estimulante para su desarrollo ajedrecístico, como entonces era –y hoy sigue siendo- el Club Atlético River Plate.
Julio Bolbochán y con dos glorias del fútbol argentino de todos los tiempos: Ángel Labruna y Félix Lostau.
Oscar Panno con Bent Larsen (izda.), viendo el River Plate
A esa institución ingresó en 1947, a los doce años de edad, junto con su hermano mayor, César. El objetivo que fijaron sus padres era que ambos niños fuesen a la pileta, ya que el pediatra de ambos les había recomendado practicar natación. Pero, recorriendo el club, entraron en la sala de ajedrez, y aquí se iniciaría un romance con el juego que duraría para siempre.
Pronto se vio a César y a Oscar participando de torneos infantiles, junto con otro niño que pronto sería amigo de ambos, Aldo Salerno.
La pasión de los hermanos por aprender cada vez más, los llevó a leer los artículos que Roberto Grau escribía para la –ya desaparecida- revista Leoplán. Y, por una diferencia de sólo tres años, no se lo encontraron al autor de esos artículos, en persona, en River: había sido el profesor de la sala hasta su fallecimiento, en 1944.
El club estaba buscando un reemplazante, no lo había conseguido todavía, pero gracias a la gentileza de destacados maestros del ámbito local, casi todos los sábados –ese era, y aún hoy es, el día de mayor actividad ajedrecística en ese club- alguien daba una clase comentando alguna partida importante en el tablero mural.
Fue en el transcurso de alguna de esas conferencias informales cuando se produjo un hecho que también se verá como arquetípico en estas semblanzas que estamos desarrollando. Nos referimos a “la revelación”, al momento en que la participación en un torneo, o alguna otra situación, pone de manifiesto que el personaje que mencionamos en cada caso posee un talento fuera de lo común para el juego.
Sucedió el día que el maestro Alfredo Espósito estaba mostrando y comentando una partida del genial Capablanca. En este caso, se trataba del encuentro Bogoljubow-Capablanca, Bad Kissingen 1928.
Haciendo uso de un recurso didáctico habitual, Espósito, cada tanto, interrumpía la reproducción de la partida y sus explicaciones para preguntar“¿qué creen ustedes que jugó Capablanca en este momento?”.
Profundo silencio en el auditorio de doce o quince personas, de todas las edades. Hasta que la respuesta acertada partía de un niño de doce años, de pelo engominado y cejas enforma de “v” invertida. Ante la reiteración de los aciertos de Panno, y más específicamente, en el momento que acertó la difícil 17...Thb8! Espósito le preguntó al chico si había visto esa partida alguna otra vez. “Es la primera vez que la veo”, respondió Oscar.
“Entonces, si podés encontrar tan fácilmente las jugadas de Capablanca, me parece que te espera un gran futuro en el ajedrez” concluyó Espósito.
Y todos sabemos que acertó.
Entrega de premios en el Campeonato Juvenil de 1953
River cada vez se ponía más a gusto de Oscar. Unos meses después del hecho que acabamos de relatar, por fin fue nombrado el sucesor de Grau en la docencia de ajedrez. Era otro grande, Julio Bolbochán, que pronto cautivó a todos con sus profundos conocimientos, su didáctica y su bonhomía.
Panno se enganchó muy bien con el nuevo profesor. No sólo prestaba total atención a lo que trasmitía Bolbochán, sino que cada semana le traía partidas de maestros que había estado reproduciendo, pero sobre las cuales había aspectos que no había llegado a comprender. Esta actitud tan activa de un alumno le causó a Julio la mejor motivación para seguir enseñando.
Y con el tiempo, cuando justamente le tocó a Panno ejercer la docencia, se dio cuenta de que eso era lo mejor que le podía pasar a alguien que enseña ajedrez o cualquier otra temática.
La adolescencia de Panno transcurrió muy ligada a River Plate. Los sábados, las clases de Bolbochán, y luego a jugar partidas blitz con los amigos, y especialmente con Aldo Salerno, un excelente jugador de esta modalidad de juego. Y los domingos, los dos hermanos iban a la cancha, a ver jugar al equipo de la banda roja, en compañía de Salerno. Aldo jamás se perdonaría no estar presente en un partido de su querido River Plate.
De la mano de Julio Bolbochán, el ascenso de Panno fue meteórico. En 1953, con apenas dieciocho años, obtuvo tres títulos que confirmaron que era un elegido del juego de la Diosa Caissa: fue campeón argentino, campeón del Club Argentino de Ajedrez, y también, campeón mundial juvenil, título que obtuvo en Copenhague, Dinamarca, lugar a donde viajó con su profesor. Hasta ese momento, el único ajedrecista latinoamericano que había obtenido una corona mundial era Capablanca.
Además, junto con el campeonato mundial, venía de manera automática el título de Maestro Internacional.
Cuando retornó, como homenaje del pueblo argentino a su hazaña, se le había otorgado el privilegio de dar el puntapié inicial al primer partido que jugaba River de local, contra Estudiantes de La Plata. Oscar empezaba a vivir tiempos raros para lo que hasta entonces había sido una tranquila vida de muchacho de barrio. La popularidad no era fácil, y él era todavía bastante inocente para dominar sus códigos. Una prueba de ello fue cuando, segundos antes de dar el puntapié, en el círculo de central de una cancha rodeada por unos cuarenta mil espectadores, se acercó a Ángel Labruna, el emblemático delantero y máximo goleador de River, y le hizo una pregunta secreta: “¿A quién se la tengo que pasar?”
Los éxitos continuaron: en 1954 obtiene la primera colocación en el Zonal Sudamericano disputado en Mar del Plata. Esto le otorga un pasaporte directo para disputar, en 1955, el Interzonal de Gotemburgo, exigente competencia en la que participaron todos los mejores jugadores del momento, a excepción de tres: el campeón mundial, Mikhail Botvínnik; el subcampeón mundial Vassily Smyslov (que pasaba directamente al Torneo de Candidatos) y el Gran Maestro estadounidense Samuel Reshewsky, que por compromisos personales no pudo disputar el Interzonal.
Perón recibe a Panno
Panno está andando en bicicleta | Foto: Antonio Legarreta, un célebre reportero argentino de una revista deportiva desaparecida, "El Gráfico"
Oscar Panno con sus hermanos César y Marta y con sus padres | Foto: Antonio Legarreta, un célebre reportero argentino de una revista deportiva desaparecida, "El Gráfico"
El tercer puesto que finalmente obtiene Panno en la competición (detrás de David Bronstein y Paul Keres), lo colocó, para el consenso de la afición mundial, nada menos que en el sexto escalón del ránking internacional. Y agreguemos que tuvo alguna chance de ganarle a Bronstein su partida individual. Si ello hubiera ocurrido, hubiese empatado el primer puesto con el soviético.
Las grandes hazañas –ya sea amorosas, deportivas o de cualquier índole- se disfrutan por lo menos en dos momentos: el primero, cuando se concretan. El segundo, cuando uno puede contarlas a sus amigos. Y así, es de imaginar que al sábado siguiente de su retorno a la Argentina, habrá compartido el éxito con sus amigos de ajedrez, entre los que estaba Marco Finci, un muchacho ocho años mayor que él; pero el ajedrez iguala edades. Y el siempre presente Aldo Salerno, quien, quizá olvidándose de que ahora estaba jugando con un flamante Gran Maestro –su actuación en Gotemburgo le valió tal título- le habrá ganado alguna de las innumerables partidas rápidas que habrán jugado. Y al día siguiente, domingo, a encontrarse todos para ir a ver al equipo ¨millonario”.
La afición argentina estaba casi convencida de que se avecinaban años con un campeón mundial de ajedrez absoluto nacido en tierras argentinas.
El campeonato mundial juvenil era un buen preanuncio del campeonato absoluto. Muchos de los campeones mundiales juveniles luego obtuvieron el título absoluto. Y si a ello le agregamos un virtual sexto puesto en el ránking internacional, con tan sólo veinte años, no quedaban dudas de que las posibilidades de Panno eran inmejorables. Después de todo, vivíamos nada menos que en un país que era la segunda potencia ajedrecística del orbe, tras los tres subcampeonatos olímpicos de Dubrovnik 1950, Helsinki 1952 y Ámsterdam 1954.
Pero el joven del barrio de Saavedra tenía otros planes que lo alejaban de esa posibilidad: había decidido terminar sus estudios de ingeniería y ejercer dicha profesión. En aquellos tiempos, a diferencia de lo que ocurriría décadas después, no entraba en la cabeza de casi nadie la idea de convertirse en un ajedrecista profesional.
Los participantes del torneo de Gotemburgo 1955
La colisión entre el ajedrez y la Universidad llegó al clímax allá por el año 1958, en que luego de jugar la final del campeonato argentino, el Panamericano, el Interzonal de Portorož, y la Olimpíada de Münich, entre otros torneos, Panno había reclamado que, al menos para el próximo campeonato argentino, lo eximan de jugar las preliminares, cosa que resultaba innecesaria, habida cuenta de que Oscar ya había dado excelentes muestras de su nivel en la esfera internacional y precisaba disponer de tiempo para su carrera universitaria.
Su petición recibió una rotunda negativa, y entonces, Panno tomó la decisión de “suspender a la Federación Argentina de Ajedrez” (son sus propias palabras), y retirarse de toda competencia hasta tanto haber logrado su título de ingeniero civil. Esto lo cumplió de manera casi meticulosa. Desde fines de 1958, hasta el verano de 1962, no participó de ningún torneo.
Reapareció en el Magistral del Club Kimberley, de Mar del Plata, cuando ya había terminado de cursar todas las materias y sólo le restaba un final para recibirse.
Copa Piatigorsky 1963
La manera en que regresó Oscar al ajedrez preocupó a quienes esperaban verlo campeón mundial, ya que quedaba claro que el juego había dejado de ser prioridad en la vida del joven. Comenzó a ejercer su profesión de ingeniero en una empresa de primera línea, que pronto, conociendo su capacidad, le confió importantísimos proyectos.
Entre ellos, fue líder y director de obra del complejo de puentes y viaductos que hoy marca la intersección de las avenidas General Paz, del Libertador, Cantilo, Lugones y las vías del Ferrocarril Mitre, al norte de la ciudad capital de Argentina.
En sus ratos libres, daba clase en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Y para completar el combo, ya se había casado con Guillermina, una joven holandesa con la que pronto tuvo tres hijos quienes, lógicamente, demandaron toda su atención.
Todo esto no fue obstáculo para que creara con Najdorf la más emblemática rivalidad de la historia del ajedrez argentino. ¿Quién es el mejor jugador argentino? ¿El genial Miguel Najdorf, que supo ser el número dos del mundo, o este talentoso joven nacido en un barrio de la ciudad de Buenos Aires? Los primeros enfrentamientos entre ambos, para preocupación de Najdorf, fueron ampliamente favorables a Panno: llegó a tenerlo 4 a 0, tras sus triunfos en el Zonal de 1954, el Interzonal de 1955 y los magistrales Ciudad de Mar del Plata de 1955 y 1957. Recién en 1971 Najdorf logró equilibrar el score con Panno. Y a partir de entonces, y hasta la última partida oficial que disputaron, en el Campeonato Argentino de 1991, a propuesta de Najdorf antes de iniciar cada partida, sólo hubo empates entre ellos.
La relación Panno – Najdorf entonces dio lugar a la amistad, forjada a lo largo de múltiples viajes para disputar torneos internacionales. De estas numerosas horas compartidas, no escapan a Panno un sinfín de anécdotas sobre Miguel, apodado desde muy joven como “El Viejo”, dadas sus prematuras canas y calvicie.
Una de ellas tiene como escenario un viaje en tren desde Buenos Aires para disputar el Magistral Ciudad de Mar del Plata 1957. Todos los ajedrecistas, sus acompañantes, árbitros y periodistas viajaban en un mismo vagón, charteado por la organización del torneo. En esos viajes, para los maestros llegados de distintos puntos del planeta, era imposible que el extravertido Najdorf no entable alguna conversación con ellos, “aún en el caso de que el eventual interlocutor no tenga ninguna gana de conversar”-aclara con picardía Panno.
Ocurrió en esa oportunidad que Najdorf pasaba de un asiento a otro charlando con los maestros, incluso, despertando a aquellos que hubieran optado por dormitar un rato. El GM estoniano Paul Keres observaba atentamente las evoluciones de “El Viejo” por el vagón. Cuando lo vio que se había sentado junto al maestro Alexander Kotov, que tuvo que dejar de lado un libro que estaba leyendo, Keres preguntó a Kotov, desde la otra punta del vagón y en idioma inglés, para que todos esos maestros de múltiples países lo entiendan: “Alexander, ¿cuánto tiempo hace que lo conoces a Najdorf? Kotov, sorprendido por la pregunta, piensa unos segundos, y responde “Lo conozco desde hace unos once años, desde el Torneo de Groninga de 1946”. A lo que Keres respondió de inmediato: ¡Oh, no sabes cuánto te envidio! Yo lo conozco desde hace ya veintidós años, desde la Olimpíada de Varsovia de 1935.” Todo el vagón estalló en una estruendosa carcajada.
Por su trabajo, Panno comenzó a declinar su participación en torneos que implicaran viajar lejos de Buenos Aires, a menos que coincidiesen con sus vacaciones anuales. Y los torneos locales, los jugaba luego de una agobiante jornada laboral.
Para la Olimpíada de La Habana 1966, hubo que hacer todo un complicado operativo a fin de que le otorguen la licencia deportiva respectiva, sin que ello implicase un perjuicio para Panno en su carrera profesional en la empresa. Por indicación de la secretaria del propio presidente de la compañía, en la nota que presentó la Federación Argentina de Ajedrez solicitando la licencia, se hizo mucho hincapié en que la participación de Panno en el equipo olímpico era “una cuestión de interés nacional”.
Oscar Panno con Fidel Castro y Miguel Najdorf, en la Olimpiada de La Habana en 1966
Como la empresa era frecuente contratista del Estado, no quería de ninguna manera quedar mal con el gobierno, y entonces no dudó en otorgar el permiso. Así, Panno no sólo logró jugar el torneo. También lo pudo hacer sin el cansancio de competir después de su trabajo. El resultado fue su medalla de oro al mejor segundo tablero.
Pero realizar un viaje de tales características, fuera de su período vacacional, no se pudo repetir otra vez, y Oscar hasta debió resignar su participación en torneos muy importantes, tales como el Interzonal de Túnez de 1967.
A comienzos de la década del setenta, esta situación cambió.
Panno renunció a la Compañía, y estableció, con un socio, su propia empresa de ingeniería, dedicada a la construcción de obras de infraestructura –red de agua, cloacas y pavimentos- para el creciente conurbano de la ciudad de Buenos Aires.
Jugando con Najdorf en 1968
Tras la industrialización de la posguerra, las localidades aledañas a la capital argentina se poblaron a pasos agigantados, hasta el punto de alcanzar un tercio de la población total del país. Esta decisión, que sin duda apuntó a mejoras en la economía del núcleo familiar del maestro, también tuvo su beneficio en el desarrollo de su carrera ajedrecística.
Ya no tenía que solicitar permisos para jugar los torneos, porque se había transformado en su propio patrón. Y así fue como disputó una serie de certámenes que se computaron para el flamante Elo (implementado en 1970), que para 1972, luego de sus éxitos en los Magistrales de Palma de Mallorca, le valieron la 18ª ubicación en el ranking mundial, nada mal para un ajedrecista que no se dedicaba exclusivamente al juego.
Foto de una de las primeras clases en el River 1973
Por otra parte, un estudio retrospectivo de todos los jugadores de élite del mundo, encarado por el mismo creador del sistema, el profesor Árpád Elo, daba a Panno como el segundo mejor jugador argentino de toda la historia, detrás de Najdorf. O, también, el mejor ajedrecista nacido en nuestro país, recordando el origen polaco de Don Miguel.
Otra consecuencia del nuevo esquema de vida de Panno fue que, a partir de marzo de 1973, pudo aceptar el cargo de profesor de ajedrez de River, función que mantiene hasta la actualidad, dando comienzo a un fructífero ciclo docente–ajedrecístico sobre el cual hablaremos enseguida.
Así, Panno vino a completar una lista de muy prestigiosos profesores del Club River Plate, como fueron Roberto Grau, Julio Bolbochán y Raúl Sanguineti. Todos ellos, dignos de integrar, junto con Najdorf, una suerte de seleccionado olímpico argentino de toda la historia.
Pero el marco económico, en países emergentes como el nuestro, varía en forma constante. A comienzos de la década de los ochenta, Panno se vio obligado a dar un nuevo golpe de timón a sus negocios.
La importante crisis financiera en que desembocó la gestión del entonces ministro de economía Martínez de Hoz generó el abrupto corte en las contrataciones del Estado, de duración incierta. Panno no tuvo otra solución mejor que bajar la persiana de su emprendimiento personal, y dedicarse a otra cosa. Esa otra cosa era el ajedrez.
Por fin, Panno se convertiría en un ajedrecista profesional, con dos potenciales fuentes de ingresos: sus premios en torneos por un lado, y sus retribuciones como docente de ajedrez. Entonces, a su cátedra de River, le agregó varias instituciones más: el Club San Fernando, el Colegio Nacional Buenos Aires, la Municipalidad de Vicente López, el Círculo de Villa Martelli, el Círculo de Villa Ballester y el Club Gimnasia Esgrima de Buenos Aires.
Tal como hubiesen querido sus fans de los años cincuenta, ahora Oscar había dejado de ser un amateur talentoso, para convertirse en un ajedrecista profesional hecho y derecho. Además, entre agosto 1998 y marzo 1999 publicó Ajedrez con Panno, fascículos coleccionables que enseñaban ajedrez. Se vendían en todos los quioscos de diarios y revistas de Argentina.
Esta profusa actividad docente llegó a centenares de alumnos, o aún a miles, si consideramos el alcance de los fascículos. Y hubo numerosos discípulos que alcanzaron títulos internacionales, como los grandes maestros Rubén Felgaer, Alejandro Hoffman, Diego Valerga o Pablo Lafuente, los maestros internacionales Maximiliano Ginzburg, Enrique Scarella, Guillermo Llanos, Nahuel Díaz, Alejo De Dovitis, o la Gran Maestra Femenina Claudia Amura.
Panno jugando con Boris Spassky
A pesar de ello, Panno destaca que el objetivo de su docencia del ajedrez no es fabricar maestros: el juego es un modelo que sirve para aprender a tomar decisiones en la vida, a partir de la previsión de sus consecuencias. Sólo por ello, sostiene que si la enseñanza del juego fuese masiva, contribuiría muchísimo a la formación de una sociedad pensante.
Emparentado con la docencia, merece mencionarse también su tarea de entrenador de grandes maestros para diversas competencias. El caso más conocido: fue segundo de Víctor Korchnoi en el match por el título mundial ante Anatoly Kárpov, en Baguío 1978.
En marzo de 2008, con su tercer puesto invicto en el Memorial Bobby Fischer organizado por el Círculo de Villa Martelli, Panno ha dado por terminado su nutrido ciclo competitivo, con más de dos mil partidas registradas en las bases de datos y más de doscientos torneos jugados.
Haciendo una apretada síntesis de esa trayectoria, encontramos que obtuvo tres campeonatos argentinos (1953,1985 y 1992) y cuatro subcampeonatos (1958, 1967, 1975 y 1993).
Fischer mirando la partida de Panno
En cuanto a las preliminares del título mundial registra, sobre ocho zonales jugados, dos primeros puestos (Mar del Plata 1954 y Río de Janeiro 1957), dos subcampeonatos (Mar del Plata1969 y São Paulo1972) y tres terceros puestos (Río Hondo 1966, Fortaleza 1975 y Santiago de Chile 1987). Con ello accedió a seis interzonales (Gotemburgo 1955, Portorož 1958, Túnez 1967, Palma de Mallorca 1970, Petrópolis 1973 y Manila 1976), cuyo mejor resultado fue el mencionado tercer puesto en 1955, que le dio acceso a su único Torneo de Candidatos, Ámsterdam 1956, en el que obtuvo el 9° puesto. Recordamos lo dicho con respecto al de Túnez: se clasificó, pero no pudo ir a jugarlo.
En competencias de otro orden, en 1954 participó del Match Argentina–URSS, defendiendo el tercer tablero ante el GM Yury Averbakh, perdió 3 a 1; Campeonato Panamericano 1958, 1°, delante de Lombardy, Cuéllar y Najdorf; Ciudad de Buenos Aires 1970, 3°, detrás de Fischer y Tukmakov; Caracas 1970, 3° detrás de Kavalek y Stein, y delante del emergente Kárpov; Magistral de Palma de Mallorca 1971: 1°/2°, empatado con Ljubójevic; Magistral de Palma de Mallorca 1972, 1°/2°, empatado con Kavalek; Santa Fe de Bogotá 1976, 1°, delante de Cuéllar; Santa Fe de Bogotá 1977, 1°, delante de Gilberto García; Biel 1977, 2°, detrás de Miles; Lone Pine 1977, 1°/2° empatado con Balashov, IBM Amsterdam 1990, 3º detrás de Ree y Unziker. Su último triunfo en un torneo se registró en Mendoza, en el Memorial Manuel Pereyra Puebla en el 2003, invicto delante de 114 jugadores.
Merece mencionarse también su título de campeón del Club Argentino de Ajedrez. Lo logró por primera vez en 1953, ganándole un match a Luis Piazzini, y no lo defendió al año siguiente. Luego lo recuperó en 1965, ante Rubén Rollansky, y lo defendió sucesiva y exitosamente hasta 1992, año en que decidió renunciar al título. Mantuvo el cetro un total de veintiocho años.
Panno también fue uno de los tres ajedrecistas que más veces participó en olimpíadas de ajedrez representando a Argentina. Lo hizo en once ediciones, al igual que Miguel Najdorf y Pablo Ricardi.
Ganó medalla de bronce al segundo tablero en Münich 1958, alcanzando en La Habana 1966 la medalla de oro para dicho puesto. Su perfomance total, desde Ámsterdam 1954 hasta Manila 1992, fue de 151 partidas jugadas, 51 ganadas, 87 tablas y sólo 13 derrotas, conformando un rendimiento del 62,6%. Curiosamente, nunca ocupó el primer tablero titular a lo largo de su dilatada trayectoria olímpica, en la que quedó invicto en cuatro Juegos: Münich 1958; La Habana 1966; Siegen 1970, y Manila 1992.
Panno para Chessmetrics fue el jugador N° 18 del mundo en noviembre de 1955, teniendo en octubre de ese año un ránking de 2.680 puntos, que asciende al impresionante 2755 correspondiente al Interzonal de Gotemburgo que fue, sin dudas, la actuación más descollante de toda su historia.
Para entonces sólo lo superaban en el listín mundial: Vassily Smyslov; Paul Keres; David Bronstein; Mikhail Botvínnik; Samuel Reshewsky; Tigran Petrósian; Mark Taimánov; Efin Géller; Miguel Najdorf; Boris Spassky; Alexander Kótov; Lazlo Szabó; Svetozar Gligorić; Isaac Boleslavsky; Borislav Ivkov; Alexandar Matanović, y su maestro Julio Bolbochán. Y atrás de Panno quedaban: Ludek Pachman; Yury Averbakh; Viktor Korchnói; Klaus Darga; Wolfgang Unzicker; Paul Benkö, y Miroslav Filip.
Durante el transcurso de la primera década del siglo XXI, Panno se jubiló como ingeniero y renunció a sus cargos docentes, en las instituciones que ya hemos mencionado. Sólo retuvo sus funciones en River y en su Ajedrez con Panno, que ahora, entre otras funciones, es un portal de ajedrez destinado a docentes y alumnos de los ciclos regulares de la educación primaria y secundaria.
¿Por qué eligió a River para quedarse? Suponemos que por una cuestión claramente afectiva. Cada sábado se produce el rencuentro con sus amigos de siempre, como Marco Finci, quien hasta su fallecimiento, a los 89 años, era raro que faltase un sábado al club; o con sus alumnos, a quienes reúne en su clase, puntualmente a las tres y media de la tarde, para continuar hasta largamente pasadas las siete.
Y de alguna manera está cerca del entrañable Aldo Salerno, aunque ausente de la sala quiso, a su manera, hacerse presente en el Club y en cada partido de su equipo favorito. A tal fin, cumpliendo sus expresos deseos, sus familiares y algunos amigos del ajedrez entraron cierta vez en la cancha principal de River y en los lugares de los mejores goles de Ángel Labruna, Beto Alonso o Enzo Francescoli, o de las espectaculares atajadas del gran Amadeo Carrizo, vaciaron el cofre que guardaba sus cenizas. Es que Aldo jamás se perdonaría perderse un partido de su querido River Plate.
¿Qué hace hoy Oscar Panno, a la edad de 85 años, y en plena pandemia, que obligó a cada individuo a aislarse de la gente que lo rodea? Continúa dando sus clases sabatinas en River Plate, tan sólo una hora más tarde de su horario habitual. Se realiza a través de una plataforma desde la cual los socios de River pueden interactuar con él, pero luego queda guardada, para el resto de la humanidad, en el canal de Youtube que hoy posee Panno:
Asi es, como si le faltasen logros, Oscar acaba de convertirse en un exitoso Youtuber.
Cerrando la lista de sus reconocimientos, a sus éxitos en grandes magistrales internacionales o importantes torneos abiertos hay que agregarles los reconocimientos a su fructífera trayectoria, como el de Personalidad Destacada de la Cultura, que le entregó la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, o el Premio Domingo Faustino Sarmiento, máxima distinción que otorga el Senado de la Nación Argentina, o varios Olimpia de Plata.
Oscar Panno (en el medio) y a la izquierda el mítico arquero de River Amadeo Carrizo, y el de la derecha el tenista argentino Guillermo Vilas, que en algún momento llegó a ser Nº 1 del mundo, allá por los años 70.