Póquer de Reyes
por Carlos A. Ilardo
Acaso se trate de una historia con final abierto; la intransigencia de los
protagonistas torna incierto su desenlace.
Hace algo más de una década que el mundo de los trebejos convive con un
profundo cisma; la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), a través de su
titular el calmuco Kirsan Ilyumzhinov ejecutó con precisión maquiavélica el
movimiento “divides y reinarás” con el que atomizó el poder de los campeones
mundiales. La jugada despertó fobias.

El Presidente de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov
Así cuatro maestros, el búlgaro Veselin Topalov (campeón mundial FIDE 2005),
el uzbeco Rustam Kasimdzhanov (campeón mundial FIDE 2004), el ruso Vladimir
Kramnik (campeón mundial oficioso) y el azerbaijano Garry Kasparov (todavía N°1
del mundo, pese a su retiro de la práctica profesional) integran el “Póquer de
Reyes” de un reino anárquico en el que todos mandan y nadie gobierna. Nace la
trama.

Veselin Topalov (Foto: Fred Lucas)

Rustam Kasimdzhanov

Vladimir Kramnik

Garry Kasparov
A fines del siglo XIX, en una pequeña sala de un club de Nueva Orleáns, el
austríaco Wilhelm Steinitz y el inglés Johannes Zukertort disputaron un match
que determinó al mejor ajedrecista de la época. Con el último jaque mortal,
Steinitz, intempestivamente, se subió sobre la mesa de juego y sin rubores
pregonó:“¡Soy el campeón mundial!”, y nadie lo contradijo; corría 1886
y surgía el primer campeón “oficial” de un juego con más de dos mil años de
historia.

Wilhelm Steinitz

Johannes Zukertort
Con la creación de la FIDE, en 1924, el ajedrez logró el marco legal para
avalar los matches por el título mundial; y tras la muerte del campeón,
Alexander Alekhine, en 1946, la federación, también, se encargó de la
organización de los mundiales.

Alexander Alekhine
El primer sobresalto llegó en 1975 cuando por desavenencias con el organismo
rector, el norteamericano Bobby Fischer fue despojado de su corona; por primera
vez un campeón perdía un título mundial fuera del tablero.

Bobby Fischer
En 1993, otra vez una jugada pateó el tablero; Garry Kasparov pagó con la
pérdida de su título mundial sus diferencias con la cúpula de la FIDE. Mientras
Ilyumzhinov conservó el poder de la corona oficial organizando diferentes
certámenes anuales por la disputa del título mundial, Kasparov se unió con
empresarios que apostaron a la creación de distintas asociaciones oficiosas para
darle batalla a la FIDE. Así nacieron y murieron sucesivamente:
Professional Chess Asociation (PCA), World Chess Council (WCC) y Brain Games
Network (BGN).

Kramnik y Kasparov en el Campeonato Mundial de Brain Games Network
En 2000 cuando Kasparov perdió por primera vez un match; su rival y antiguo
discípulo Vladimir Kramnik se convirtió en el Campeón Mundial de oficio. Con la
ida del rey Kasparov el grupo empresario del “Campeonato Mundial Clásico”,
perdió popularidad y marketing. Kramnik (el campeón) se quedó solo, sin rivales,
al frente de una asociación sin jugadores. Desde entonces actúa como rey y
esclavo de un mismo reino. Un verdadero dislate.

Kramnik
Mientras tanto con las ausencias de Kasparov, Anand y la de todos los
maestros de origen judío, la FIDE organizó en territorio libio, bajo el control
de Muammar Kadaffi, el Mundial de 2004, del que surgió el 17mo. Campeón oficial,
el uzbeco Kasimdzhanov. Un hombre obediente al poder de la FIDE, que fue
incorporado al establishment de la federación internacional con un
cargo en el Comité. Había que asegurarse el control del título.

Kasparov y Anand
Ya en 2005, sin Kasparov a la vista, el búlgaro Topalov se consagró en San
Luis en el 18vo. Campeón oficial; la ausencia de algunas figuras como, Ivanchuk,
Shirov, Kramnik o Ponomariov (el 16to. Campeón, marginado de la prueba por sus
diferencias con Ilyumzhinov) empañó el bruñido título conquistado,
merecidamente, por el búlgaro, el último rey.

¡Campeón del Mundo! Topalov recibe su trofeo en la clausura del Mundial de
San Luis en 2005
Así un póquer de reyes, débiles y divididos se enfrenta al poder de la FIDE
que con mejores cartas amenazó, unilateralmente, con poner fin al cisma en 2007.
En tanto, aficionados y entendidos añoran un viejo recuerdo: el del recitado
de los Campeones Mundiales que como un borbollón partía, casi mágicamente, de la
memoria; distante de los tiempos modernos, en los que con la proliferación de
ignotos reyes, el olvido de sus nombres puso en jaque a la historia.