¿Quién mató a Bobby Fischer?

por Manuel Azuaga Herrera
12/10/2020 – La batalla de Reikiavik (1972) lo convirtió en campeón del mundo, pero nunca nadie cayó a los infiernos desde tan alto. Nuevo artículo por Manuel Azuaga en Diario Suir: ‘¿Quién mató a Bobby Fischer?’. Como lo describe el artículo, Fischer fue el undécimo campeón del mundo en la historia del ajedrez, héroe entre los héroes, semidiós y diablo.

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Cuentos, jaques y leyendas

Por Manuel Azuaga para Diario SUR

En mayo de 1972, dos meses antes del legendario duelo entre Spassky y Fischer en Reikiavik, el presidente Richard Nixon visitó Moscú para reunirse con Leonid Breznev, el hombre fuerte del Partido Comunista. El objetivo era suavizar la congoja creciente ante la amenaza de una guerra nuclear que nadie deseaba. El mundo estaba acojonado. Nixon, que sabía de la debilidad de Breznev por los automóviles, le regaló un Cadillac para su colección personal. Y, entre ofrenda y protocolo, como sin venir a cuento, el presidente estadounidense hizo entrega solemne de un regalo inesperado «para el pueblo soviético». Se trataba de un juego de ajedrez de porcelana y oro diseñado para la ocasión, con piezas de 17 centímetros de altura. Nixon tenía en mente, sin duda, la inminente batalla entre Fischer y Spassky. Y por eso quiso ejecutar, en el tablero político, una jugada tan ingeniosa como premonitoria. A fin de cuentas, aquella visita suya no era más que un juego de propaganda, una paz a medias para los medios, porque la verdadera batalla se iba a librar dentro de pocas semanas en una isla volcánica y desconocida, Islandia, donde la Guerra Fría se desdoblaría en el tablero.

El 1 de septiembre de 1972 Nixon estaba en el ojo del huracán por el escándalo Watergate. En contraste, ese mismo día, en Reikiavik, sonaba la pieza 'Les oiseaux dans la charmille', de Offenbach. Era la música elegida para la ceremonia de clausura del campeonato del mundo. Un campeonato que había estado, por momentos, en el alambre. Al final, Fischer cumplió con su palabra, como de costumbre: «No solo jugaré por mi país, sino que volveré con la corona de campeón». Eso le dijo a Henry Kissinger, Secretario de Estado de Nixon, a primeros de julio. En la entrega de premios, Fischer sacó un pequeño tablero del bolsillo para mostrarle a Spassky los análisis que había hecho sobre la última partida. El soviético señaló algunas jugadas interesantes, haciéndole ver a Bobby que quizás pudo haber resistido un poco más, pero Fischer negaba cualquier variante con la cabeza: «No hubiera cambiado nada, habría ganado de todas formas». Fischer era así. No buscaba hurgar en la herida de Spassky, tan solo pretendía hablar de ajedrez. Al punto de que ni siquiera se había dado cuenta de que le nombraban desde el escenario. Robert James Fischer: undécimo campeón del mundo en la historia del ajedrez. Héroe entre los héroes. Semidiós y diablo. El público aplaudió en pie mientras Bobby recogía su corona de laureles. Y no podía sospecharlo pero, a partir de ese momento, daría comienzo su particular pesadilla.

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Manuel Azuaga Herrera, licenciado en Ciencias de la Información. Socio fundador de la Asociación Ajedrez Social de Andalucía. Monitor de la Federación Andaluza de Ajedrez (Nivel I-FADA)

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