De ratones inteligentes, hombres, mujeres y el ajedrez

por Javier Perea
26/01/2023 – ¿Por qué las mujeres juegan peor al ajedrez de media que los hombres? ¿Y qué podemos hacer para dejar que siga ocurriendo? La respuesta puede estar en un montón de ratones, para los que, en 1963, un investigador llamado Robert Rosenthal diseñó un experimento. Se los entregó a otros investigadores que estaban a su cargo, diciéndoles: los he seleccionado por su diferente capacidad. Un grupo es de ratones listos y otro de ratones menos listos. Se mide el tiempo que invierten estos dos grupos de ratones en escapar de un laberinto. En su artículo, Javier Perea y Teresa Sánchez Chaparro nos explican lo que tiene que ver, en su opinión, lo uno con lo otro. | Dibujo: Nadja Wittmann (ChessBase)

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¿Por qué las mujeres juegan peor al ajedrez de media que los hombres? ¿y qué podemos hacer para dejar que siga ocurriendo?

La respuesta puede estar en un montón de ratones, para los que, en 1963, un investigador llamado Robert Rosenthal diseñó un experimento. Se los entregó a otros investigadores que estaban a su cargo, diciéndoles: los he seleccionado por su diferente capacidad. Un grupo es de ratones listos y otro de ratones menos listos. Tenéis que medir el tiempo que invierten estos dos grupos de ratones en escapar de un laberinto. Los investigadores a los que les encargó realizar el experimento comprobaron que, efectivamente, los ratones inteligentes habían sido más rápidos en escapar del laberinto que los ratones menos listos. Solo había un problema: Rosenthal les había mentido; ambos grupos estaban formados por ratones de igual capacidad. Se consideró que los investigadores que llevaron a cabo el experimento habían tratado con mayor mimo, paciencia e interés a los ratones que creían más listos, y eso mejoró su resultado en las pruebas.

Este experimento se replicó luego en un grupo de personas, estudiantes. Se les dijo a sus profesores que se habían seleccionado a una serie de alumnos por disponer de capacidades intelectuales más elevadas que los de otras clases. Se comprobó al final del año que, efectivamente, la clase de alumnos más capacitada había tenido mejores resultados, solo que, como en el caso del experimento de los ratones, la agrupación de los alumnos no se realizó por capacidad intelectual sino por su apellido, de forma completamente aleatoria.

Desde entonces, a ese efecto se le llama el efecto Rosenthal, o el efecto Pigmalion, y consiste en que las expectativas que se tienen sobre un grupo de individuos, influye en sus resultados.

Se ha comprobado también que este efecto ocurre al revés. Así, si de un grupo de personas se esperan peores resultados, se acaban obteniendo. Se le llama el efecto Golem, o el efecto Pigmalión negativo, que reduce la autoestima de los sujetos sobre los que se aplica y provoca que las autoprofecías de bajo rendimiento se acaben cumpliendo.

Y es cierto que el nivel medio de las mujeres que compiten al ajedrez es inferior al de los varones, tal y como lo reflejan las estadísticas relativas al elo medio por sexo. Según datos de enero de 2023, los ajedrecistas varones tienen de media un elo de 1.646, mientras que las mujeres tienen 1.480, es decir, 166 puntos menos (un 10 % inferior). Sin embargo, considerando que en el ajedrez se ejercita el intelecto, y la mujer y el hombre disponen de la misma capacidad intelectual, el motivo de esta disparidad en el rendimiento ajedrecístico debe ser otro diferente a la capacidad intelectual.

Se ha teorizado mucho sobre el motivo de que ello ocurra, y se han aplicado políticas supuestamente con el objetivo de evitar su persistencia. Entre ellas, podrían citarse las siguientes, a modo de ejemplo:

  • Se han creado títulos ajedrecísticos específicos para mujeres con exigencias inferiores a los títulos absolutos. Así, si se exige a jugadores de ajedrez para alcanzar el título de gran maestro, entre otros requisitos, alcanzar 2500 puntos de Elo, para obtener el título femenino equivalente (Gran Maestra) es suficiente con alcanzar 2300 puntos de Elo.
  • Se disputan torneos femeninos.
  • En los torneos mixtos (la inmensa mayoría, afortunadamente) se otorgan premios femeninos a las mujeres con mejores resultados, independientemente de qué puntuación y posición alcancen. Por ejemplo, en el Campeonato Absoluto de España de Ajedrez de 2022, la Campeona de España acabó en la posición número 13 del Campeonato, la subcampeona en la posición 15, y la tercera del podium femenino en la posición 63.

Si analizamos estas medidas desde el punto de vista del efecto Golem, entonces podemos interpretar que, partiendo de la premisa de que las mujeres juegan peor al ajedrez, se han creado dos grupos de personas a los que se trata de manera diferente: las mujeres, los ratones “menos inteligentes”, sobre las que se aplican medidas paternalistas, y los supuestos “ratones más inteligentes”. Así, para los ratones “menos inteligentes”:

  • Los umbrales para obtener sus titulaciones ajedrecísticas son inferiores.
  • Se organizan torneos solo para ellas.
  • Aunque se les permite jugar con hombres, se les otorga premios a las mujeres sin considerar la clasificación general (solo comparándolas entre sí).

Conforme al efecto Golem, no es de extrañar, pues, que las mujeres obtengan peores resultados. El proceso circular funcionaría de la siguiente manera:

  1. Se parte de la creencia de que las mujeres juegan peor al ajedrez.
  2. Eso genera una influencia que lleva a realizar acciones sobre otras personas, partiendo de la creencia anterior.
  3. Esas acciones generan un impacto.
  4. Ese impacto refuerza la creencia de inicio, que a su vez motiva otras acciones (hacia nosotros, o nosotras mismas), que refuerza la creencia de la que partíamos, y así volvemos al primer punto, de forma circular e indefinida.

La supuesta inferioridad ajedrecística de las mujeres se considera una evidencia incontrastable, apoyada en la evidencia estadística de los resultados de hombres y mujeres. Esta supuesta inferioridad se les trasmite a las jugadoras desde pequeñas de múltiples formas (aparte de las antes mencionadas, por ejemplo, a las niñas se las envía, si destacan, a competiciones europeas o mundiales solo para niñas) y como resultado de ello, las jugadoras (y los jugadores) lo asumen y las jugadoras obtienen peores resultados, tal y como se preveía de partida.

De hecho, es probable que los resultados de las mujeres ajedrecistas de los últimos cien años puedan interpretarse como uno de los experimentos científicos a escala planetaria más prolongados en el tiempo del efecto Golem, donde se ha dividido a los jugadores de forma completamente arbitraria (se ha hecho por sexo, pero se podría haber hecho por raza, por color del pelo, por altura…) en dos grupos. Luego, se les ha hecho creer a ellas y al resto de la sociedad que es una evidencia de que tienen menos capacidades para el ajedrez, se ha difundido esta creencia a todos los niveles (entrenadores, periodistas, jugadores, árbitros, etc.), y mediante el fenómeno antes mencionado, se obtienen los resultados que se esperaban.

Afortunadamente, ha habido quienes han desafiado la suposición de que las mujeres tienen una menor capacidad innata para el ajedrez, como lo demostró el caso de las hermanas Polgar en el que, gracias a que sus padres asumieron su educación en casa y sin prejuicios sobre su rendimiento, lograron destacar de manera extraordinaria en el mundo del ajedrez. Por otro lado, no se han implantado políticas de “apartheid intelectual” en otros ámbitos donde las mujeres han demostrado iguales capacidades que los hombres, y no se han creado títulos femeninos (de menor valor) de ingenieras informáticas, cirujanas ni abogadas. Las mujeres han luchado por obtenerlos, y lentamente, ha ido aumentando el porcentaje de cirujanos que son mujeres, ingenieras informáticas y abogadas, sin necesidad de devaluar los títulos académicos para mujeres.

Quizás haya llegado el momento de dejar de experimentar con las mujeres que se dedican al ajedrez el efecto Golem. Quizás haya llegado el momento, como pide Judit Polgar, de dejar de limitar a las mujeres. Por eso deberíamos valorar la eliminación de los títulos femeninos ajedrecísticos, las competiciones ajedrecísticas solo para mujeres y los premios femeninos en las competiciones mixtas. Así podremos convencernos de que las mujeres juegan igual de bien al ajedrez que los hombres. Los prejuicios y barreras ya se han eliminado en otros ámbitos sociales con mayor trascendencia y los resultados son muy apreciables.


Javier Perea es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y Doctor en Análisis Económico (España). Es un apasionado por el ajedrez y la estadística, que suele mezclar en sus artículos.