Reflexiones tras la trágica muerte de Daniel Naroditsky

por Rune Vik-Hansen
07/11/2025 – El trágico fallecimiento de Daniel Naroditsky, cuyos detalles aún no están claros, nos invita a mirar más allá del ámbito puramente ajedrecístico. La propia FIDE ha publicado la siguiente declaración en relación con el caso: «La vida y la dignidad humanas son valores fundamentales que todos compartimos. Aunque sentimos un profundo respeto y amor por el juego del ajedrez, que une a nuestra comunidad, estos valores deben estar siempre por encima de todo». A continuación, los comentarios del filósofo noruego Rune Vik-Hansen.

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Las reacciones al fallecimiento del joven y muy estimado GM han sido abundantes, compasivas y generosas. Muchas personas han elegido compartir sus encuentros y experiencias con Daniel Naroditsky, tanto en línea como en persona.

Estas declaraciones nos invitan a plantear preguntas más profundas sobre la (presunta) comunidad ajedrecística (Gens una Sumus): ¿Qué estamos haciendo, por qué y cómo? A menudo se habla de las muchas virtudes que el ajedrez enseña, pero quizá la asistencia fue escasa el día en que la virtud, con raíces en la arete de Aristóteles y la virtus romana, era más necesaria.

Originalmente, virtud se refería a aquello que permite que algo funcione bien, por ejemplo, cómo un cuchillo consigue cortar objetos. No es innata, sino que puede aprenderse; todos tienen, al menos en principio, el potencial para alcanzarla. Hoy en día, el concepto se utiliza principalmente dentro del campo de la ética.

Ejemplos de virtudes concretas incluyen el valor, la generosidad, la honestidad, el buen juicio, la moderación (sophrosyne), la prudencia, la objetividad, la rectitud y la veracidad. Muchas de las reacciones tras el hecho trágico señalan que Naroditsky encarnaba estas cualidades tanto en su vida como en su enseñanza (no, nadie es un ángel). Las virtudes describen no solo las acciones, sino también el carácter: quiénes somos como seres humanos. Por ejemplo, la honestidad como virtud no implica únicamente abstenerse de mentir, sino también una forma de pensar y sentir, es decir, valorar la veracidad.

Lasker dijo en una frase célebre que el ajedrez es una batalla entre mentes, pero ¿cuál es la relación entre las normas, los ideales y las prácticas del ajedrez? ¿Es el ajedrez simplemente una competición pacífica o hay quizá algo más escondido detrás de lo que sucede en nuestras neuronas y sus sinapsis?

Algunas reacciones tras la muerte de Naroditsky, no solo contra el mencionado exjugador de élite, sino también entre quienes respondían, sugieren que el ajedrez, quizá más que otras actividades, es en esencia una forma de guerra tribal. Los peones y caballos reemplazan a las lanzas y hondas, pero la motivación es la misma: derrotar al oponente, cueste lo que cueste.

Foto: Daniel Naroditsky en su casa en Charlotte, Carolina del Norte. Crédito: Travis Dove para The New York Times.

Las reacciones y los comportamientos, antes y después del fallecimiento de Naroditsky, dentro y fuera del tablero —desde discusiones y reproches hasta malentendidos e incluso ataques ad hominem— muestran que algo está en juego, en palabras de Gadamer, pero ¿qué? ¿Reflejan las partidas de ajedrez lo que leemos en las secciones de comentarios, o es al revés? ¿Tienen los ajedrecistas una mayor necesidad de autoafirmación que otros deportistas, aunque otros deportes tampoco sean ajenos a los egos inflados? ¿Y las redes sociales y sus «guerreros del teclado»? ¿Es esta otra extensión de la lucha tribal? Se ha sugerido que lo que uno no diría cara a cara, es mejor guardárselo para uno mismo.

Si el ajedrez es nuestra única fuente de ingresos, es comprensible que a veces las cosas se caldeen, pero ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

Como nunca sabemos por lo que han pasado nuestros oponentes o los interlocutores en línea antes de nuestra partida o de leer los comentarios posteriores, tal vez valga la pena recordar por qué jugamos ajedrez o por qué escribimos en línea: ¿Por halagar el ego? ¿Por estética o misticismo? ¿Por honor y gloria? ¿Para aprender? ¿Por trofeos y puntos de Elo? ¿Por afirmación o autoafirmación? ¿Por crear algo de lo que podamos sentirnos orgullosos?

La situación recuerda al mantra actual de los empleados de tiendas que despiden a sus clientes con un alegre «¡Que tenga (todavía) un buen día!». Pero, ¿qué saben ellos? «Hoy mi esposa pidió el divorcio, el coche fue robado, la casa se incendió, los niños fueron secuestrados y el perro huyó. ¿¡Que tenga un buen día!?»

Algún día quizá comprendamos que nunca seremos campeones del mundo, y puede ser razonable ajustar nuestro enfoque, bajar los hombros y las ambiciones, pero ¿deben las virtudes del ajedrez desaparecer en el calor de la batalla?

Sin embargo, una vez cometido el daño (como todos sabemos, pocos son ángeles), si aún tenemos tiempo para darnos cuenta de lo que estamos a punto de hacer, podríamos intentar detenernos antes de lanzar dardos, tanto dentro como fuera del tablero.

¿Podría la trágica pérdida de Naroditsky ayudarnos a ampliar nuestra perspectiva, o vivimos en una época en la que conocemos el precio de todo, pero no conocemos el valor de nada?


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Nacido en 1968, Rune Vik-Hansen se licenció en la Universidad de Tromsø en 1999 con una tesis sobre el concepto de "Dasein" de Heidegger. Otros campos de interés son la metafísica, la ontología, la teoría de la ciencia, la filosofía de la mente, el libre albedrío y la moral.
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