Rumbo al match del siglo

por Juan Manuel Bellón
01/12/2022 – Llega el año 1970 y el Auditórium de Palma de Mallorca fue la sede que albergó a los 24 jugadores clasificados para este torneo Interzonal. Bueno, lo de clasificados es un decir, porque Fischer no estaba clasificado por derecho propio al renunciar a jugar el campeonato de Estados Unidos, que se había celebrado un año antes y que era clasificatorio para este interzonal, alegando que 11 rondas eran pocas y debía jugarse a doble vuelta. O sea, 22 partidas. Artículo por el GM Juan Manuel Bellón. Artículo publicado en Peón de Rey nº 161 (nov-dic 20223), reproducción por cortesía de la revista. | En la foto: Juan Manuel Bellón | Foto: David Llada, via Peón de Rey

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Por el GM Juan Manuel Bellón

Artículo publicado en Peón de Rey nº 161 (nov-dic 20223).

[Un hombre con traje y corbata sonriendo Descripción generada automáticamente]
(Foto GM Juan Manuel Bellón, por David Llada).

Descarga gratis el suplemento digital en PDF interactivo de la revista bimestral de ajedrez Peón de Rey nº 161 (nov-dic 2022).

El Auditorio en Palma de Mallorca

Auditorio de Palma de Mallorca | Foto: Peón de Rey

Tanto la FIDE como la Federación USA deseaban que Fischer jugara este interzonal en Palma de Mallorca y se hizo una pequeña chapuzada, dejando que la federación estadounidense designara a sus tres representantes saltándose la clasificación final del campeonato. Al final, dos de los tres clasificados directamente mantuvieron sus plazas, pero el GM Benko cedió la suya a Bobby Fischer mediante una compensación económica –parece ser que de 2.000 dólares–, a cambio por la plaza y la posibilidad de que el propio Benko pudiera acudir a Mallorca en calidad de analista de los jugadores americanos, que además del propio Fischer fueron William Addison y Samuel Reshevsky, ambos con una discreta actuación final.

Este torneo fue larguísimo, tanto por el número de participantes (24) como por los días de descanso. Así que, desde el 8 de noviembre al 13 de diciembre, y durante casi un mes, tuve la fortuna de ver “in situ” al genio de Bobby Fischer. De los 24 participantes solo pueden contarlo 6, ya que hasta 18 han fallecido, quedando en vida actualmente los grandes maestros Hübner, Panno, Mecking, Hort, Suttles y el MI Naranja, de Filipinas, aunque de este último no estoy seguro. En esta ocasión también me presté a ser muralista del torneo, aunque ya había sido campeón de España absoluto un año antes, entre otros motivos porque me encantaba hacerlo y porque me apetecía estar cerca de Bobby Fischer, del que tanto hablaba todo el mundo. No me decepcionó en absoluto dicha experiencia.

Lo primero que me llamó la atención del norteamericano fueron los minutos tarde que llegaba a todas sus partidas. Unos decían que era para poner nerviosos a sus rivales; otros, que lo hacía para evitar las cámaras fotográficas que se aglomeraban al comienzo de cada ronda, y los más incrédulos que era porque no tenía control del tiempo, ya que el ajedrez le absorbía por completo. También me llamó la atención lo rápido que caminaba desde la salida del ascensor hasta la mesa donde se encontraba su oponente, al que le saludaba sin una sonrisa y siempre muy serio.

Cariatura del artista islandés Halldór Petursson

Caricatura: El artista islandés Halldór Petursson, realizó una famosa serie de caricaturas sobre el match, de la que reproducimos alguna de las más memorables.

Analizaba muy pocas partidas una vez finalizadas estas, y cuando lo hacía, nunca contra jugadores rusos, a los que tenía una gran aversión (luego comentare por qué). Cuando tuvo su única derrota en el torneo, frente al GM Bent Larsen, salió disparado de la sala de juego, con evidentes signos de mal humor y probablemente enfadado consigo mismo, ya que a diferencia de lo mucho que se ha dicho de él, Fischer –por lo que vi en Palma de Mallorca– siempre era muy respetuoso con todos sus rivales. También puedo decir que yo, que he conocido y jugado contra muchos campeones mundiales, desde Botvínnik al actual campeón mundial Magnus Carlsen, aseguró que solamente ante dos de ellos, al verlos, he tenido una sensación extraña como de respeto máximo, miedo, y algo en la mirada de ellos como amenazante. Y estos han sido Bobby Fischer y Garri Kaspárov.

Antes del comienzo de este Interzonal de Palma de Mallorca, yo tenía una imagen de Fischer muy equivocada, por lo que había leído de él. Que, si el ajedrez le había trastornado y era un loco paranoico peligroso y con manías persecutorias, etc. Y todo este malestar con Bobby Fischer surgió a raíz de las denuncias que hacía el jugador norteamericano sobre las dificultades que entrañaba jugar los torneos interzonales con tantos jugadores de una misma federación, en aquellos casos de la soviética, que además eran los mejores del mundo con alguna excepción. Ocurría, según él, que los jugadores sin posibilidades para nada solían perder sistemáticamente sus partidas fácilmente contra sus compatriotas con más aspiraciones de clasificarse o ganar el torneo, mientras que cuando se enfrentaban a él (Fischer) parecía que les esperaba un largo periodo de trabajos forzados en la fría Siberia, si no le arrancaban por lo menos medio punto.

Por aquel entonces, yo creía en el “fair-play” y me parecían inverosímiles aquellas afirmaciones del jugador norteamericano, aunque por mi admiración por él quería pensar en mi interior que algo de razón podía tener. Por fin, consiguió posteriormente, y gracias a sus denuncias, que la FIDE cambiara el sistema y los torneos de Candidatos fueron con el sistema de enfrentamientos individuales. Es imposible no recordar los 6-0 que de manera consecutiva endodó Fischer a Mark Taimanov primero y a Bent Larsen después. Ahora me viene a la memoria aquel comentario que hizo un aspirante a campeón mundial antes de enfrentarse a Capablanca: “No sé cómo ganar 6 partidas a Capablanca, pero tampoco sé cómo me las podrá ganar el a mí”.

Una vez hablado de mi primera experiencia personal con Spaski primero en 1968, y con Fischer posteriormente en 1970, voy a comentar lo que recuerdo de la disputa de ambos jugadores en la lucha por el Campeonato del mundo 1972 celebrado en Reikiavik (Islandia), siendo el mismo el primero que se hacia fuera de la URRS en los últimos 20 años. Dos egos suben al ring, comienza la partida de ajedrez, comienza el match del siglo Borís Spaski vs Bobby Fischer.

Este match comenzó el 11 de julio y terminó el 1 de septiembre, ya que, aunque la última partida empezó el 31 de agosto, la misma fue aplazada, abandonando Spaski al día siguiente al comunicarlo por teléfono al árbitro principal. No voy a comentar el desarrollo de las partidas, evidentemente, porque mucho libro hay escrito sobre ello con amplios comentarios de todas ellas, pero sí que el resultado final fue una amplia victoria del norteamericano por 12,5-8,5, convirtiéndose en el campeón mundial oficial número 11.

Una voz autorizada, como la del árbitro principal del match que fue el alemán Lothar Schmid, comentaba de ambos protagonistas lo siguiente. Sobre Fischer dijo: “Es un hombre difícil de tratar. Protesta por todo, que si las luces no están lo suficiente encendidas, que si el tablero hace sombras, que si las sillas, que si la temperatura, que si las cámaras de TV, etc., etc.” Sobre Spaski dijo: “Es completamente diferente, no se lamenta nunca de nada, es un perfecto campeón, un deportista y un caballero”. Estoy completamente de acuerdo sobre la opinión de Spaski, con el que me he enfrentado en dos ocasiones más, aparte de la partida de las simultáneas que he comentado anteriormente, y doy fe de que el ruso siempre ha tenido palabras amables conmigo, ni un mal gesto y un gran sentido del humor. Pero difiero totalmente con la imagen que da de Fischer. Creo haber analizado bien a Fischer no tan solo por el mes prácticamente que viví con él en el Interzonal de Mallorca, sino por sus comportamientos en algunas Olimpiadas en las que hemos coincidido, sus historias por allí y por allá, así como lo ocurrido en el match por el Campeonato mundial, y mi opinión es que Fischer dedicó toda su vida para ser campeón mundial. Pero no solo eso, sino que luchó también para dignificar la vida del ajedrecista: mejores premios, mejores condiciones de participación, mejores salas de juego, etc. Por consiguiente, el buscar mejores económicas para él y todos sus colegas, mejores condiciones de alojamientos para el ajedrecista, mejores condiciones en las salas de juego, etc., ¿son locuras y manías de un niñato, como se le acusaba? Hasta el mismo Spaski, que mantuvo después del match una larga amistad con Fischer, reconoció que el mundo del ajedrez le debe muchísimo al norteamericano, porque desde entonces, y gracias a todas sus exigencias, los torneos tuvieron mejores premios y mejores condiciones en todos los aspectos. No he conocido a ningún gran maestro en mi carrera que no reconozca que Fischer mejoró el ajedrez en todos los aspectos, por lo que todos le damos las gracias por ello, de la misma manera que algunos también le reprochan que su renuncia al match contra Kárpov, y que nunca se celebró, también hizo mucho daño al ajedrez… Pero esa es otra historia.

Para quien no haya conocido a Fischer, porque en España somos pocos los que vivimos para contarlo, quiero mencionar algunas de sus frases célebres que definen perfectamente como era y como pensaba.

“Yo no creo en la psicología, yo creo en las buenas jugadas”.
“En el ajedrez hay dos tipos de jugadores, los buenos y los duros. Yo soy de los duros”.
“El ajedrez es una guerra en el tablero. El objetivo es aplastar al oponente”.
“El ajedrez es la vida”. En esta frase parece que también coincidieron Spaski (“El ajedrez es como la vida”) y Korchnói: (“El ajedrez es mi vida”).
Y última: “Soy un individuo detestable. Mis ideales son el ajedrez y el dinero. Quiero ser riquísimo. Todos quieren serlo, pero ninguno lo dice. ¿Es eso pecado?”.

Es claro que con las famosas frases que he acabado de comentar se deduce una gran confianza en sí mismo, un gran ego, y muchísima personalidad, guste o no guste. Y, si lo analizamos bien, tenía razón en cada una de sus frases.

Y ahora lo que comentaban algunos de sus colegas sobre el propio Fischer.

“Las victorias de Fischer son un enigma para mí”. (Petrosián).
“Fischer solo arroja las piezas sobe el tablero y solas caen en las casillas correctas”. (Najdorf).
“¿Por qué Fischer nunca tenía piezas malas? Porque él las cambiaba y las malas se las quedaban sus oponentes”. (Balashov).

Y ya finalizo tratando de recordar la repercusión que tuvo este campeonato mundial, que este año conmemora su 50 aniversario y es motivo de esta crónica que me ha pedido Peón de Rey pero que yo he complementado con otras cosas que, de una manera u otra, tienen relación directa con este acontecimiento, así que espero que la redacción no me la recorte o elimine. Ya sabéis que a veces yo me enrollo un poco.

Este match, entre dos jugadores de dos ideologías completamente diferentes y de dos personalidades también completamente diferentes, dio paso al match para el título mundial más emocionante que se recuerda. En Estados Unidos se vendieron millones de juegos de ajedrez y, según leí, no hubo ni un ciudadano norteamericano que en el día de su cumpleaños no recibiera un tablero de ajedrez como regalo. No sé si en España llegara a tanto la cosa, pero sí que hubo un auténtico boom para comprar libros de ajedrez, como me comentó muy feliz el director de entonces de la revista JAQUE, José María González (1925-1985).

Creo que por todo el mundo pasó algo parecido, por lo que deberíamos confirmar que el auténtico vencedor de este match del siglo fue el AJEDREZ en primer lugar. Pero Fischer en segundo porque gracias sus exigencias, a sus partidas, a sus shows durante el match, y la repercusión que tuvo ello en todo el mundo, convirtió el ajedrez en un espectáculo, elevando el mismo a un nivel superior del que tenía, como he comentado antes, dándole mayor importancia a la comodidad del ajedrecista para realizar su trabajo.

Yo me sentía orgulloso y feliz de ser ajedrecista en aquella época y nunca podré dejar de dar las gracias a Bobby Fischer, para mi quizás no el mejor Campeón Mundial de la historia del ajedrez, pero sí el que más mérito tuvo en conseguirlo. No olvidemos que lo hizo sin la ayuda tecnológica de los posteriores campeones mundiales que ha habido, y también por la dificultad que tuvo enfrentándose prácticamente solo al resto de los mejores jugadores de aquellos tiempos, todos ellos soviéticos excepto alguna excepción. Grande Bobby Fischer y gracias Bobby Fischer por elevar el ajedrez a la altura que hoy día tenemos.

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GM Juan Manuel Bellón López, ajedrecista y entrenador.