Para ganar, primero debes aprender
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La historia comienza en un orfanato. Una niña de seis años al ir a limpiar los borradores se ve atraída hacia el sótano por un tablero lleno de extrañas piezas, al que dedica todo su tiempo libre el conserje Mr. Schaibel. En ratos furtivos y con sólo observar en silencio aprenderá a jugar.
Un día ella se acercó y se quedó de pie junto a él, esperando a que moviese una pieza. La que estaba tocando era una con una cabeza de caballo sobre un pequeño pedestal. Tras un segundo, él miró hacia arriba frunciendo el ceño irritado. “¿Qué quieres, niña?, le dijo.
Normalmente ella salía corriendo ante cualquier encuentro con gente, especialmente con los adultos, pero esta vez no huyó. “¿Cómo se llama el juego?, preguntó.
Él la miró. “Deberías estar arriba con los demás.”
Ella le miró sin descomponerse; algo en ese hombre y la fijeza con la que jugaba ese misterioso juego le ayudaron a mantenerse en lo que quería.
—No quiero estar con los demás —dijo—, quiero saber a qué juego estás jugando.
Él la miró con más atención. Entonces se encogió de hombros. “Se llama ajedrez.”
Todo esto nos suena a muchos muy familiar, ya sea por experiencia personal o por biografías de maestros. Es una constante en la novela. Tevis, autor consagrado por obras como “El color del dinero”, es un amateur que alcanzó los 1400 y eso se percibe en todo el libro.
Sus dos aspectos, de aficionado y de novelista, aleados en la proporción justa dan una historia con conocimientos ajedrecísticos consistentes en una lograda dramatización. Por ejemplo, muchos de las circunstancias con las que se enfrenta Beth Harmon, como el jugar sola mentalmente, la importancia que le da a los trajes tras ver a los elegantes soviéticos, aprender ruso para leer Shajmatni o trabajar sin equipo ni apoyo de las instituciones contra toda la Escuela Soviética, están sacados de la vida del propio Fischer. Hasta hay un torneo en Ciudad de México en el que es derrotada por Borgov, como le ocurrió a Fischer con Spassky en la Copa Piatigorsky.
En esa dramatización, junto a nombres ficticios que tienen detrás a Grandes Maestros, como Borgov a Spassky o Luchenko a Tal, aparecen también figuras míticas analizando una misma posición:
Había tres hombres en mangas de camisa de pie alrededor de una mesa encajada entre dos sofás. En la mesa había un decantados de cristal y tres vasos de chupito. En el centro de la mesa había un tablero de ajedrez; dos de los hombres miraban y comentaban mientras el tercero movía las piezas especulativamente con las puntas de los dedos Los dos hombres que miraban eran Tigran Petrosian y Mijail Tal. El que movía las piezas era Vasily Borgov. Eran tres de los mejores jugadores del mundo, y estaban analizando lo que debía de ser la posición aplazada en su partida con Duhamel.
Las partidas utilizan (no sé en la traducción española, pues ya el título mismo “Gambito de reina”, invita a pensar lo contrario) descripciones de variantes concretas con la terminología adecuada y en la dosis justa de tecnicismo para crear la emoción por el resultado y recrear la tensión que vive la jugadora en sus cálculos. Ésta es la partida final en Moscú:
Ahora tenía las mejillas apoyadas en los puños, y sus ojos permanecían cerrados. La dama estaba inofensiva en la última fila, en la casilla del alfil dama, donde llevaba desde la jugada nueve. Sólo podía salir por la diagonal, y tenía tres casillas. Todas parecían malas.
[…] Él tomaría su dama después, y ella todavía estará con alfil menos. Pero su caballo estaría ahora colocado para otra horquilla. Ganaría su alfil. No sería un sacrificio. Volverían a estar equilibrados de nuevo, y su caballo podría continuar amenazando la torre.
Abrió los ojos, parpadeó y movió la dama, él puso la torre enfrente. Sin dudar, ella tomó su alfil y lo llevó a dar jaque, y esperó a que su dama lo tomase. Él la miró y no movió. Por un momento ella mantuvo la respiración. “¿Habría omitido algo?” Cerró los ojos de nuevo, asustada, y miró la posición. Él podía mover su rey en vez de tomar el alfil, podía interponer…
De repente ella oyó su voz desde el otro lado de la mesa diciendo la asombrosa palabra “Tablas”.
[…]Unas tablas, sin embargo, no eran una victoria. Y la única cosa de la que estaba segura que le gustaba en su vida era ganar. Miró la cara de Borgov de nuevo y vio con sorpresa que estaba cansado. Meneó la cabeza. “No.”
Con oficio, Tevis dota, además, a la joven prodigio de una personalidad convincente usando una paleta reducida: el verde de las pastillas somníferas que les daban en el orfanato y la acompañan siempre, el blanco y negro de los escaques, el gris ceniza que nunca llegaba a rojo de su vida afectiva y sexual.
Al lector ajedrecista lo que más le gustará, sin embargo, es asistir con Beth Harmon a la intensidad de todas las competiciones en gradación ascendente perfectamente descritas: el primer Open en Lexington, el Campeonato de Kentucky, el US Open en Las Vegas, el Campeonato de EE. UU. y luego los torneos internacionales de México, San Francisco, París y Moscú.
Intentó concentrarse en su propia, su rápido ascenso a la cima del ajedrez americano y más allá de eso, la manera en que se había convertido en una jugadora más fuerte que Benny Watts, la manera en que había derrotado a Laev sin un momento de duda en sus movimientos, la manera en que, incluso siendo una cría, había encontrado un error en una partida del gran Morphy. Pero todo esto era trivial y no significaba nada al lado de su mirada a la institución del ajedrez ruso […]
Y quiero despedirme con la crítica sutil hecha por un enamorado del ajedrez hacia todas las tramas burocráticas y todas las implicaciones políticas. Beth acaba de ganar en Moscú y apartándose de la fiesta, Luchenko le comenta “Todo esto, no es para nada como el ajedrez.” Dejando a todos con el champán en las copas, se bajará luego de la limusina y volverá al parque donde vio jugar a los jubilados.
A mitad de camino, la primera fila de mesas de cemento, un anciano estaba sentado solo con las piezas colocadas delante de él. Era sexagenario y llevaba las habituales gorra gris y camisa de algodón gris con las mangas remangadas. Cuando ella se detuvo ante su mesa, él la miró inquisitivo, pero no llegó a reconocerla. Se sentó delante de las negras y dijo cuidadosamente en ruso: “¿Te gustaría jugar al ajedrez?”
Si bien la novela adolece de tópicos, como la mayoría de las dedicadas el ajedrez, el autor asimila bastante bien la atmósfera de las competiciones y compensa con una narrativa de alta calidad y emocionante dinamismo. Una de las mejores novelas sobre ajedrez, la mejor en inglés, en mi opinión.
(Las traducciones para las citas son de José Luis Torrego.)
El clásico moderno, escrito por Walter Tevis, ha sido la base para la serie producida por Netflix, "The Queen’s Gambit"
En su blog en YouTube, "agadmator" ha analizado la partida decisiva de la serie:
📹 | Anya Taylor-Joy backstage at The Queens Gambit. 💛 pic.twitter.com/ta65JPTUMa
— Anya Taylor-Joy News (@AnyaJoyNews) October 24, 2020
I cannot get over these sets #queensgambit pic.twitter.com/N3hFbqtZd4
— Boo-ia👻 (@xbiavismara) October 23, 2020
Instead of #ElClasico I am watching the second episode of #TheQueensGambit.
— David Llada ♞ (@davidllada) October 24, 2020
That tells you everything about how much I liked it! pic.twitter.com/nLGrUoIDjv
Beth Harmon's final game with Vasily Borgov, her Russian nemesis, is based on that spectacular draw between Ivanchuk and Wolff from the 1993 Biel Interzonal. pic.twitter.com/jJW6or0W3x
— Olimpiu G. Urcan (@olimpiuurcan) October 23, 2020
During an international tournament in Mexico City in 1966, Beth Harmon improves on a 2007 game between Dmitry Jakovenko and Daniel Stellwagen (40.h5!!, instead of 40.Rxb7 as Jakovenko played). 😉 pic.twitter.com/R2psaBPs6O
— Olimpiu G. Urcan (@olimpiuurcan) October 23, 2020
Just finished The Queens Gambit. As a fan and player of chess and a lover of underdogs and their stories this is a solid watch. Very binge worthy. I highly recommend.https://t.co/LIT4CsaZMV
— 🎃🕸DeltaSPOOKYwebb1🕸🎃 (@Webb1Delta) October 25, 2020
Congratulation and massive Kudos to @netflix for giving us an the amazing #QueensGambit
— Soumojit (@Being_Max) October 25, 2020
Chess is a rivetting game but has had some bad screen adaptations but this was magnificent.
Loved the games, the acting and the beautiful score.
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