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Tras el paréntesis del año pasado, en el que no se celebró representación debido al fallecimiento de dos personas muy importantes y queridas del grupo (Dionís Henarejos y Rosa Miralles), el ajedrez viviente retomó su andadura.
El tablero de ajedrez, que cumple la función de escenario teatral, tenía unas dimensiones de 10 m. x 10 m. y a su alrededor se habilitaron cuatro gradas que albergaron a cerca de un millar de personas. Se representó “El clan de la Cova del Migdia” (El clan de la Cueva del Mediodía), escrita por su director Rafael Andarias, inspirada en los hallazgos de las excavaciones arqueológicas de La Cova del Barranc del Migdia (La Cueva del Barranco del Mediodía), siendo la partida que servió de base para la representación la disputada entre Magnus Carlsen y Peter Svidler del Campeonato Mundial de partidas rápidas (Moscú 2009), desarrollándose la obra en castellano.
El invitado de honor fue el actor Álvaro de Luna que leyó los movimientos de las piezas negras y la joven de la localidad Rebeca Jiménez de 8 años, subcampeona de España de ajedrez en su categoría, hizo lo propio con las piezas blancas, interviniendo como narrador el pediatra Luis Santos, colaborador activo en tareas solidarias y que ha recibido la medalla de plata de Cruz Roja, el Reconocimiento Rotario y el Premio 9 de Octubre Vila de Xàbia.
Al inicio del acto se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del accidente de Santiago de Compostela. A continuación, en el preámbulo, conducido por Irene Wittwer, el presidente de la comisión organizadora, Juan José García, entregó unas placas conmemorativas a la niña y al narrador; y el alcalde, José Chulvi, una escultura de los artistas locales Luis y Anselmo Marín al invitado de honor.
La representación arrancó con la aparición de un grupo de arqueólogos que descubren en la ladera sur del monte Montgó de Xábia una cueva perteneciente a la Edad del Cobre, con restos funerarios, herramientas y pinturas rupestres, preguntándose los científicos las historias que aquellos restos habrían vivido hace unos 4.500 años…
Acto seguido, aparecen las blancas, encarnadas por un clan que vivía en un pequeño poblado que habían construido en el valle junto a la ribera del río y que daban sepultura a sus muertos en una cueva inaccesible para los animales depredadores donde sus cuerpos podían descansar en paz. En la primera escena, los peones fabrican vasijas de cerámica: amasan y moldean barro, decoran las vasijas pintando dibujos geométricos con un pincel y luego las cuecen en un horno de leña. Luego, hacen su entrada el resto de las piezas blancas encabezadas por su rey que muestra con orgullo a todos un punzón de cobre, metal muy preciado en aquella época.
A continuación, aparece otro clan (las piezas negras), venido de tierras lejanas, que viene a asentarse también en el valle, pero cuya tecnología no estaba tan avanzada y, además, no poseían cobre.
El clan autóctono es desde el primer momento muy generoso con los recién llegados dándoles regalos de bienvenida, ofreciéndoles semillas, bulbos y raíces para que puedan sembrar en sus campos y materiales para que puedan fabricar mejores herramientas. Las relaciones de ambos poblados son cordiales: realizan competiciones deportivas como entretenimiento e incluso nace una historia de amor entre ellos.
Los dos pueblos conviven en paz y armonía, hasta que el conflicto surge cuando el jefe del clan venido de fuera (el rey negro), poseído por la codicia y sin tener en cuenta las excelentes relaciones de su pueblo con sus anfitriones, inicia las hostilidades con el fin de conseguir apoderarse del cobre que se ha enterado que tienen. Entonces, se inicia una lucha que lleva a ambos poblados a una situación límite con numerosas bajas (hay varias capturas de piezas y peones por ambos bandos). Llegados a este punto, el jefe del clan autóctono ofrece la paz que es rechazada. Prosigue la disputa y finalmente el bando blanco obtiene la victoria y su jefe anuncia a su derrotado adversario: “Te enseñamos lo que sabíamos y te ofrecimos todo lo que teníamos; y nuestra intención era daros cobre cuando nos trajeran más nuestros amigos del otro lado de las montañas, pero tú no supiste tener paciencia. Tu pueblo no merece tener un jefe como tú”.
La representación concluyó con el alegato final del narrador que atrapó al público con su voz y con un mensaje que apelaba a la fraternidad y solidaridad entre los pueblos y al respeto a la Naturaleza, recordando la palabras de Martin Luther King, llenas de esperanza y de ilusión: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”.
El acto se cerró acudiendo los protagonistas, narrador, niña e invitado de honor al centro del tablero para saludar al público entre una afectuosa ovación.