27/02/2008 – Multitud de personas nos han hecho llegar textos en los que expresan de distinta forma y con múltiples sensibilidades lo que supuso para ellos y para el mundo Bobby Fischer. Las inevitables limitaciones de espacio y tiempo que tiene un servicio como este nos impiden entrar en correspondencia con nuestros lectores, tanto sobre este como sobre otros temas. Ello no significa que no agradezcamos sus opiniones y puntos de vista, abrumadoramente expresados con corrección y respeto. Para dejar constancia pública de esos tributos, en vez de realizar un resumen, optamos por ofrecerles uno completo. Jorge Padilla nos lo ha enviado desde Bolivia. A modo de colofón, se incluye también un vídeo de un programa de televisión emitido el 26 de marzo de 1958. Significados y secretos...
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Tributo a Bobby Fischer
Jorge A. Padilla R. Bermejo (Tarija, Bolivia)
Corría septiembre de 1988 y aún recuerdo la viva emoción que me causó ver en
una librería de Mar del Plata el libro de Pablo Morán: "Bobby Fischer, su vida y
partidas". Aquel día había llegado a mis manos el libro que tanto esperé
encontrar y que por muchos años sería mi más preciado tesoro, junto al libro de Gligoric
"Los Campeonatos del Mundo de Botvinnik a Fischer", que fue un regalo de
mi querido hermano.
Demás está decir que leí ávidamente su biografía y reproduje con sumo deleite
todas las partidas contenidas, siendo casi una obsesión llegar a recopilar
todas las partidas jugadas por este auténtico genio del tablero. No pasarían
muchos años hasta que conseguí ese objetivo. Por aquella época aún discutían sobre el tablero en encarnizadas batallas la
supremacía del trono, los otros dos gigantes, Karpov y Kasparov.
Mucho se ha escrito acerca de Bobby, de su irrefrenable ímpetu en el ascenso
hacia la corona mundial, de sus colosales proezas, su prodigiosa memoria, su
inagotable sed de investigación, de estudio y triunfo, su agresivo y único
estilo y principalmente su férreo instinto asesino. Pese a todo ello, creo que cada uno de los que admiramos a este genial
ajedrecista tenemos nuestra propia opinión acerca de su estilo, sus fortalezas
y debilidades y de lo que habría supuesto para la historia del ajedrez su continuidad
después de aquel épico match con Spassky en Reykjavic 1972.
Coincido en que antes, durante y posterior a él existieron jugadores
considerados más “brillantes”, como por ejemplo: Alekhine, Bronstein, Tahl,
Spassky, Stein, Kasparov y últimamente Shirov. ¿Pero a qué se llama jugadores
más brillantes? En mi humilde entender estimo que un jugador considerado brillante es aquel
que regularmente ejecuta partidas deslumbrantes, caracterizadas por
combinaciones, sacrificios en serie y fulgurantes ataques; pero que pese a que
producen una honda sensación estética, las mismas por lo general no resisten
profundos análisis, al hallarles los expertos algún hueco que las
descalifique como partidas perfectas; concluyéndose que una partida “brillante” no
necesariamente es una partida perfecta; pero una partida perfecta necesariamente
se constituye en una auténtica brillantez, por su calidad y desarrollo en
conjunto. Es aquí a donde apuntaba el juego de Fischer, pues su juego fue puro y
claro, siempre buscaba la verdad y la verdad la encontraba gracias a su colosal
erudición, su genialidad en cada fase de la partida y su profunda capacidad de
cálculo; cualidades éstas, que le reportaba conducir la partida con maestría y
precisión impecables. Si consideramos que una partida de ajedrez magistralmente
jugada consiste en una conducción que vincula coordinada y eficazmente todas
las facetas de la partida (la transición de la apertura al medio juego y de éste
al final) para la cual se ha dispuesto de inventiva, creatividad, agresividad y
precisión únicas; la obra así labrada no puede ser menos que una gema, una obra
de arte. Y una obra de arte así, no puede ser ejecutada invariablemente sólo por
un gran jugador, sino por un jugador genuinamente genial. Estas cualidades las
poseyó Bobby, que fue capaz de producir partidas con un toque de genialidad en
cada uno de los estadios de la partida. Cierto es que Fischer no perseguía
generar posiciones complejas e inciertas para desatar deslumbrantes jugadas en
pos de alcanzar ataques de mate, porque pese a que poseía la mente más
portentosa para calcular profundas variantes, aún él, si la posición presentaba
una ventaja microscópica pero tangible, optaba por el procedimiento más
económico y simple pero demoledor, que le garantizara el triunfo. Y si la
definición de la posición a través de un cálculo preciso le reportaba la
victoria por la vía espectacular, infaliblemente desplegaba un arrollador
ataque, para rematar la partida al estilo de un Morphy o un Alekhine. Si la
posición demandaba de un preciso procedimiento técnico, lo ejecutaba al más puro
estilo de Capablanca. A su vez, si la posición requería forcejeo y
persistencia para inclinar la balanza, la voluntad férrea de ganar a través de
una intensa lucha, su juego recordaba al del gran luchador que fue Lasker. Es
que en su estilo se fusionaban virtuosamente las cualidades de todos aquellos
gigantes y ello, consecuentemente, erigía a Bobby Fischer en el más grande
talento natural, que unido a sus inigualables logros y altos porcentajes, le
reportó el incuestionable honor de ser considerado el más grande ajedrecista que
ha existido.
Empero, la necesidad de tener el control absoluto de la partida, le inducía a
no extenderse demasiado en ejecutar movimientos especulativos de riesgos extremos
innecesarios, donde no sea posible para ningún humano estimar las consecuencias
a través del cálculo; es por ello que en su juego por lo general no se advierten
frecuentemente posiciones demasiado confusas y complejas, sino posiciones
tendientes a la simplicidad y claridad, donde su talento natural descollaba casi
sobrehumanamente con la precisión de una máquina. De ahí es que resulta difícil
señalar sus debilidades, pero como todo ser humano indefectiblemente los tiene.
Posiblemente la debilidad de Fischer radicaba en pretender dominarlo todo, pero
el ajedrez es prácticamente infinito, por lo que es imposible abarcarlo todo a
través del cálculo concreto, requiriendo a veces del aspecto intuitivo, que
aunque tal vez no le faltaba, generalmente no recurría a él, por considerarlo
especulativo.
Por ahí leí que el actual campeón del mundo dijo que Kasparov es un poco
mejor que Fischer… Obviamente, la opinión de Anand es digna de todo respeto,
pero he aquí que no es explícito. ¿Un poco mejor en que? Por lo que a mi
modesto entender, permítaseme intentar aclarar esta ambigüedad y discrepar con
él por los siguientes motivos:
Considerando que Kasparov dispuso de todo cuanto precisó para obtener el
máximo efecto en su rendimiento, como una portentosa instrucción del mejor
maestro al que se puede aspirar (Botvinnik), los mejores ayudantes y analistas
y la invaluable experiencia que le reportó jugar largos encuentros con el más
fuerte maestro en el arte del juego posicional, que le permitió complementar y
universalizar su estilo; tal experiencia práctica le elevó colosalmente su nivel
de juego. En contraposición, Fischer ha conseguido sus épicos logros
absolutamente sólo. Fue un auténtico ejemplo de autodidacta, una especie de
intrínseca de fusión hombre-ajedrez, que estableció sin paralelismo, un
distanciamiento verdaderamente abismal en nivel de juego con respecto a sus más
fuertes rivales contemporáneos, pero que lastimosamente, debido a su autoenclaustramiento y ostracismo, no le permitió consolidar o demostrar su
hegemonía una vez obtenido el máximo galardón mundial. Por lo que si Anand quiso
decir que Garry tuvo una carrera más convincente como Campeón Mundial por el
mérito de mantenerse en la cumbre por más de veinte años, por lo que le
considera “un poco mejor”, probablemente tenga razón. No obstante en lo que discrepo
completamente con el Campeón Mundial es que si se refería a lo
estrictamente técnico y a la fuerza ajedrecística, pues, aunque Fischer dominó el
ajedrez mundial durante tres años (¡y cómo lo dominó!), en los mismos
demostró ser un jugador de una fuerza excepcionalmente superior al resto de
sus contemporáneos.
Se envolvió en un aura de invencibilidad al haber rozado la perfección por la
casi ausencia en su juego de todo error ajedrecístico. Tuvo un talento innato
sin parangón, llegando al nivel de genio del ajedrez, ayudado por su asombroso
coeficiente intelectual de 184. Es decir dispuso a su servicio de todas las
virtudes y cualidades que la diosa Caissa distribuyó entre sus “geniales
predecesores”.
Coincido con Kasparov en que posiblemente Fischer temió perder su título ante
Karpov en 1975. ¿Pero acaso tener miedo no es humano? ¿Acaso alguno de los más
grandes logros no se han conseguido por efecto del miedo al provocar la
inyección de una fortificante adrenalina que en determinados y excepcionales
humanos, les ha estimulado el ardor deportivo? Fischer sabía que mientras él
estaba alejado de las lides en el tablero (al menos deportivamente), la
grandiosa campaña de la extinta URSS movía cielo y tierra en aras de producir
en el firmamento soviético otras estrellas que sean dignas de relevo de la
vieja, brillante pero destruida guardia. En especial se buscaba producir al
talento portaestandarte más capaz para recuperar la corona en manos de occidente
y precisamente del país que políticamente fue el mayor rival. La nueva estrella
no tardó en llegar, y fue encontrada cuando después de una exhaustiva serie de matches se erigiera como retador, alguien que convincentemente derrotó al otrora
contendiente de Fischer, Spassky, aunque éste probablemente no se encontraba en
mejor forma que en 1972 (dado el tremendo golpe psicológico sufrido a manos de
Bobby) Seguidamente Karpov consiguió algo similar con Korchnoi. Indudablemente
para Fischer el nuevo gigante le era totalmente desconocido y un incómodo rival,
con quien nunca disputó partida alguna y a quien Spassky definió como un
Petrosian mejorado. Sí, a él, los soviéticos (por precisas instrucciones del
Kremlin) ardorosa y vehementemente le habrían dispuesto a su servicio de toda la
maquinaria soviética, dotándole de un colosal apoyo (entrenamiento, analistas,
ayudantes, psicólogos, material logístico, etc.) para destronar al temible genio
americano. Dadas estas consideraciones es comprensible (aunque no aprobable) que
Bobby sintiera cierta inseguridad e impusiera duras condiciones, que a la postre
le fueron negadas con la deposición del título.
Empero a su vez, también me animo a discrepar con Kasparov, cuando indica que
de haberse disputado el match de 1975, Karpov lo hubiera ganado. Si bien también
sea una especulación, pero no sin sentido ni argumento; probablemente Karpov
hubiera comenzado ganando el match, por decir con dos puntos de ventaja en diez
partidas (pero puntos obtenidos en justa lid), dado su óptimo estado de forma y
continuidad deportiva por los fuertes y provechosos matches previos; empero
durante el transcurso del match, el enfriado Fischer habría recuperado su forma
igualando el tanteo gracias a su fenomenal talento y entereza de voluntad ya
reconocidas, para llegar a revertir el resultado y ganar posteriormente el match
conservando su título. Una hipótesis que apoya esta estimación se basa en que Karpov recibió un importante
respaldo (similar al anteriormente indicado) para
derrotar al “Terrible” y apátrida Víctor Korchnoi, pero que pese a ello en
Baguío 1978 no ha demostrado una superioridad muy tangible, dado que la
diferencia de puntuación fue ajustada (6 – 5), donde un consolidado y mejor Karpov tuvo dificultades para derrotar a un Korchnoi de 47 años, quien en sus
mejores tiempos había sido derrotado por Petrosian y Spassky, a quienes Fischer
literalmente aniquiló en 1971 y 1972 respectivamente; implicando que Korchnoi en
1978 pese a derrotar a los alicaídos y afectados Petrosian y Spassky, no podía
ser mejor así mismo en 1971. Por ende y por ley transitiva, a su vez, la fuerza
de Karpov no podía ser superior a la de un más maduro Fischer en la plenitud de
sus facultades en 1975. Empero de haber vuelto Bobby al ostracismo, en el
siguiente ciclo 1978 o el subsiguiente 1981, de haberse jugado los matches,
Fischer hubiera perdido, pues la Diosa y la vida terminarían por castigar su
inconstancia.
¡Cómo habríamos disfrutado ese encuentro! Tanto que hasta a veces pienso que
fue una lástima y una gran pérdida para el ajedrez, que no se haya aceptado su
última condición (¡con tal de volverlo a ver en acción!). ¡Pero, vamos, seamos
objetivos! ¡Perdónenme, por favor! Estoy delirando sobre lo que pudo ser y no
fue. Ciertamente su caída habría dolido a muchos y alegrado a otros…, pero hasta
entonces, hubiera marcado el más enigmático, emotivo e interesante reinado de
toda la historia. ¡Cuánto perdió el ajedrez con su retiro!
Cuando me enteré de su muerte, me llené de estupor y apenas pude contener que
me escurrieran un par de lágrimas (Me dije ¡Fischer no, no, tu nooo!) El más
grande se ha ido, pero mientras se juegue al ajedrez, su nombre siempre será el
más recordado, por lo que Bobby Fischer verdaderamente no te has ido y nunca te
irás. Eres el más grande y los más grandes son eternos.
Ya no quiero llorar, porque sé que hoy eres feliz al estar con tu familia,
con Morphy, Steinitz, Lasker, Capablanca, Alekhine, Euwe, Botvinnik, Reshevsky,
Bronstein, Tahl, Petrosian, Keres, Stein y Geller. Y todos ellos felices te
acogieron, como quien recibe al más grandioso colega.
Gracias Bobby Fischer por esas maravillosas horas que viví en mi juventud a
través de tus magníficas partidas. Quizás no fuiste un hombre feliz en tu paso
por esta vida, pero lograste en vida lo que te hizo ganar el cielo: hacernos
felices a todos los que amamos el juego que fue tu vida, por lo que Dios sabrá
premiarte y corresponderte por tu legado.
Te llevaste “64” casillas del tablero y un Rey con quien te trocaste. ¿Podrá
entonces volver el ajedrez a ser el mismo? Sin temor a equivocarme puedo decir
que mi pasión por el ajedrez ya nunca será la misma. Pero algún día llamarán a
mi puerta y también tendré que partir. Y te buscaré para agradecerte,
estrechando tu mano y abrazarte amigo mío.
Adiós amigo, que encuentres paz eterna al lado del Altísimo.
¡Dios, Dios espera! Por favor no te enojes con el que te empató la partida.
Tengo un secreto
Se trataba de un concurso televisivo semanal producido por Mark Goodson y Bill Todman
para la CBS. Cada episodio incluía dos rondas de concursantes normales, que en
esencia debían adivinar juegos con los que el jurado intentaba determinar el
secreto del concursante. Cada jurado disponía de 15 segundos para preguntar,
tras los cuales el concursante recibía 10 USD. Normalmente los participantes se
llevaban un máximo de 80 USD. A menudo también recibían un cartón de cigarrillos Winston
o un lote de cualquier otro producto que patrocinase el programa en ese momento.
Les ofrecemos aquí unos extractos del especial
"Tengo un secreto juvenil" emitido el 26 de marzo de 1958.
"Tengo un secreto": programa concurso con un Fischer de 15 años
Fischer, Campeón del Mundo
Todos los campeones del mundo tienen un lugar
importante en la historia del ajedrez, pero sin embargo ninguno ha logrado una
popularidad como la de Robert Fischer fuera del ámbito de las 64 casillas. En
su corto reinado logró muchas cosas increibles para el ajedrez. Conocemos el
reloj Fischer, las victorias Fischer (es decir, por aplastante ventaja), el
mal de Fischer (Oponentes que caen enfermos tras perder varias partidas
consecutivas...) y finalmente el ajedrez aleatorio de Fischer. Pero su obra
maestra, por supuesto, reside en sus brillantes partidas. El Dr. Robert
Huebner ha repasado concienzudamente su mayor y más conocida publicación: “Mis
60 partidas memorables”. Con unas 1000 partidas, se incluyen también
reportajes de los torneos más importantes en que participó, con gran cantidad
de material de la época, fotos y vídeos. Se suministra con un lector de bases
de datos. En alemán e inglés.
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