'Dick, necesitamos su ayuda...'

por ChessBase
18/04/2008 – El duelo entre el entonces Campeón del Mundo Boris Spassky y su retador Bobby Fischer ha entrado en los anales como el más espectacular de la historia del ajedrez. Desde el comienzo estaba prendido con alfileres y la situación se volvió aún más delicada cuando Fischer perdió la primera partida. El gran maestro estadounidense culpó a las cámaras de su derrota y exigió que se quitasen. El 13 de julio de 1972 a las 17:00 horas, el árbitro jefe Lothar Schmidt arrancó el reloj para comenzar la segunda partida. ¿Dónde estaba Bobby Fischer?

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Un gran momento en el ajedrez

Por Prof. Dr. Christian Hesse

El duelo causó un eco tremendo en la prensa mundial y Fischer y Spassky salieron en las portadas y cabeceras de los más importantes periódicos del mundo.

Fischer culpó las cámaras de televisión en la sala de juego de ser culpabes de su derrota en la primera partida. Después de la partida exigió de la Federación Islandesa de Ajedrez que le diesen el control exclusivo sobre las filmaciones en la sala. La Federación rechazó dicha petición. La verdad es, que no les quedaba más remedio porque habían vendido los derechos de las imágenes al americano, Chester Fox y por tanto no les quedaban vías jurídicas algunas.

Hubo intensas negociaciones entre los abogados de Fischer, la Federación Islandesa y el equipo de Chester Fox, todo entre bastidores. Pero no se aclaró la cuestión más importante.

Según el programa del acontecimiento, la segunda partida se iba a disputar el 13 de julio a partir de las 17:00 horas de la tarde. Fischer jugaría con blancas. Puntualmente, el árbitro jefe, el alemán, GM Lothar Schmid, puso en marcha el reloj de Fischer. Spassky había llegado unos minutos antes y ya estaba sentado frente a la mesa.

Fischer permanecía en la habitación del hotel. Le quedaba una hora para acudir al tablero para realizar el primer movimiento, en otro caso perdería la partida por ausencia. Para cumplir con los deseos de Fischer, los organizadores habían colocado las cámaras de tal manera que no eran visibles. Las cámaras estaban escondidas por detrás de unas columnas negras, con pequeños agujeros para pasar las lentes. Dichas lentes no se podían ver desde la mesa de juego ni tampoco se podían oir los ruidos de las cámaras. El árbitro Schmid había inspeccionado este montaje antes de la ronda y se había quedado plenamente satisfecho. Comentó al organizador principal del duelo, Gudmundur Thorarinsson: “Si Bobby no está conforme con este arreglo, decidiré en su contra".

A las 16:50 horas, diez minutos antes de que Schmid arrancase el reloj para la segunda partida del duelo, Thorarinsson informó a uno de los abogados de Chester Fox, que Schmid estaba satisfecho con el arreglo de las cámaras. Dicha información también se le hizo llegar a Fischer, en su habitación. Fischer gritó enfadado que no iba a acudir a la partida. Fred Cramer, uno de los portavoces de Fischer, se puso en contacto con Schmid para exigirle que esperase con el comienzo de la partida hasta que se hubiese solucionado el problema de las cámaras. Schmid rechazó esta petición y le indicó que las reglas de la competición no le permitían eso.

A las 17:00 horas en punto, el árbitro puso en marcha el reloj de Fischer. Dado que Fischer había señalado que no iba a venir, la situación en la sala de juego cada vez se ponía más tensa. A las 17:10 horas, Thorarinsson llamó por teléfono a Fischer en su suite y habló con William Lombardy, el entrenador de Fischer que estaba con él. Thorarinsson propuso que Fischer se presentase en la sala y que jugase, aunque fuese bajo protesta.

A las 17:15 horas, Paul Marshall, el abogado de Fischer en Reykjavik, le pidió a Schmid que parase el reloj de Fischer para tener tiempo para negociar. Schmid rechazó la petición. “Si Bobby no se presenta, tendré que valorar la partida como perdida por ausencia", afirmó.

A las 17:20 horas, Thorarinsson habló con Chester Fox y su abogado Richard Stein que seguían insistiendo en su posición. Thorarinsson tenía claro que sería el final de la competición si se valorase la segunda partida como derrota por ausencia para Fischer. Le comentó a Fox: “Ahora no podemos demostrar ni el mínimo rastro de debilidad. Nuestra única posibilidad es la de convencer a Bobby que preferimos arriesgar la competición en vez de ceder. Pero entre nosotros deberíamos tener claro que en el caso de que Bobby se mostrase lo suficientemente loco para insistir en su punto de vista, que entonces tendríamos que ceder".

A las 17:30 horas Andrew Davis, otro abogado de Fischer, llamó por teléfono a Richard Stein desde Nueva York y le suplicó: “Dick, necesitamos su ayuda. Fischer es testarudo y está enfadado y necesitamos como mínimo un día para tranquilizarle. Si usted pudiera quitar las cámaras para esta partida, yo haría todo lo que esté en mi mano para ayudarles a ustedes. En el otro caso, todo estará perdido. Fischer no aceptaría que le diesen una derrota por ausencia". Stein, que no tenía otra opción, asintió en seguida y convincó a Thorarinsson, que Fischer estaría dispuesto de abandonar la competición por el asunto de las cámaras sin más.

Mientras tanto ya eran las 17:35 horas. Thorarinsson llamó por teléfono a Lombardy para comentarle que iba a dar instrucciones para quitar las cámaras de la sala. Lombardy informó a Fischer. “Bobby dice que va a venir", le comentó Lombardy a Thorarinsson. Esta noticia causó un gran alivio entre los organizadores y espectadores en la sala de juego. Parecía que la situación había sido salvada en el último momento.

A las 17:39 horas, le quedaban solamente 21 minutos a Fischer para presentarse frente al tablero y realizar el primer movimiento. Durante todo este tiempo de negociaciones, delante del hotel estaba esperando una coche de protección policial con el motor arrancado y todos los semáforos en el camino hacia la sala de juego estaban puestos en verde permenentemente, por si acaso. Además se había cortado el tráfico en la calle del hotel de Fischer que lleva a la sala de juego, Laugardallshall, un protocolo como si fuese para el presidente de un país. Pero luego Fischer pone otra condición. ¡Desea que pongan su reloj a cero! Thorarinsson puso una mirada incrédula ante lo ocurrido. Solamente el árbitro podría poner el reloj a cero y Thorarinsson comunicó la nueva condición planteada por Fischer al Schmid. Pero Schmid dijo que no. Más tarde explicó en una entrevista: “Si el Sr. Fischer hubiese acudido a la sala de juego, le podría haber ayudado. Pero no ha venido y su protesta era inválida. No me quedaba más remedio que poner su reloj en marcha. No lo puedo dar marcha atrás".

Thorarinsson se lanzó de nuevo al teléfono para trasladar la decisión de Schmid a Lombardy en la suite de Fischer. Mientras tanto habían mandado al GM islandés Olafsson al hotel de Fischer para que persuadiese a Fischer animarse a acudir a la sala de juego. Se encontró con un Fischer que estaba fuera de si y que recorría su habitación una y otra vez.

 

A las 17:47 horas, el propio Olafsson llamó por teléfono a Lothar Schmid para hacerle saber que se había llegado a un punto en el que solamente él podría salvar la competición. “Habla con Boris, Lothar. Pregúntale si estaría de acuerdo con que pongas el reloj a cero". Pero Schmid se mantuvo firme. "No puedo. Bobby tiene doce minutos. Propongo que se acerque rápidamente". Cuando Olafsson dio recado a Fischer de la respuesta de Schmid, Bobby tiró el cable del teléfono de la pared.

A las 18:00 horas en punto, Lothar Schmid se acercó a la mesa de juego y paró el reloj de Fischer. Con voz tenebrosa explicó al desilusionado público: "Señoras y señores, el Sr. Fischer no ha acudido a la sala de juego. Según la regla número 5 del Convenio de Amsterdam, un jugador pierde la partida por ausencia si viene una hora tarde".

La mayoría de la gente involucrada en la competición estaba abatida. Parecía que todo había terminado antes de empezar realmente...

Continuará.

Traducción: Nadja Woisin


Sobre el autor

Christian Hesse es Doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y estuvo en la facultad de la Universidad de California en Berkeley hasta 1991. Desde entonces es profesor de matemáticas en la Universidad de Stuttgart (Alemania) Posteriormente ha sido investigador visitante y profesor invitado en diversas universidades de todo el mundo, desde la Universidad Nacional de Australia (Canberra) a la Universidad de Concepción (Chile) Recientemente ha escrito “Expeditionen in die Schachwelt” (Expediciones en el mundo del ajedrez, ISBN 3-935748-14-0), una colección de unos cien ensayos que el periódico vienés Der Standard denominó “uno de los libros sobre ajedrez mas intelectualmente chispeantes y recomendables que se hayan escrito”.

Christian Hesse está casado, tiene una hija de seis años y un hijo de dos. Vive en Mannheim y le gusta la respuesta de Voltaire a la queja: ”La vida es dura (“¿Comparada con qué?”)

 

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