En la Edad Media, cuando surgió su versión definitiva, y se difundió ampliamente, fue considerado una perfecta parábola de la sociedad feudal que regía en Europa. Asimismo, su vínculo con los mensajes de tono moral y metafísico (los que pueden sintetizarse en la lucha del bien contra el mal) es proverbial.
También ha tenido, con el curso del tiempo, una significativa gravitación sintonizándolo con los vínculos amorosos dentro del tablero, y como una adecuada excusa para los encuentros entre personas que se amaban o seducían, fuera de él. En una mirada psicológica es considerado, entre otras posibilidades, como epítome de la complementariedad de lo diverso, en una confrontación que se da sólo en apariencia ya que en el juego los extremos quedan inextricablemente unidos.
El ajedrez, entonces, es metáfora de muchos aspectos de la vida. Extremando el concepto, alguna vez se ha asegurado que el ajedrez es propiamente la vida.