Ajedrez: el último juego invisible

por ChessBase
23/08/2007 – El ajedrez es principalmente un juego invisible, en el que el espectador ve muy poco de lo que está pasando. No obstante, por supuesto, eso solamente es la punta del iceberg. La más abrumadora parte de la actividad ocurre bajo la superficie. Eso puede sentirse cuando se intenta visualizar una partida sin mover las piezas. Christian Hesse, profesor de matemáticas, nos muestra un ejemplo brillante y nos asigna una tarea sobre ajedrez a la ciega. ¡Ah! Y no se ha olvidado de la solución al problema de lógica cuántica ajedrecística, en la que 2–1=2 y 2+1=2 ¿No les pica la curiosidad?

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Ajedrez: el último juego invisible

por el profesor Christian Hesse

En último término, el ajedrez es solo ajedrez:
no es lo mejor del mundo ni lo peor del mundo,
pero no hay nada igual. – W.C. Fields

Para mi, el ajedrez es en su mayor parte un juego invisible. Por supuesto, cuando se acude a una prueba de ajedrez y se ve a dos ajedrecistas jugar, se pueden ver el tablero, las piezas sobre él y a los dos oponentes que las mueven alternativamente. Pero eso es todo en esencia. Solo se ve la punta del iceberg. Si eso fuera todo lo que hay en el ajedrez, el juego sería tan interesante como ver crecer la hierba, secar la pintura o la deriva de los continentes. Y de hecho el ajedrez se ha comparado con todas esas cosas.

La parte primordial del ajedrez, sin embargo, permanece bajo la superficie. En primer lugar, el paisaje que forman las piezas sobre el tablero solamente registra la distribución de fuerzas sobre el universo ajedrecístico de esas 64 casillas, Es una especie de mecanismo de contabilidad. Sin embargo, lo que cuenta y lo que es decisivo es lo que ambos jugadores son capaces de hacer con dichas fuerzas. Y para ver lo que son capaces de hacer, deben viajar mentalmente varios pasos por el árbol de la partida y valorar la posición consiguiente en términos de puntos fuertes y debilidades y luego integrar todo eso en una evaluación general. Todo eso tiene que ver con la fina estructura de la secuencia de posiciones que pueden surgir de la posición del tablero en 1, 2, 3, … jugadas individuales, una realidad virtual invisible que se despliega en la mente de ambos jugadores. Hay una plétora de consideraciones de jugadas, formaciones de modelos, valoraciones de posiciones que se suceden a gran velocidad dentro de la cabeza de los jugadores. De eso se compone el lado intelectual invisible del ajedrez.

No obstante, todo ajedrecista sabe que también hay un gran componente emocional en el ajedrez. Recientemente, un equipo de psicólogos de la Seattle Pacific University (EE. UU.) dirigidos por el profesor Jeffrey A. Joireman llevaron a cabo un estudio del mayor interés sobre este tema, titulado “Sensation Seeking and Involvement in Chess” [Joireman, J.A., Fick, C.S., Anderson, J.W. (2002) publicado en Personality and Individual Differences, 32, 509-515].

El equipo descubrió que los ajedrecistas entusiastas logran puntuaciones muy altas en los tests psicológicos diseñados para medir la búsqueda de sensaciones, lo que es “un rasgo definido por la búsqueda de sensaciones y experiencias variadas, nuevas, complejas e intensas y la voluntad de asumir riesgos físicos, sociales, legales y financieros con el propósito de lograr tales experiencias”. Si se le pregunta a quienes no sean jugadores de ajedrez, probablemente lo encuentren sorprendente puesto que la lista de actividades asociada con la búsqueda de sensaciones normalmente no incluye el ajedrez, sino más bien salto con cuerdas elásticas, paracaidismo, parapente, buceo y montañismo.

Además, el grupo de psicólogos encontró que durante una partida de ajedrez ambos jugadores experimentan una abundancia de emociones y que si están inmersos en una lucha tensa e importante, se produce a la vez una subida de testosterona típica y de la misma magnitud que la que experimenta la gente involucrada en una de esas empresas de riesgo que se acaban de mencionar.

Por consiguiente, suceden muchas cosas intelectual y emocionalmente cuando dos personas disputan una partida de ajedrez, pero son invisibles en su mayor parte. Incluso las emociones fuertes virtualmente se interiorizan todas. Al final de la partida, sea victoria, derrota o tablas, no hay más que un apretón de manos y se acabó.

Simplemente, comparen eso si quieren con el fútbol. A duras penas se verán en algún otro lado emociones tan fuertes como las de un gol importante en un partido importante. Los jugadores casi se salen de sus vestiduras, saltan unos sobre otros, estrujando a quien marcó el gol casi hasta matarlo. En ajedrez no hay más que el contenido apretón de manos…

Sería reconfortante ver un poco más de intensidad emocional efervescente en las competiciones de ajedrez. Tomen el boxeo como otro ejemplo. Los dos luchadores entran en el cuadrilátero acompañados por una música compuesta especialmente para ellos y se presenta con detalle a cada uno cuando entran por separado en escena, mientras el público les da la bienvenida como si fueran gladiadores. En el ajedrez, con suerte, se tiene a alguien que ejecuta simbólicamente el primer movimiento y que sonríe junto a los jugadores a unas pocas cámaras: una naturaleza muerta. Es un poco precario en comparación. Por supuesto, no sugiero que en las competiciones de ajedrez se adopte el formato individualizado del boxeo, pero creo que podemos aprender un poco de él.

A veces el ajedrez se reduce aún más a lo estrictamente esencial. En el Torneo Amber que cada año se celebra en Mónaco y que atrae a los mejores jugadores del mundo, los participantes juegan la mitad de las partidas a la ciega. Otro avance hacia la invisibilidad. El ajedrez a la juega tiene una tradición casi tan larga como la del propio juego. Incluso hay observaciones en los escritos de Buda en las que se menciona que muchos monjes y ascetas de aquel tiempo eran adictos a lo que llamaba “ajedrez en el aire”.

El ajedrez en el aire es casi cristalino en su pureza. De forma similar, cabe citar la novela de Vladimir Nabokov "La Defensa", en la que se dice lo siguiente sobre su personaje principal Lushin, un gran maestro de ajedrez, modelado a partir de Akiba Rubinstein:

“Encontraba en ello un profundo placer: no tenía que tratar con piezas visibles, audibles ni palpables, que por la singularidad de su forma y la textura de la madera le causaban permanente desazón, aparte que las veía tan sólo como la burda envoltura mortal de las exquisitas e invisibles fuerzas del ajedrez. Cuando jugaba a ciegas era capaz de sentir esas diversas fuerzas en su pureza original. No contemplaba entonces las talladas crines de los caballos ni las cabezas brillantes de los peones, pero sentía con toda claridad que esta o aquella casilla imaginaria estaba ocupada por una fuerza definida y concentrada, de modo que le era posible concebir el movimiento de una pieza como una descarga, una sacudida o el fulgor de un relámpago, y el tablero entero de ajedrez se imantaba de tensión, y sobre esa tensión él ejercía un dominio total, concentrando aquí y liberando allá toda la energía eléctrica".

La capacidad de jugar ajedrez a la ciega, es decir, el arte de la perfecta visualización de la posición y su análisis es una de las más importantes para ser capaz de jugar ajedrez con la categoría de un maestro. Y para los mejores jugadores del mundo prácticamente no tiene apenas diferencia jugar mirando o sin mirar al tablero. Tomemos al GM Vassily Ivanchuk, por ejemplo, que durante largos periodos simplemente se queda con la mirada perdida, tomando nota del tablero sólo cuando una pieza cambia de lugar.

A qué nivel de maestría estética pueden llevar los mejores jugadores del mundo una partida a la ciega se demostrará con la siguiente muestra. Ciertamente la partida se mantiene entre las mejores partidas a la ciega jugadas de cualquier época. Cuando terminó, a Kramnik (el ganador) se le oyó murmurar varias veces: ”¡Qué belleza! ¡Qué belleza!”. Y sin duda lo es. Contiene varios aspectos inusuales e incluso paradójicos. Un rey que en medio de la partida recorre todo el tablero hasta el terreno enemigo, convirtiéndose así en decisivo para las blancas. Eso se ve muy de tarde en tarde en el dominio de los súper grandes maestros ya que ese tipo de conducta suele verse acompañada de la pérdida de la partida para el rey vagabundo. Hacia el final, Topalov (que jugaba con negras) tenía ventaja de material, su rey tenía espacio y tiempo, pero le resultaba imposible evitar el mate que aparecía en el horizonte.

Aquí solo damos las jugadas y les invitamos a visualizar la partida desde el comienzo, tal y como hicieron los jugadores. Asegúrense de disponer de alrededor de una hora ininterrumpida para poder estar ustedes mismos en tranquila concentración. Quizás pueden ponerse cómodos, en su silla favorita, mirando al cielo, con algo para beber al alcance de la mano. Entonces, tras la jugada 31 de las negras intenten encontrar la fantástica combinación que pone fin a la partida. Pero háganlo sin mirar al diagrama. Aún así tendrán ventaja, ya que saben donde hay una combinación acechando la posición. Si no lo logran, estudien el diagrama e inténtenlo de nuevo. Lleven la posición en su mente de la que retoman sus asuntos. Dejen que su subconsciente la trabaje. Si no tienen éxito, entonces siempre tendrán el mes próximo, cuando se ofrecerá la solución en la columna de septiembre.

Kramnik – Topalov, Mónaco 2003 (A la ciega)
1. e4 c5 2. Cf3 e6 3. d4 cxd4 4. Cxd4 Cc6 5. Cc3 d6 6. Ae3 Cf6 7. f4 a6 8. Df3 Dc7 9. 0-0-0 Ad7 10. Cb3 Tc8 11. Rb1 b5 12. Ad3 Cb4 13. g4 Ac6 14. g5 Cd7 15. Df2 g6 16. Thf1 Ag7 17. f5 Ce5 18. Ab6 Dd7 19. Ae2 Db7 20. Ca5 Db8 21. f6 Af8 22. a3 Cxc2 23. Rxc2 Axe4+ 24. Rb3 Aa8 25. Aa7 Dc7 26. Db6 Dxb6 27. Axb6 h6 28. Cxb5 Rd7 29. Ad4 Ad5+ 30. Ra4 axb5+ 31. Axb5+ Ac6


Posición tras 31…Ac6

¿Sintieron la belleza que emana de las maniobras sobre el tablero? El artista alemán Ugo Dossi ha inventado una forma visual de capturar una partida de ajedrez como un todo, haciendo visible así parte de su belleza. Se asigna un color a cada pieza. Cada jugada se representa por la trayectoria correspondiente, que empieza y termina con el color asignado a la pieza y abarca todo el espectro de colores. En el espléndido mundo de trayectorias de colores de Ugo Dossi, la partida a la ciega Kramnik-Topalov se ve así:



Ugo Dossi: Trayectorias de una partida de ajedrez
Kramnik-Topalov 2003 (a la ciega)


Solución a la columna del mes pasado: "El ajedrez es más completo que la vida"

Este era el problema, que de hecho lo constituían tres problemas en uno:

Vasilenko y Frolkin, 1995

Las blancas dan mate en dos jugadas
(a) En el diagrama
(b) Después de las dos primeras medias jugadas
(c) Antes de las dos últimas medias jugadas

En primer lugar observemos que la posición superior es legal. Es fácil demostrar que las últimas jugadas están dados por : - 1…c4xd3 ap y –2. d2-d4 c5-c4+. La solución del apartado (a), el mate en dos a partir del diagrama es 1. Rxd3+ g5 2. hxg6 ap. mate.

Ahora consideren la posición resultante del diagrama tras 1.Rxd3+ g5. Esa es la posición inicial de la parte (b) del problema.

(b) Las blancas dan mate en 2

Es importante advertir que en esta posición la captura al paso 1.hxg6 ap no es legal ya que no puede demostrarse que la última jugada haya tenido que ser g5. Hay otras últimas jugadas que pudieron haber generado la posición anterior. El mate en dos se da con 1.Ab2 gxh4. Tras cualquier otra respuesta de las negras es 2.Ag7 mate, pero tras la textual 2.Ac1 da mate.

Rebobinando desde el diagrama original con –1…c4xd3 ap + –2. d2-d4 se llega a la posición siguiente, que es la salida del apartado (c):

(c) Las blancas dan mate en 2

Aquí la solución es 1.Rf4 g5+ (de otro modo 2. g5 mate) 2. hxg6 ap mate.


Sobre el autor

Christian Hesse es Doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y estuvo en la facultad de la Universidad de California en Berkeley hasta 1991. Desde entonces es profesor de matemáticas en la Universidad de Stuttgart (Alemania) Posteriormente ha sido investigador visitante y profesor invitado en diversas universidades de todo el mundo, desde la Universidad Nacional de Australia (Canberra) a la Universidad de Concepción (Chile) Recientemente ha escrito “Expeditionen in die Schachwelt” (Expediciones en el mundo del ajedrez, ISBN 3-935748-14-0), una colección de unos cien ensayos que el periódico vienés Der Standard denominó “uno de los libros sobre ajedrez mas intelectualmente chispeantes y recomendables que se hayan escrito”.

Christian Hesse está casado, tiene una hija de seis años y un hijo de dos. Vive en Mannheim y le gusta la respuesta de Voltaire a la queja: ”La vida es dura (“¿Comparada con qué?”)


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