Ajedrez: el último juego invisible
por el profesor Christian Hesse
En último término, el ajedrez es solo ajedrez:
no es lo mejor del mundo ni lo peor del mundo,
pero no hay nada igual. – W.C. Fields
Para mi, el ajedrez es en su mayor parte un juego invisible. Por supuesto,
cuando se acude a una prueba de ajedrez y se ve a dos ajedrecistas jugar, se
pueden ver el tablero, las piezas sobre él y a los dos oponentes que las mueven
alternativamente. Pero eso es todo en esencia. Solo se ve la punta del iceberg.
Si eso fuera todo lo que hay en el ajedrez, el juego sería tan interesante como
ver crecer la hierba,
secar la pintura o la deriva de los continentes. Y de hecho el ajedrez se ha
comparado con todas esas cosas.
La parte primordial del ajedrez, sin embargo, permanece bajo la superficie.
En primer lugar, el paisaje que forman las piezas sobre el tablero solamente
registra la distribución de fuerzas sobre el universo ajedrecístico de esas 64
casillas, Es una especie de mecanismo de contabilidad. Sin embargo, lo que
cuenta y lo que es decisivo es lo que ambos jugadores son capaces de hacer con
dichas fuerzas. Y para ver lo que son capaces de hacer, deben viajar mentalmente
varios pasos por el árbol de la partida y valorar la posición consiguiente en
términos de puntos fuertes y debilidades y luego integrar todo eso en una
evaluación general. Todo eso tiene que ver con la fina estructura de la
secuencia de posiciones que pueden surgir de la posición del tablero en 1, 2, 3, …
jugadas individuales, una realidad virtual invisible que se despliega en la
mente de ambos jugadores. Hay una plétora de consideraciones de jugadas,
formaciones de modelos, valoraciones de posiciones que se suceden a gran
velocidad dentro de la cabeza de los jugadores. De eso se compone el lado
intelectual invisible del ajedrez.
No obstante, todo ajedrecista sabe que también hay un gran componente
emocional en el ajedrez. Recientemente, un equipo de psicólogos de la Seattle Pacific University (EE.
UU.) dirigidos por el profesor Jeffrey A. Joireman llevaron a cabo un estudio
del mayor interés sobre este tema, titulado “Sensation Seeking and Involvement in Chess” [Joireman, J.A.,
Fick, C.S., Anderson, J.W. (2002) publicado en Personality and Individual
Differences, 32, 509-515].
El equipo descubrió que los ajedrecistas entusiastas logran puntuaciones muy
altas en los tests psicológicos diseñados para medir la búsqueda de sensaciones,
lo que es “un rasgo definido por la búsqueda de sensaciones y experiencias
variadas, nuevas, complejas e intensas y la voluntad de asumir riesgos físicos,
sociales, legales y financieros con el propósito de lograr tales experiencias”.
Si se le pregunta a quienes no sean jugadores de ajedrez, probablemente lo
encuentren sorprendente puesto que la lista de actividades asociada con la
búsqueda de sensaciones normalmente no incluye el ajedrez, sino más bien salto
con cuerdas elásticas, paracaidismo, parapente, buceo y montañismo.
Además, el grupo de psicólogos encontró que durante una partida de ajedrez
ambos jugadores experimentan una abundancia de emociones y que si están inmersos
en una lucha tensa e importante, se produce a la vez una subida de testosterona
típica y de la misma magnitud que la que experimenta la gente involucrada en una
de esas empresas de riesgo que se acaban de mencionar.
Por consiguiente, suceden muchas cosas intelectual y emocionalmente cuando
dos personas disputan una partida de ajedrez, pero son invisibles en su mayor
parte. Incluso las emociones fuertes virtualmente se interiorizan todas. Al
final de la partida, sea victoria, derrota o tablas, no hay más que un apretón
de manos y se acabó.
Simplemente, comparen eso si quieren con el fútbol. A duras penas se verán en
algún otro lado emociones tan fuertes como las de un gol importante en un
partido importante. Los jugadores casi se salen de sus vestiduras, saltan unos
sobre otros, estrujando a quien marcó el gol casi hasta matarlo. En ajedrez no
hay más que el contenido apretón de manos…
Sería reconfortante ver un poco más de intensidad emocional efervescente en
las competiciones de ajedrez. Tomen el boxeo como otro ejemplo. Los dos
luchadores entran en el cuadrilátero acompañados por una música compuesta
especialmente para ellos y se presenta con detalle a cada uno cuando entran por
separado en escena, mientras el público les da la bienvenida como si fueran
gladiadores. En el ajedrez, con suerte, se tiene a alguien que ejecuta
simbólicamente el primer movimiento y que sonríe junto a los jugadores a unas
pocas cámaras: una naturaleza muerta. Es un poco precario en comparación. Por
supuesto, no sugiero que en las competiciones de ajedrez se adopte el formato
individualizado del boxeo, pero creo que podemos aprender un poco de él.
A veces el ajedrez se reduce aún más a lo estrictamente esencial. En el
Torneo
Amber que cada año se celebra en Mónaco y que atrae a los mejores jugadores del
mundo, los participantes juegan la mitad de las partidas a la ciega. Otro avance
hacia la invisibilidad. El ajedrez a la juega tiene una tradición casi tan larga
como la del propio juego. Incluso hay observaciones en los escritos de Buda en
las que se menciona que muchos monjes y ascetas de aquel tiempo eran adictos a
lo que llamaba “ajedrez en el aire”.
El ajedrez en el aire es casi cristalino en su pureza. De forma similar, cabe
citar la novela de Vladimir Nabokov "La Defensa", en la que se dice lo siguiente
sobre su personaje principal Lushin, un gran maestro de ajedrez, modelado a
partir de Akiba
Rubinstein:
“Encontraba en ello un profundo placer: no tenía que tratar con piezas
visibles, audibles ni palpables, que por la singularidad de su forma y la
textura de la madera le causaban permanente desazón, aparte que las veía tan
sólo como la burda envoltura mortal de las exquisitas e invisibles fuerzas del
ajedrez. Cuando jugaba a ciegas era capaz de sentir esas diversas fuerzas en
su pureza original. No contemplaba entonces las talladas crines de los
caballos ni las cabezas brillantes de los peones, pero sentía con toda
claridad que esta o aquella casilla imaginaria estaba ocupada por una fuerza
definida y concentrada, de modo que le era posible concebir el movimiento de
una pieza como una descarga, una sacudida o el fulgor de un relámpago, y el
tablero entero de ajedrez se imantaba de tensión, y sobre esa tensión él
ejercía un dominio total, concentrando aquí y liberando allá toda la energía
eléctrica".
La capacidad de jugar ajedrez a la ciega, es decir, el arte de la perfecta
visualización de la posición y su análisis es una de las más importantes para
ser capaz de jugar ajedrez con la categoría de un maestro. Y para los mejores
jugadores del mundo prácticamente no tiene apenas diferencia jugar mirando o sin
mirar al tablero.
Tomemos al GM Vassily Ivanchuk, por ejemplo, que durante largos periodos
simplemente se queda con la mirada perdida, tomando nota del tablero sólo cuando
una pieza cambia de lugar.
A qué nivel de maestría estética pueden llevar los mejores jugadores del
mundo una partida a la ciega se demostrará con la siguiente muestra. Ciertamente
la partida se mantiene entre las mejores partidas a la ciega jugadas de
cualquier época. Cuando terminó, a Kramnik (el ganador) se le oyó murmurar
varias veces: ”¡Qué belleza! ¡Qué belleza!”. Y sin duda lo es. Contiene varios
aspectos inusuales e incluso paradójicos. Un rey que en medio de la partida
recorre todo el tablero hasta el terreno enemigo, convirtiéndose así en decisivo
para las blancas. Eso se ve muy de tarde en tarde en el dominio de los súper
grandes maestros ya que ese tipo de conducta suele verse acompañada de la
pérdida de la partida para el rey vagabundo. Hacia el final, Topalov (que jugaba
con negras) tenía ventaja de material, su rey tenía espacio y tiempo, pero le
resultaba imposible evitar el mate que aparecía en el horizonte.
Aquí solo damos las jugadas y les invitamos a visualizar la partida desde el
comienzo, tal y como hicieron los jugadores. Asegúrense de disponer de alrededor
de una hora ininterrumpida para poder estar ustedes mismos en tranquila
concentración. Quizás pueden ponerse cómodos, en su silla favorita, mirando al
cielo, con algo para beber al alcance de la mano. Entonces, tras la jugada 31 de
las negras intenten encontrar la fantástica combinación que pone fin a la
partida. Pero háganlo sin mirar al diagrama. Aún así tendrán ventaja, ya que
saben donde hay una combinación acechando la posición.
Si no lo logran, estudien el diagrama e inténtenlo de nuevo. Lleven la posición
en su mente de la que retoman sus asuntos. Dejen que su subconsciente la trabaje.
Si no tienen éxito, entonces siempre tendrán el mes próximo, cuando se ofrecerá
la solución en la columna de septiembre.
Kramnik – Topalov, Mónaco 2003 (A la ciega)
1. e4 c5 2. Cf3 e6 3. d4 cxd4 4. Cxd4 Cc6 5. Cc3 d6 6. Ae3 Cf6 7. f4 a6 8.
Df3 Dc7 9. 0-0-0 Ad7 10. Cb3 Tc8 11. Rb1 b5 12. Ad3 Cb4 13. g4 Ac6 14. g5 Cd7
15. Df2 g6 16. Thf1 Ag7 17. f5 Ce5 18. Ab6 Dd7 19. Ae2 Db7 20. Ca5 Db8 21. f6
Af8 22. a3 Cxc2 23. Rxc2 Axe4+ 24. Rb3 Aa8 25. Aa7 Dc7 26. Db6 Dxb6 27. Axb6 h6
28. Cxb5 Rd7 29. Ad4 Ad5+ 30. Ra4 axb5+ 31. Axb5+ Ac6

Posición tras 31…Ac6
¿Sintieron la belleza que emana de las maniobras sobre el tablero?
El artista alemán Ugo Dossi ha inventado una forma visual de capturar una
partida de ajedrez como un todo, haciendo visible así parte de su belleza. Se
asigna un color a cada pieza. Cada jugada se representa por la trayectoria
correspondiente, que empieza y termina con el color asignado a la pieza y abarca
todo el espectro de colores. En el espléndido mundo de trayectorias de colores
de Ugo Dossi,
la partida a la ciega Kramnik-Topalov se ve así:

Ugo Dossi: Trayectorias de una partida de ajedrez
Kramnik-Topalov 2003 (a la ciega)
Este era el problema, que de hecho lo constituían tres problemas en uno:
Vasilenko y Frolkin, 1995
Las blancas dan mate en dos jugadas
(a) En el diagrama
(b) Después de las dos primeras medias jugadas
(c) Antes de las dos últimas medias jugadas
En primer lugar observemos que la posición superior es legal. Es fácil
demostrar que las últimas jugadas están dados por : - 1…c4xd3 ap y –2. d2-d4 c5-c4+.
La solución del apartado (a), el mate en dos a partir del diagrama es 1. Rxd3+ g5 2.
hxg6 ap. mate.
Ahora consideren la posición resultante del diagrama tras 1.Rxd3+ g5. Esa es
la posición inicial de la parte (b) del problema.
(b) Las blancas dan mate en 2
Es importante advertir que en esta posición la captura al paso 1.hxg6 ap no
es legal ya que no puede demostrarse que la última jugada haya tenido que ser
g5. Hay otras últimas jugadas que pudieron haber generado la posición anterior.
El mate en dos se da con 1.Ab2 gxh4. Tras cualquier otra respuesta de las negras
es 2.Ag7
mate, pero tras la textual 2.Ac1 da mate.
Rebobinando desde el diagrama original con –1…c4xd3 ap + –2. d2-d4 se llega a
la posición siguiente, que es la salida del apartado (c):

(c) Las blancas dan mate en 2
Aquí la solución es 1.Rf4 g5+ (de otro modo 2. g5 mate) 2. hxg6 ap
mate.
Sobre
el autor
Christian Hesse es Doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y estuvo
en la facultad de la Universidad de California en Berkeley hasta 1991. Desde
entonces es profesor de matemáticas en la Universidad de Stuttgart (Alemania)
Posteriormente ha sido investigador visitante y profesor invitado en diversas
universidades de todo el mundo, desde la Universidad Nacional de Australia
(Canberra) a la Universidad de Concepción (Chile) Recientemente ha escrito “Expeditionen
in die Schachwelt” (Expediciones en el mundo del ajedrez, ISBN
3-935748-14-0), una colección de unos cien ensayos que el periódico vienés
Der Standard denominó “uno de los libros sobre ajedrez mas intelectualmente
chispeantes y recomendables que se hayan escrito”.
Christian Hesse está casado, tiene una hija de seis años y un hijo de dos.
Vive en Mannheim y le gusta la respuesta de Voltaire a la queja: ”La vida es
dura (“¿Comparada con qué?”)