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Artículo por Miguel Illescas, publicado en Peón de Rey #126
Casi lo logra. A pesar de la evidente superioridad de Carlsen, el aspirante Sergei Kariakin estuvo a punto de dar la sorpresa. Su momento de gloria llegó en la octava ronda. Tras una serie de siete tablas el ruso se anotó la victoria, al forzar tercamente el campeón una partida igualada. Magnus jugaba mejor y obtenía posiciones prometedoras, pero ya se sabe: las buenas posiciones no suman puntos, y el noruego estuvo impreciso en el remate a lo largo de todo el encuentro, mientras que el ruso supo mantenerse frio y jugó bien sus cartas, aunque en el último suspiro – el desempate a partidas rápidas – la diosa Caissa le dio la espalda.
Kariakin fue en cualquier caso un digno retador, y desde hace tiempo sospecho que la letra K en el apellido es condición casi indispensable para optar a la corona mundial.
Viajamos a 1992, cuando Linares era una de las ciudades españolas más conocidas en la entonces Unión Soviética, y el restaurante del Hotel Aníbal era el punto de encuentro de los grandes maestros que tomábamos parte en el prestigioso torneo andaluz. Recuerdo que, durante una relajada cena, Kaspárov y Short empezaron a bromear acerca de qué equipo sería más fuerte, el de la letra S o el de la letra K. El inglés sumó a su bloque a Speelman y Salov, presentes en Linares, y Kaspárov no tuvo reparo en reclamar para su escuadra a su archienemigo Kárpov, completando pícaramente su plantel con Ivanchuk.
Vasili quedó segundo tras Garry en aquel Linares, aunque el ucraniano nunca logró coronarse campeón mundial, pues tenía la K demasiado atrás... y solo Botvinnik fue capaz en la Historia de tal proeza.
La lista de “kampeones” es impresionante: Kaspárov cedió la “korona” a su alumno predilecto Krámnik, quien contaba con la mágica letra de principio a fin. Aun así, Vladimir sufrió de lo lindo para retener el título frente a Leko, pues la K intercalada también tiene su misterio: Lasker, Spaski o incluso Alekhine son buenos ejemplos.
La K inicial parece sin embargo tener más fuerza, lo siento por Nakamura. Fíjense en los campeones que produjo la FIDE durante el periodo de escisión del título: Khalifman o Kasimdzhanov, casi cuyo único argumento era la K en el apellido. Y qué decir de los campeones sin corona, Korchnói o Keres, o más recientemente Kamsky.
Cierto: hay grandes campeones sin k, como Anand o Fischer, excepciones que confirman la regla, aunque el norteamericano era de Brooklyn, y la casta de los guerreros en la India son los Kshatriyas (aunque Anand es en realidad un Brahmán).
Yo aprendí algo tarde que mi apellido también tenía algo de magia: cuando vi que los rusos anotaban en la planilla “Illeskas”… pero era una K aislada, sin eskuela ni apoyos.
Habrán comprendido por fin que en idioma ruso la letra “C” no existe, y es la K la que viste a “Kapablanka”, “Karuana” o al propio “Karlsen”.
En la portada de Peón de Rey 126 ya hicimos un guiño al respecto, con el titular “Kandidato” Kariakin. Ahora hay que rendirse al “Kampeón Karlsen”, favorito de la diosa del ajedrez, cuyo nombre en ruso es lógicamente “Kaissa”.